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viernes, 27 de febrero de 2015

CELOS



Llevaba esperando más de dos horas y media, bastante tiempo para alguien como él, sin embargo, no habría poder humano que le hiciera desistir de esa misión. Se inclinó un poco sobre el volante del auto rentado, incómodo de estar tanto tiempo en la misma posición. Estaba seguro que con su disfraz nadie lo reconocería, sin contar con que este era un barrio que él no frecuentaba. Siempre era mejor ser precavido que lamentar las consecuencias de no serlo.

Deseaba desesperadamente un cigarrillo, pero temía que en el simple placer de disfrutarlo pudiese perderse algo de lo que allí acontecía, no, eso jamás lo permitiría, tanto tiempo siguiendo a su pareja como para que ahora un simple cigarrillo le arruinara la verdad.

Hace meses había contratado un “detective” para que siguiera a su pareja, pero tal y como debía de esperarse de un buen policía, Jung YunHo se libraba fácilmente del sujeto, o bien el tipo al que había contratado era un bueno para nada. Como fuera, la única pista que le había conseguido era esa dirección.

Si YunHo sospechaba que él lo había mandado a seguir, no lo demostraba. Se comportaba de la misma manera de siempre… a excepción de la extraña conducta que lo había llevado a sospechar que le engañaba. JaeJoong pudo haber atribuido sus constantes salidas nocturnas por alguna misión encubierto, pero incluso él sabía que el aroma en la ropa de YunHo había cambiado.

La primera vez que lo noto creyó que solo eran reminiscencias de algún perfume femenino de la estación. Un olor dulzón que bien podría decirse vulgar. Pensando en alguna secretaria, asistente o nueva colega, lo dejó pasar. No obstante, el aroma en la ropa de su pareja era cada vez más constante, al igual que el número de cenas pospuestas y los “lo siento, amor, tengo trabajo”, se habían incrementado. Pero JaeJoong no era ciego, no señor, solo había que sumar dos más dos para saber lo que ocurría.

Pensando en ello, se apareció un día por la estación de policías. A nadie le extraño, solía hacerlo de vez en cuando, llevando panecillos recién horneados para todos. Pero no había ninguna cara nueva en el plantel, ningún perfume barato de las chicas, las cuales, por muy enamoradas que estuvieran del capitán Jung, se sabían muy por debajo de su pareja, JaeJoong.

Frunció el ceño, volvió a mirar el reloj en su muñeca, sopesando la idea de bajar del auto y acercarse al lugar. Vagamente pensó que posiblemente el edificio tuviera una salida trasera, entonces ahí sí lo habría perdido, pero, su teléfono no había sonado, lo que significaba que YunHo no estaba en casa.

Mientras miraba la vacía calle, recordó cómo se había sentido estúpido al dudar de su pareja, tanto que hasta había ido al cuartel a investigar. Una sonrisa sarcástica salió de su boca. ¿Cuánto tiempo hacía ya desde aquello? Que iluso había sido.

Después de la visita al cuartel, el aroma y las excusas se redujeron, pero solo por un tiempo, para comenzar de nuevo y quizá, con mayor descaro.

Fue el día en el que JaeJoong descubrió la mancha de labial rojo en el cuello de la camisa blanca de YunHo. Podría haber sido un cliché, pero ahí estaba. Él ni siquiera era de los que se volvían locos de celos, revisando centímetro a centímetro la ropa de su pareja, pero esa mancha, esa mancha estaba allí, a plena vista, incordiando a quien la traía en las manos, mofándose grandemente de él.

Bien podría JaeJoong haber cerrado los ojos, fingir que eso realmente no estaba ahí o que era salsa de tomate que había botado hasta allí. Pero no, él sabía muy bien que era. Su mente repasó rápidamente a las chicas del cuartel, ninguna de ellas usaba un labial rojo escarlata, todas ellas usaban colores rosados tenues, y, si por alguna razón alguna de ellas había usado un color así, sin duda, el aroma dulzón, las descartaba. Porque ¡oh, si! En su última visita al cuartel, JaeJoong se había acercado discretamente a cada una de ellas y olisqueado su perfume, incluso había llegado a comentar el aroma de algunos. También había olfateado a unos cuantos buenos policías, a los que él consideraba atractivos, pero todos ellos o no usaban o usaban una loción puramente masculina.

No, la persona con la que YunHo lo estaba engañando no pertenecía a la estación. Entonces, sus pensamientos se dirigieron al comedor 24 hrs que estaba cerca del cuartel, pero dudaba que allí hubiera alguien de su interés. Lo más atractivo era una chica cuyos labios siempre iban de negro que mascaba ruidosamente un chicle, y no, ella tampoco olía a prostituta barata.

Fue entonces, que contrató al sujeto que le proporcionó ésta dirección. Un tipo menudo, con problemas de calvicie y un tanto nervioso.  Por meses no había obtenido ni un solo dato real, solo excusas, que a JaeJoong le sonaban más patéticas y falsas que las que YunHo le daba.

Pero, no hay nada que un buen incentivo no pueda obtener, bien, en este caso una buena amenaza. JaeJoong sonreía malignamente cada que recordaba la cara del sujeto cuando había recibido el ultimátum de su parte. Había palidecido hasta casi ponerse verdoso. JaeJoong no entendía por qué se aferraban a la idea de que sí era lindo y delicado era inofensivo. Eso le había dado mucho que pensar al susodicho detective, lo suficiente para que se pusiera a hacer el trabajo por el cual JaeJoong le pagaba.

Así, había llegado hasta este lugar.

Era uno de los varios barrios bajos de la cuidad, uno donde YunHo bien pudo haber hecho una redada y haber conocido a la tipa con la que le engañaba, que, a juzgar por la localización, no dudaba que se dedicara a la prostitución.

Ese simple pensamiento le heló la mente, si YunHo se había enredado con una prostituta, cómo tenía el descaro para meterse en su cama sabiendo lo sucio que su cuerpo estaba. La furia bulló en JaeJoong. Se sometería a todos los exámenes habidos y por haber de enfermedades de transmisión sexual, incluso de rabia si era necesario.

Sus manos enfundadas en oscuros guantes apretaban el volante con mayor fuerza cada vez.

Estaba por salir del auto, llevar la Glock que había obtenido gracias a su calvo y nervioso detective, buscar a YunHo por el edificio e incrustar dos balas en su muy deseable cuerpo. Para después torturar a la puta barata que se había metido entre ellos. Cuando dos figuras salieron por la pequeña puerta principal.

JaeJoong reconocería el perfil de una de ellas incluso a un kilómetro de distancia, YunHo, su YunHo.

YunHo había salido del edificio acompañado de otro chico, bajo y delgado, de buenas curvas y un prominente trasero. Un chico, JaeJoong no había pensado en un chico, el aroma definitivamente era femenino, pero era un chico el que colgaba del cuello de YunHo para darle un indecente beso. YunHo rodeó con sus manos la cintura, hasta bajar a su trasero y apretarlo. No habían pasado ni un minuto cuando el chico tenía enrolladas sus piernas alrededor de YunHo, metiéndose mano por todos lados posibles. Ahí, en plena vía pública.

JaeJoong cerró los ojos fuertemente y gritó de rabia internamente. Así que YunHo lo estaba cambiado por una vulgar zorra. Se obligó a sí mismo a calmarse, a respirar entrecortadamente por la ira. Uno, dos, uno, dos, inhala, exhala. Volvió a mirar a los amantes y su ira se tornó fría, calculadora. No dejaría que nadie se burlara así de él.

Observó atentamente al chico que acompañaba a YunHo, obviando el hecho de que estaba trepado sobre su pareja. Tomó su teléfono y marcó el conocido número.

—Tengo otro trabajo para ti —dijo con una voz tan calmadamente fría que el interlocutor pudo sentir escalofríos recorriéndole.

Después de una breve conversación con el buen, calvo y nervioso “detective”. JaeJoong se limitó a esperar con una sonrisa bailando en sus carnosos labios.

Cuando los amantes se despidieron, por fin. JaeJoong se miró en el espejo retrovisor, comprobando, una vez más, que su aspecto distaba mucho de ser el usual. Sonrió.

La calle estaba completamente desierta, como desde hace ya unas horas, si acaso, alguno que otro perro callejero pasaba rápidamente por el lugar, como temiendo que allí fuera a pasar algo malo. El alambrado público era un tanto deficiente, a cualquiera podría haberle producido escalofríos, más para JaeJoong eso solo era una ventaja.

Cuando YunHo avanzaba calle abajo, JaeJoong encendió el motor, sin perder de vista a su objetivo. Sabía que el auto de YunHo estaba estacionado varias cuadras más allá y que caminaría hasta allí, seguro de su inmunidad como policía. JaeJoong sonrió de nuevo.

«Iluso» pensó.

La noche era ideal, su furia le exigía sangre, dolor, hacerle pagar la humillación a la que le estaba sometiendo. No, jamás. Nunca permitiría que le hiciera lo mismo.

Con las luces apagadas avanzó, pisando el acelerador sin dudar, dirigiendo el vehículo hacia el cuerpo de su pareja.

YunHo no lo vio venir, cuando escuchó el motor del auto, fue demasiado tarde, solo pudo dar la vuelta para encarar de frente al vehículo. Un golpe certero que no pudo esquivar. Su cuerpo volando metro arriba por encima de la capota del auto, para luego estrellarse duramente contra el asfalto.

Durante unos segundos su cerebro le exigía mantenerse consiente para mirar las placas del automóvil, pero no pudo distinguirlas, pues o bien no traía o solo eran una mancha borrosa. Después, todo se volvió negro.

***

El sonido del beep-beep cercano lo sacó de la bruma. Su cuerpo dolía horrores. Su garganta ardía. Pronto varias personas desconocidas entraron a la habitación, amontonándose a su alrededor, haciendo preguntas que YunHo no entendía. Volvió a caer en la inconsciencia.

Cuando despertó de nuevo, se hallaba en una nueva habitación, con solo una máquina conectada. Las paredes blancas le resultaron casi indecorosas a sus ojos.  El cuerpo le seguía doliendo, pero su mente estaba más clara que la vez anterior que despertó.

Un médico entró, le hizo las preguntas de rigor y se fue.

¿Qué había pasado? No lo recordaba claramente.

—Un conductor ebrio lo arrolló y se dio a la fuga —le informaron.

¡Ah, si! Recordaba el automóvil negro, recordaba el momento del impacto y recordaba al tipo, pero no aseguraba que el sujeto hubiese estado ebrio.

La puerta se abrió de nuevo, dejando pasar a una bella criatura de ojos llorosos.

—¡Yunnie! No me dejaban verte. Decían que no podía entrar, Yunnie —su bellos JaeJoong le miraba con cara de preocupación. Esa bella criatura que estaba siempre fielmente a su lado. —¿Te sientes mejor, Yunnie?

Como pudo asintió. Por el aspecto que JaeJoong tenía, con sus ojos rojos de tanto llorar, los dedos mordisqueados por los nervios y sus ojeras notables, seguramente llevaba algún tiempo inconsciente, debatiéndose entre enfrentar la realidad o seguir durmiendo.

—Pero Yunnie, ¿cómo es posible que te embarques en una misión tu solo? —soltó de repente JaeJoong. Los ojos de YunHo se abrieron por sorpresa. —Ese barrio es muy peligroso Yunnie, no debiste ir solo —reclamó con un pucherito.

YunHo supuso que en el cuartel le habrían dicho a JaeJoong que se encontraba en ese lugar por alguna misión. YunHo soltó un suspiro. Había varios en la estación de policía que cubrían sus andadas con ese amante al que YunHo visitaba en ese barrio, así cuando JaeJoong preguntaba por él, siempre le decían que estaba de misión, porque YunHo no se arriesgaría a perder a JaeJoong por una simple aventura, por muy bueno que estuviera el tipo y por mucho que complaciera sus más sucias fantasías.

—Solo iba de reconocimiento, nada que me pusiera en peligro —dijo tratando de calmar a JaeJoong.

JaeJoong lo miró con suspicacia, arqueó una ceja y dijo: —Pues ya ves que ni tan a salvo.

—No contaba con los borrachos —. Ni con la distracción que el estupor del sexo le otorgaba.

JaeJoong sonrió. YunHo podría mentirle todo lo que quisiera, pero JaeJoong era mucho mejor en eso, hacía que le creía y después, bueno, después se las cobraba.

Su sonrisa se amplió al recordar el titular de un periódico amarillista. Un tal Kim JunSu había sido asesinado en su apartamento por su amante, un sujeto bajo, calvo y nervioso, quien se había suicidado poco después de matar a su amante. Un supuesto crimen de pasión.

El “detective” le había servido bien, pero si alguien decidía investigar, este soltaría la boca a la menor provocación. No, mejor evitarse los líos. El automóvil, rentado por el detective, había sido ya devuelto, sin un solo rastro de abolladura o algo. El arma homicida era del calvo hombre y no contenía ni una solo huella de JaeJoong. El teléfono con el que se había comunicado con él, era desechable y ahora yacía destartalado, quemado y lejos de JaeJoong. No había nada que lo implicara.

Porque YunHo podría ser un gran policía, pero JaeJoong había aprendido mucho de él y de cómo esquivar cualquier asunto de estos.


JaeJoong volvió a sonreír, ya quería ver la cara de YunHo cuando se enterara de su amante muerto. O cuando volviera a intentarlo, porque JaeJoong jamás lo dejaría ir.

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N/A: Escuchando "Cómo pudiste hacerme esto a mí" de Alaska y Dinamara.

Es un pequeño shot para que no me olviden. Disculpen mi ausencia en estos casi dos meses. Perdí la inspiración y sin una computadora y un lugar seguro para escribir, no podía. 

He visto las nuevas restricciones que Blogger pondrá. No es mi intención privatizar este blog, así que espero no nos afecten.