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martes, 22 de diciembre de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 7



Tenía todos los músculos adoloridos. Sus muñecas estaban sangrantes de tanto intentar quitarse aquellas cadenas. Sin duda los tipos que lo capturaron sabían lo que hacían. El metal utilizado para encadenarlo era grueso y estaba reforzado con un encantamiento que le impedía transformarse. Y le quemaba.

Pero, lo que más le angustiaba no era el hecho de su captura o la tortura que vendría. No, su pecho se llenaba de congoja al saber que no había tenido tiempo de informar la verdadera situación.

Les había rastreado desde que llegó a Dak-Ho, inclusive sabía en qué palacio se encontraba, pero, ni siquiera él pudo haber predicho lo sucedido.

Se encontraba camino al palacio de Shim, tenía que hablar urgentemente con ChangMin. Alguna vez fueron amigos, así que MinHo confiaba en que sería recibido por el rey de Shim. Le seguían, por eso no había tenido tiempo de informar a YunHo, pero sabía de la prudencia de este, y estaba seguro que no entraría en guerra hasta saber de él. Pero, lo que más le importaba era llegar con ChangMin, decirle que dentro de su reino estaba el mismísimo traidor, pues solo en sus manos estaba el poder evitar todo esto.

En cambio, encontró algo que jamás pensó. No solo había un traidor dentro de las filas de ChangMin, sino también en el círculo interno de YunHo. ¡Dioses! Él mismo había confiado en ese sujeto. Sujeto que lo traicionó y le entregó a esa mujer.

Ahora, MinHo no hacía más que esperar por una oportunidad para escapar, y rezar porque sea a tiempo para evitar una catrástrofe.

***

JaeJoong paseaba por las calles de su pequeña ciudad. No deseaba mirar hacia la tierra, porque su corazón ya estaba demasiado preocupado por YunHo, por toda esta guerra.

La mayoría de los Dragones del Aire, estaban ahora concentrados en la fortaleza. JaeJoong podía ver en sus rostros lo asustados que estaban. Si, en teoría estaban preparados, pero, ¿realmente era así?

Los mayores se mostraban serios, con los ojos tranquilos, querían demostrar a los dragones más jóvenes que estaban a la altura de la situación. Aunque, la verdad era otra. Estaban en clara desventaja. Ninguno de ellos había estado en una situación similar, los mayores los miraban tratando de infundir ánimo y valor, pero incluso para ellos, era claro que no eran guerreros.

Los Dragones del Aire sabían luchar, como todo dragón lo hacían por instinto, su punto más fuerte era su magia casi pura, pero ella era utilizada para la protección y el cuidado. Sin embargo, los Dragones de la Tierra eran entrenados para usar garras, dientes y fuego, tanto en su forma humana como animal. Entonces ¿cómo pretendían parar una guerra entre esos fieros dragones? La mayoría lo sabía, sabían que se repetiría la historia, los campos serían arrasados e infecundos, solo su sangre los volvería a la vida, y ellos, los Dragones del Aire, finalmente desaparecerían de la faz de la tierra.

JaeJoong alzó una plegaria a sus antepasados, rogaba por la sabiduría que tuvieron o en el mejor de los casos, el valor para enfrentar su destino derramando su magia hasta extinguirse.

—No debes temer, mi joven dragón —susurró la calmada voz de su maestro Ao Shun. Ambos se habían detenido frente a las puertas o lo que deberían ser las puertas de su ciudad, solo una extensión de vacío que ninguno de los dos se atrevía a contemplar ahora, por miedo a lo que fueran a encontrar al mirar abajo.

JaeJoong lo miró, sus ojos plata teñidos de diversas emociones; miedo, ansiedad, incertidumbre, eso mismo veía en los ojos de los demás Dragones del Aire, pero además, había en ellos otros sentimientos, preocupación, añoranza, amor. Entonces, el viejo dragón dorado comprendió. Su pupilo había encontrado a su compañero.  Su destino ya estaba en marcha.

—Cuando naciste —le habló de nuevo Ao Shun con ese tono que comúnmente utilizaba para sus clases —, todo fue muy impresionante. Nadie había visto a un dragón como tú en siglos, casi me atrevería a decir milenios. Ni siquiera yo había llegado a conocer a alguno. Mis hermanos, que desde las estrellas nos guían, me contaban historias acerca de lo maravilloso que era ver a un dragón plateado desplegar sus alas, las forma en la que sus escamas reflejaban la luz, de su belleza y de su gran poder. A ellos se les deben la estructura de nuestra fortaleza, ellos la crearon con el vapor de nubes y su aliento, nosotros solo las mantenemos con nuestra magia. Así que te imaginarás los sorprendidos que estábamos cuando saliste de aquel caparazón mostrando tus plateadas escamas. Por un momento todo estuvo en silencio, y después el algarabío resonó por todo el lugar, como cuando cualquier cría nace, pero quizá con el doble de fuerza al saber el color de tus escamas. —Ao Shun detuvo un momento su relato, mirando hacia el azul del cielo, perdiéndose en sus recuerdos. —Se dice que cuando un dragón plateado nace es porque será una era de grandes cambios.

—Como una maldición —concluyó JaeJoong dado los acontecimientos.

—No, JaeJoong, no. No lo veas de esa manera. Sé, y todos aquí los saben que esta guerra tarde o temprano se llevaría a cabo, con dragón plateado o sin él. El mundo de allá abajo se rige por las normas del dinero y del poder. El cambio que tú representas es solo eso, un cambio, de nosotros depende de si es para bien o para mal.

—Pero, ¡esta guerra casi significa nuestra extinción!

—Puede ser que sí, pero también puede ser que no. Quizá el tiempo de los dragones en la tierra haya llegado a su final. Tal vez, simplemente ha llegado nuestra hora de pasar a ser nada más que cuentos para los niños humanos.

JaeJoong lo miró incrédulo. —¿Cómo puedes aceptarlo tan fácilmente?

—Cuando has vivido tanto como yo, ves las cosas de manera diferente. Aunque lamento que, de ser ese el caso, ni tú, ni tu amor vayan a tener el tiempo suficiente. Pero, como lo he dicho antes, quizá ni siquiera sea ese el caso. No pensemos en fatalidades, mejor, tratemos de centrarnos en nuestro deber. Sea cual sea nuestro destino lo aceptaremos.

***

Todo iba como lo había planeado. Una sonrisa malévola adornaba su rostro. A él poco le importaban las personas en los reinos, menos aún el motivo de aquella loca mujer, no, lo que él deseaba estaba a punto de cumplirse: los dragones del aire bajarían a la tierra, y con ellos un poder inigualable. Poder que sería suyo.

Tanto tiempo había aguardado por conocimientos, tanto tiempo lamiendo las botas de los reyes, tanto que ya ni siquiera recordaba lo que era ser un verdadero dragón. No un dragón domesticado como los que vivían en las ciudades, no un dragón como los que cuentan las historias, grandes, mágicos y terroríficos. Con todo el poder que obtendría se desharía fácilmente de aliados y enemigos, entonces, nada lo detendría, él sería el dueño del mundo.

Lamentaba mucho tener que destruir algunas cuantas ciudades, arrasar uno que otro reino, pero en su forma de ver las cosas, todo era como la quema de los cultivos, toda esa ceniza, servirá para dar vida nueva, una vida que él regirá y sobre la que él será adorado como a un dios. Aunque, si era sincero consigo mismo, le gustaría conservar algo de este antiguo mundo, algo como el pequeño MinHo, sí, ¿porque no? Solo esperaba que esa loca no mutilara demasiado su cuerpo, entonces sí que no le serviría para nada.

***

A lo lejos se veía la enorme estructura que era el fuerte de Sang. La única defensa de Shim entre ellos y su capital. YunHo se detuvo a admirar, jamás lo admitiría, pero las enormes murallas de oscura roca lo amedrentaron un poco.

El fuerte debía estar poco más que vacío. Desde hacía mucho, solo fungía como puente vigía y de descanso para los que iban de paso. Sin embargo, el aire, a pesar de ser denso, tenía aromas de otros dragones. No demasiados, pero YunHo podría asegurar que no eran simples paseantes. A una señal de su mano, todo su ejército se detuvo.

Vagamente YunHo se preguntó con qué tipo de sorpresas se hallarían dentro. No había visto a la distancia dragones volando, así que estaba seguro que habían llegado por tierra, y realmente no creía que fueran los guardias de la región, su aroma se mezclaba claramente con el acero recién fundido y a cuero nuevo. La idea de que fueran solo mercantes quedó completamente desechada, sabía que ahora el mundo conocía de la situación, nadie se atrevería a ir por la misma ruta que el ejército enemigo.

La tarde estaba cayendo, pronto anochecería, y, a pesar de que habían descansado un poco en el camino, a sus hombres se les notaba el nerviosismo y cansancio. No tenía caso apresurar las cosas, ya habían hecho la mitad del camino hacia ChangMin.

—¡Descansaremos aquí! —vociferó. —¡Levanten las tiendas! ¡Enciendan las hogueras! ¡Descansen hoy, porque mañana la tierra arderá!

***

El fuerte Sang siempre había sido una estructura emblemática para su pueblo. Había librado muchas batallas y aún seguía en pie tal y como le habían construido. Muros dobles, gruesos para evitar que cualquiera pudiera penetrarlos.

Habían llegado allí solo unos minutos antes de que Jung y su tropa se avistaran en la colina. Apenas les había dado tiempo de esconderse. Se sabían pocos y desorganizados, pero, al parecer, ChangMin había acertado, YunHo pensaba descansar antes de iniciar su cruzada. Lamentablemente ellos no tendrían esa gratificación.

Con un fuerte suspiro, ChangMin agradeció a los dioses el haber llegado a tiempo. —No podemos ponernos a descansar, estamos en clara desventaja. Hay que preparar el fuerte para que sea un verdadero laberinto salir de aquí. Nuestra misión es retenerles el tiempo suficiente para que lleguen los demás —habló, fuerte y claro para el puñado de hombres que le acompañaban.

Aprovechando la luz que el sol aún les brindaba, se encargaron de alistar las trampas, de llenar el foso de aceite, colocar ballestas en las almenas y sobre el adarve multitud de arcos. ChangMin sabía que poco podían hacer, pero debían retenerles, por el bien de su pueblo. Y, si en el camino se cruzaba con YunHo, qué mejor.

Al caer la noche, desde las saeteras, se podían ver las luces ambarinas que eran las hogueras de la armada enemiga. Cientos de fuegos esparcidos por el campo, como si fueran luciérnagas sobre los campos húmedos. Sin embargo, a pesar de ser un bonito espectáculo a la vista, era tan diametralmente opuesto a las dulces luciérnagas, pues estas luces, eran el fuego que arrasaría con sus campos.

ChangMin no hacía más que preguntarse una y otra, y otra vez el porqué de las cosas. ¿Qué había pasado para que el buen YunHo cambiara? Simplemente en su mente, a pesar de estar consciente de la situación, había una parte de él que aún no asimilaba que este YunHo apostado en sus colinas con aires de batalla, era el mismo YunHo que jugaba con él, el YunHo que tenía a la lealtad en la mano y caminaba paso a paso con honestidad. El YunHo que él admiraba.

Sacudió de su cabeza esos pensamientos, no le hacía nada bien pensar en lo que fue y ya no será, y lo que ahora es. Comparar no resolvería las cosas, quizá era sencillamente que ChangMin lo había idolatrado en demasía, y que el YunHo de sus recuerdos solo eran ilusiones, que el YunHo allí delante era y siempre fue el verdadero.

Al final, decidió descansar, la victoria del día siguiente dependía de su fuerza y de mucha, mucha suerte.

***

Las primeras luces del día eran de un color rojizo, casi tan rojo como la sangre, o al menos así lo vio YunHo, lo que para él se traducía como un amanecer sangriento. Con pesar se dirigió a la tienda donde sus demás generales le esperaban. En sus caras se podía ver la angustia y el miedo, pero también la determinación y la fiereza.

YunHo quería morder sus labios y anunciar que no continuarían, pero la guerra ya era un hecho, el solo trataba de dar el golpe más fuerte y certero para que el daño fuese el mínimo. No deseaba ver más pueblos calcinados por el fuego de dragones.

Miró hacia la enorme estructura de piedra que era el fuerte. Metros y metros de piedra, sin embargo, lo podía oler en el aire. El fuerte no estaba vacío. No podría decir cuántas personas se hallaban dentro. Si se tomaba el tiempo para separar los olores, podía distinguir el claro aroma al metal forjado. Demasiado para ser un simple viajero, inclusive un iluso mercader. El humo de las hogueras apagándose y algo más que a distancia no podía distinguir. No, allí había soldados. YunHo sintió una punzada en el corazón al saber que ellos serían los primeros sacrificios que harían sangrar la tierra. Por mucho que  no lo deseara, sabía bien que los guerreros Shim jamás se dejarían capturar, antes muertos que perder el honor de ser esclavos, y, aunque el reino Jung no había tal cosa como la esclavitud, para ellos ser prisioneros de guerra equivaldría a ser casi lo mismo. El orgullo Shim era enorme.

Con un suspiro resignado, miró al cielo, pensó en su bello JaeJoong, en ¿dónde estaría?, ¿con quién estaría?, si ¿estaba a salvo?, si ¿su reino era cómplice o artífice de este mal? De JaeJoong y sus amigos no pensaba mal, los tenía por buenos dragones, y si resultaba que su reino era el causante de los problemas, entonces sabría que solo habían manipulado a esos tres muchachos, porque ninguno de ellos podría ser tan buen actor, menos su dulce JaeJoong que se había entregado a él en cuerpo y alma.

Montó sobre el lomo de su negro corcel con los hombros caídos, con más pesar que ansias de batalla, pero, en cuanto estuvo sobre su caballo, cuadró los hombros y estiró su espalda, su pueblo dependía de él, y, si en sus manos estaba, habría el menor número de bajas posibles tanto de uno como de otro bando. Terminarían con esto y buscarían al verdadero culpable, le creyese ChangMin o no.

—¡Avancen!

***

Sus ojos marrones detestaban la imagen que frente a él se mostraba: YunHo dirigiendo a su ejército. ChangMin mordió sus labios para evitar que un grito de maldición brotara de ellos, a cambio, con una orden silenciosa, sus arqueros se posicionaron en su lugar, estratégicamente ocultos hasta que estuvieran al alcance de sus flechas.

Sus flechas, que de simples no tenían nada, estaban hechas de un acero especial que servía para perforar las escamas de dragón y, si eso no fuera suficiente, la punta estaba bañada en veneno de dragón blanco, bastante dañino y hasta letal si la concentración de sangre de dragón no era los suficiente para inhabilitar el veneno. Inclusive a alguien como él el veneno le era molesto, no quería imaginar a los otros cuya sangre era más humana que dragón.

Cuando estaban lo suficientemente cerca, ChangMin tomó su arco, tensó la cuerda y apuntó directamente hacia el jinete del corcel negro. Negro al igual que su dueño. Esperó y cuando lo tuvo en la mira y al alcance, soltó la flecha, que silbando surcó el aire.

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N/A: Lamento muchísimo esta demora, a mi defensa no me queda más que decir que este no ha sido un buen año. 

Espero haya sido de su agrado.

martes, 26 de mayo de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 6



—Han atacado a uno de nuestros poblados. Los que se encuentran en los límites con el territorio Shim.

YunHo abrió grandemente los ojos. No podía ser cierto. Una parte de él rogaba que fuera una broma, otra que hubiesen sido mercenarios, pero  muy dentro de él sabía que esto era un paso más hacia la inminente guerra.

En un corto tiempo, YunHo estuvo listo para regresar a sus funciones como Rey, lo único que realmente aborrecía era tener que dejar a JaeJoong. Esta vez ni siquiera sabía por cuanto tiempo, quería decirle que lo vería al atardecer de ese mismo día, o el día siguiente, la verdad era que todo quedaba en la incertidumbre.

—JaeJoong yo necesito ir, ver lo que ocurre en el palacio.

Para el dragón plateado no había duda de que era demasiado importante, lo podía ver en los ojos negros de YunHo, la preocupación, la ansiedad, la desesperación y la forma en que su alma se partía entre el deber y el querer.

—Ve. Si estamos destinados a estar juntos, nuestros caminos volverán a juntarse irremediablemente. Entonces, yo estaré para ti, como sé que tú lo estarás para mí.

JaeJoong le acarició el rostro y lo besó. Sabía que quizá no lo volvería a ver, que tal vez esta era la despedida, pero confiaba en que sus caminos se unirían de nuevo. Quizá no hoy, ni mañana, pero tal vez en un futuro.

—Las Festividades de la Luz… —comenzó a decir YunHo, pero lo cierto era que estas también quedaban en entredicho. No sabía que tan grande era el daño, ni tampoco si era o no el inicio de la guerra, estaba a la puerta, sí, pero mantenía la esperanza de que no se diera.

—Nos veremos ese día. Justo como lo planeamos antes de despedirnos en Shim —le sonrió JaeJoong, con los ojos húmedos por las lágrimas que apenas intentaba contener. Había sido tan poco tiempo.

—Te buscaré de nuevo. Juro por mis antepasados que tú y yo nos volveremos a encontrar —prometió YunHo, sellándola promesa con un beso.

JaeJoong vio partir a YunHo, sabiendo que ninguno cumpliría con la promesa que se hicieron antes de salir de Shim. No ahora con lo que sabían. La guerra había llegado, independientemente del bando que fueran, YunHo era un importante jefe, lo que hacía más probable su estadía al frente de las tropas. Y JaeJoong, solo era un observador.

***

Tres días habían pasado desde el ataque al pueblo. YunHo había llegado con una pequeña cantidad de soldados, estos mayormente encaminados a ser su guardia. El paisaje que sus ojos vieron era desolador. Todo había sido quemado hasta los cimientos, solo cenizas se encontraban en el lugar.  Los fuegos habían sido apagados, pero se notaba que eso era obra del fuego de un dragón. YunHo apretó las manos en un puño al sentirse impotente. No había podido prevenir esto, ahora, solo restaba auxiliar a los sobrevivientes.

***

ChangMin crispaba los ojos de ira. ¡¿Cómo era posible esto?! ¿Dónde había quedado el YunHo creyente de la justicia? ¿Aquel muchacho que parecía no interesarse por nada pero que cuidaba celosamente de los suyos? ¿No le había dicho de niños que guiaría a su pueblo por el camino de la rectitud? ¿No crearía un lugar donde los dragones de la tierra volverían a ver su raza florecer? No, al parecer de ese chico ya no quedaba nada.

—¡Señor! —un guardia entró tempestivamente. —¡Señor! La flota ha comenzado el ataque a Dak-Ho.

El rey se levantó de su asiento, respirando fuertemente, tratando de mantener a raya su forma de dragón.  Cuando por fin se hubo tranquilizado lo suficiente, exclamó con voz queda: —Jung YunHo, si quieres guerra, ¡guerra tendrás! —El soldado aguardaba por órdenes que no se hicieron esperar. —Llame a los nobles, defenderemos nuestra tierra con sangre y fuego.

***

Desde la fortaleza flotante, Ao Shun miraba con ojos preocupados el comienzo de una nueva guerra. ¿Cuántas sus ojos no habían visto ya? Muchas y a la vez ninguna. Casi siempre tuvieron una razón diferente a los motivos de ahora. La ambición y el poder no son buenas compañías.

Sus dragones habían regresado. Los informes decían que Jung quería el puerto de Shim, el centro de comercio más grande del reino. ¡Una locura! Pero, desgraciadamente así era. Sin embargo, sus tres jóvenes pupilos regresaron diciendo lo contrario. En Jung nadie creía en una inminente guerra, su rey era una persona pacífica y justa, que no concordaba con las acciones que se estaban llevando a cabo.

Ao Shun frunció el ceño, esto iba por muy mal camino. Si esos dos reyes no deseaban la guerra, pero había alguien empujándolos hacia ella, no dudaba de que defendieran con garras y dientes a su pueblo.

A lo lejos vio el fuego de dragón arrasando una gran parte de campo para que fuese visible tan lejos. El calor de las llamas debía estar consumiéndolo todo en enormes llamaradas. La columna de humo se elevó al cielo, hasta que fue visible en su propio nivel.

Había comenzado…

***

YunHo acababa de regresar. Ver uno de sus poblados desaparecer no le había sentado bien. ¿Quién diablos deseaba esto? ¿Por qué ChangMin no esperó hasta que él le hubiera dado una respuesta? Entonces, vagamente recordó las palabras de los heraldos, atacarían si la flota hacía un solo movimiento en contra de Dak-Ho.

MinHo.

MinHo no se había comunicado con él. Y ahora todo esto estaba yendo demasiado rápido.

Con premura abrió las enormes puertas de roble. Frente a él, estaban reunidos sus nobles y sus generales. En sus rostros cenizos podía ver el miedo, pero también veía la determinación a proteger sus tierras.

Todos allí sabían que les habían tendido una trampa, los quienes y los donde ahora ya no importaban. Lo que les concernía era evitar otra masacre a su pueblo. Los nobles ya tenían reunidos a sus guerreros. Algunos se dirigían hacia la capital, otros esperaban en sus provincias por órdenes.

—Partiremos hacia las fronteras. Debemos evitar a toda cosa las bajas civiles. Esos poblados prácticamente son humanos, su porción de sangre de dragón es mínima por lo que están en clara desventaja si alguno llega a sacar su forma animal.

—Pero, no podemos dejar la capital descubierta. Si llega un escuadrón por aire…

—De eso no debes preocuparte, si llegan volando los veremos pasar. No hay ruta más corta de Shim a Jung que a la que vamos.

La discusión continuó por un rato, decidiendo rutas, soldados, víveres. Ninguno ya esperaba poder aclarar el malentendido, pues, los espías que habían enviado, al igual que MinHo no se habían comunicado. YunHo sabía que habían sido capturados por aquel que les puso la trampa, y solo rogaba por hacer entrar en razón a ChangMin y evitar la guerra.

Entonces, sus esperanzas se vieron cortadas de tajo.

—¡Señor! —vociferó un oficial. —Han atacado a otro de nuestros poblados colindantes.

El revuelo que causo en la sala fue tal que muchos se levantaron indignados. Estaban atacando personas inocentes, que ni siquiera podían llamar a su forma de dragón. Mujeres, niños y ancianos vivían en esos pueblos que ahora ardían en llamas.

—Con este es el segundo —dijo el consejero. —Esto es una declaración de guerra.

Muy a su pesar, YunHo lo admitió. ChangMin no iba a esperar, no iba a haber modo de convencerlo de que era una trampa. No ahora que había decidido ir por la vía bélica.

—¡Preparen todo! ¡Marcharemos al amanecer! —ordenó YunHo.

***

En sus manos una paloma mensajera se retorcía con dolor. Ella sabía lo vulnerable del animal, así también conocía su docilidad, por eso se había dejado tomar con tanta confianza. Una sonrisa retorcida adornó su rostro cuando escuchó el crujido de los huesos de la pequeña ave. Eso le enseñaría a no ser tan confiada.

“Ha comenzado” rezaba el pequeño papel que la avecilla portaba. Su sonrisa se expandió más. Por fin iban a conocer de lo que ella era capaz.

***

Las luces frías del amanecer recibían a unos nerviosos soldados. Ninguno había estado en guerra, si acaso en pequeñas cacerías de bandidos y cosas así, que en nada se comparaban con la batalla que estaba por venir, sin embargo, se mantenían en pie, listos para ir a ella, a defender el honor de su tierra con sus garras.

Miraron como el Rey Jung se paseaba por delante de las filas, ataviado en un traje negro de cuero, con botas altas del mismo color. Casi podían ver las chispas saliendo de sus dedos. Su Rey, un dragón negro, de los más fuertes dragones de la tierra, jamás lo habían visto en su forma animal, pero las historias relataban acerca de la ferocidad de estos. Ellos seguirían a su noble rey a donde les llevase, incluso si era al mismísimo infierno, ellos irían con él.

—Estamos listos, señor —le avisaron. YunHo movió su cabeza en señal de asentimiento. Con un gran suspiro miró al cielo, cerró los ojos deseando poder convencer a ChangMin. Entonces, cuando los volvió a abrir, dio la orden de partir.

Las trompetas resonaron por todo el lugar. Las altas murallas que rodeaban la ciudad rezumbaron ante ello. La tensión en el aire era tal que se sentía como una pesada carga. YunHo subió sobre su caballo negro, le siguieron sus generales y soldados. Todos con la misma sombría expresión.

Nadie en la ciudad dormía. Todos sabían ahora la situación. Las damas se asomaban por las ventanas al verlos marchar, rogando a los cielos por su buen regreso, pero más que eso, implorando porque esta guerra no se llevara a cabo. Los niños veían a los veían partir, sus asustadas caras les hacía crecer en el pecho de los soldados la fiera llama de la protección. Entonces, más convencidos que al inicio, alzaban su rostro, dispuestos a morir por protegerles.

***

—¡Majestad! —uno de sus generales entró por la puerta sin ninguna etiqueta.

Sentado sobre su trono, ChangMin analizaba la situación. Su puerto estaba siendo atacado, pero el hecho de que la cuidad estuviera un poco más allá, salvaba las vidas inocentes. Además, tenían una defensa natural, los enormes acantilados impedían que la flota desembarcara junta. Si querían hacerlo sería de una a una, lo que les estaba costando demasiado trabajo. Dak-Ho era por el momento, impenetrable.

—Tranquilízate —dijo el Rey. El general, un hombre mayor, se llevó una mano al costado, producto de su falta de aire.

—¡Majestad! ¡El rey Jung está movilizando su tropa a la frontera!

ChangMin abrió los ojos grandemente. Ahora sí, ya no había vuelta atrás. —Ese idiota.

—¿Majestad?

—¿Cuándo ha salido de la ciudad?

—Los informantes dicen que por la mañana. Si siguen el camino que han tomado y a la velocidad que llevan, mañana al atardecer estarán en los límites.

—¡Rayos! —vociferó ChangMin, al tiempo que un enorme trueno caía sobre el castillo. El general tembló, jamás había visto el verdadero poder de su rey. —Prepara a los hombres, partiremos ya mismo.

—S-señor —comenzó tímidamente —aunque salgamos ahora mismo, no estaremos sino hasta pasado mañana al atardecer. Para ese momento, ya será tarde, habrán cruzado la frontera y…

—No será así. Jung hará descansar a sus hombres, por lo que no invadirá al llegar. Tendremos que movernos más rápido. Los interceptaremos en la frontera. El fuerte de Sang será lo primero que tomarán, allí les estaremos esperando.

—Pero, mi rey, no llegaremos, es demasiado apresurado.

—Consigue a los guerreros más fieros, los caballos más veloces. Una pequeña unidad partirá antes, llegará para emboscar y retenerlos el mayor tiempo posible, hasta que las tropas arriben.

—Si, su majestad.

El general partió, presuroso a cumplir sus órdenes. ChangMin se derrumbó sobre su trono. Masajeó su sien y frunció el ceño. ¿Qué demonios está haciendo YunHo? No, más preocupante aún era el hecho de que Shim estaba siendo atacada por dos flancos. La mitad de sus hombres estaba en Dak-Ho, y ahora, la otra mitad partiría al fuerte de Sang, dejando así el castillo desprotegido. Si enviaban un comando aéreo, los dragones tendrían vía libre para arrasar con todo desde la frontera hasta el puerto. Todo Shim ardería en llamas.

Otro trueno surcó el cielo.

No, él no lo permitiría. Antes arrasaría la tierra con fuego, sangre y truenos antes de permitirle a cualquiera profanar su reino. ChangMin mismo, comandaría el pequeño grupo que esperaría en Sang.

El lugar de la batalla ha sido elegido. El fuerte de Sang arderá por y para el reino. Así se aseguraría ChangMin.

***

Ao Shun miró la fuerza de aquel relámpago. Eso no era producto de la naturaleza, conocía bien el trueno de un dragón azul. Su corazón se comprimió, sus ojos estaban por presenciar una nueva guerra, una tan grande como la que arrasó con los campos.

La fortaleza aérea comenzó a vibrar. Lo sabía. La magia misma estaba llamándolos a cumplir su juramento. Su deber, impedir que la tierra sea devastada.

***

—¡Oh! Parece que el Rey Shim está molesto —dijo divertida a nadie en específico. —Esto le enseñará a no despreciarme.

—¿Mi Lady? —habló uno de sus sirvientes. Ella solo lo miró de reojo, pero él lo tomó como permiso para continuar. —Nuestros hombres han regresado, ninguno de ellos fue descubierto y tampoco hubo bajas. Las dos aldeas fueron incendiadas hasta las cenizas.

—¿Sobrevivientes? —preguntó. No quería dejar ningún cabo suelto.

—Solo unos pocos. Nos aseguramos de dejar ver el emblema de Shim.

—Bien. Retírate.

—Mi Lady, aún queda un asunto pendiente.

—¡Ah! Sí. Los espías —comentó con una sonrisa infantil. —Les otorgaremos un trato preferencial —susurró con dulzura. Se giró para encarar a su sirviente. —¡Ya sabes qué hacer!

El hombre se inclinó y salió sigilosamente, seguido de la fría mirada de la más hermosa mujer que él hubiese conocido. Sin embargo, él era lo suficientemente sensato como para no caer por sus encantos, la conocía, la conocía bastante bien y sabía de lo que era capaz. Era mejor temerle.

Con paso tranquilo, bajo las largas escaleras que conducían a las mazmorras. Habían capturado a varios sujetos que intentaban desentrañar a la verdadera mente maestra de todo este asunto. Sabía que todos ellos pertenecían a Jung, a estas alturas, el rey Jung estaba claramente informado sobre esta trampa, sin embargo, ello no le impidió comenzar a movilizar a su tropa una vez que sus pueblos fueron atacados.

Él no entendía muy bien el porqué su señora deseaba la destrucción de todo, esos eran asuntos políticos los cuales desconocía. Él solo se preocuparía por obedecer, no quería terminar como aquellos desgraciados que ahora llenaban las celdas de las sucias mazmorras.


Miró por entre los barrotes. Ahí estaba aquel sujeto que tanto trabajo les había costado capturar. Era increíblemente bello para ser un soldado bastante entrenado. Brillaba incluso entre esa suciedad, al parecer ostentaba un alto rango, pues los otros espías capturados, le mostraban cierto respeto. Sí, debía ser alguien importante. MinHo, ese era su nombre.

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N/A: Perdonen a esta autora suya. No tengo excusa, de verdad lamento muchísimo el retraso, espero no le hayan perdido el hilo a esta historia.

lunes, 4 de mayo de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 5



El corazón de JaeJoong  rezumbaba de gozo. Sus palabras habían llegado a YunHo, y ahora lo tenía junto a él.

—Te he extrañado demasiado —murmuró JaeJoong.

—No más que yo a ti —replicó YunHo.

Después de un rato abrazados, disfrutando del calor del otro, YunHo se separó de JaeJoong para saludar a los otros dos chicos. Con un gran apretón de manos y un movimiento de cabeza, los saludos quedaron atrás para pasar a asuntos más importantes.

—Díganme, ¿qué les trae al reino de Jung? —cuestionó YunHo.

—Solo estamos de paso —aseguró YooChun.

YunHo no creyó una sola palabra, pero no quería discernir con ellos, no cuando JaeJoong estaba a su lado. Sin embargo, se le hacía muy extraño que los chicos se hubieran presentado justo cuando los problemas con el reino de Shim comenzaban, además de que también habían estado presentes para la coronación. Quizá el misterioso reino al que pertenecían era el que confabulaba en… no, mejor no pensar en esas cosas. Los ojos de JaeJoong no le mentirían, sus plateadas orbes revelaban cada sentimiento en él. Tampoco creía que el tierno e ingenuo JunSu fuera un conspirador, tal vez YooChun que tenía un poco de más carácter, pero en general solo parecían turistas.

—¡Oh! Mis amigos, deberían quedarse por un tiempo. Pronto comenzarán las Festividades de la Luz.

—¿No faltaba un mes para eso? —inquirió YooChun.

—Cierto, pero mientras están aquí les puedo mostrar las bellezas que mi reino les ofrece —YunHo sonrió.

Durante esa tarde, los jóvenes dragones olvidaron su misión, YunHo dejó de indagar en los suburbios y los otros chicos ni siquiera hicieron el intento por preguntar. Se dejaron llevar por ese ambiente de camaradería que había surgido en ellos durante la coronación de Shim.

—¿Y MinHo? —preguntaron los dragones del aire en la cena.

—Cumpliendo una misión —respondió YunHo con la voz un tanto tensa.

—Así que sí eras un miembro de la guardia real —curioseó JunSu. YunHo le sonrió. —Ah qué se le va a hacer, el deber es primero.

Más tarde, cuando ya llevaban varios tragos encima, los dragones del aire deseaban preguntar a YunHo por la flota asentada en el puerto de Shim. Creían que era más seguro y viable que el guardia les respondiera honestamente, pero un barullo en el pub les interrumpió antes de siquiera formular la pregunta.

—¡Les digo que yo los vi! —gritaba un hombre bastante ebrio.

—Sabes bien que solo son leyendas —replicaba otro.

—¡No! Lo juró por mis antepasados —el hombre ebrio comenzaba a molestarse verdaderamente.

—¡Bah! Tus antepasados son basura.

—¡¿Cómo te atreves?!

—Lo sabes, eran saqueadores y bandidos. Por tu cuerpo corre solo una gota de sangre de dragón y lo demás es bazofia humana. Lo más bajo de lo bajo, ni siquiera los humanos te reconocerían como uno.

Eso fue suficiente para que el primero se fuera a golpes sobre el segundo. Entonces la pelea grupal comenzó.

—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó YunHo a la voluptuosa mesera que les atendía como si no se llevara a cabo una pelea unas mesas más allá.

La mujer vio a los hombres riñendo con molestia, después sonrió ampliamente a YunHo, causando que JaeJoong frunciera el ceño. —Ese de ahí, el borracho, jura y perjura que ha visto a los Dragones del Aire descender. Dice que vio a un grupo grande bajar de los cielos y dirigirse hacia el reino de Shim. También dice que otro grupo, más pequeño, vino hacia acá.

—Eso es imposible —susurró JunSu asustado.

—Sí, eso mismo le decían, pero ya has visto como se pone. No crean nada de lo que ese hombre diga, es un borracho y ladrón de lo peor. Viene aquí de vez en cuando, pero no se queda por mucho tiempo en el reino. Creo que lo buscan en varios lugares por sus fechorías —dijo, añadiendo la última frase en un susurro.

—Los Dragones del Aire… —susurró YunHo para sí.

Los tres chicos se miraron inquietos. —Seguramente vio a cualquier dragón estirando las alas y solo quiere darse importancia —comentó YooChun con desfachatez, ocultando así lo preocupado que estaba.

—Si debió ser eso —reafirmó JaeJoong.

—Seguramente, pero… un avistamiento de Dragones del Aire indica un cambio… tiempos violentos se aproximan… —decía YunHo más para él que para los otros. —Disculpen, debo retirarme.

—¿Te volveré a ver? —preguntó JaeJoong tomándolo de la mano antes de que se retirara.

YunHo le acarició la mejilla antes de inclinarse y robar un beso de sus labios. —Ne te dejaría ir de nuevo —le aseguró. —Te buscaré mañana al atardecer.

Cuando YunHo se hubo perdido por la puerta, la batalla campal que se desarrollaba del otro lado del pub había finalizado, pero los dragones estaban desazonados.

—¿Será cierto lo que dijo YunHo? —JunSu miró asustado a los otros.

—A pesar de no habernos dicho nada, nos habló de mucho, de lo que deseamos saber —YooChun le respondió, visiblemente afectado por las pocas palabras de YunHo.

—Él solo dijo que tiempos violentos se acercan, no dijo que la flota del reino piensa invadir Dak-Ho —alegó JaeJoong. —Cualquiera pensaría eso si ven Dragones del Aire.

—No trates de encubrirlo, sabes muy bien, JaeJoong, que si se puso así es porque algo sabe. De lo contrario hubiera reaccionado como los demás, incrédulos.

—Aún así, nuestros reportes no coinciden con lo que está pasando. Lo que hemos escuchado del rey Jung es demasiado opuesto como para imputarle el sitiero del puerto de Shim.

—No, es verdad. Sin embargo, pienso que los hombres desesperados hacen cosas locas —YooChun insistía.

—¿Tanto así quiere el rey Jung el puerto de Dak-Ho?

YooChun negó con la cabeza. —No lo sé. Todo esto es muy confuso. Puede que incluso sea una conspiración.

Se quedaron sumidos en sus pensamientos. Algo grave se avecinaba y ellos estaban envueltos.

***

Cubierto de pies a cabeza, sus ojos seguían al ebrio hombre, el cual despotricaba contra todo lo que encontraba, tambaleándose de un lado al otro. YunHo solo aguardaba por un momento donde pudiera encontrarlo totalmente a solas.

El hombre, se derrumbó por fin en un callejón. Para suerte de YunHo, cercano a un escondite que él y MinHo tenían cuando hacían sus incursiones por el bajo mundo. Con facilidad arrastró el cuerpo del sujeto sin que nadie lo viera. Necesitaba hablar con él, pero no quería testigos.

Agua fría fue lo que despertó al hombre de golpe. —¡¿Qué?! ¡¿Qué?!

—Te encontré en medio del callejón —dijo YunHo desde las sombras.

—¡Ah! Pues gracias… creo —el hombre trataba de incorporarse, pero seguía demasiado perdido que no le era fácil.

—Te escuché en el bar hace un rato.

Las facciones del hombre cambiaron, de confusas a agresivas. —¡¿Qué?! ¡¿También te burlarás de mí?!

—En realidad estoy más interesado en que me cuentes a detalle la historia —respondió YunHo con voz calma.

El hombre gruñó, medio sentado, medio acostado, miraba a YunHo con desconfianza. Desconfianza incrementada al no poderle ver el rostro. Al final cedió. —Yo los vi. No miento. Eran un grupo de diez aproximadamente.

—¿Dónde exactamente los viste?

—En el cielo, descendiendo de las nubes.

—Me refiero, a ¿dónde estabas tú? ¿En qué lugar?

—¡Ahh! Estaba en los límites de este reino con el de Shim —contestó, logrando sentarse completamente. YunHo le alargó un vaso con agua y le instó a continuar. —Bien le deben haber dicho que soy un vagabundo, un ladrón buscado por varios reinos. Lo cierto es que soy un poco de eso y más, me defino a mí mismo como trotamundos, así que como debe imaginar, no tengo ningún oficio en el cual asentarme, pero sé hacer de todo un poco.

YunHo asintió, dándole a entender al hombre que comprendía su estilo de vida y que no lo juzgaba. El hombre bebió con parsimonia, miró al techo, tratando de ordenar sus ideas en su difusa mente por el alcohol.

—Ese día iba de camino hacia aquí. Quería comprobar por mis propios ojos lo que se habla en el reino de Shim. Estaba descansando sobre el camino, recostado en la hierba, mirando hacia el cielo. Fue entonces, cuando de una esponjosa nube salieron. Todos ellos desplegando sus alas, sin siquiera mirar abajo se fueron rumbo a Shim.

—¿Por qué piensas que eran Dragones del Aire?

—Te lo digo yo, estaba ahí, llevaba un tiempo observando las formas de las nubes y ellos aparecieron de la nada, justo detrás de una, eran un grupo de diez, imposible que no los notara antes. Además, la región en la que me encontraba difícilmente puede reunir a tantos sin que peleen como perros y gatos. Pero no solo eso, fueron los colores. Tú creerás que soy ignorante, pero no, sé bien que los Dragones del Aire son de colores diferentes a los nuestros, todos ellos eran de color bronce. Y no, no fue la luz del sol al atardecer que les proporcionó a sus escamas ese color, no. Ese, ese era su verdadero color. No obstante, lo que verdaderamente me convenció de que eran ellos fue el otro grupo que bajó de las nubes.

»Allí estaba yo sentado, confundido por lo que acababa de ver. No tenía ni una gota del alcohol en las venas, no es bueno viajar en ese estado. Así que tallaba mis ojos en busca de rastro, miraba hacia donde se perdieron de vista y de nuevo a la misteriosa nube de la que salieron. Entonces, después de bastante rato esperando por algo, se asomaron tres dragones. Tres. Esta vez sí, la luz de la tarde les daba, pero no había ninguna duda de que uno de ellos era de color plateado. Lo noté cuando bateaba las alas y hacía giro para irse. Ese sí que es un color inusual… pero nadie me cree.

—Dijiste que venías aquí a comprobar algo. ¿Qué se habla en Shim?

—¡Oh! Ese es un asunto serio, muy serio. Hay barcos asediando el puerto de Dak-Ho, barcos con el estandarte de Jung —dijo grave.

—¿Tú los has visto?

—¿Los barcos o los estandartes? —YunHo ladeó la cabeza. —Sí, ambos. Estaba en Dak-Ho el día que la flota llegó, estuvieron ahí, rodeando sin hacer nada, pero después de dos días, con todo el mundo tenso, desplegaron los emblemas de Jung. Si me lo pregunta, no creo que sean el emblema real. De lejos parece serlo, pero no me termina de convencer de todo. Además es muy raro todo ese asunto, primero se quedan ahí sin hacer nada y luego sacan las banderas para intimidar. No, señor, allí hay gato encerrado. Por eso vine hasta aquí, para comprobar con mis propios ojos el inicio de una nueva guerra. Pero, al llegar aquí, no halló nada, solo los preparativos para las fiestas. Sé que el rey sabe de la situación porque vi pasar a los heraldos, pero creo que no es él quien tiene sitiado el puerto.

—¿Qué más sabes sobre eso?

—No mucho, aquí todo el pueblo alaba al rey Jung, desde la nobleza hasta los plebeyos, es un buen rey, benevolente incluso con los de mi clase. No digo que el rey Shim sea malo, no, pero lo que está podrido en ese reino es la nobleza, el consejo que rodea al rey lo ata de manos. Eso sí está bien, pero requeté bien podrido. No se me haría nada raro que para quitar al rey Shim del camino se inventen cualquier cosa, incluso esta guerra.

—La nobleza y el consejo de Shim.

—Así es, ellos no tienen ni una pizca de decencia. Son mala leche, hierba maldita.

***
ChangMin no podía creerlo. O más bien se negaba a creerlo. Los heraldos habían regresado al castillo, habían dicho que Jung negaba plenamente que la flota fuese de él. Pero, sus informes indicaban que pertenecían  a uno de sus aliados. ¿Qué ganaba con negarlo? Por un momento, ChangMin pensó que quizá estuvieran actuando por su propia cuenta utilizando su nombre, pero, él mismo había visto a MinHo, el guardia real y amigo íntimo de YunHo, rey de Jung, merodear por Dak-Ho, del puerto a las embarcaciones. 

Esto era una declaración de guerra, sí, y pese a todo, ChangMin se negaba a entrar en actividades bélicas, deseaba resolver esto por medio de las negociaciones. No deseaba exponer a su pueblo, ni a la tierra en sí a una nueva gran guerra.

***

—No está dando mucho resultado el esperar más tiempo —hablaba la mujer.

—Tiene razón mi Lady —afirmó el hombre mayor. —Quizá debamos darles un empujoncito.

La mujer sonrió malévolamente antes de llamar a sus hombres. —Ya lo oyeron. Hagan un buen trabajo que me enorgullezca.

—Sí, mi señora.

***

YunHo tenía la cabeza con mil y un pensamientos, sin embargo, JaeJoong siempre estaba presente. Con un suspiro y una mirada discreta hacia su atuendo, que realmente no importaba porque iba cubierto con su capa, tocó a la puerta del lugar donde JaeJoong se hospedaba.

JaeJoong lo recibió con una gran sonrisa, una que a YunHo le alegró infinitamente el día. Tanto tiempo había esperado por volver a verlo y por fin estaba frente a él. Finalmente, empero, no dejaba de ser un mal momento, no con la tensión bélica en el ambiente.

Caminaron alrededor de la plaza, como todas las parejas jóvenes acostumbraban hacer por las tardes, se sentaron alrededor de la fuente, rieron y bebieron jugos dulces que ahí vendían.  Bailaron al son de un grupo que tocaba al aire libre. Eran felices, cualquiera que los viera diría que había amor destilando de cada uno de ellos. Las parejas a su alrededor les hacían coro, unas bailaban como ellos, otras los miraban sonrientes, aplaudiendo su amor.

Al caer la noche, YunHo y JaeJoong se sentaron de nuevo en la fuente, admirando las estrellas que desde allí se veían. YunHo mostrándole las constelaciones y narrándole historias de su pueblo, JaeJoong sonriendo y poniendo atención a las historias, asombrándose con cada épica aventura.

—Y tú, YunHo ¿alguna vez has tenido una legendaria aventura?

YunHo rió fuerte. —Heroica quizá no, pero de que son legendarias ni quien lo dude.

Hablaron de muchas cosas y a la vez de ninguna que atañera a sus reinos. Sabían que no era un tema que se pudiera tocar, además deseaban disfrutarse y no hablar sobre política, confabulaciones, deberes o cualquier otra cosa. Este era un momento de ellos y solo para ellos.

—¿Qué tipo de dragón eres? —preguntó curioso JaeJoong. —Sé que eres uno porque tu herencia de sangre y olor me lo indica. Lo que no sé es de qué tipo.

YunHo lo miró a los ojos, muy serio, se debatía entre decirle o no, no era tan fácil reconocerlo, pero tampoco era cosa del otro mundo. Entonces, notó que JaeJoong también escondía el mismo tipo de secreto. —Quizá de la misma raza que tú, ya que tampoco puedo distinguirte con claridad. Pareces ser un dragón rojo, pero a veces también pareces azul.

JaeJoong abrió mucho los ojos, se mordió el labio nervioso y se sonrojó al ser descubierto en su hechizo. A YunHo se le hizo curiosa su reacción, pero no le dio importancia, no cuando toda la expresión de JaeJoong denotaba ingenuidad y un deje de sensualidad que lo volvía loco. Así que tomó sus labios, olvidándose de la conversación y de los colores de sus respectivas escamas.

Deseaba reafirmar su amor por él, no solo el alma, también en su cuerpo, le deseaba completamente. Así fue como llegaron al lugar donde JaeJoong se hospedaba, un hostal barato pero bastante limpio y decente. Entre besos y caricias, se entregaron al amor.

YunHo jamás se cansaría de besar los labios de JaeJoong, de deleitarse con sus sabor, de mordisquear la suave y blanca piel, de poseerlo, pero, al final, ambos cedieron al sueño.

***

TOC-TOC

Un molesto ruido perturbaba su sueño.

TOC-TOC

Distinguió que tocaban a la puerta.

TOC-TOC

El ruido era cada vez más fuerte.

—Es demasiado temprano, váyanse —ordenó.

TOC-TOC

—No quiero ver a nadie.

—¿Por qué hacen tanto escándalo? —susurró el delicado y cálido cuerpo que sus brazos envolvían. YunHo notó que JaeJoong había despertado y que la luz solar alumbraba fuertemente la habitación.

—No lo sé. Iré a ver.

Con pesadez se levantó, se colocó los pantalones y se aseguró de que JaeJoong se cubría completamente. No deseaba que nadie más viera la tersa piel de su amado.

Entre-abrió la puerta y divisó a un par de soldados. Aquello no le gustó nada. No eran buenas noticias si lo habían buscado y sacado de la cama de su amante.

—Señor —saludaron con una mini reverencia. —El consejero y algunos de los miembros de la nobleza que residen en la ciudad requieren de su presencia.

YunHo frunció el ceño. —¿Qué ha pasado?


—Han atacado a uno de nuestros poblados. Los que se encuentran en los límites con el territorio Shim.



lunes, 27 de abril de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 4



—Señor, es preciso que atienda a los heraldos de Shim —decía su consejero, al verlo tratar de escabullirse de una reunión.

YunHo frunció el ceño, realmente estaba aburrido y no deseaba ver a ningún otro mensajero, sea del reino que fuere, lo único que él deseaba era volver a ver a ese por quien su corazón palpitaba.

Dos largos meses habían pasado. Sesenta días si ver, ni oír, mucho menos oler a su dulce JaeJoong. Con un suspiro resignado, YunHo indicó, a gesto de mano, hacer pasar a los heraldos.

—Que la Tierra que pisa y el Cielo que le cubre, le bendigan —saludaron los mensajeros.

—Que el aire que respiran y el agua que beben, se les dé en abundancias —regresó YunHo.

—Díganos, honorables enviados. ¿Qué asuntos atañen el reino Shim con nuestro señor Jung? —preguntó el consejero.

El hombre mayor que representaba a los heraldos frunció el ceño. —No hay forma de decir esto sin parecer muy rudo —habló, dejando de lado la fina lengua que frente a los reyes se acostumbraba. —Retire a su flota Rey Jung. Dak-Ho no será sitiado.

YunHo miró al hombre confundido. —¿Qué flota?

—Rey Jung, no se trate de hacer el desentendido. Ambos sabemos que la flota de barcos que rodea el puerto marítimo de Shim le pertenece.

—El Rey Jung no posee barcos —aclaró el consejero.

—Entonces, amable consejero ¿puede explicarme porqué esos barcos despliegan el estandarte Jung?

—Eso es imposible —dijo YunHo. —Jamás mi reino, ni yo, hemos tenido la intención de invadir su territorio o tomar su puerto. Necesitamos de ese puerto, sí, pero sería una aberración ocuparlo. No deseamos la guerra.

—¿Me dice que no es suya esa flota?

—No, no pertenece a mi reino. Tampoco a mis aliados.

—Posiblemente debería averiguar por qué tienen su estandarte. Rey Jung, le concederemos el beneficio de la duda, ya que hasta ahora no han hecho nada más que permanecer allí. Pero, si llega a hacer tan solo un movimiento en contra, entonces Shim responderá. Le sugerimos que envíe a sus agentes pronto —dijo con voz de mando, dando media vuelta y salir de allí, sin siquiera presentar una reverencia al rey.

El consejero se sintió muy ofendido por sus modos, pero YunHo, en cambio, no se ofendió en lo más mínimo. Su mente estaba en los acontecimientos y en los rumores que había escuchado durante los festejos de coronación de ChangMin.

Alguien les estaba tendiendo una trampa, eso era seguro. La pregunta era ¿quién? Por su mente pasaron los reinos con los que tuvo rencillas o lo que sus antepasados habrían tenido rencillas, pero la mayoría eran reinos sin costas.

Con un gesto de su mano despidió al consejero, que, con una reverencia salió de la habitación.

—¿Tienes alguna idea de quién pueda ser? —preguntó YunHo a la habitación vacía.

—Muchas, todas igual de improbables —respondió MinHo, saliendo detrás de un muro. —Lo que sí sé es que es preciso que envíes a alguien a Dak-Ho.

—Entonces ve —ordenó YunHo.

MinHo hizo una reverencia y se oculto detrás del muro donde había salido, desapareciendo de la estancia.

YunHo tomó su barbilla pensativo. No había tomado en serio el rumor y ahora ya era una realidad. Necesitaba ir de nuevo a Shim para hacer sus propias averiguaciones, sin embargo, esperaría por MinHo, quizá él pueda investigar a fondo sin que YunHo tuviera que trasladarse hasta el lugar.

—Llamen a los miembros del noble consejo —ordenó YunHo a uno de los guardias apostados en la puerta. Uno de los guardias se llevó la mano al pecho y salió para cumplir su orden.

***

Dos días les había tomado al consejo reunirse. El consejo, formado por los nobles del reino, los cuales algunos residían en las provincias, habían viajado a la orden del rey.

El bullicio que los hombres allí reunidos hacían, se le antojaba a YunHo más como un mercado que una honorable reunión de estado. Y es que era sencillo saber el porqué los hombres estaban tan exaltados. A diferencia del reino Shim, el rey Jung no se respondía ante ningún consejo, sus órdenes eran absolutas, y raramente el consejo era convocado, la mayor parte de las veces para organizar las festividades.

El sonido de las pesadas puertas abrirse de par en par silenciaron a todos en el salón. YunHo avanzó tranquilamente hasta sentarse en su sitio, y entonces, el barullo comenzó de nuevo.

—Mi Señor, aquí tiene usted el listado de los eventos que se realizaran para las onomásticas de La Luz —habló uno de ellos. Entregando a YunHo un extenso papiro.

YunHo había olvidado que las festividades de La Luz estaban a la vuelta de la esquina. “Festividades de La Luz” así era como habían nombrado el final de la gran guerra, el día en el que los dragones del aire sellaron el pacto de centinelas y sanaron a las tierras. El corazón del rey dio un brinco. Había dicho a JaeJoong que lo vería en este reino en estos días. Faltaba poco más de un mes, que a YunHo se le harían eternos, pero que sin duda aguardaría con ansias.

Vagamente YunHo leyó la lista. Mientras en la sala, las voces se hacían más fuertes y felices. Las festividades siempre eran motivo de felicidad en su reino.

—De momento, señores, tengo un asunto que tratar con ustedes —comentó YunHo. El tono serio de su voz impuso silencio absoluto. Muchos de ellos se miraron entre ellos, sin saber cuál era el motivo que los obligaba a desviarse de los festejos. —Hace unas horas, los heraldos de Shim arribaron al palacio, trayendo noticias sumamente desconcertantes. —Muchos hombres fruncieron el ceño, comenzando a caer en la cuenta que era un asunto muy, muy serio. —Una flota está sentada frente a Dak-Ho.

—¿Le están declarando la guerra a Shim? —preguntó uno.

—¿Mandaremos apoyó? —cuestionó otro.

—Tardaríamos días en llegar, posiblemente la ciudad sea sitiada antes de que cualquier ayuda arribe —replicaron al segundo.

—Los heraldos mencionan que la flota despliega un estandarte nuestro —soltó YunHo. Varios fruncieron el ceño, otros lo miraron con cara de sorpresa.

—¿Vamos a tomar el puerto marítimo de Shim? —preguntó uno con incredulidad palpada en su rostro.

No era que, en caso de invadir Shim, ellos se opusieran, ya que seguían fielmente cada orden de su rey, sin importar cuán loca fuera ésta. Pero eso contradecía su política de no agresión.

—Ordenaremos a nuestros soldados comenzar a reunirse —habló uno un poco tenso, después de haber digerido la idea.

—Podemos, mi señor, preguntar ¿el motivo? —inquirió  otro.

YunHo sonrió. La realidad era que no tenía intención de atacar, pero le complacía enormemente que su consejo, formado por los nobles del reino, acatara sin más sus órdenes, lo que le demostraba lo ciegamente en que creían en él.

—No pienso atacar Shim —respondió. —Tampoco tenemos una flota a nuestro servicio sitiando el puerto.

Otro de los motivos por los que había reunido a sus nobles, era ver la expresión en sus rostros. YunHo realmente no pensaba que alguno de ellos fuera el culpable, pero sí existía la posibilidad y creía que un gesto podía delatar al culpable, y, siendo como las cosas eran, el traidor debía tener mucho dinero e influencias, por lo que consideraba a los nobles los más cercanos a esto.

—Pero, eso ¿qué significa?

—Significa que alguien trata de hacernos entrar en guerra con el reino Shim —respondió YunHo. El asunto no era para tomarse a la ligera, realmente era bastante serio, una guerra entre ambos reinos sería catastrófica, considerando que uno y otro eran los más grandes y fuertes de los dragones de la tierra.

—Envíen a sus mejores espías a cada reino con el que hayamos tenido rencillas, también preparen un escuadrón con sus mejores hombres para ver quién es el que comanda la flota —ordenó YunHo. —Todo tiene que ser a discreción. Sin embargo, veo preciso que comiencen a reunir a sus tropas, por el momento el reino Shim esperará a que se retire la flota, nos está concediendo un tiempo valioso para evitar la guerra, pero, si alguno da un paso en falso, Shim no dudará en atacar. Creo que comprenden la seriedad del asunto.

Los nobles del consejo, se miraron unos a otros, un tanto pálidos y asustados; Jung no había entrado en guerra desde hacía mucho tiempo. Una guerra como la que se avecinaba contra Shim desencadenaría el infierno en la tierra, y, si como las leyendas dicen, el regreso de los dragones del aire.

—Quiero que una parte de ustedes siga con los preparativos de los Festejos de la Luz. El pueblo no debe saber nada hasta que esté confirmado.

***

JaeJoong miraba hacia un punto perdido entre las nubes. Los blancos muros de su ciudad erigiéndose a su espalda. Algo irremediablemente había cambiado desde que conoció a YunHo, más específicamente desde que se entregó a él. Sentía como su alma lo anhelaba, tanto como anhelaba extender sus alas al viento.

Había volado una y otra vez, zurcando el cielo desde el amanecer hasta el anochecer, y más tarde aún, pero no podía olvidar a YunHo, su sabor, sus besos, sus caricias, su olor, todo él lo llamaba. Rogaba porque llegara el día en que se volvieran a encontrar.

Con un suspiro resignado dio vuelta, adentrándose en la cuidad. Era hora de cumplir con sus obligaciones.

Mientras caminaba vio a varios de sus compañeros dirigirse en grupo hacia él, no, más específicamente hacía la puerta por donde él había entrado. Se le hizo un poco extraño que un grupo tan grande saliera, a menos de que fueran a divertirse como algunos acostumbraban, pero JaeJoong notó que la mayoría no eran dragones jóvenes, sino adultos, con una expresión de seriedad plantada en su rostro.

—¿Qué ocurre? —preguntó JaeJoong a uno de los pocos dragones jóvenes que iban entre el grupo.

—Ao Shun nos envía a vigilar las fronteras. Los últimos centinelas regresaron con malas noticias, al parecer está a punto de estallar una guerra entre los reinos.

—¿Crees que sea necesario nuestra intervención?

—Roguemos porque no. De momento solo vamos como espectadores, nos repartiremos en pares para ver cómo se desarrolla toda esta tensión. Y, de ser necesario, cumpliéremos con nuestro deber.

JaeJoong asintió con la cabeza, viéndolos marchar.

—¡Jae! ¡Jae! —gritaron a su espalda. JunSu corría hacia él. —Ao Shun nos ha mandado a llamar.

—¿Nueva misión?

—No lo sé.

—He visto salir a un grupo grande. Dicen que van a monitorear las fronteras.

JunSu puso la misma cara de asustado que el dragón que le comunicó las noticias. A nadie le agradaba una nueva guerra. Su trabajo como vigilantes les llevaba a entrenar en diversas artes, especialmente en el dominio de sus habilidades como dragón, pero eso no significaba que les gustaría estar envueltos en una nueva guerra.

—Ao Shun nos está esperando —dijo YooChun, quien aguardaba por ellos a las puertas del salón donde su maestro los esperaba.

—¡Oh! Mis dulces niños —les saludó con cariño el viejo dragón. Después de ellos, Ao Shun solo había tenido dos camadas más de pequeños dragones a los qué enseñarle. Realmente los dragones del Aire eran muy pocos. Ahora había enviado un grupo de diez a vigilar, quedándose con lo mínimo y los retoños.

—Maestro —saludaron respetuosamente al hombre.

—Les he mandado a llamar por un asunto importante…

—¿Es por lo de las tensiones en las fronteras? —interrumpió JunSu.

Ao Shun, acostumbrado a este tipo de acciones por parte del joven dragón, sonrió con benevolencia. —Si, JunSu. Así es. —Los dragones se miraron rápidamente antes de componer su expresión por una más seria, hasta se podría decir madura, lo que al viejo dragón le causaba gracia. Sus muchachos no estaban listos para ir a la guerra, de hecho, ninguno de sus dragones, no quería perder a nadie en una guerra que no le pertenecía. —En su primera misión a la tierra, se les fue encomendada la tarea de vigilar y conocer al nuevo rey de Shim. Como bien me informaron, el chico es joven, pero fiel a su pueblo, y éste le corresponde. Es mi deber informarles que en su puerto marítimo está aparcada una serie de navíos con hostigamiento hacia el puerto. Lo que ha dicho nuestro vigía es que estas pertenecen al reino Jung.

—Pero, Jung no tiene flota. De hecho ni siquiera tiene salida al mar —replicó YooChun, recordando las palabras del MinHo.

—Si, también sabemos eso. Pero la realidad es que así es, los barcos despliegan estandartes del reino Jung.

—YunHo dijo que su rey sería incapaz de invadir ese territorio —afirmó JaeJoong.

Ao Shun lo miró con munificencia, había notado la adoración que su bello JaeJoong le profesaba a aquel dragón de la tierra, a pesar de solo haberlo conocido por una semana. Ao Shun, comenzaba a preguntarse si el destino de JaeJoong ya estaba en marcha, el gran cambio que el color de sus escamas significaba, sin duda tendría que ver con ese dragón y con esta nueva guerra que se avecinaba.

—Tal parece que no es así —dijo con calma. —Irán de nuevo a la tierra —habló. —Esta ocasión visitaran al reino Jung. Tendrán que usar ese hechizo que JaeJoong aprendió para camuflajear su aroma y el color de sus escamas. Averigüen lo más posible sobre ese rey y sus intenciones.

—Sí, maestro —respondieron los tres.

—Ah, y una cosas más, cuídense —añadió con voz paternal.

***

—Esto no está saliendo como lo habíamos planeado —habló una voz empalagosamente femenina.

—No contaba con la prudencia del rey Shim —respondió un hombre de edad madura.

—Humm si esto sigue así, no iremos a ningún lado.

—No hay de qué preocuparse. La tensión en el ambiente es tal que se puede cortar la más fina seda con ella.

—¿Y si no?

—Si no, adelantaremos un poco el plan —sonrió malévolamente el hombre.

—Solo espero que cumplas con lo prometido.

—Así será mi Lady.

***

ChangMin caminaba de un lado al otro por la extensa estancia, miraba de vez en cuando por los amplios ventanales el vasto y profundo mar. Se había trasladado hasta Dak-ho, quería comprobar, con sus propios ojos lo que se le había informado. Efectivamente, frente al puerto, flanqueándolo, una flota del al menos cincuenta barcos se asentaba intimidante sobre su pueblo. No quería creerlo, no podía, no, hasta que lo vio. Los estandartes desplegados pertenecían a Jung. No podía ser que YunHo, el buen YunHo, aquel con el que había compartido parte de su infancia en la Academia de Herensuge, sea el mismo que ahora amenaza a su pueblo. Simplemente la idea era descabellada, pero si no fuese porque lo estaba viendo, jamás lo hubiera creído.

—Los heraldos han partido, señor —anunciaron. ChangMin ni siquiera se giró para ver a su interlocutor.

Con un suspiro resignado, ChangMin dio su siguiente orden. —Prepara a los guerreros, que se aposten en cada muro de la ciudad.

—¿No esperaremos a que los comisionados que fueron a Jung regresen?

ChangMin sonrió, aunque el otro hombre no lo podía ver. —Es mejor estar prevenidos.

Si, era mejor ser precavidos, algo le decía que la flota frente a la cuidad no se estaría quieta por mucho tiempo. Por esa razón había enviado mensajeros a los rincones del reino, estaba convocando a sus guerreros.

—Debo regresar a la cuidad central. Te dejaré a cargo de la defensa del puerto. Pase lo que pase, no puedes perderlo, es el centro económico más importante que tenemos —dijo ChangMin. —Confío en ti, no me falles.

Y realmente así era. Para ChangMin era muchísimo más sencillo confiar en sus soldados que en el consejo o los nobles del reino. No, todos ellos solo se regían por el poder y la riqueza, por eso había enviado a los heraldos con Jung, porque cualquiera de sus nobles haría algo tan imprudente como esto.

***

JaeJoong miró las imponentes murallas que se alzaban, flanqueando la cuidad. No eran nada parecidas a las blancas que ellos tenían, eran de un color gris oscuro, de sólida roca. Tragando fuertemente se adentró en ellas.

El ambiente no era nada parecido al colorido de Shim, quizá porque no se encontraban de fiesta, y todo ese color gris y pardo a él le producía desolación. Acostumbrado como estaba a los blancos muros, el azul del cielo, las esponjosas nubes y los colores que el sol ponía sobre ellas al amanecer o atardecer. Allí, todo era depresivo.

—Debemos buscar un lugar donde alojarnos —dijo YooChun mirando desconfiadamente a todos. JunSu estaba demasiado tenso para contestar, en el reino de Jung había demasiados dragones paseando alrededor de ellos.

JaeJoong asintió, incapaz de pronunciar palabra.

Poco a poco, los tres jóvenes dragones fueron recolectando información acerca del reino, las personas parecían verdaderamente encantadas por el gobierno del rey Jung.

—Oh, sí. Hemos prosperado mucho bajo su mandato —decía una señora mayor. —Recuerdo los días en los que era muy difícil conseguir alimento, pero entonces los Jung llegaron a gobernar y todo eso se acabó. Nuestro joven monarca es un buen rey, se preocupa por todos sus súbditos. Una vez al mes nos recibe en su palacio solo para escuchar nuestras demandas. Dime ¿qué rey hace tal cosa?

—¿Tensiones con otros reinos, dices? No, eso no existe. Bueno sí, pero seguro fue con los reinos del norte, esos que todavía se jactan de esclavizar a las personas. El rey Jung encabezó personalmente el rescate de una de nuestras nobles damas y su doncellas que habían sido capturadas para ser esclavas. No, no, no, no señor, eso nuestro rey jamás lo hubiera permitido. Las chicas regresaron a casa, sanas y salvas, así como muchos otros dragones que quisieron acompañarle. ¿Sabes que el rey compró sus vidas y al llegar a tierras de Jung los liberó? Al parecer no quedaron en muy buenos términos con esos reinos barbaros.

—¿Shim? Bueno según tengo entendido el rey Jung y el rey Shim acudieron a la Academia de Herensuge al mismo tiempo. Los nobles solían decir que se llevaban bien, pero cuando el rey Jung fue solicitado para ocupar su puesto, abandonó la academia y no volvió a tener contacto con el joven Shim.

Esas y varias anécdotas más escucharon de los pobladores. Definitivamente adoraban a su rey, ya sean nobles o plebeyos, no había distinción, sentían devoción hacia su majestad.

De pronto, JaeJoong lo sintió. La presencia de YunHo le llamaba más fuerte que antes. Y, a pesar de que había rogado volver a verlo, no creía que eso fuera posible con las cosas como estaban. Nadie había hablado acerca de la invasión a Shim, de hecho creían poco posible que eso sucediera, pero YunHo, siendo un soldado de la guardia real seguro estaría mejor informado, incluso estaría fuera de la cuidad. Pero no, su corazón de dragón lo podía sentir.

—YunHo —llamó, esperando que su voz llegara a él.

***

YunHo caminaba cubierto por su capa. La capucha no le dejaba ver el rostro. No es que no pudiera caminar libremente por su pueblo, pero prefería hacerlo así para seguir en el anonimato. Quería saber si alguien en los bajos suburbios sabía sobre la flota asentada en Shim.

Mientras caminaba de un pub a otro, le pareció oler el dulce perfume de JaeJoong. Miró hacia un lado y otro. Nada, no había señal de su JaeJoong. Quizá lo deseaba tanto que lo estaba alucinando, pero su corazón vibraba con más ahínco que antes.

«YunHo» escuchó. El corazón le dio un vuelco. Esa era la voz de JaeJoong, no había duda.

Comenzó a buscar entre la gente, abandonando completamente las callejuelas en las que andaba para ir a la avenida principal. Se dejó guiar por su corazón, sentía que le llamaban y solo él sabía dónde ir.

Caminó un par de cuadras, cuando, sentado frente a una fuente, estaban tres chicos con  capas, al igual que él, solo uno tenía la capucha puesta. A los otros dos los reconoció en seguida, pero sus ojos solo tenían cabida para el uno.

—JaeJoong —dijo con voz firme.

Los tres chicos levantaron la mirada, pero él solo se conectó con una. Los ojos plata.

Y entonces, todo su ser vibró por el reconocimiento, su magia ancestral de dragón, reconocía a la otra, la de su JaeJoong.


Le tomó dos pasos llegar hasta él y rodearlo con sus brazos, hundiendo la cabeza en su cuello. Por fin, después de la larga espera, su JaeJoong estaba devuelta donde debía estar, en el espacio entre sus brazos.

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N/A: Sé que debí publicar esto ayer, pero por razones personales no estuve en casa, y no tuve oportunidad de terminarlo. Pero, he lo aquí.