Este Blog posee contenido yaoi. Sí no te gusta, no lo leas.

domingo, 29 de marzo de 2015

SOLOS TÚ Y YO






Noches blancas de amor, 
solos estamos tu y yo, 
en la oscura habitación 
y mis manos recorren tu cuerpo amor. 



El dosel que cubre la extensa cama de color blanco, se mece al suave ritmo de la nocturna brisa marina. Puedo oler a sal y arena, característicos del mal, pero más allá de todo eso, puedo inspirar tu aroma. Tú dulce y masculino aroma. Es increíble cómo dos aromas tan distintos se mezclan perfectamente en ti. Tú, mi amor, eres perfecto.


La habitación en penumbras, solo el reflejo de la luz de la luna llena se cuela a nuestra habitación, por ahora nuestro refugio de amor. 


Por fin, después de tanto tiempo, después de tanta indecisión, por fin, mi amor, finalmente estás aquí, junto a mí. Solos tú y yo.


No sabes cuánto tiempo espere por este momento. Cuánto ansiaba poder tocar tu piel, besarla completamente, de arriba abajo, sin dejar ni un solo resquicio que no marcara como mío a través de mis labios.


Tu piel, tan blanca como la espuma del mar, tan suave como sábanas de seda bajo nosotros, no, tú piel es aún más suave y más blanca, como una perla. Tú mi amor, tú eres mi más preciosa joya.


Con mis ásperas manos delineo tu cuerpo, tratándote como al más frágil cristal, que no quiero jamás dañar. Con las yemas de mis dedos acaricio palmo a palmo tu piel, mirando cómo se eriza ante mi toque. Cada poro de tu cuerpo responde a mis caricias, a mis besos, todo tú me pertenece. Todo yo te pertenezco.



Somos el bien y el mal,
no pensamos que hay un final, 
nos besamos y es todo pasión,
eres mi sueño de amor.



Me tomo el tiempo necesario para explorarte. La espera ha sido demasiado larga, por eso ahora, dejaremos correr el reloj, ya nadie intervendrá en nuestro amor.


¿Quién iba a decir que ese chiquillo pálido, flacucho y extraño, se robaría mi corazón? ¿Quién iba a imaginar que el chico deportista y tonto, lograría conquistarte?


Aún te recuerdo como aquella primera vez, con tu cabello largo y negro, cayendo por tus hombros con un perfecto estilo. Tu ropa, demasiado holgada, guardaba el mayor secreto que solo a mí me has revelado, tu nívea piel. Tu extraña manera de hablar y tu comportamiento alejaban a más de uno a pesar de los finos rasgos de tu rostro. Por un momento llegué a pensar en ti como una chica, hasta que te vi en el baño de hombres. Tu cara, enmarcada por unas cejas negras, hacía resaltar tus ojos de gamo; tus labios abultados, siempre húmedos de tanto chuparlos, contrastaban con tu piel de porcelana. Muchos llegaron a temerte, solo por ser increíblemente directo, o en su defecto, sorprendentemente tímido, pasmosamente torpe, en ocasiones demasiado femenino y en otras, bueno, en pocas palabras siempre siendo tú. Un tanto extraño a los ojos de los demás, pero perfecto para mí.


¿Me recuerdas tú a mí? Yo el chico alto, con poco músculo pero bien proporcionado. No es que sea modesto, pero entre tú y yo, sabemos que mi físico ha mejorado a pasos agigantados. Por aquellos días, solo era lo que un adolescente debía ser, larguirucho y tonto. Exorbitantemente tonto. ¿Cómo fue que te fijaste en mí? ¡Ahh! ya lo recuerdo. Te lancé el balón directamente a la cabeza. No puedes decir que no fue una forma original de que te fijaras en mí, literalmente te sorprendí de golpe.


Pensé que me odiabas en ese momento, pero tú solo me miraste y todo mi ser se paralizó. Desde ese momento mis ojos no paraban de seguirte, yendo constantemente de tras de ti. Fue ahí donde pude conocer cada parte de tu personalidad. Tu amor hacia los animales, en especial el gatito callejero del parque, aquel que no podías llevar a casa porque tu hermana es alérgica a ellos. Gatito que terminó en mi casa, con tus constantes visitas para asegurarte que no lo matara de hambre. Gatito que hoy por hoy, sigue siendo nuestra mascota preferida. ‘Jiji’ le llamaste.


Aprendí a amarte siguiendo tus pasos. Me instruí en el arte de descifrar tus gestos, de leer tu mirada, hasta que supe, que siempre fui correspondido.


Las personas no nos miraban bien cada que estábamos juntos. Qué decir de nuestras familias que se oponían terminantemente a nuestro amor. Por ellos terminamos separados mucho tiempo. Nuestros corazones sangraban por la distancia, pero ninguno de nosotros se atrevía a desafiar a aquellos que nos dieron la vida.


Pronto notaron que hicieran lo que hicieran, dijeran lo que dijeran, tú y yo estábamos destinados a estar juntos, porque somos almas gemelas.


Mis padres no te querían, decían que un chico como tú no era buena compañía, que eras mala influencia, que era tu culpa que yo haya dejado de ser su dulce hijo y me convirtiera en esto, un rebelde y homosexual.


Tus padres decían que yo no te convenía, que no te querría el resto de mi vida, que para mí solo eras un juego. Que alguien como yo, te dejaría cuando su curiosidad estuviera satisfecha, que no te amaría como tú merecías.


Por eso, en cada furtivo encuentro, robábamos besos cada vez más desesperados, más necesitados, más anhelantes de ese amor que nos corroía el alma. Algo que ellos no entendían, ni entenderán, por tú mi amor, tu y yo nos amaremos una eternidad.


Hoy, con la luna de testigo, te amaré por primera vez. Por demasiado tiempo se nos fue negada esta pasión, conformándonos con unir solo nuestros labios, porque esta será nuestra primera vez, nuestro sueño de amor.



Eres lo que yo soñé, 
una estrella al amanecer.
Solos tú y yo, 
en la habitación, 
mi sueño de amor.



Cuando era niño, siempre soñaba con encontrar a mi princesa, rescatarla de la torre más alta de castillo, enfrentándome con un feroz dragón y una malvada bruja maligna. Nadie me dijo nunca que mi princesa no sería princesa, sino un hermoso príncipe; que no tendría que rescatarla de ninguna torre, que al contrario, él me salvaría.


Y a pesar de todos mis infantiles sueños, no resultaste nada a ellos, sin embargo sigues siendo mi sueño.


Atraído como una abeja a la miel, tú, sin hacer nada, me llamabas, y yo iba. Tu pálida belleza, tu frágil apariencia, tu increíble fortaleza, tus cálidos sentimientos y tu enorme corazón, me dijeron que tú eras todo lo que yo buscaba.


Para mí, mi amor, eres mi estrella náutica, mi estrella a la que sigue mi navegante corazón. Mi barco, solo en tu puerto se detendrá.



Haciendo el amor junto a ti, 
libre seremos los dos. 
Haciendo el amor tú y yo, 
sin tregua ni miedo a tu voz.



Años pasaron para que ellos entendieran que tú y yo necesitamos estar juntos, nos necesitamos más que al agua, tanto como el sol a la luna.


Hoy que por fin hemos roto las cadenas que nos separaban, hoy que hemos huido lejos del mundo, solo para vivir el uno del otro. Hoy, mi amor, te haré el amor.


Piel con piel, labios con labios. Manos explorando, acariciando todo aquello que se nos fue negado, amándonos sin mirar un reloj. Dejándonos llevar por esa pasión que nuestro amor desencadena, porque al igual que nuestras almas son una, nuestros cuerpos, también lo anhelan.


Recostado como estas, sobre la seda blanca, tu figura alumbrada por la tenuemente por la luz de la luna, te hace ver como un ser etéreo. ¿Cómo fue que pensé que eras flacucho y pálido? No, más bien pareces una ninfa. Quizá si seas mi princesa en sueños prometida.


Me golpeas y te enfurruñas. Odias que alguien te compare con una fémina. Complejo al que debes estar ya acostumbrado, más te gusta que te digan bello, hermoso, pero no femenino a pesar de tu comportamiento. Tus amigos dicen que es imposible permanecer heterosexual a tu lado. Quiero creer que lo decían por tu gusto a las cosas lindas y rosadas, y no porque te consideren tan bello como yo lo hago.


Tal vez no seas una princesa, pero seguros estamos que me fuiste prometido a mí desde el inicio de los tiempos. Así lo dicta nuestro destino. Sé que nuestras almas están unidas por toda la eternidad.


Beso tus labios, fundiéndonos en esta pasión desbordante de nuestro amor. Cedes fácilmente a mis caricias. Acaricio tus largas piernas con parsimonia. Mis labios se apropian de tu cuello y clavícula. Quiero dejar una marca visible para que todos sepan que eres mío.


Gimes. 


Es apenas un jadeo susurrante, pero lo suficientemente audible para mí. Estoy haciendo bien mi tarea. 


Mi boca baja por tu pecho, tu respiración se hace más errática en cuanto mis labios tocan tus pezones. Duros botones rosas que se levantan con cada toque juguetón de mi lengua. Tus mudos jadeos como respuesta.


Levanto mis ojos para mirarte perdido en la pasión. Tus ojos cerrados, disfrutando de todo lo que te hago, tus labios tercamente cerrados para no dejarme oír. Sonrió porque sé que pronto no podrás encubrirlos.


Beso tu bajo vientre con fervor, sin tocar tu sexo, me aproximo lo suficiente para hacerte temblar de placer y desesperación por querer más. Pero, mi amor, no iré más allá hasta que no me dejes escuchar tus dulces gemidos.


Jadeas.


Tan concentrado estaba en mi trabajo que no he notado que has llevado tus manos a tu boca, cubriendo cualquier indecoroso sonido que de ella salga. Pequeño tramposo. Con mis manos tomo las tuyas, te obligo a mirarme, sé que sientes vergüenza de todo esto, pero mi amor, esto es prueba de nuestro amor.


Coloco tus manos en mi cabello, quiero que pases tus dedos por mi cabellera, me gusta que lo hagas. Sin dejarte de mirar a los ojos, tomo firmemente tus caderas. Tu miembro, firme y orgulloso se yergue delante de mí como suculento manjar, me relamo los labios ante la invitación.


Tus ojos se van abriendo cada vez más sorprendidos al verme tomarte en mi boca, para al final cerrarse del placer brindado por mi húmeda cavidad. Y entonces, tu voz se escucha por fin.


—¡Nghh!


En mi vida he escuchado sonido más excitante. Envía pulsos a mi propio miembro, tensándolo más, haciendo que llore de placer, dejando escurrir solo un poco de líquido preseminal. Casi termino con solo escucharte, pero no, me contengo. Respiro hondamente antes de volver a mi tarea.


Arriba, abajo, lengua, círculos, succión. Y de nuevo el ciclo.


Estoy haciéndote lo que me gusta que me hagan. Jamás he tocado a otro varón que no seas tú. Sin embargo, tuve algunas experiencias con mujeres, pero sé, mi amor, que tú eres inmaculado por dentro y por fuera. Nadie te había tocado íntimamente, solo tu mano y yo. Aunque, mi amor, yo iré más lejos.


Quiero besarte otra vez, 
que tu boca me vea el placer, 
que tus besos no acaben jamás, 
que nos dure hasta envejecer.



Deseo darte tanto placer que gimas mi nombre durante tus sueños húmedos sin mí. Repito el ciclo de lenguas y succiones que parecer volverte loco. En aquel momento, sucede. Tu piel se comienza a sonrosar mientras tu cuerpo vibra. Succiono más fuerte hasta que placer se libera en cordones de blanca leche en mi boca.


Quisiera decirte que me tragué todo el contenido, pero me fue imposible. Una parte se escurrió de mis labios y la otra la retengo para el siguiente paso.


Tu cuerpo relajado se tensa cuando un dedo lubricado tantea tu entrada. Te miro, y sin decir nada lo apruebas abriendo más las piernas para mí.


Mi dedo no tuvo demasiada resistencia, pero sé que no será así con los otros. Escupo el resto de tu semen en tu entrada antes de introducir un segundo dígito. Veo como frunces el ceño, en respuesta a la molestia en tu cuerpo. Te beso. 


Te beso mientras mis dos dedos juegan dentro de ti. Girando una y otra vez, abriendo y cerrando para que tu pequeña entrada pueda recibirme. A tientas busco la botella del lubricante, ¿no creerías que solo tu semen bastaba para el acto, o sí?


La botellita contiene un líquido viscoso de color rosado. La tendera dijo que era de sabor fresa, tu preferido. No porque te lo vayas a beber, pero la noche es joven y tengo planes, muchos sobre lo que nuestros cuerpos pueden juntos hacer.


Un tercer dedo lubricado entra en tu cuerpo. La molestia es más que evidente. Tomo tu miembro y lo acaricio hasta que se yergue de nuevo. Entonces, decido que estás listo. Y porque yo ya no puedo más. 


Necesito estar dentro de ti, sentirte, ser uno solo.


Me detengo. Abres los ojos cuestionando. Sabes lo que viene. Estás nervioso. Yo también, pero es lo que ambos queremos, así que asientes. Coloco apresuradamente una gran cantidad de lubricante de fresa sobre mi miembro, y otro poco más en ti.


—Te amo, JaeJoong —te digo mientras me ubico en tu virgen entrada.


—Te amo, YunHo —me respondes y permites que me introduzca dentro de ti.


¡Qué decir de la sensación! Maravillosamente apretado y cálido. Quiero introducirme de un solo golpe, pero eso te haría daño, y no lo deseo, así que me controlo y voy poco a poco.


Tus ojos se llenan de lágrimas. Perdóname, mi amor, pronto todo pasará. Para distraerte tomo tu masculinidad entre mi mano, masturbándola a un ritmo rápido que te hace jadear, olvidando momentáneamente la molestia en tu trasero.


Cuando estoy enterrado hasta la empuñadura en ti, me detengo. No quiero verme como un eyaculador precoz, pero la sensación es increíble. Tan apretado, que hace que quiera descargarme ya. Respiro hondo, dejando que tú te acostumbres a mi tamaño y yo a tu apretado ano.


Suaves besos reparto por tu cuello, para tranquilizarte, al tiempo que mi mano masajea tu miembro que ha perdido levemente su firmeza, pero que la recupera con rapidez.


Lo que sucedió entonces, fueron una serie de emociones que no podría describir.


Tú y yo, entregándonos en cuerpo y alma. Tus lágrimas, tus gemidos, tu piel, tu calidez, tus labios, tus ojos… todo lo guardaré en mi memoria, para repetirlo una y otra vez cuando no estés conmigo.


Entramos en un vaivén de sensaciones. Empujándome firmemente contra ti hasta dar con ese punto que te lleva al máximo placer. Una y otra vez, hasta que comienzas a vibrar de nuevo. Esta ocasión, los dos alcanzaremos el clímax juntos gritando nuestros nombres.


De tu pene, chorros de semen brotan, salpicando tu pecho y el mío. Yo me derramo en tu interior con una última embestida, para finalmente caer sobre tu cuerpo. Sudados y cansados.


—¿Qué pasará mañana? —me preguntas después de un rato.


—Tomaré tu mano y nos enfrentaremos al mundo, juntos.


Me sonríes y dejo que te acurruques en mi pecho, al tiempo que te abrazo fuertemente. Mientras te miro dormir, sé que estoy dispuesto a voltear el mundo de cabeza, a ir a la luna y ponerla a tus pies, a dar una vuelta a Marte si me lo pidieras. ¿Qué son unas cuantas personas? Por mi amor, por ti me enfrentaré a todo, si tan solo me tomas de la mano y caminas conmigo.



********************************************************

N/A: La canción "Solos tú y yo" de Medina Azahara.

Lamento el retraso. Se supone que debía ser un shot sensualón, pero creo que mis habilidades para el lemmon no son excelentes, pero espero haya sido de su gusto.

domingo, 22 de marzo de 2015

DOBLE ROSTRO



―¿Quieres que te revele un secreto?― le pregunto. Me mira con sus grandes ojos de gacela, tan parecidos a los de él. Al igual que los demás, fue elegido por parecerse a él. No espero que hable, después de todo la cinta gris en su boca no le permite generar ningún sonido coherente. ―No tienes que responderme de manera tan efusiva. ¡Por Dios! ¿Esas lágrimas son de curiosidad?― Sus enormes ojos me miran asustados.

Su mirada se desvía de mí a la pequeña y afilada navaja que paso por su bello rostro, ahora cubierto de lágrimas y mocos. Su cabello castaño oscuro un poco largo, está totalmente sucio y enmarañado. No presenta un muy buen aspecto, sin embargo, no hay belleza más grande que el miedo reflejado en sus ojos.

Beep-Beep

El sonido de mi celular desvía  mi atención de mi invitado. Con una mueca leo el nombre registrado de ella. ―Shhh― le digo al chico antes de atender a la llamada. ―Amor― pronuncio en un tono dulce y cariñoso. Su voz llega flotando a través del auricular. Es suave, agradable y melosa.

―¿Estás ocupado?

Miro al chico un segundo. ―No, nada es más importante que tú.

―¡Oh!― se escucha satisfecha y comienza con una perorata de la que sabe que no pondré atención, pero al final se remontará a un "necesito comprar" o "debemos ir".

Mientras ella seguía hablando, mi presa comienza a emitir quejidos desesperados que son opacados por la cinta, pero aún así bastante audibles, además de que con la fuerza que le queda hace tambalear la silla en la que está amarrado, provocando ese molesto sonido de Bam-bam.

Con la mirada le advierto que se mantenga tranquilo, pero al parecer eso lo alienta a hacerlo con mayor fuerza, lo que me obliga a hacer cosas que no quería... aún.

La navaja a traviesa firmemente su mano hasta topar con la madera del reposabrazos. Un quejido emite mi víctima, sofocado por la cinta en su boca, antes de inspirar hondo tratando de controlar el dolor producido. La sangre emana tibia y roja desde la herida, tan suculenta, tan excitante que me provoca una sonrisa, pero deberá ser después, ahora debo atenderla a ella.

―¿Qué fue eso?― pregunta. ¡Oh, rayos! Le ha escuchado. Esta es la parte que más detesto: mentirle a una buena mujer porque mi víctima no puede quedarse callada un momento.

―¿Qué fue qué, amor?

―Se escucho como un golpeteo y un quejido― responde dudosa.

―¿De verdad?― Me rasco la nuca ahora que mi mano está libre de la navaja. ―Humm yo no escuche nada. Aunque...― comienzo a utilizar mi tono apenado, sé que siempre funciona―. Quizá si fue el tamborileo de mis dedos sobre la mesa.

―Humm —emite, nada convencida de lo que le digo. —YunHo, no tienes que mentirme —dice suavemente al otro lado de la línea.

Sí tan solo supieras…

—Lo siento, cariño. Últimamente he estado muy presionado en el trabajo y ya sabes que eso me pone los nervios de punta.

—Es verdad, te he notado bastante ansioso.

Los ojos de gacela me miran asustados y totalmente llorosos cuando le sonrío antes de retirar la navaja de su carne. Sí, ella tiene razón, ansioso es una descripción bastante acertada acerca de mi estado, lo que me llevó a la actual situación.

—No es nada de qué preocuparse, cariño. Ya lo tengo resuelto —afirmo mientras giro la navaja, manchada en roja sangre, por entre mis dedos.

—Bien… en ese caso… —ya sabía lo que vendría, pero ni eso me incomodaba en este momento, porque toda mi atención la tenía el chico con ojos de gacela. —Creo que deberíamos ir a… —dejé de escuchar, mi cerebro se desconectó de esa molesta voz chillona, sin embargo, mis sentidos se mantenían más alerta que nunca. —Entonces, ¿qué dices?

—Me parece perfecto —contesté seguro, a pesar de no haber escuchado ni una palabra.

—¡Oh! ¡Es genial! —responde emocionada. Tonta. —Te enviaré un mensaje para quedar de acuerdo. Chae-Rin estará muy emocionada de que seamos los padrinos para su boda. —Y esa, es la razón por la cual la elegí. Demasiado simple, demasiado superficial y egocéntrica, no ve nada que no quiera ver y tampoco escucha nada que no le convenga.

—¿Cómo negarnos, sí es gran amiga tuya?

—¡Aw! Sabes que te amo por eso, ¿verdad?

—Sí, lo sé.

—Me tenías preocupada, tu comportamiento de los últimos días… era… errático.

Sonrió de nuevo a mi víctima. —Como te dije, solo era un poco de estrés. Nada de qué preocuparse, porque, ahora ya todo está bien.

Con un dedo, manchado de la sangre de la navaja, recorro la mejilla pálida de mi presa. La mancha de sangre, lágrimas y mugre causa gran placer en mi interior. Shh. Le indico con el dedo, cuando comienza a gimotear. Debo confesar que no hay nada más excitante que sus lloriqueos de terror.

Cuando por fin ella se despide, yo estoy feliz de que por fin, él y yo estemos a solas, en mi refugio. Al notar que su tiempo se había agotado, ‘ojos de gacela’ comienza a lloriquear más fuerte, inhalando con tal intensidad que uno no creería que esos pequeños pulmones pudieran contener tanto aire, ¿sería capaz de volar si lo inflamos con helio?

Sí, había estado ansioso, desesperado. Me había prometido a mi mismo que no lo volvería hacer, que aquella había sido la última vez, pero… pero él no me deja. Aún lo puedo escuchar, ver e incluso oler, tan solo con cierrar los ojos. Nada más bello que él.

‘Ojos de gacela’ es más joven de lo que él era. Lastimosamente para mí, no hay muchos chicos que tengan esa aura de paz y ojos enormes llenos de inocencia. No, eso solo se consigue cuando son más jóvenes. ‘Ojos de gacela’ tiene quince años, cuatro menos de los que él tenía. Fue escogido no solo por sus ojos y aura, su imagen se ajusta perfectamente a él… cabello oscuro, piel blanca y ojos grandes.

—Entonces, pequeña gacela, ¿quieres que te confiese un secreto?

Su rostro horrorizado me trae grandes recuerdos. Mi memoria revive el más exquisito placer que el mundo pudo concebir para mí. Él, su cuerpo níveo y blando, sus enormes ojos negros, su suave cabello azabache, su aroma a miel, sus rojos y abultados labios, el calor de su cuerpo, el clamor de su voz cuando robé su inocencia, su estreches al enfundarme, su cálida sangre brotando de su entrada, rodeándome como un ritual…

Me muerdo el labio inferior por la excitación, misma que ahora ha abultado mis pantalones.

—Has sido elegido por tu inmaculada presencia —le digo mientras me sobo el paquete. Sus ojos se abren aún más al ver mis movimientos. —Tú y yo nos divertiremos mucho.

Más yo que tú, pero eso no es algo que debas saber.

Recuerdo que después de mi último desfogue, con la de veces que juré no volver a hacerlo, mi instinto no se pudo reprimir. Lo deseaba, no, lo necesitaba. Él me llamaba…

Comencé entonces la búsqueda. Inicié en la universidad donde lo conocí, pero, al igual que las veces anteriores, allí ya nadie conserva su inocencia. Así que hice lo de siempre, bajé el rango de edad, y entonces lo encontré. Encontré a ‘ojos de gacela’.

La primera vez que lo vi sonreía, se veía divino con su uniforme escolar, con toda esa aura de ingenuidad y dulzura que solo a los quince años se tiene. Lo vi caminar, reír y jugar, casi lo pude ver a él en ese chico.

Casi…

Lo estudié por semanas, acechando cada paso que daban. Donde iba, con quien iba, amigos, familiares cercanos, hogar. Su rutina era bastante simple, de su casa al colegio y de regreso, variando a veces a casa de un amigo o a esa cafetería donde los chiquillos se reúnen.

Fue en una de esas salidas que no lo resistí más. ‘Ojos de gacela’ se descuidó. Confiado en el tranquilo y seguro entorno en el que creció. Caminaba por las bien iluminadas calles cercanas a su hogar, pateando una piedra que se encontraba en el camino de vez en cuando. Yo solo esperaba por mi momento. No era demasiado tarde, por lo que aun había ojos curiosos que tomarían a mal mi comportamiento, pero yo soy más listo que cualquiera de ellos.

Me acerqué a él, con la escusa de preguntar por un domicilio. Con mi aspecto de buen mozo y sonrisa afable, nadie desconfiaría de mí. En especial un chico lindo e ingenuo. Lástima por ‘ojos de gacela’.

No fue muy difícil traerlo hasta mi refugio. Un poco de fuerza bruta combinado con algunos sedantes fueron suficientes para dejarlo dócilmente en mis manos.

Mi Refugio. La morada en donde se cumplen mis fantasías. El lugar donde todo comenzó, donde puedo revivir cada momento que tengo grabado en mi memoria. No es más que una habitación subterránea bien equipada. Una cama, un baño e incluso una pequeña cocina, que nunca uso, pero, lo mejor es que tiene todos los aditamentos con los que mis presas y yo nos divertimos.

No suelo ser cruel, no me gusta tener relaciones con un casi cadáver. Me gusta ver cómo la inocencia de esos enormes ojos se esfuma. ¡Eso es lo mejor!

‘Ojos de gacela’ me mira asustado, pero aún mantiene en sus ojos ese brillo de esperanza de que le deje ir sin lastimarlo o que por la puerta entren las autoridades para detenerme. Lamentablemente, eso no pasará.

Ni siquiera sus padres saben que ha desaparecido. Después de todo, no ha pasado mucho tiempo desde que le rapté de aquella calle, además el hecho de que me tomé la molestia de enviar un mensaje a sus padres diciendo que pasaría la noche con un amigo desde su teléfono. Claro está que el amigo en cuestión no se encuentra en la ciudad, así me aseguré de tener a ‘ojos de gacela’ para mí solo esta noche.

Y sí, solo será esta noche. La influyente familia de  ‘ojos de gacela’ puede ser un verdadero problema, y esos mejor me los ahorro. Me basta con el tiempo que él y yo compartiremos. La noche es joven, solo el alba anunciará el fin de nuestra diversión.

Me acerco a él, sus ojos me ruegan aún sabiendo que no habrá clemencia. No sabe qué hizo o por qué está aquí, pero sabe que le haré daño.

No me detengo a pensar en nimiedades, tales como sus sentimientos, ahora solo están su dolor, su cuerpo y yo. Está completamente a mi merced.

Si al quitar sus pantalones le lastimo, poco importa. Trata de presentar batalla con las piernas, buscando darme un golpe, que no logra. Me divierte quebrar su espíritu antes de ver su alma esfumarse a través de sus ojos.

Sus piernas blancas, me recuerdan tanto a las de él. Sin embargo, no son tan largas y son un poco más flacuchas que las de él. Me decepciono un poco, por un momento lo había confundido, pero eso no me saca de mi objetivo. Con su parte inferior desnuda, ato sus tobillos a una barra, que le impedirá cerrar las piernas. No es que no me guste el hecho de violentarlas rasgando los suaves muslos al abrirlas, pero quiero disfrutar de su piel sin que ésta este maltrecha.

Desato sus manos de la silla y lo llevo hacia la cama, donde esposo de nuevo sus muñecas por encima de su cabeza. Es entonces cuando miro sus ojos, grandes y asustados, suplicantes y abnegados en lágrimas. Le acaricio la mejilla con cariño. La sangre seca la hace sentir un poco rasposa, pero no me importa. Me mira sorprendido.

Sí, lo sé. Siempre les sucede eso cada vez que yo hago lo mismo. ¿Por qué les es tan difícil creer que alguien como yo es capaz de dar amor?

Bien, ese momento solo dura un instante, antes de que me deshaga de la parte superior de sus ropas. Las mudas suplicas vuelven. Los gritos ahogados comienzan a hacer eco en mi pequeño refugio como una incitante melodía.

Abro la cremallera de mis propios pantalones, los bajo junto a mi ropa interior hasta medio glúteo. No quisiera que me viera más de lo necesario. ‘Ojos de gacela’ no es él. Así que no tengo ningún deseo de sentir piel con piel, con la suya basta.

A pesar de todo, aún tengo consideración por la inocencia de ‘ojos de gacela’. Le acaricio la mejilla y le sonrío tiernamente, como asegurándole que no tiene nada de lo qué preocuparse, aunque bien sabe que es mentira. Con todo, coloco lubricante sobre mi miembro, creo que al menos eso puedo hacer por el chico. No le quitará el dolor, pero hará más rápida mi entrada.

Levanto la barra de sus piernas y la llevo hacia su pecho, dejando su rosada entrada a la vista. Me relamo los labios de la anticipación, de solo saber lo apretado que estará ese lugar, pero sobre todo, de ver  en sus ojos la pérdida de su inocencia.

‘Ojos de gacela’ trata de quitarme de encima suyo, pero soy más grande y mucho más fuerte que él. Así que, con una cadena atada al respaldo de la cama, una similar a la que están esposadas sus muñecas, ato la barra. Ahora sí, podré disfrutar de la vista y en esa posición me permite ver sus ojos.

Él me mira, suplicándome una vez más que no lo haga. ¿Por qué no entiende que es inútil?

Coloco mi duro miembro en su entrada. Lo siento temblar, contraerse para evitar la penetración que se dará. Paso mi pene tentativamente por su pequeño orificio, su cuerpo se retuerce y yo me pongo más duro. Tomo sus caderas fuertemente, evitando que se mueva, quiero verlo, quiero ver sus ojos cuando le tome.

De una solo estocada me adentro a su cuerpo. Sus ojos grandes se abren aún más, y ese fulgor en ellos que delata su virginidad se va opacando.

—Nhhhh

Gimo. Qué placer tan grande el de estar dentro de alguien tan estrecho. Me aprieta tanto que siento que me succiona y que podría explotar si no me muevo. El calor que me rodea es tan grato que me vuelve loco.

«YunHo… detente»

Comienzo a moverme. Dentro y fuera, con un ritmo constante.

«YunHo… me duele»

Cierro los ojos y ‘ojos de gacela’ ya no es ese chico de quince años, es él.

«Por favor, YunHo… sácalo»

Mis movimientos se vuelven más rápidos. Entrar y salir es más fácil ahora. Sé que no es el efecto del poco lubricante que me puse. Es su sangre la que me ayuda. Roja y caliente.

«YunHo… por… fa-avor…»

—Nghhh

Nada es más delicioso que el cuerpo de un chico. Más si este chico es virgen.

Abro los ojos viendo la hermosa imagen que ‘ojos de gacela’ tiene para mí. Su rostro pintado en dolor, sus lágrimas cayendo por sus ojos y perdiéndose en su cabello. A pesar de todo eso, lo que verdaderamente es bello, son sus ojos. Puedo verlo, puedo ver como su inocencia ha llegado a su fin. Es cuando me siento el ser más grande del universo, el dueño de este pequeño cuerpo bajo mío. Lo que me catapulta hacia el dulce orgasmo.

El primero de la noche.

«¿Por qué, YunHo?»

Salgo del pequeño orificio, ahora ajustado a mi tamaño. De él emana una mezcla de sangre y semen, que mancha las sábanas y parte de su blanca piel. Es casi la misma imagen que cuando le tuve a él.

¿Por qué? Él me preguntó el motivo de mis acciones, como si no le hubiera dado ya todas las señales.

Porque puedo.

Miro a ‘ojos de gacela’. Sé que le duele, así que me compadezco de él y suelo los amarres de sus piernas. Después de todo está demasiado dolorido para seguir pataleando. Sus manos se quedan atadas, no quiero sufrir alguna sorpresa. El chico como puede se acurruca llorando su dolor.

Me levanto y tomo un poco de agua antes de iniciar el segundo round. Debo aprovechar todo el tiempo que me esté permitido. Después de mí nadie más lo hará.

«Te lo suplico, YunHo»

Son esto momentos en los que él vuelve a la vida y toma posesión del cuerpo que yo he elegido para que sea él. Me mira con esos grandes ojos suyos e implora.

Lo siento, JaeJoong. Lo siento.

Veo que mi ropa está manchada en la sangre de ‘ojos de gacela’, pero realmente no importa, la quemaré en cuanto salga de aquí. Veo al chico llorar, acostado de lado, sus nalgas ensangrentadas y ni aún así siento pena por él, ni por lo que le sucederá.

Me acerco a él porque estoy listo de nuevo.

«Ya no más… por favor…»

La voz de JaeJoong resuena en mis oídos. Quisiera quitarle a ‘ojos de gacela’ la cinta que cubre su boquita, para así poder escuchar sus gemiditos que me llevarían al cielo o sus ruegos que me harían sentir todo poderoso. No obstante, no lo haré.

No lo haré porque ‘ojos de gacela’ no es él, mi JaeJoong. No será su voz la que emita esos dulces sonidos provenientes del nirvana. No serán sus labios los que emitan mi nombre suplicante. Ni será el sabor de su boca el que pruebe. Pero sus ojos, la expresión en ellos sí que me hace sentirme todo poderoso.

«YunHo… ya no me hagas más daño»

‘Ojos de gacela’ tiembla cuando beso su hombro. Llora con más ahínco, a pesar de saber que eso de nada le servirá; al contrario, me pone más caliente.

Le penetro de nuevo. Comenzando este ritual de sangre, semen y dolor.

«YunHo…»

El tiempo ha pasado demasiado rápido para mi gusto. Empero a haber disfrutado del cuerpo inocente de ‘ojos de gacela’, siento que no fue suficiente.

Sus ojos grandes ya no tienen ese brillo característico de la pureza. Ahora están opacos, vacíos. No me interesan así.

Su cuerpo se mueve a mi placer, dócilmente como cualquier marioneta. Tampoco me divierte que no oponga resistencia.

«Solo te pido… terminar con mi dolor»

Con un último gemido de mi placer, sé lo que debe venir a continuación.

«Entrégame a mi familia de nuevo»

Suspiro, descansando sobre el pequeño cuerpo del chico. Con pesar me levanto. Miro mi obra de arte. En algún momento de la noche le hice más cosas que violarlo. Los verdugones casi negro y pequeñas laceraciones ensangrentadas en todo su cuerpo lo indican.

Tuve que hacerlo. Sus ojos se habían vaciado de cualquier sentimiento, justo como ahora. Solo eran un incentivo para ver sus orbes brillar de nuevo.

«Termínalo todo, YunHo»

De una gaveta sacó una jeringa, llena de una sustancia que le quitará a ‘ojos de gacela’ no solo el dolor, sino también la vida.

Sé lo que soy, pero también sé que no soy cruel. O así quiero verme. Quiero que su cuerpo se vaya en paz, sin demasiado sufrimiento. De su alma no puedo decir lo mismo, porque esa quedará dañada hasta el final de los tiempos, porque así me aseguré de hacerlo.

‘Ojos de gacela’ me mira. Sabe que es lo que sigue. Ya no tiene miedo, ya no llora, sufre, pero ya no lo demuestra. Sin embargo, cuando ve la jeringa, sus ojos brillan de nuevo. Emiten ese brillo característico del odio.

Entonces sonrió. Su alma no está desecha.

«YunHo…»

El medicamento comienza a hacer efecto mientras acaricio los cabellos de ‘ojos de gacela’. Tarareo una nana para él. Sus ojos comienzan a cerrarse. Es entonces cuando el otro momento más excitante de la noche llega.

El momento en que su alma se separa de su cuerpo. La muerte.

«Yo te perdono… YunHo»

‘Ojos de gacela’ se ha dormido para no volver a despertar. Sus ojos ya no brillarán más, sus labios no volverán a decir palabra ni sonreirán. Tampoco su cuerpo bailará al ritmo de las hojas al viento, nada, solo oscuridad.

Y lloro.

Derramo lágrimas por ‘ojos de gacela’. Por él, por mí… por JaeJoong.

Hasta ahora nadie me ha perdonado, solo él, solo mi JaeJoong.

Recuerdo la primera vez que lo conocí. Su belleza, su timidez, su dulzura. Todo él me enamoró. Por años fingí mantener una amistad en la que solo él creía. Yo lo amaba, no, yo aún lo amo.

Cuando él me dijo: «YunHo, estoy enamorado», todo cambió, todo se fue al carajo.

¿Por qué no era yo quien ganó su corazón? ¿Quién, quién me lo había robado? ¿Qué tenía ella que yo no tuviera? Yo lo amaba, más que a cualquier otra cosa. Habría puesto el mundo a sus pies si tan solo me hubiera escogido.

No fue así.

Por eso hice lo que hice. Por culpa de él es que me convertí en esto. En un maldito psicópata.

El amor causa estragos. Locura mejor dicho, ya que todas acciones, son porque aún lo amor.

Mi JaeJoong.

Aún puedo ver su expresión cuando se vio por primera vez en mi refugio, confundido del porqué su mejor amigo lo trataba así. Sus ojos cuando robé su inocencia, reclamándola como mía. Su voluntad resquebrajada por cada uno de mis deseos. Su cuerpo siendo poseído por mí durante días. Y al final, al final su alma brilló por sí sola. Sus ojos jamás perdieron el fulgor de los sentimientos, de la vida. Me perdonó por lo que yo le hice a él, pero yo no le perdono lo que él me hizo a mí. Me hizo ser esto.

Cuidando de cada uno de mis pasos, limpio a conciencia el cuerpo de ‘ojos de gacela’. Su ano también debe ser limpiado de mis fluidos. Elimino cualquier evidencia de que ese cuerpo fue mío.

Le doy un primer y último beso en labios, ahora libres de la cinta. Era tan bello.

Lo transporto en el auto que renté, hasta un paraje lejano a mi hogar y a mi refugio. Le llevo hasta la tumba improvisada que había hecho para la ocasión. No soy un asesino serial que se vanagloria con cada crimen, dejando los cuerpos expuestos. No, no así. Nadie más verá lo que fue mío. Esparcidos en esta pequeña montaña están todos ellos que sufrieron por culpa de JaeJoong. Aquí también descansará ‘ojos de gacela’.

Me quito la ropa que usé, apresurándome al ver que el alba me está arrebasando, y la quemo. La quemo junto a la ropa y demás utensilios que utilicé o que eran de ‘ojos de gacela’. Sin evidencias.

Subo al auto de nuevo, pensando ahora en la familia del jovencito. Dentro de unas horas comenzará la ardua búsqueda. Una búsqueda sin sentido, porque nadie lo hallará.

Recuerdo bien la expedición que desplegaron para buscar a JaeJoong. Me uní incluso, sabiendo que yo lo tenía conmigo, sedado en mi refugio, donde solo yo podía disfrutar de su cuerpo y compañía.

Me hubiese gustado disfrutarlo más.

La frustración que embargaba a la familia porque su pequeño retoño había desaparecido. El dolor, la ira, la desesperación de las cuales fui testigo.

Me convertí en el apoyo que ellos necesitaban, en el remanso de paz que su agonía pedía. Pasando el tiempo a su lado, viendo como las respuestas eran negativas una y otra vez, mirando como la esperanza se esfumaba.

Mi JaeJoong, por supuesto, tiene un lugar especial. Él es el único que no está en ese cementerio que he hecho con mis víctimas, porque JaeJoong es tan culpable como yo.

Antes de ir a trabajar, dejó el auto rentado en un auto-lavado, especificando que lo quiero reluciente de arriba abajo, quitando el barro de las llantas y cualquier rastro que se me haya escapado. Es difícil, más no imposible. Quizá una gota de sangre o un mecho, una uña, o algo así puede dar motivos para ser conflictivo.

Al finalizar el día, devuelvo el auto a la agencia, mientras yo regreso en taxi a casa.

—Amor —me saluda ella desde la cocina. Corre y me envuelve en un abrazo que yo respondo. —¿Cómo te sientes hoy?

—Muy cansando —le digo.

—Cariño, no deberías trabajar tanto. Sé que a veces tienes que trabajar doble turno, pero me preocupa que no duermas tus horas. ¿Al menos te alimentaste correctamente?

¿Qué si me alimenté bien? Le sonrío. —Claro que lo hice.

Ella mi mira significativamente, como analizando mis palabras, y al no hallarles nada comienza con su parloteo. Sus grandes ojos negros resplandecen con el brillo que solo el cotilleo logra. Sus labios rosas se separan sin parar, hablando de cosas sin importancia para mí. Da la vuelta y me arrastra a la cocina con ella, sin que su chachareo se detenga.

La miro ir de un lado a otro, su cabello largo y negro recogido en una coleta alta que se menea con cada movimiento de ella. Su cuerpo menudo y su piel nívea son atrayentes. La abrazo por detrás la estrecha cintura. Hundo mi nariz en su cuello, aspirando el dulce y familiar aroma que ella emana.

Suspiro feliz. Seguramente hoy le haré el amor desesperadamente, dulcemente, amorosamente. Y ella me responderá de la misma manera. Porque ella, me recuerda tanto a él, hasta su aroma es el mismo cuando yo me he desfogado con algún chico.


Huele a miel como él, su piel es blanca como la de él, sus ojos grandes y resplandecientes, iguales a los de él. Porque ella es sangre de la sangre de JaeJoong, es su hermana. 

*********************************************************
N/A: Espero les haya gustado.