Llevaba esperando más de dos
horas y media, bastante tiempo para alguien como él, sin embargo, no habría
poder humano que le hiciera desistir de esa misión. Se inclinó un poco sobre el
volante del auto rentado, incómodo de estar tanto tiempo en la misma posición. Estaba
seguro que con su disfraz nadie lo reconocería, sin contar con que este era un
barrio que él no frecuentaba. Siempre era mejor ser precavido que lamentar las
consecuencias de no serlo.
Deseaba desesperadamente un
cigarrillo, pero temía que en el simple placer de disfrutarlo pudiese perderse
algo de lo que allí acontecía, no, eso jamás lo permitiría, tanto tiempo
siguiendo a su pareja como para que ahora un simple cigarrillo le arruinara la
verdad.
Hace meses había contratado un “detective”
para que siguiera a su pareja, pero tal y como debía de esperarse de un buen
policía, Jung YunHo se libraba fácilmente del sujeto, o bien el tipo al que había
contratado era un bueno para nada. Como fuera, la única pista que le había
conseguido era esa dirección.
Si YunHo sospechaba que él lo
había mandado a seguir, no lo demostraba. Se comportaba de la misma manera de
siempre… a excepción de la extraña conducta que lo había llevado a sospechar
que le engañaba. JaeJoong pudo haber atribuido sus constantes salidas nocturnas
por alguna misión encubierto, pero incluso él sabía que el aroma en la ropa de
YunHo había cambiado.
La primera vez que lo noto creyó
que solo eran reminiscencias de algún perfume femenino de la estación. Un olor
dulzón que bien podría decirse vulgar. Pensando en alguna secretaria, asistente
o nueva colega, lo dejó pasar. No obstante, el aroma en la ropa de su pareja
era cada vez más constante, al igual que el número de cenas pospuestas y los “lo
siento, amor, tengo trabajo”, se habían incrementado. Pero JaeJoong no era
ciego, no señor, solo había que sumar dos más dos para saber lo que ocurría.
Pensando en ello, se apareció un
día por la estación de policías. A nadie le extraño, solía hacerlo de vez en
cuando, llevando panecillos recién horneados para todos. Pero no había ninguna
cara nueva en el plantel, ningún perfume barato de las chicas, las cuales, por
muy enamoradas que estuvieran del capitán Jung, se sabían muy por debajo de su
pareja, JaeJoong.
Frunció el ceño, volvió a mirar
el reloj en su muñeca, sopesando la idea de bajar del auto y acercarse al
lugar. Vagamente pensó que posiblemente el edificio tuviera una salida trasera,
entonces ahí sí lo habría perdido, pero, su teléfono no había sonado, lo que
significaba que YunHo no estaba en casa.
Mientras miraba la vacía calle,
recordó cómo se había sentido estúpido al dudar de su pareja, tanto que hasta había
ido al cuartel a investigar. Una sonrisa sarcástica salió de su boca. ¿Cuánto tiempo
hacía ya desde aquello? Que iluso había sido.
Después de la visita al cuartel,
el aroma y las excusas se redujeron, pero solo por un tiempo, para comenzar de
nuevo y quizá, con mayor descaro.
Fue el día en el que JaeJoong
descubrió la mancha de labial rojo en el cuello de la camisa blanca de YunHo.
Podría haber sido un cliché, pero ahí estaba. Él ni siquiera era de los que se
volvían locos de celos, revisando centímetro a centímetro la ropa de su pareja,
pero esa mancha, esa mancha estaba allí, a plena vista, incordiando a quien la
traía en las manos, mofándose grandemente de él.
Bien podría JaeJoong haber
cerrado los ojos, fingir que eso realmente no estaba ahí o que era salsa de
tomate que había botado hasta allí. Pero no, él sabía muy bien que era. Su mente
repasó rápidamente a las chicas del cuartel, ninguna de ellas usaba un labial
rojo escarlata, todas ellas usaban colores rosados tenues, y, si por alguna
razón alguna de ellas había usado un color así, sin duda, el aroma dulzón, las
descartaba. Porque ¡oh, si! En su última visita al cuartel, JaeJoong se había acercado
discretamente a cada una de ellas y olisqueado su perfume, incluso había llegado
a comentar el aroma de algunos. También había olfateado a unos cuantos buenos policías,
a los que él consideraba atractivos, pero todos ellos o no usaban o usaban una loción
puramente masculina.
No, la persona con la que YunHo
lo estaba engañando no pertenecía a la estación. Entonces, sus pensamientos se
dirigieron al comedor 24 hrs que estaba cerca del cuartel, pero dudaba que allí
hubiera alguien de su interés. Lo más atractivo era una chica cuyos labios
siempre iban de negro que mascaba ruidosamente un chicle, y no, ella tampoco
olía a prostituta barata.
Fue entonces, que contrató al
sujeto que le proporcionó ésta dirección. Un tipo menudo, con problemas de
calvicie y un tanto nervioso. Por meses
no había obtenido ni un solo dato real, solo excusas, que a JaeJoong le sonaban
más patéticas y falsas que las que YunHo le daba.
Pero, no hay nada que un buen
incentivo no pueda obtener, bien, en este caso una buena amenaza. JaeJoong
sonreía malignamente cada que recordaba la cara del sujeto cuando había
recibido el ultimátum de su parte. Había palidecido hasta casi ponerse verdoso.
JaeJoong no entendía por qué se aferraban a la idea de que sí era lindo y
delicado era inofensivo. Eso le había dado mucho que pensar al susodicho
detective, lo suficiente para que se pusiera a hacer el trabajo por el cual
JaeJoong le pagaba.
Así, había llegado hasta este
lugar.
Era uno de los varios barrios
bajos de la cuidad, uno donde YunHo bien pudo haber hecho una redada y haber
conocido a la tipa con la que le engañaba, que, a juzgar por la localización,
no dudaba que se dedicara a la prostitución.
Ese simple pensamiento le heló la
mente, si YunHo se había enredado con una prostituta, cómo tenía el descaro
para meterse en su cama sabiendo lo sucio que su cuerpo estaba. La furia bulló
en JaeJoong. Se sometería a todos los exámenes habidos y por haber de
enfermedades de transmisión sexual, incluso de rabia si era necesario.
Sus manos enfundadas en oscuros
guantes apretaban el volante con mayor fuerza cada vez.
Estaba por salir del auto, llevar
la Glock que había obtenido gracias a su calvo y nervioso detective, buscar a
YunHo por el edificio e incrustar dos balas en su muy deseable cuerpo. Para después
torturar a la puta barata que se había metido entre ellos. Cuando dos figuras
salieron por la pequeña puerta principal.
JaeJoong reconocería el perfil de
una de ellas incluso a un kilómetro de distancia, YunHo, su YunHo.
YunHo había salido del edificio
acompañado de otro chico, bajo y delgado, de buenas curvas y un prominente
trasero. Un chico, JaeJoong no había pensado en un chico, el aroma
definitivamente era femenino, pero era un chico el que colgaba del cuello de
YunHo para darle un indecente beso. YunHo rodeó con sus manos la cintura, hasta
bajar a su trasero y apretarlo. No habían pasado ni un minuto cuando el chico
tenía enrolladas sus piernas alrededor de YunHo, metiéndose mano por todos
lados posibles. Ahí, en plena vía pública.
JaeJoong cerró los ojos
fuertemente y gritó de rabia internamente. Así que YunHo lo estaba cambiado por
una vulgar zorra. Se obligó a sí mismo a calmarse, a respirar entrecortadamente
por la ira. Uno, dos, uno, dos, inhala, exhala. Volvió a mirar a los amantes y
su ira se tornó fría, calculadora. No dejaría que nadie se burlara así de él.
Observó atentamente al chico que
acompañaba a YunHo, obviando el hecho de que estaba trepado sobre su pareja. Tomó
su teléfono y marcó el conocido número.
—Tengo otro trabajo para ti —dijo
con una voz tan calmadamente fría que el interlocutor pudo sentir escalofríos recorriéndole.
Después de una breve conversación
con el buen, calvo y nervioso “detective”. JaeJoong se limitó a esperar con una
sonrisa bailando en sus carnosos labios.
Cuando los amantes se despidieron,
por fin. JaeJoong se miró en el espejo retrovisor, comprobando, una vez más,
que su aspecto distaba mucho de ser el usual. Sonrió.
La calle estaba completamente
desierta, como desde hace ya unas horas, si acaso, alguno que otro perro
callejero pasaba rápidamente por el lugar, como temiendo que allí fuera a pasar
algo malo. El alambrado público era un tanto deficiente, a cualquiera podría
haberle producido escalofríos, más para JaeJoong eso solo era una ventaja.
Cuando YunHo avanzaba calle
abajo, JaeJoong encendió el motor, sin perder de vista a su objetivo. Sabía que
el auto de YunHo estaba estacionado varias cuadras más allá y que caminaría
hasta allí, seguro de su inmunidad como policía. JaeJoong sonrió de nuevo.
«Iluso» pensó.
La noche era ideal, su furia le
exigía sangre, dolor, hacerle pagar la humillación a la que le estaba sometiendo.
No, jamás. Nunca permitiría que le hiciera lo mismo.
Con las luces apagadas avanzó,
pisando el acelerador sin dudar, dirigiendo el vehículo hacia el cuerpo de su
pareja.
YunHo no lo vio venir, cuando
escuchó el motor del auto, fue demasiado tarde, solo pudo dar la vuelta para
encarar de frente al vehículo. Un golpe certero que no pudo esquivar. Su cuerpo
volando metro arriba por encima de la capota del auto, para luego estrellarse
duramente contra el asfalto.
Durante unos segundos su cerebro
le exigía mantenerse consiente para mirar las placas del automóvil, pero no
pudo distinguirlas, pues o bien no traía o solo eran una mancha borrosa.
Después, todo se volvió negro.
***
El sonido del beep-beep cercano
lo sacó de la bruma. Su cuerpo dolía horrores. Su garganta ardía. Pronto varias
personas desconocidas entraron a la habitación, amontonándose a su alrededor,
haciendo preguntas que YunHo no entendía. Volvió a caer en la inconsciencia.
Cuando despertó de nuevo, se
hallaba en una nueva habitación, con solo una máquina conectada. Las paredes
blancas le resultaron casi indecorosas a sus ojos. El cuerpo le seguía doliendo, pero su mente
estaba más clara que la vez anterior que despertó.
Un médico entró, le hizo las
preguntas de rigor y se fue.
¿Qué había pasado? No lo
recordaba claramente.
—Un conductor ebrio lo arrolló y
se dio a la fuga —le informaron.
¡Ah, si! Recordaba el automóvil negro,
recordaba el momento del impacto y recordaba al tipo, pero no aseguraba que el
sujeto hubiese estado ebrio.
La puerta se abrió de nuevo,
dejando pasar a una bella criatura de ojos llorosos.
—¡Yunnie! No me dejaban verte. Decían
que no podía entrar, Yunnie —su bellos JaeJoong le miraba con cara de
preocupación. Esa bella criatura que estaba siempre fielmente a su lado. —¿Te
sientes mejor, Yunnie?
Como pudo asintió. Por el aspecto
que JaeJoong tenía, con sus ojos rojos de tanto llorar, los dedos mordisqueados
por los nervios y sus ojeras notables, seguramente llevaba algún tiempo inconsciente,
debatiéndose entre enfrentar la realidad o seguir durmiendo.
—Pero Yunnie, ¿cómo es posible
que te embarques en una misión tu solo? —soltó de repente JaeJoong. Los ojos de
YunHo se abrieron por sorpresa. —Ese barrio es muy peligroso Yunnie, no debiste
ir solo —reclamó con un pucherito.
YunHo supuso que en el cuartel le
habrían dicho a JaeJoong que se encontraba en ese lugar por alguna misión.
YunHo soltó un suspiro. Había varios en la estación de policía que cubrían sus
andadas con ese amante al que YunHo visitaba en ese barrio, así cuando JaeJoong
preguntaba por él, siempre le decían que estaba de misión, porque YunHo no se arriesgaría
a perder a JaeJoong por una simple aventura, por muy bueno que estuviera el
tipo y por mucho que complaciera sus más sucias fantasías.
—Solo iba de reconocimiento, nada
que me pusiera en peligro —dijo tratando de calmar a JaeJoong.
JaeJoong lo miró con suspicacia,
arqueó una ceja y dijo: —Pues ya ves que ni tan a salvo.
—No contaba con los borrachos —.
Ni con la distracción que el estupor del sexo le otorgaba.
JaeJoong sonrió. YunHo podría
mentirle todo lo que quisiera, pero JaeJoong era mucho mejor en eso, hacía que
le creía y después, bueno, después se las cobraba.
Su sonrisa se amplió al recordar
el titular de un periódico amarillista. Un tal Kim JunSu había sido asesinado
en su apartamento por su amante, un sujeto bajo, calvo y nervioso, quien se
había suicidado poco después de matar a su amante. Un supuesto crimen de
pasión.
El “detective” le había servido
bien, pero si alguien decidía investigar, este soltaría la boca a la menor
provocación. No, mejor evitarse los líos. El automóvil, rentado por el detective, había
sido ya devuelto, sin un solo rastro de abolladura o algo. El arma homicida era
del calvo hombre y no contenía ni una solo huella de JaeJoong. El teléfono con
el que se había comunicado con él, era desechable y ahora yacía destartalado,
quemado y lejos de JaeJoong. No había nada que lo implicara.
Porque YunHo podría ser un gran policía,
pero JaeJoong había aprendido mucho de él y de cómo esquivar cualquier asunto
de estos.
JaeJoong volvió a sonreír, ya
quería ver la cara de YunHo cuando se enterara de su amante muerto. O cuando
volviera a intentarlo, porque JaeJoong jamás lo dejaría ir.
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N/A: Escuchando "Cómo pudiste hacerme esto a mí" de Alaska y Dinamara.
Es un pequeño shot para que no me olviden. Disculpen mi ausencia en estos casi dos meses. Perdí la inspiración y sin una computadora y un lugar seguro para escribir, no podía.
He visto las nuevas restricciones que Blogger pondrá. No es mi intención privatizar este blog, así que espero no nos afecten.