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lunes, 27 de abril de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 4



—Señor, es preciso que atienda a los heraldos de Shim —decía su consejero, al verlo tratar de escabullirse de una reunión.

YunHo frunció el ceño, realmente estaba aburrido y no deseaba ver a ningún otro mensajero, sea del reino que fuere, lo único que él deseaba era volver a ver a ese por quien su corazón palpitaba.

Dos largos meses habían pasado. Sesenta días si ver, ni oír, mucho menos oler a su dulce JaeJoong. Con un suspiro resignado, YunHo indicó, a gesto de mano, hacer pasar a los heraldos.

—Que la Tierra que pisa y el Cielo que le cubre, le bendigan —saludaron los mensajeros.

—Que el aire que respiran y el agua que beben, se les dé en abundancias —regresó YunHo.

—Díganos, honorables enviados. ¿Qué asuntos atañen el reino Shim con nuestro señor Jung? —preguntó el consejero.

El hombre mayor que representaba a los heraldos frunció el ceño. —No hay forma de decir esto sin parecer muy rudo —habló, dejando de lado la fina lengua que frente a los reyes se acostumbraba. —Retire a su flota Rey Jung. Dak-Ho no será sitiado.

YunHo miró al hombre confundido. —¿Qué flota?

—Rey Jung, no se trate de hacer el desentendido. Ambos sabemos que la flota de barcos que rodea el puerto marítimo de Shim le pertenece.

—El Rey Jung no posee barcos —aclaró el consejero.

—Entonces, amable consejero ¿puede explicarme porqué esos barcos despliegan el estandarte Jung?

—Eso es imposible —dijo YunHo. —Jamás mi reino, ni yo, hemos tenido la intención de invadir su territorio o tomar su puerto. Necesitamos de ese puerto, sí, pero sería una aberración ocuparlo. No deseamos la guerra.

—¿Me dice que no es suya esa flota?

—No, no pertenece a mi reino. Tampoco a mis aliados.

—Posiblemente debería averiguar por qué tienen su estandarte. Rey Jung, le concederemos el beneficio de la duda, ya que hasta ahora no han hecho nada más que permanecer allí. Pero, si llega a hacer tan solo un movimiento en contra, entonces Shim responderá. Le sugerimos que envíe a sus agentes pronto —dijo con voz de mando, dando media vuelta y salir de allí, sin siquiera presentar una reverencia al rey.

El consejero se sintió muy ofendido por sus modos, pero YunHo, en cambio, no se ofendió en lo más mínimo. Su mente estaba en los acontecimientos y en los rumores que había escuchado durante los festejos de coronación de ChangMin.

Alguien les estaba tendiendo una trampa, eso era seguro. La pregunta era ¿quién? Por su mente pasaron los reinos con los que tuvo rencillas o lo que sus antepasados habrían tenido rencillas, pero la mayoría eran reinos sin costas.

Con un gesto de su mano despidió al consejero, que, con una reverencia salió de la habitación.

—¿Tienes alguna idea de quién pueda ser? —preguntó YunHo a la habitación vacía.

—Muchas, todas igual de improbables —respondió MinHo, saliendo detrás de un muro. —Lo que sí sé es que es preciso que envíes a alguien a Dak-Ho.

—Entonces ve —ordenó YunHo.

MinHo hizo una reverencia y se oculto detrás del muro donde había salido, desapareciendo de la estancia.

YunHo tomó su barbilla pensativo. No había tomado en serio el rumor y ahora ya era una realidad. Necesitaba ir de nuevo a Shim para hacer sus propias averiguaciones, sin embargo, esperaría por MinHo, quizá él pueda investigar a fondo sin que YunHo tuviera que trasladarse hasta el lugar.

—Llamen a los miembros del noble consejo —ordenó YunHo a uno de los guardias apostados en la puerta. Uno de los guardias se llevó la mano al pecho y salió para cumplir su orden.

***

Dos días les había tomado al consejo reunirse. El consejo, formado por los nobles del reino, los cuales algunos residían en las provincias, habían viajado a la orden del rey.

El bullicio que los hombres allí reunidos hacían, se le antojaba a YunHo más como un mercado que una honorable reunión de estado. Y es que era sencillo saber el porqué los hombres estaban tan exaltados. A diferencia del reino Shim, el rey Jung no se respondía ante ningún consejo, sus órdenes eran absolutas, y raramente el consejo era convocado, la mayor parte de las veces para organizar las festividades.

El sonido de las pesadas puertas abrirse de par en par silenciaron a todos en el salón. YunHo avanzó tranquilamente hasta sentarse en su sitio, y entonces, el barullo comenzó de nuevo.

—Mi Señor, aquí tiene usted el listado de los eventos que se realizaran para las onomásticas de La Luz —habló uno de ellos. Entregando a YunHo un extenso papiro.

YunHo había olvidado que las festividades de La Luz estaban a la vuelta de la esquina. “Festividades de La Luz” así era como habían nombrado el final de la gran guerra, el día en el que los dragones del aire sellaron el pacto de centinelas y sanaron a las tierras. El corazón del rey dio un brinco. Había dicho a JaeJoong que lo vería en este reino en estos días. Faltaba poco más de un mes, que a YunHo se le harían eternos, pero que sin duda aguardaría con ansias.

Vagamente YunHo leyó la lista. Mientras en la sala, las voces se hacían más fuertes y felices. Las festividades siempre eran motivo de felicidad en su reino.

—De momento, señores, tengo un asunto que tratar con ustedes —comentó YunHo. El tono serio de su voz impuso silencio absoluto. Muchos de ellos se miraron entre ellos, sin saber cuál era el motivo que los obligaba a desviarse de los festejos. —Hace unas horas, los heraldos de Shim arribaron al palacio, trayendo noticias sumamente desconcertantes. —Muchos hombres fruncieron el ceño, comenzando a caer en la cuenta que era un asunto muy, muy serio. —Una flota está sentada frente a Dak-Ho.

—¿Le están declarando la guerra a Shim? —preguntó uno.

—¿Mandaremos apoyó? —cuestionó otro.

—Tardaríamos días en llegar, posiblemente la ciudad sea sitiada antes de que cualquier ayuda arribe —replicaron al segundo.

—Los heraldos mencionan que la flota despliega un estandarte nuestro —soltó YunHo. Varios fruncieron el ceño, otros lo miraron con cara de sorpresa.

—¿Vamos a tomar el puerto marítimo de Shim? —preguntó uno con incredulidad palpada en su rostro.

No era que, en caso de invadir Shim, ellos se opusieran, ya que seguían fielmente cada orden de su rey, sin importar cuán loca fuera ésta. Pero eso contradecía su política de no agresión.

—Ordenaremos a nuestros soldados comenzar a reunirse —habló uno un poco tenso, después de haber digerido la idea.

—Podemos, mi señor, preguntar ¿el motivo? —inquirió  otro.

YunHo sonrió. La realidad era que no tenía intención de atacar, pero le complacía enormemente que su consejo, formado por los nobles del reino, acatara sin más sus órdenes, lo que le demostraba lo ciegamente en que creían en él.

—No pienso atacar Shim —respondió. —Tampoco tenemos una flota a nuestro servicio sitiando el puerto.

Otro de los motivos por los que había reunido a sus nobles, era ver la expresión en sus rostros. YunHo realmente no pensaba que alguno de ellos fuera el culpable, pero sí existía la posibilidad y creía que un gesto podía delatar al culpable, y, siendo como las cosas eran, el traidor debía tener mucho dinero e influencias, por lo que consideraba a los nobles los más cercanos a esto.

—Pero, eso ¿qué significa?

—Significa que alguien trata de hacernos entrar en guerra con el reino Shim —respondió YunHo. El asunto no era para tomarse a la ligera, realmente era bastante serio, una guerra entre ambos reinos sería catastrófica, considerando que uno y otro eran los más grandes y fuertes de los dragones de la tierra.

—Envíen a sus mejores espías a cada reino con el que hayamos tenido rencillas, también preparen un escuadrón con sus mejores hombres para ver quién es el que comanda la flota —ordenó YunHo. —Todo tiene que ser a discreción. Sin embargo, veo preciso que comiencen a reunir a sus tropas, por el momento el reino Shim esperará a que se retire la flota, nos está concediendo un tiempo valioso para evitar la guerra, pero, si alguno da un paso en falso, Shim no dudará en atacar. Creo que comprenden la seriedad del asunto.

Los nobles del consejo, se miraron unos a otros, un tanto pálidos y asustados; Jung no había entrado en guerra desde hacía mucho tiempo. Una guerra como la que se avecinaba contra Shim desencadenaría el infierno en la tierra, y, si como las leyendas dicen, el regreso de los dragones del aire.

—Quiero que una parte de ustedes siga con los preparativos de los Festejos de la Luz. El pueblo no debe saber nada hasta que esté confirmado.

***

JaeJoong miraba hacia un punto perdido entre las nubes. Los blancos muros de su ciudad erigiéndose a su espalda. Algo irremediablemente había cambiado desde que conoció a YunHo, más específicamente desde que se entregó a él. Sentía como su alma lo anhelaba, tanto como anhelaba extender sus alas al viento.

Había volado una y otra vez, zurcando el cielo desde el amanecer hasta el anochecer, y más tarde aún, pero no podía olvidar a YunHo, su sabor, sus besos, sus caricias, su olor, todo él lo llamaba. Rogaba porque llegara el día en que se volvieran a encontrar.

Con un suspiro resignado dio vuelta, adentrándose en la cuidad. Era hora de cumplir con sus obligaciones.

Mientras caminaba vio a varios de sus compañeros dirigirse en grupo hacia él, no, más específicamente hacía la puerta por donde él había entrado. Se le hizo un poco extraño que un grupo tan grande saliera, a menos de que fueran a divertirse como algunos acostumbraban, pero JaeJoong notó que la mayoría no eran dragones jóvenes, sino adultos, con una expresión de seriedad plantada en su rostro.

—¿Qué ocurre? —preguntó JaeJoong a uno de los pocos dragones jóvenes que iban entre el grupo.

—Ao Shun nos envía a vigilar las fronteras. Los últimos centinelas regresaron con malas noticias, al parecer está a punto de estallar una guerra entre los reinos.

—¿Crees que sea necesario nuestra intervención?

—Roguemos porque no. De momento solo vamos como espectadores, nos repartiremos en pares para ver cómo se desarrolla toda esta tensión. Y, de ser necesario, cumpliéremos con nuestro deber.

JaeJoong asintió con la cabeza, viéndolos marchar.

—¡Jae! ¡Jae! —gritaron a su espalda. JunSu corría hacia él. —Ao Shun nos ha mandado a llamar.

—¿Nueva misión?

—No lo sé.

—He visto salir a un grupo grande. Dicen que van a monitorear las fronteras.

JunSu puso la misma cara de asustado que el dragón que le comunicó las noticias. A nadie le agradaba una nueva guerra. Su trabajo como vigilantes les llevaba a entrenar en diversas artes, especialmente en el dominio de sus habilidades como dragón, pero eso no significaba que les gustaría estar envueltos en una nueva guerra.

—Ao Shun nos está esperando —dijo YooChun, quien aguardaba por ellos a las puertas del salón donde su maestro los esperaba.

—¡Oh! Mis dulces niños —les saludó con cariño el viejo dragón. Después de ellos, Ao Shun solo había tenido dos camadas más de pequeños dragones a los qué enseñarle. Realmente los dragones del Aire eran muy pocos. Ahora había enviado un grupo de diez a vigilar, quedándose con lo mínimo y los retoños.

—Maestro —saludaron respetuosamente al hombre.

—Les he mandado a llamar por un asunto importante…

—¿Es por lo de las tensiones en las fronteras? —interrumpió JunSu.

Ao Shun, acostumbrado a este tipo de acciones por parte del joven dragón, sonrió con benevolencia. —Si, JunSu. Así es. —Los dragones se miraron rápidamente antes de componer su expresión por una más seria, hasta se podría decir madura, lo que al viejo dragón le causaba gracia. Sus muchachos no estaban listos para ir a la guerra, de hecho, ninguno de sus dragones, no quería perder a nadie en una guerra que no le pertenecía. —En su primera misión a la tierra, se les fue encomendada la tarea de vigilar y conocer al nuevo rey de Shim. Como bien me informaron, el chico es joven, pero fiel a su pueblo, y éste le corresponde. Es mi deber informarles que en su puerto marítimo está aparcada una serie de navíos con hostigamiento hacia el puerto. Lo que ha dicho nuestro vigía es que estas pertenecen al reino Jung.

—Pero, Jung no tiene flota. De hecho ni siquiera tiene salida al mar —replicó YooChun, recordando las palabras del MinHo.

—Si, también sabemos eso. Pero la realidad es que así es, los barcos despliegan estandartes del reino Jung.

—YunHo dijo que su rey sería incapaz de invadir ese territorio —afirmó JaeJoong.

Ao Shun lo miró con munificencia, había notado la adoración que su bello JaeJoong le profesaba a aquel dragón de la tierra, a pesar de solo haberlo conocido por una semana. Ao Shun, comenzaba a preguntarse si el destino de JaeJoong ya estaba en marcha, el gran cambio que el color de sus escamas significaba, sin duda tendría que ver con ese dragón y con esta nueva guerra que se avecinaba.

—Tal parece que no es así —dijo con calma. —Irán de nuevo a la tierra —habló. —Esta ocasión visitaran al reino Jung. Tendrán que usar ese hechizo que JaeJoong aprendió para camuflajear su aroma y el color de sus escamas. Averigüen lo más posible sobre ese rey y sus intenciones.

—Sí, maestro —respondieron los tres.

—Ah, y una cosas más, cuídense —añadió con voz paternal.

***

—Esto no está saliendo como lo habíamos planeado —habló una voz empalagosamente femenina.

—No contaba con la prudencia del rey Shim —respondió un hombre de edad madura.

—Humm si esto sigue así, no iremos a ningún lado.

—No hay de qué preocuparse. La tensión en el ambiente es tal que se puede cortar la más fina seda con ella.

—¿Y si no?

—Si no, adelantaremos un poco el plan —sonrió malévolamente el hombre.

—Solo espero que cumplas con lo prometido.

—Así será mi Lady.

***

ChangMin caminaba de un lado al otro por la extensa estancia, miraba de vez en cuando por los amplios ventanales el vasto y profundo mar. Se había trasladado hasta Dak-ho, quería comprobar, con sus propios ojos lo que se le había informado. Efectivamente, frente al puerto, flanqueándolo, una flota del al menos cincuenta barcos se asentaba intimidante sobre su pueblo. No quería creerlo, no podía, no, hasta que lo vio. Los estandartes desplegados pertenecían a Jung. No podía ser que YunHo, el buen YunHo, aquel con el que había compartido parte de su infancia en la Academia de Herensuge, sea el mismo que ahora amenaza a su pueblo. Simplemente la idea era descabellada, pero si no fuese porque lo estaba viendo, jamás lo hubiera creído.

—Los heraldos han partido, señor —anunciaron. ChangMin ni siquiera se giró para ver a su interlocutor.

Con un suspiro resignado, ChangMin dio su siguiente orden. —Prepara a los guerreros, que se aposten en cada muro de la ciudad.

—¿No esperaremos a que los comisionados que fueron a Jung regresen?

ChangMin sonrió, aunque el otro hombre no lo podía ver. —Es mejor estar prevenidos.

Si, era mejor ser precavidos, algo le decía que la flota frente a la cuidad no se estaría quieta por mucho tiempo. Por esa razón había enviado mensajeros a los rincones del reino, estaba convocando a sus guerreros.

—Debo regresar a la cuidad central. Te dejaré a cargo de la defensa del puerto. Pase lo que pase, no puedes perderlo, es el centro económico más importante que tenemos —dijo ChangMin. —Confío en ti, no me falles.

Y realmente así era. Para ChangMin era muchísimo más sencillo confiar en sus soldados que en el consejo o los nobles del reino. No, todos ellos solo se regían por el poder y la riqueza, por eso había enviado a los heraldos con Jung, porque cualquiera de sus nobles haría algo tan imprudente como esto.

***

JaeJoong miró las imponentes murallas que se alzaban, flanqueando la cuidad. No eran nada parecidas a las blancas que ellos tenían, eran de un color gris oscuro, de sólida roca. Tragando fuertemente se adentró en ellas.

El ambiente no era nada parecido al colorido de Shim, quizá porque no se encontraban de fiesta, y todo ese color gris y pardo a él le producía desolación. Acostumbrado como estaba a los blancos muros, el azul del cielo, las esponjosas nubes y los colores que el sol ponía sobre ellas al amanecer o atardecer. Allí, todo era depresivo.

—Debemos buscar un lugar donde alojarnos —dijo YooChun mirando desconfiadamente a todos. JunSu estaba demasiado tenso para contestar, en el reino de Jung había demasiados dragones paseando alrededor de ellos.

JaeJoong asintió, incapaz de pronunciar palabra.

Poco a poco, los tres jóvenes dragones fueron recolectando información acerca del reino, las personas parecían verdaderamente encantadas por el gobierno del rey Jung.

—Oh, sí. Hemos prosperado mucho bajo su mandato —decía una señora mayor. —Recuerdo los días en los que era muy difícil conseguir alimento, pero entonces los Jung llegaron a gobernar y todo eso se acabó. Nuestro joven monarca es un buen rey, se preocupa por todos sus súbditos. Una vez al mes nos recibe en su palacio solo para escuchar nuestras demandas. Dime ¿qué rey hace tal cosa?

—¿Tensiones con otros reinos, dices? No, eso no existe. Bueno sí, pero seguro fue con los reinos del norte, esos que todavía se jactan de esclavizar a las personas. El rey Jung encabezó personalmente el rescate de una de nuestras nobles damas y su doncellas que habían sido capturadas para ser esclavas. No, no, no, no señor, eso nuestro rey jamás lo hubiera permitido. Las chicas regresaron a casa, sanas y salvas, así como muchos otros dragones que quisieron acompañarle. ¿Sabes que el rey compró sus vidas y al llegar a tierras de Jung los liberó? Al parecer no quedaron en muy buenos términos con esos reinos barbaros.

—¿Shim? Bueno según tengo entendido el rey Jung y el rey Shim acudieron a la Academia de Herensuge al mismo tiempo. Los nobles solían decir que se llevaban bien, pero cuando el rey Jung fue solicitado para ocupar su puesto, abandonó la academia y no volvió a tener contacto con el joven Shim.

Esas y varias anécdotas más escucharon de los pobladores. Definitivamente adoraban a su rey, ya sean nobles o plebeyos, no había distinción, sentían devoción hacia su majestad.

De pronto, JaeJoong lo sintió. La presencia de YunHo le llamaba más fuerte que antes. Y, a pesar de que había rogado volver a verlo, no creía que eso fuera posible con las cosas como estaban. Nadie había hablado acerca de la invasión a Shim, de hecho creían poco posible que eso sucediera, pero YunHo, siendo un soldado de la guardia real seguro estaría mejor informado, incluso estaría fuera de la cuidad. Pero no, su corazón de dragón lo podía sentir.

—YunHo —llamó, esperando que su voz llegara a él.

***

YunHo caminaba cubierto por su capa. La capucha no le dejaba ver el rostro. No es que no pudiera caminar libremente por su pueblo, pero prefería hacerlo así para seguir en el anonimato. Quería saber si alguien en los bajos suburbios sabía sobre la flota asentada en Shim.

Mientras caminaba de un pub a otro, le pareció oler el dulce perfume de JaeJoong. Miró hacia un lado y otro. Nada, no había señal de su JaeJoong. Quizá lo deseaba tanto que lo estaba alucinando, pero su corazón vibraba con más ahínco que antes.

«YunHo» escuchó. El corazón le dio un vuelco. Esa era la voz de JaeJoong, no había duda.

Comenzó a buscar entre la gente, abandonando completamente las callejuelas en las que andaba para ir a la avenida principal. Se dejó guiar por su corazón, sentía que le llamaban y solo él sabía dónde ir.

Caminó un par de cuadras, cuando, sentado frente a una fuente, estaban tres chicos con  capas, al igual que él, solo uno tenía la capucha puesta. A los otros dos los reconoció en seguida, pero sus ojos solo tenían cabida para el uno.

—JaeJoong —dijo con voz firme.

Los tres chicos levantaron la mirada, pero él solo se conectó con una. Los ojos plata.

Y entonces, todo su ser vibró por el reconocimiento, su magia ancestral de dragón, reconocía a la otra, la de su JaeJoong.


Le tomó dos pasos llegar hasta él y rodearlo con sus brazos, hundiendo la cabeza en su cuello. Por fin, después de la larga espera, su JaeJoong estaba devuelta donde debía estar, en el espacio entre sus brazos.

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N/A: Sé que debí publicar esto ayer, pero por razones personales no estuve en casa, y no tuve oportunidad de terminarlo. Pero, he lo aquí.

domingo, 19 de abril de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 3



Shim ChangMin caminaba con su larga túnica ondeante detrás de él, pensando en lo aborrecedora que era esa estúpida tela, no obstante, los protocolos dictaban una serie de formalidades y “consejos” para la ascensión al trono, entre las cuales se encontraba la correcta forma de vestir y cómo saludar al pueblo una vez coronado. ChangMin bufó con esta última parte. Persistentemente tenía problemas para acatar las órdenes o anticuadas tradiciones y formalismos. Muy a su pesar, ahora debía seguirlos, pues siendo rey, estaría más cerca del consejo de ancianos, una serie de nobles, viejos y arrugados dragones, con una mente corrupta, ansiosa por dinero y poder. ChangMin siempre supo que caminaba sobre rocas ardientes, sin embargo, a partir de ahora, pisaría sobre lava ardiente, con cada paso que diera, solidificaría esa lava para convertirla en roca o caería dentro de ella quemándose hasta los huesos, sin que su impenetrable piel de dragón pudiera ayudarle.

Suspiró fuertemente antes de adentrarse en la sala del consejo. No tenía ni dos horas siendo rey cuando ya había sido convocado a una reunión.

Con un tirón se desprendió de la ondeante capa sobre sus hombros. Comprobó su aspecto rápidamente, no es como si le importara, pero debía dar una buena impresión en su primera reunión oficial. Entonces, con una mano, movió la pesada puerta de madera y se adentró en el vicioso ambiente del lugar.

***

—JaeJoong —repitió YunHo. Como si el simple nombre fuera un hechizo que lo ataba al hermoso hombre que tenía frente a él.

A JaeJoong un agradable escalofrío le recorrió la columna. YunHo había llamado a su magia sin siquiera notarlo, llevando al corazón de JaeJoong a una frenética marcha.

—Quiera conocerte más. Desearía poder acompañarte mientras paseas por el lugar con motivo de las fiestas —YunHo dijo, con su seductora voz oscura, sin jamás apartar la mirada ónix de los ojos plata.

Un carraspeo sacó a ambos de su mundo. YooChun había cruzado los brazos sobre su pecho y miraba desconfiadamente a YunHo. JunSu, por su parte, colocado al otro lado de JaeJoong, lo miraba de forma curiosa, con esa mirada que los niños pequeños tienen cuando no entienden algo.

YunHo recordó entonces a su compañero de travesía. De reojo miró a MinHo, alto y fibroso, mostraba una pose que parecía ser desenfadada cuando en realidad estaba a punto de sacar la espada.

—Siento mi grosería —apresuró YunHo. —Soy YunHo y él es mi compañero, MinHo.

—¿Compañero? —preguntó curioso el chico de ojos color del otoño.

—Yo me nombraría más bien guardaespaldas —apuntó rápidamente MinHo. Si los dragones no eran de la región, emplear la palabra ‘compañero’ hacía referencia a su pareja de vida. Y así fue, por la reacción que los jóvenes dragones tuvieron al ser aclarado el asunto.

—Somos YooChun, JunSu, y por supuesto, JaeJoong. Deben perdonar nuestra suspicacia, no somos de por aquí. Solo hemos venido a conocer al nuevo rey.

—Y a las fiestas —añadió feliz JunSu.

YunHo sonrió ante el gesto. —Nosotros tampoco somos de aquí. ¿Qué les parecería caminar junto a nosotros mientras observamos el lugar? Será divertido —dijo, hablando hacia YooChun, pero sin soltar la mano de JaeJoong.

Poco después, habían formado un pequeño grupo que reía ante los comentarios atolondrados de JunSu o las extrañas preguntas que YooChun formulaba. MinHo no sabía si lo hacía adrede o porque de verdad lo desconocía, sospechaba más de lo segundo, haciéndole prestar más atención a esos dragones extranjeros. Dado que su nariz estaba embutida con los miles de aromas de la ciudad, no reconocía el tipo de dragón que eran, pero seguramente eso era un beneficio para todos, especialmente para YunHo, que era un dragón negro.

Por otro lado, estaban YunHo y JaeJoong, quienes caminaban con los demás pero sus ojos estaban concentrados únicamente en ellos dos. El atractivo hombre de mirada penetrante y el hermoso chico de mirada plata.

Recorrieron varias tiendas, comprando alguna que otra cosa, comiendo y bebiendo de los sabores que el reino Shim les ofrecía. Pero para YunHo, no había majar más delicioso, ni joya más preciosa, que JaeJoong.

—Deseo seguirte viendo —le dijo a JaeJoong, cuando la noche había finalizado y se apuntaba en el alba. Había acompañado a JaeJoong hasta el lugar donde se hospedaría, maldiciendo mil veces que el lugar estuviera lleno y él no pudiera quedarse allí, sino en el hostal donde habían pernoctado desde su llegada a la cuidad.

JaeJoong sabía que debía negarse, sabía que sería muy arriesgado, porque no solo arriesgaba la seguridad de YooChun y JunSu, sino la de todo su pueblo. Lo sabía, y sin embargo, todo su ser le decía lo contrario.

 «Solo una semana, tan solo será una semana y después diremos adiós».

Con ese pensamiento JaeJoong accedió, a pesar del ceño fruncido de YooChun o la incrédula sorpresa de JunSu. JaeJoong solo quería estar un poco más con YunHo.

***

—¿Sabes que es una maldita locura, verdad? —YooChun echaba, literalmente chispas.

JunSu miraba de uno a otro, sin decidirse a intervenir. JaeJoong se mordía el labio con fuerza. Sí, lo sabía. Sabía todos los riesgos que corría, aún sabiendo todo eso, no podía evitar ir hacia YunHo.

—YooChun —hablo con dulzura, JunSu, tratando de aplacar la furia dentro de él. —Solo serán unos días —dijo suavemente. —Después de eso, cada uno marchará por su lado. Además no creo que JaeJoong haga algo para arriesgarnos.

YooChun sopesó la idea. Al final se quedarían el tiempo que duraran las festividades, para ir de un lugar a otro, indagando sobre el monarca y su carácter.

Así pues, los chicos siguieron encontrándose con YunHo y MinHo todos los días durante el resto de la semana. La tensa cordialidad que en un principio reinaba poco a poco se fue dispersando, lo suficiente para confiar en el otro pero no tanto como para revelar su secreto.

—Será un buen gobernador —dijeron algunos cuando preguntaban por el monarca.

—Es muy altanero, pero también es inteligente, seguro no tendremos problemas con él —respondieron otros.

En un panorama general, la gente del reino Shim estaba conforme con su nuevo rey. Al parecer el chico Shim era una persona inteligente y objetiva, que vería por el bienestar de su gente. Sin embargo, también había preocupación por el nuevo reinado.

—Dicen que el Rey Jung tratará de ocupar los territorios de la costa, que alguna vez pertenecieron a su reino antes de la gran guerra —les comentó en susurro un hombre apostado como tendero en un bar local.

—¿Cómo sabe usted eso? —preguntó un curioso YunHo. Pues eso no era más que una vil mentira.

—Mi sobrina trabaja para uno de los ancianos del consejo. El día de la coronación, el rey fue inmediatamente llamado para una reunión urgente. El anciano ha estado teniendo visitas de miembros del consejo, mientras hablan acerca de lo que trataron en esa reunión. Y ese fue el principal motivo de la junta.

—Esas no son más que intrigas —apuntó MinHo con un ceño fruncido. Por su lado, YunHo apretaba fuertemente los puños, tratando de mostrar indiferencia. El tendero lo miró sospechosamente. —Digo, sería ilógico tratar de invadir el lugar, ya que el reino Jung no tiene salida al mar y todo el comercio lo hacen a través de los reinos costeros. ¿Cómo podría ocupar un territorio sin usar barcos? Tendría que atravesar todo el reino para llegar a ese lugar. Eso sería una completa locura.

El tendero asintió. —Puede que se haya aliado con algún reino costero, o yo que sé —dijo antes de retirarse de ahí.

 —¿Creen realmente que el monarca de otro reino tratará de invadir este territorio? —preguntó JunSu. A pesar de mantener oculto algunas cosas, los dragones del aire habían aprendido a confiar en el buen juicio de los otros dos muchachos.

—No. Definitivamente son patrañas —respondió con voz tensa YunHo.

—Esas tierras son, literalmente, una basura. Su árido clima no permite que algo ahí se cultive —comunicó MinHo. —También son en su mayoría acantilados, precipicios de roca sólida de aguas bajas, que impiden que los barcos naveguen por el lugar sin encallarse. El único punto de luz que tiene el lugar es el puerto, el lugar es perfecto para embarcar y desembarcar, aunque es demasiado pequeño para dar cabida a toda una flota. El comercio marítimo se lleva a cabo en la cuidad de Dak-Ho, que está sobre tierra firme, a unas millas de la costa.

Los dragones del aire se miraron entre ellos. Obviamente, por el comportamiento de YunHo y MinHo, habían deducido que provenían del reino Jung.

—Entonces, ¿para qué creen ustedes que el rey Jung quisiera ese puerto tan pequeño? —preguntó tentativamente JaeJoong.

—No habrá tal invasión —acotó YunHo. —Pero ese puerto, por muy pequeño que sea, tiene gran influencia sobre los comerciantes y barqueros que visitan a los demás reinos. No olvidemos que estamos tratando que el reino Shim, uno de los más grandes de esta era.

La conversación siguió, con unos curiosos dragones del aire indagando acerca del otro poderoso monarca y las relaciones que mantenía con los otros reinos, en especial con el reino Shim, las cuales parecían ser bastante diplomáticas y buenas. Mientras que YunHo y MinHo mantenían su palabra diciendo que el reino Jung no tenía planes de atacar a Shim o hacerse de su único puerto.

—Y entonces, ¿conoces al Rey Jung? —preguntó tímidamente JaeJoong, cuando la conversación con los demás chicos había finalizado. YunHo y JaeJoong se habían rezagado adrede para tener un momento solo de ellos dos, cosa que habían hecho durante todos esos días que se estuvieron viendo.

YunHo rió. —Claro, todos lo conocemos. —Habían quedado claro que no tenía caso mentir diciendo que no pertenecían al reino Jung, no después de toda la defensa que habían hecho momentos antes.

—Digo, personalmente —JaeJoong habló suave. —Cuando estábamos en el pub, tú y MinHo parecían hablar de él como si lo conocieran cual buen amigo. —YunHo lo miró, sin responder abiertamente nada. —Es obvio que son más que unos simples ciudadanos de Jung. Por tu forma de comportarte en algunas ocasiones, me atrevo a decir que eres soldado, quizá de la guardia personal de Jung.

JaeJoong lo había notado por la forma en la que sus ojos parecían moverse por todo el lugar, comprobando el sitio antes de adentrarse a este; la forma en la que su mano acariciaba discretamente la espada que reposaba junto a su cadera, y esa actitud de siempre alerta que ambos mantenían, le habían indicado el entrenamiento guerrero. La facilidad del habla, sus buenos modales y el hecho de que estuvieran aquí por “asuntos de investigación”, le decían que eran más que simples soldados.

YunHo, sorprendido, no supo que responder, así que solo asintió ligeramente pasmado. JaeJoong era hábil leyendo a los demás. Él, en cambio, lo único que podía decir de esos tres chicos era que no eran de la región, y que eran bellos, JaeJoong era extraordinariamente bello. Eso más su pensativa actitud cada vez que miraban al cielo.

—Digamos que he visto personalmente al rey unas cuantas veces —dijo finalmente. JaeJoong sonrió. —Tú eres parte de algún consejo o eres un noble. Sé que soldado no eres, tus manos son demasiado suaves, estoy seguro que jamás has tomado un arma. —JaeJoong se sonrojó cuando YunHo examinó sus manos y depositó un beso al final.

—Mi pueblo no es precisamente guerrero como el tuyo. Difícilmente sabemos manejar espadas, pero te aseguro que no somos débiles. Tampoco pertenezco a la nobleza. Mi reino se rige por un consejo de sabios, en el que todos tienen las mismas posibilidades de ejercer un lugar en la asamblea. De hecho, consideramos que todos somos importantes para mantener el equilibrio del reino. —Lo que JaeJoong no dijo era que comúnmente se rotaban las tareas, desde la guardia hasta la recolección de alimento, pasando por el enriquecimiento mágico de los muros aéreos hasta  la enseñanza de los dragones más jóvenes.

—Así que solo fueron enviados a observar.

—Así es.

—Y dime, JaeJoong ¿qué más has observado en mí? —dijo YunHo con una voz grave y seductora, al tiempo que sus ojos negros hipnotizaban a JaeJoong, acercándose más a él, invadiendo con su oscura y masculina esencia todos los sentidos de JaeJoong.

YunHo miraba los grandes ojos plata. Jamás había visto un color similar. Los orbes rodeados por espesas pestañas oscuras y le fascinó el modo en el que él se vio reflejado en ellos. Con JaeJoong tan cerca, sus respiraciones entremezclándose, sintiendo ese cálido choque mágico que les decía el interés del otro, YunHo no pudo evitar mirar los suaves y voluptuosos labios de JaeJoong, antes de lanzarse a ellos y perderse en su sabor.

***

Faltaban solo dos días para que el camino que ahora recorrían juntos se bifurcara, sin embargo, parecían sentir que sus almas estaban encaminadas a estar juntas. JaeJoong así lo sentía.

 —Nos iremos pasado mañana al amanecer. Partiremos con las caravanas que van hacia el este —informó YooChun.

JunSu miraba a JaeJoong, mientras que a éste último se le encogía el corazón de solo pensar en el hecho de separarse de YunHo.

—JaeJoong, debes aceptar el hecho de que partiremos pronto. Disfruta el poco tiempo que tienes —le consoló JunSu.

Así que sabiendo que su misión había sido concluida exitosamente, los chicos se dispusieron a disfrutar de las cosas que la tierra les ofrecía antes de volver a los cielos. JaeJoong estaba más que dispuesto a regocijarse el tiempo que le restaba con YunHo.

Entre besos y abrazos pasaron las horas, uno al lado del otro. Cualquiera que los mirara diría que eran una pareja de enamorados, nadie sabía que estaban destinados a separarse en unas horas.

JaeJoong se sabía deseado dentro de su propio reino, pero nada en ninguno de sus pretendientes lo llamaba tanto como YunHo lo hacía. JaeJoong se sentía girar a su alrededor, simplemente no podía dejarse de sentirse atraído hacia él. Así que lo decidió.

—YunHo —le dijo la última noche que pasarían juntos. Al amanecer JaeJoong se marcharía. Habían acordado no hablar de la inminente despedida, así como pasar todo el tiempo que pudieran juntos, incluyendo esa noche.

YunHo lo miró, sus negros ojos le miraban con tanto cariño. Ni siquiera YunHo había imaginado lo que tan solo unos días había logrado la presencia de JaeJoong en su ser. Los fuertes brazos de YunHo rodeaban el delicado cuerpo de JaeJoong, mientras ambos estaban tendidos a las afueras de la cuidad, sobre un verde y almohadillado pasto, mirando el cielo plagado de estrellas. YunHo supo que no quería dejarlo ir. Sin embargo, sabía que ambos tenían responsabilidades demasiado grandes, mucho más allá de lo que dejaban ver. Por eso se aferraba a ese suave y blando cuerpo, a su esencia, a sus ojos plata, se aferraba a él con todo su ser, porque el día de mañana debía dejarlo partir.

—YunHo yo… —JaeJoong quería dejarle y llevarse un gran recuerdo del que quizá sería su único amor. No había palabras en las que pudiera explicarle lo que deseaba, por eso simplemente lo besó, dejando que el deseo que corría por sus venas fuese notado por YunHo.

YunHo sintió un placentero escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Si bien había besado los labios de JaeJoong varias veces, sin duda esta era diferente. Lo notaba, notaba como su ser ardía, como la pasión nublaba sus sentidos, deseaba poseerlo, hacerle suyo para siempre.

Con un beso comenzó todo, los sentidos despertando, para uno por primera vez, para el otro era algo totalmente distinto, su dragón lo sabía. Conocía de la inexperiencia del otro y el hecho de ser el primero lo hacía querer dar llamaradas de placer.

JaeJoong sería suyo.


JaeJoong era suyo, tal vez no mañana, pero encontraría la forma de volver a él. Y entonces, nada los separaría.


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N/A: A todos, muchísimas gracias por sus comentarios. Sé que dije que serían solo tres capítulos, pero de alguna forma se alargó un poco más, no demasiado, quizá uno o dos capítulos más.

Con respecto a mis otros fic's, realmente lamento aún no poder continuarlos, el más próximo a seguir es Love is Blue, ya que con los otros perdí la inspiración y esta aún anda perdida.

domingo, 12 de abril de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 2



—JaeJoong, date prisa —gritaba un muchacho de veinticinco años desde una esponjosa nube, ahora sólida gracias a la magia de los dragones. Sus ojos y su cabello eran de un castaño claro, como el que tienen las hojas en el otoño, su piel color vainilla claro, combinando perfectamente con sus ojos y su sonrisa risueña, lo hacían ver sexy e inocente a la vez. A su lado, un muchacho de su misma edad, pero de cabello castaño oscuro al igual que sus ojos, posaba su peso de un pie a otro, limitándose a apretar los labios rosados en una fina línea.

—Ya voy —gritó un chico desde dentro.

—¿Cuánto más piensas tardar? Se acabará el día como sigas así —replicó el otro.

—Voy, voy, solo un minuto más.

Cinco minutos después, un chico de piel tan blanca como las nubes y de cabello rubio claro salió por la puerta. A cualquiera hubiera deslumbrado, pero ellos, conociéndolo desde niños le querían como un hermano.

—¿Y bien, que les parece? —preguntó JaeJoong.

Ambos chicos lo evaluaron con la mirada. —Yo no te veo nada diferente —declaró YooChun, el chico de cabellos oscuros. JunSu afirmó con la cabeza.

JaeJoong estrechó los ojos. —Dah. He escondido mi aura que me identifica como dragón.

YooChun arqueó una ceja, mientras JunSu fruncía el ceño confundido. —Me sigues pareciendo un dragón. Hueles a dragón y te ves como uno.

—Si, exacto. Pero parezco cualquier dragón.

Los chicos abrieron los ojos sorprendidos cuando captaron lo que JaeJoong quería decirles. Había ocultado esa aura que lo identificaba como un dragón de plata, haciéndose pasar por cualquier dragón.

—Quizá deberían hacer lo mismo.

—Nah —desdeñó rápidamente JunSu. El conjuro era un tanto complicado y a él no se le daba muy bien. —Tú si eres un caso especial, te distinguen a millas de distancia, incluso tu olor es característico, pero nosotros fácilmente podemos mezclarnos con los demás.

—Bien, entonces, si estamos listos, bajemos —dijo YooChun.

Los otros dos se miraron emocionados, con un brillo en los ojos. Hoy era la primera vez que asistirían a un evento como el que ocurría en las tierras por debajo de ellos. Habían bajado al reino de la tierra varias veces, siempre acompañados de su maestro, Ao Shun, o algún dragón adulto. Y solo se aventuraban a los pueblos poco concurridos o lugares deshabitados.

Sin embargo, hoy era diferente. No solo por el hecho de ir solos, sino también porque era su primera misión como Dragones del Aire, agregándole el hecho de que irían por primera vez al Reino de Shim, donde se llevaría a cabo un gran festival con motivo de la sucesión del heredero al trono. Su misión, observar; observar atentamente al nuevo monarca y decidir si será o no un peligro.

Los tres chicos se encaminaron por las blancas avenidas de su reino, erigidas sobre nubes y mantenidas solidas por la magia que corría por sus venas. Había pocos habitantes, y aún menos niños en las calles, así que las personas los miraban con una sonrisa y un deje de orgullo en sus ojos, que hacían que el pecho de los chicos se inflara.

Caminaron hasta el borde. Un infinito cielo azul les recibía, nubes flotando, meneándose al son que el viento pusiera, incitándolos a desplegar sus alas y  dejarse llevar por el viento como aquellas nubes. Miraron hacia abajo. La distancia que les separaba del suelo era muchísima, a penas se distinguían los manchones de colores sobre lo que sería grandes extensiones de tierra de cultivo o bosques.

Se miraron una vez más antes de asentir. Se dejaron llevar por su naturaleza y desplegaron solamente sus grandes alas, dando un paso al vacio.

Sonrieron como solo el viento en su rostro podía hacerles. Para un dragón, el volar era de las cosas más importantes en sus vidas.

Sobrevolaron por las nubes, para que las personas en tierra no los vieran, en especial por el color de sus alas; cuidando de no toparse con ningún otro dragón, tomaron el camino más largo hacia las tierras de Shim, donde, antes de llegar al territorio central, descendieron en un bosque cercano, ocultos bajo una nube y escondieron sus alas. Caminarían desde allí hasta la ciudad.

—¡Oh! ¡Estoy tan emocionado! —decía JunSu con efusividad a ver los grandes muros de la ciudad.

JaeJoong y YooCHun se miraron y negaron con la cabeza. JunSu jamás cambiaría.

Con tranquilidad, se unieron a los peregrinos que se dirigían a la ciudad para el tan afamado evento. Toda una semana de fiesta para el gran acontecimiento. Charlaron con unos cuantos en el camino, muchos eran comerciantes, otros tantos, como ellos, solo venían a divertirse o a conocer al nuevo regente.

—Juro por mi sangre que es así —dijo una chica próxima a ellos. Los muchachos olfatearon el aire, ella tenía sangre de dragón en sus venas, al igual que las otras que estaban con ella.

—Siendo así, ¿porque no solo te presentaste en su enorme castillo? —replicó otra, con un tono burlón.

—No sería correcto —contestó la misma chica. —Además —añadió con un susurro —ya sabes…

Las otras se miraron fijamente antes de asentir.

—Entonces, ¿Qué tan atractivo es? —preguntó otra más interesada.

—Mucho, mucho, mucho —respondió emocionada la primera chica.

Continuaron con una conversación acerca de lo atractivo que eran algunos nobles desconocidos, de que tan grandes eran sus músculos o el color de sus alas, y uno que otro chisme. Nada relevante, salvo que el nuevo monarca era muy guapo, alto y moreno.

Cuando por fin llegaron a la ciudad, las enormes murallas de roca sólida los impresionaron un poco, haciéndoles retroceder unos pasos. Respiraron profundo y desearon no haberlo hecho. Allí, el aire era viciado, nada comparado con el aire puro al que ellos estaban acostumbrados.

Se adentraron con un grupo de personas, igualmente emocionadas por las fiestas. Traspasaron con nerviosismo el muro de piedra, como si este los condenara a estar encerrados entre esa pared, cortándoles toda posibilidad de volar. Tomándose de la mano, caminaron ciudad adentro.

Cuando el muro se perdió tras la infinidad de casas y edificios, el peso en su pecho se aligeró. Las calles estaban adornadas con farolillos naranjas esparcidos en diagonal, que comenzaban a emitir una luz cálida, conforme la noche se acercaba. Estandartes se exhibían en cada muro y lienzos de telas de los colores del escudo complementaban el adorno.

Comercios y tiendas se extendían por lo largo de la calle principal. Miles de artículos que ellos jamás habían visto, pieles y joyas preciosas, telas, metales, comida y un sinfín de cosas que a ellos no les daba tiempo de mirar hacia todo.

Al final se hospedaron en el mismo lugar que los viajeros con los que se habían mezclado. Descubrieron que muchos dragones habían viajado especialmente para conocer al nuevo rey, yendo incluso a alguno de otros reinos. Así que pasaron desapercibidos por la mayoría.

Solo para los conocedores, esos tres muchachos causaban cierta curiosidad. No por su comportamiento un tanto extraño, más bien era la belleza que ocultaban sus rasgos.

***

—¿Está seguro de que hicimos bien? —preguntó un asustadizo muchacho.

—Si. Es lo mejor —respondió otro mucho más grande.

—Sabe que de haberse presentado, hubiera sido recibido como amigo, ¿verdad?

—De eso ya hace mucho tiempo, MinHo. Las cosas cambian, al igual que las personas.

—¿Señor? ¿Cree realmente que ha cambiado?

Los ojos oscuros del otro hombre le miraron de forma penetrante. MinHo era alto, pero no tanto como él, además distaba de tener el musculoso cuerpo de su compañero, pero no era para nada un enclenque; y aún así, siempre que le miraba de esa forma, se sentía pequeño e insignificante.

—No lo sé. Muchas cosas turbias han pasado en el transcurso de los años. Él ha pasado por mucho. Los informes hablaban de traiciones y conspiraciones en su contra. Es posible que no confíe en nadie y mucho menos en el monarca del reino vecino, aunque éste sea un viejo amigo.

MinHo lo miró apreciativamente, sabiendo que las palabras de su rey eran sabias, y quizá ciertas, pero él quería creer que aquel niño maleducado que había conocido en la Academia de Herensuge, seguía poseyendo un gran corazón.

Sus ojos vagaron de la concurrida calle a su compañero. Ese hombre, no era cualquier hombre, era un dragón. Su casi uno noventa lo elevaba por encima de los demás, su piel, tostada por el sol, le daba un aire seductor; su cuerpo con músculos que saltaban a la vista, lo hacían un espécimen ejemplar; su cabello negro como sus ojos y sus cejas transmitían cierto aire de peligrosidad, su nariz recta y ese lunar sobre sus labios suavizaba sus facciones, dando como resultado a un dios hecho carne. Aunque este dragón no era tampoco cualquier atractivo dragón, era nada más que Jung YunHo, rey de las tierras Jung, colindantes con las de este reino.

Estaba en eso, cuando notó, los ojos oscuros de YunHo, fijos en algo dentro de la avenida principal, justo en un comercio al otro lado de la calle. Tres chicos estaban de frente a él, curioseando con los artículos que allí vendían, nada interesante, solo cachivaches. Pero, la mirada de YunHo no dejaba de observar, incluso su pose de desinteresada pasó a una más atenta.

Entonces, el chico rubio giró su rostro. MinHo casi pudo percibir como el aire de los pulmones de YunHo se vaciaba, sin tratar de llenar el espacio de nuevo, solo estaba ahí, mirando al chico sonreír. Y MinHo también sonrió, un poco impresionado. En todo el tiempo que conocía a YunHo, que era desde niños, MinHo jamás lo había visto tener una actitud similar, excepto cuando pequeño le gustaba realmente algo. El chico rubio camino junto a sus compañeros y fue en ese momento que cayó en la cuenta de lo que había llamado la atención de YunHo al principio. Eran dragones.

Por su actitud deducía que no eran de la región, pero tampoco eran de su propio reino. No podía olfatearles pues había demasiados aromas en el aire. Así que comenzaron a seguirlos.

Entre el gentío, caballeros y damas de largos vestidos, YunHo y MinHo seguían a los tres misteriosos chicos. Hasta que las trompetas comenzaron a sonar, anunciando que el evento principal estaba a punto de dar comienzo.

La gente comenzó a aglomerarse para caminar hacia el castillo, de donde podrían observar al nuevo Rey ya coronado, porque obviamente, a la ceremonia solo podían asistir los nobles, pero a la fiesta todo el pueblo.

Allí perdieron a los muchachos, pero MinHo estaba seguro de que YunHo no tardaría en hallarlos. Y así fue.

A YunHo poco le importó ver como desfilaban cada uno de los nobles del consejo que dirigían el reino. Solo se acercaba cada vez más a los muchachos sin que ellos se dieran cuenta de su presencia, ya que estaban mirando, al igual que todos  a los personajes que desfilaban por el palco principal del castillo.

Cuando YunHo estuvo detrás del chico rubio, su aroma le golpeó fuertemente, inundando su sentido, dejando fuera todos los demás aromas que no fueran el del chico rubio, más pequeño que él y mucho más delgado.

El chico giró su rostro hacia YunHo, y a YunHo se le fue el aire una vez más. Si de lejos era una belleza, de cerca lo era mucho más. Su piel era tan clara como la leche, sus ojos grandes y rasgados de color gris plata, le miraban interrogantes. Su nariz pequeña y sus labios abultados y rojos complementaban el cuadro. En pocas palabras su belleza era deslumbrante.

YunHo estaba seguro de que muchos lo habían notado, ya que había varios girando constantemente su rostro hacia ellos. Y sintió furia.

Con cuidado, le colocó la capucha de nuevo a la hermosura frente a él. El chico giró de nuevo su rostro y atención hacia el frente, donde las trompetas anunciaban la presencia del ahora rey. YunHo también miró.

Shim ChangMin caminaba con paso lento y orgulloso, con una brillante corona de oro decorado con piedras preciosas sobre su cabeza. Alto y altivo, así lo recordaba YunHo.

***

JaeJoong había sentido que alguien los miraba, pero aquí, mucha gente lo miraba, algunos con admiración y otros con un sentimiento que rayaba en lo pecaminoso. Sin embargo, por alguna razón, la intensa mirada que los seguía no le causaba asco ni miedo, solo un cosquilleo en su espina dorsal.

Cuando estuvieron reunidos en la plaza frente al palco principal, un aroma masculino llamaba poderosamente sus sentidos, pero no quería girar la cabeza para no delatarse, ni verse ansioso ante sus amigos.

Entonces, sintió esa misma presencia detrás de él. Lo que encontró lo dejó sin habla. Era la criatura más impresionante que JaeJoong hubiera visto, porque sí, sabía que se trataba de un dragón, pero él nunca había visto nada igual.

El hombre era alto, de piel tostada y cabellos negros como la noche. Sus ojos, a pesar de ser negros, se mostraban cálidos y sus pequeños labios adornados con el lunar le incitaban a hacer cosas innombrables.

A JaeJoong le recorrió un escalofrío por la columna cuando el sujeto le acomodó la capucha de nuevo.

Las trompetas sonaron una vez más, sacándolo de su estupor por aquel hombre, pero no lo suficiente para que dejara de notar su intenso aroma y su abrumadora presencia. A pesar de todo eso, JaeJoong no se sentía ni mínimamente incómodo o en peligro.

Frente a él, sus ojos captaban al monarca, un tipo que como la chica en el camino dijo era verdaderamente atractivo, pero para JaeJoong había quedado en segundo lugar, pues el hombre detrás de él sin duda ocupaba su primer puesto.

El nuevo monarca se veía serio y orgulloso, nada diferente de todo dragón que se jactara del color de sus escamas. Miraba a todo su pueblo con sus ojos oscuros a la distancia, pero que seguramente serían más terrosos de cerca. JaeJoong solo veía a un chico común, que había sido coronado. No podría decir nada del monarca hasta que no comenzara bien su reinado, pero a su juicio, parecía un hombre justo.

El monarca dirigió unas palabras, de las que JaeJoong no escuchó más de dos frases. Rogaba porque YooChun hubiese puesto mayor atención, porque JunSu seguramente estaría en las mismas que él. Por un momento maldijo al encantador hombre detrás de él, que con su oscura presencia distorsionaba todos los sentidos de JaeJoong.

No supo cuanto tiempo estuvieron de pie ahí en la plaza. Solo fue consiente cuando el monarca se despidió de sus súbditos para retirarse después.

Entonces, una mano grande se posó sobre su hombro.

JaeJoong miró al hombre de ojos oscuros, ojos que lo atrajeron inmediatamente. Su mano se deslizó desde su hombro por todo su brazo con una caricia hasta su mano.

—YunHo —se presentó besándole el dorso.

JaeJoong se sonrojó. —JaeJoong.

Eso fue todo lo que necesitaron para que el mundo alrededor de ellos desapareciera. Solo ellos dos.

***

Ajenos a todos ellos, una conspiración estaba en movimiento. Una que pretendía acabar con la paz establecida e imponer un nuevo régimen, uno donde ellos fueran los seres dominantes, uno donde los dragones de la tierra no fueran más que bestias. Uno donde el reino de los dragones del aire fuera conquistado, junto a todo su poderío.

El conspirador, desde las sombras observaba al Shim ChangMin, y sonreía porque su plan comenzaría a llevarse a cabo dentro de poco.

Por fin, todos esos años de servilismo serían recompensados. Los dos reinos más grandes del los Dragones de la Tierra se hundirían bajo las llamas y la sangre, obligando a bajar a los Dragones del Aire.


Pronto, muy pronto…

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N/A: Espero les esté gustando esta historia.

Sanke me preguntaba por el cómo nacían estas historias. Bueno, no sé como nazcan las de otros autores, pero las mías generalmente nacen de una imagen o de una canción, es entonces cuando puedo imaginarme a los personajes haciendo tal o cual cosa, según la letra o la imagen. Y de esa manera les comienzo a crear todo un mundo solo para ellos, uno donde se desarrolle la letra de esa canción o donde la imagen sea parte de ese lugar.

Como bien saben, mi inspiración viene y va, no es constante por más que yo quiera, por eso tengo unos fics sin terminar, y cuando ha pasado algún tiempo desde que dejé de escribirlos, me es muy difícil retomar la historia de nuevo, porque he perdido ese algo que me conectaba con ese mundo que les creé. Aún así, haré mi mayor esfuerzo por terminarlos, solo téngame paciencia con ellos.

A todos los que comentan, quiero darles mis más sinceras gracias. Para mi no existe ningún otro beneficio que sus comentarios, de eso también se alimenta mi inspiración, porque sé que la historia les gusta o les parece interesante o la odian. Es cuando sabes que vas bien y que tu rumbo es correcto.

PD. Siempre leo todos sus comentarios. A todos Gracias :)

domingo, 5 de abril de 2015

CORAZÓN DE DRAGÓN: PARTE 1





«Hace mucho tiempo, mucho antes de que la raza humana viera la luz del sol, existían los dragones. Seres míticos que poseían grandes alas unidas a su enorme cuerpo de reptil, famosos por gigantesco tamaño, así como por su habilidad mágica.

Dominaron el mundo por eones, hasta que un día, simplemente dejaron de existir. O eso dicen las leyendas…

Ciertamente es que la población de dragones fue diezmada por la cacería que la raza humana emprendió en su contra.

El ser humano, demasiado débil con sus frágiles cuerpos, construyendo enormes murallas y armas; demasiado ambicioso para acabar con todo, sea humano o no, amigo o enemigo; demasiado ignorante para temer a lo que no conoce.

En un principio, los dragones miraban a las frágiles criaturas con la curiosidad nata de la naturaleza. Después, cuando pudieron ver que estos seres poseían inteligencia, comenzaron a interactuar con ellos. Les enseñaron del campo, de la tierra, de los metales, de las estrellas, de la magia y su poder…

El poder corrompe.

Así, un día se vieron traicionados por aquellos frágiles seres a los que se habían dedicado a cuidar. Fueron cazados con las armas que los humanos construyeron con el mismo metal que los dragones les enseñaron a forjar.

La lucha no fue sencilla. Los dragones orgullosos por naturaleza, solitarios en su mayoría, ya que necesitan de grandes extensiones de tierra para poder cazar, abastecerse o simplemente volar. En su ceguera de orgullo, no les permitía pedir ayuda o unirse en una manada, no podían creer que seres tan insignificantes como los humanos estuvieran exterminándolos, cercando a cada uno de ellos para poder matarlos con la magia que de los dragones aprendieron. En cambio, los humanos, que se reproducían como hormigas y aprendían rápido la forma de eliminarlos, se vieron reflejados cuando la mayoría de los dragones se extinguió.

Los pocos que fueron capaces de huir, formaron manadas, pero su misma forma de ser les llevaba a peleas a muerte entre ellos. Mayormente por problemas como los territorios de caza o por aterrorizar comunidades humanas, delatando así la ubicación del grupo. Hasta que, uno de ellos, con su extensa sabiduría adquirida por los años, reflejada en cada una de sus doradas escamas, decidió que era mejor vivir junto a los humanos, literalmente.

Fue como transformaron sus cuerpos en minúsculas bolas de carne, sus impenetrables y brillantes escamas en blanda y sin ningún chiste piel humana, aunque seguía conservando su hermética fuerza. Sus alas desaparecieron y fueron obligados a caminar sobre dos pies. A pesar de detestarlo, sabían que era su única forma de supervivencia. Y entonces, se mezclaron con los humanos.

Años transcurrieron desde aquello. Los sobrevivientes se desperdigaron por el mundo. Los dragones, teniendo una vida mucho más larga que la de los humanos, vivieron en soledad. Finalmente, unos pocos se aparearon en su forma humana. Los pequeños nacidos eran una nueva raza, ni dragones ni humanos, tenían de ambos cualidades.

Cuando una nueva era inició, los hijos procreados con los humanos comenzaron a dominar el mundo. Para algunos dragones, que no olvidaban la ofensa cometida por sus antecesores, estaban a favor de la eliminación de la raza humana. Otros, simplemente habían aceptado que su tiempo en la tierra ya había pasado.

De esta forma, nacieron dos grandes grupos, los Dragones de la Tierra y los Dragones del Aire.
Los Dragones de la Tierra, gustaban de ser superiores a los humanos, pero también, no siendo totalmente dragones, sentían un cierto recelo para los seres alados. Por eso, mantenían a los humanos como aliados y esclavos. El ser humano es capaz de hacer eso con su misma especie. Y jamás revelaron su verdadera naturaleza.

Los Dragones del Aire, abandonaron completamente la tierra, erigieron moradas en las altas montañas y nubles de hielo, solo bajando para alimentarse y por curiosidad. No interactuaban con los humanos ni los dragones de la tierra.

Y así fue por otra era, pero de nuevo el caos se desató.

Los Dragones de la Tierra comenzaron a pelear por los territorios, y después, simplemente su lado humano los empujaba a pelear por el poder. Grandes guerras se desataron. Cubrieron las tierras de rojo sangre, apestaron el aire con olor a cadáver y, de nuevo los dragones, se vieron casi extintos, junto con los humanos que les acompañaban.

Allí, donde la sangre había manchado la tierra, dejó de ser fértil. Incapaz de producir nada más que polvo. Los habitantes se enfrentaban ahora a un nuevo problema o una nueva voluntad para pelear con más fiereza. Tanto humanos como dragones peleaban por un territorio fértil, agua y abundante caza.

La guerra recrudeció, afectando finalmente a los Dragones del Aire.

Los Dragones del Aire, al ver el estado en el que la tierra había quedado, decidieron intervenir. Su magia, mucho más poderosa que la de los Dragones de la Tierra, debido a que la mezcla de sangre humana se mantenía al mínimo; fue usada para curar los campos.

Esa, fue también una guerra cruel y silenciosa para los Dragones del Aire. Si bien eran más fuertes mágicamente, también eran menos que los Dragones de la Tierra. Y el precio a pagar fue muy alto: vida por vida. Para sanar la tierra necesitaba demasiada magia y una vez comenzado el conjuro no terminaba hasta que agotaba a su portador, donde muchos Dragones del Aire dieron hasta el último de sus suspiros en magia de sanación.

Cuando los campos fueron sanados, en medio de un caos, los Dragones del Aire se retiraron, con la promesa de siempre vigilar a los Dragones de la Tierra, para que ninguna guerra similar se desate de nuevo por la ambición.»

—¿Sí, JunSu? —habló la voz calmada del hombre anciano.

—¿Cuándo podremos bajar a la tierra? —preguntó el chiquillo con pinta de ser un niño hiperactivo.

—Cuando estén listos —respondió el hombre.

—¿Y eso cuando será? Yo ya estoy listo —dijo JunSu muy animado, mirando con ojos brillantes a sus compañeros. A su lado derecho, YooChun dormitaba, a su lado izquierdo, JaeJoong veía hacia un punto perdido en la nada.

El hombre mayor examinó a su nueva camada de estudiantes, pasó una mano por su frente como si así el dolor de cabeza que los chiquillos le causaban se fuera a ir.

—No, JunSu. Por enésima vez en esta clase, no estás listo. No estabas listo ayer y no estarás listo mañana —habló con voz contenida, haciendo un último acopio de su paciencia. —Es tu segunda clase, nadie está listo en su segunda clase —acalló cuando vio al chico querer abrir la boca de nuevo.

Ao Shun había sido maestro en las fortalezas aéreas desde hace tanto que ya ni lo recuerda. Siendo el menor de cuatro poderosos hermanos, ahora era el único con vida. Esa última guerra se había llevado consigo a sus hermanos. Ahora, él se encargaba de enseñar a las nuevas generaciones de Dragones del Aire, sus orígenes y sus deberes.

Ao Shun no solo era el anciano maestro, era el más antiguo de los Dragones del Aire, pues, cuando la última guerra entre Dragones de la Tierra desoló al mundo, el era solo un chiquillo, obligado a madurar en un ambiente hostil y decadente, perdiendo a toda su familia en la labor de sanación. Aprendió muchísimo, aunque no de la mejor forma.

En su calidad de dragón, también era único, ya que era el último dragón dorado en el mundo. Por eso, estaba especialmente intrigado con esta nueva camada de jóvenes dragones. JunSu, un dragón ocre, una especie bastante común, era un niño muy feliz y amigable con todo lo que le rodeaba, demasiado inocente también sería una particularidad en él. YooChun, un dragón broncíneo, era el típico dragón del aire, capaz de controlar las nubes a voluntad, sería también un niño muy bromista y risueño si no se la pasara dormitando la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, lo que a Ao Shun le intrigaba más, era el pequeño cachorro de dragón frente a él, JaeJoong. Era tan inusualmente anormal que un dragón plateado naciera de una camada de dragones broncíneos, pero ese chico de allí lo era. No solo que naciera de dragones broncíneos, sino que un dragón plateado en sí ya era lo suficientemente extraño. Ao Shun en su vida había visto a uno, hasta el pequeño JaeJoong, pero sus padres alguna vez le relataron de algunos que habían construido la fortaleza en el cielo, nada más.

Lo inquietante no solo era el color de sus escamas, ni la desbordante belleza que le acompañaba, no. Lo realmente turbador, era lo que significaba. Un dragón plateado era señal de un gran cambio en el mundo. Ao Shun solo esperaba que para bien. No estaba en sus manos el destino de la Tierra, pero en él estaba inculcar a ese chico con los mejores valores para crear un mundo de bien. Y así lo haría.

***

«Los Dragones del Aire, al ver el estado en el que la tierra había quedado, decidieron intervenir. Su poderosa magia, resultado de reproducirse solo entre ellos, evitando a los humanos; fue usada para curar los campos.

Cuando los campos fueron sanados, en medio de un caos, los Dragones del Aire se retiraron, con la promesa de siempre vigilar a los Dragones de la Tierra, para que ninguna gue…»

—Bla, bla, bla. Eso ya lo sabía —irrumpió groseramente un morocho chiquillo.

Herensuge se limitó a arquear una ceja, como única señal de su molestia. Cada vez tenía menos paciencia con las nuevas camadas. Incluso no sabía por qué había aceptado ser tutor de ese par de chiquillos. Él, un dragón rojo que no se somete ante nadie, está teniendo graves problemas al enfrentar la mente astuta del pequeño bastardo frente a él. Si no fuera porque es hijo de una de las familias de dragones con más renombre, ni siquiera hubiera dudado en sacarle la lengua.

—Me alegra que tu curiosidad sea tanta como para conocer nuestra historia —habló Herensuge con fingida calma. —Pero es así como todas las lecciones comienzan, es siempre bueno saber de nuestros orígenes y las restricciones que tenemos. Además, no te has puesto a considerar que tal vez, tu compañero no esté tan informado como tú.

—¿Él? —señaló al otro niño, un poco mayor que él. —Nah. Es igual, total, YunHo no se enterará de nada de todas maneras —dijo desdeñosamente el menor. —Además —añadió en un susurro— creo que es un poco lerdo, no hace más que mirar por la ventana.

Con un suspiro, Herensuge pensó que quizá el chiquillo tuviera razón. YunHo no había dado señal de escucharlo, ni siquiera de haber notado que estaban hablando de él.

Jung YunHo, tenía doce años, edad en la que se considera necesario comenzar a aprender el arte de dominar sus habilidades de dragón, así como sus emociones humanas, en especial esas perversas emociones que ocasionaron la guerra. YunHo, hijo de otra familia de renombre, no parecía interesado en aprender nada, en general, no parecía interesado en nada, y Heresunge odiaba a esta clase de adolescentes, porque eran impredecibles. Además era un dragón negro, dragones de por sí impredecibles.

ChangMin, de nueve años, perteneciente a la familia Shim. Fue enviado a él para instruirse a pesar de su juventud, siendo esta opacada por su astucia e inteligencia. Sin embargo, el pequeño dragón azul era una verdadera patada en el trasero. Demasiado molesto, metiendo las narices en todo y bastante grosero. Lo aguantaba en su academia, no solo por el dinero, sino también por no incomodar a su familia, quienes eran mucho más que él y sus guardias en número.

Bien, al final solo los tendría unos años antes de que regresaran a sus hogares. Podría aguantar.

—Si, como sea. Continuemos —decidió omitir las observaciones del pequeño ChangMin. —Como les decía, después de la última guerra, la desolación consumió la tierra y fue necesaria la magia de los Dragones del Aire para restablecer de nuevo el orden en la naturaleza. A su vez que impusieron el mandato de vigilancia constante hacia nosotros.

—Pero nadie ha visto uno en años —sorprendentemente, esta vez, interrumpió YunHo.

Después de verse atrapado unos segundos por los hipnóticos ojos negros, Herensuge se recuperó. —Efectivamente, nadie ha confirmado un avistamiento de algún Dragón del Aire. —Miró a sus dos alumnos, con su confianza renovada al haber obtenido la atención de ambos. —Desde su imposición como nuestros centinelas, nadie, con certeza ha visto uno. Sin embargo, rumores entre los humanos aseguran haber visto a dragones volando cerca de las montañas más altas o sobre las nubes. Claro, solo son rumores, pero, si hay un rumor es porque seguramente algo lo generó.

—Pudo haber sido uno de los nuestros —afirmó ChangMin.

Herensuge le sonrió. —Niño listo. Si, pudo haber sido uno de nuestra clase, no obstante, lo interesante de estos rumores, son el color de las escamas que estos ejemplares tenían. Bronces, ocre y cobrizos. Esos son los colores del dragón que siempre afirman ver en ese tipo de rumores. —Hizo una pausa para dejar que sus alumnos sopesen la idea. —Nuestra clase se caracteriza por los colores rojo, azul, verde, blanco y negro. Siendo los dragones rojos, azules y negros, los más astutos y fuertes que el verde, y bueno, los blancos son los familiares incómodos.

Los chicos se rieron del chiste. Era bien sabido que los dragones blancos no eran muy inteligentes, pero sí demasiado agresivos.

—Entonces, ¿cómo es que “nos vigilan” si nunca están por aquí? —preguntó ChangMin.

—Que no se dejen ver no significa no ellos no nos vean. Recuerda que al igual que nosotros, provienen de una mezcla de sangre con la raza humana, así que, en su forma humana se mezclarían perfectamente en cualquiera de nuestras ciudades.

—Pero si fuera así, ¿no olerían distinto a un humano?

—Todos los dragones huelen distinto a un humano, pero si se mezclan en una ciudad donde habitan dragones o que está bajo la protección de los dragones, es imposible distinguirlos.

—¿Qué tan diferente son ellos de nosotros? —preguntó YunHo.

Herensuge, era un hombre de mediana edad. Desde pequeño se había interesado por los Dragones del Aire, así que era considerado un experto en el tema. Eso y su capacidad para controlar las emociones humanas, lo hacía el perfecto maestro para enseñar a sus hijos. —Físicamente, en nada, solo el color de sus escamas. Mágicamente, son más poderosos debido a su sangre. Aunque ustedes, son lo que consideramos pura sangre. Su historia familiar dice que su linaje se remonta desde la primera guerra, reproduciéndose solo son dragones, dejando de lado la mezcla con la raza humana. Así que, según mis teorías, ustedes deben ser tan fuertes mágicamente como un Dragón del Aire, además de que pueden desarrollar su fuerza física mucho más que ellos por las condiciones en las que crecen.

Los dos niños se miraron con los ojos brillantes ante la promesa del poder y fuerza que su linaje les traía. Ahora, ansiosos de conocimiento, serían alumnos dedicados y Herensuge dejaría de preocuparse por mocosos entrometidos o adolescentes introvertidos.

Lo que ninguno de ellos sabía, era que había alguien más escuchando su conversación. Alguien que hambriento de poder y ambición, haría lo que fuera para ver alcanzado su objetivo.

Los hilos del destino se estaban entretejiendo, uniendo una vez más el camino de los Dragones del Aire y los Dragones de la Tierra.

***

Quince años después.

—¡Señor! —vociferó un oficial. —Han atacado a uno de nuestros poblados colindantes.

—Con este es el segundo —dijo el consejero. —Esto es una declaración de guerra.

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N/A: Espero les haya gustado. Este es un mini fic, pensado para tres capítulos. Hubo ciertamente una imagen que me dio la idea del fic, hace ya mucho tiempo, solo que por X o Y razón no lo había hecho.


Imagen robada del facebook de SeoHyeon Jeong  XD