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martes, 29 de octubre de 2013

EL TOQUE DE UN ASESINO: CAPITULO 21 FINAL


Jaejoong subió una caja por las escaleras hasta el dormitorio principal. Después de dejarla, se tomó unos minutos para recuperar el aliento. A pesar de que había pasado un mes desde que lo habían rescatado, aún tenía algunas secuelas persistentes de todo el veneno que le habían inyectado.

Se sentó en el borde de la cama pensando en las semanas posteriores al rescate y lo dolorosa que había sido su desintoxicación. Si no hubiera sido por el apoyo de Yunho, Jaejoong dudaba que lo hubiera superado.

Por extraño que pareciera, Yunho no había sido su único apoyo. Jade no sólo se había quedado a ayudarlo, sino que había colaborado con Minho para destilar un antídoto. Además, Taemin seguía pegado a Yunho y Jaejoong como cinta adhesiva. Mientras que Yunho fingía que le molestaba esa adoración que tenía Taemin por él como su héroe, Jaejoong estaba seguro de que Yunho también tenía debilidad por el pequeño Lince.

Jaejoong sonrió ante la ironía. ¿Quién habría pensado que ellos serían los tutores de un huérfano? Jaejoong había crecido en un hogar de acogida sin amor, y Yunho, había sido vendido a un monstruo por su propia madre. Por eso era tan impresionante que casi daba risa.

Sin embargo, Jaejoong no cambiaría su improvisada familia por nada en el mundo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Yunho cuando entró en el dormitorio y se sentó en la cama junto a Jaejoong.

—Cansado, pero contento. Todavía no puedo creer que compráramos una casa al lado de Minwoo y Dongwon.

—Lo sé, es muy doméstico, así que no permitiré que nadie lo vea para no perder mi estatus de psicótico —Yunho le dio un simulacro de temblor. Jaejoong se rió mientras le daba un golpe juguetón a Yunho. —Taemin salió con Jade de expedición —los ojos de Yunho le dieron una astuta mirada cuando se acercó y tiró del dobladillo de la camisa de Jaejoong—, eso nos da un tiempo a solas.

Jaejoong sonrió. —¿En qué vamos a emplearlo?

—Puedo pensar en una o dos cosas.

Yunho le sacó a Jaejoong la camisa antes de unir sus frentes y darle una breve orden. —Desnúdate mientras encuentro el lubricante. Tiene que estar en una de las cajas que están aquí. —Eso hizo que las bolas de Jaejoong se apretaran.

Jaejoong se levantó y se quitó la ropa en tiempo récord. Lamentablemente, pasó mucho más tiempo mientras Yunho buscaba la botella de lubricante. Desnudo y colocado sobre sus rodillas, Jaejoong miró durante unos minutos antes de decidir tomar el asunto en sus propias manos, literalmente. Se inclinó y envolvió su polla con su puño, bombeándola.

—Será mejor que te des prisa, o de lo contrario terminaré incluso antes de que tengas la oportunidad de jugar conmigo —advirtió Jaejoong antes de gemir y echar la cabeza hacia atrás.

Como siempre, la visión de su cuello expuesto hizo que Yunho soltara un gruñido apreciativo. Jaejoong golpeó a su compañero con una sonrisa por el gemido que había soltado.

—¿Debo pegarte? —amenazó Yunho.

Esa vez Jaejoong no se molestó en ocultar su sonrisa. —¿Qué bien haría eso? Los dos sabemos que sólo me excitaría más.

Yunho levantó la vista de la caja en la que había estado buscando. —Supongo que tienes razón. La última vez que te discipliné de esa manera, disparaste por todo mi regazo. Todavía no he logrado sacar las manchas de mis pantalones de cuero negro.

Jaejoong se llevó la mano a la boca y pasó lentamente la lengua por la palma de su mano antes de llegar de nuevo hasta su polla y agarrarla. Sentado sobre sus rodillas, comenzó a mover su polla arriba y abajo en su puño ensalivado, asegurándose de que sus gemidos eran buenos y fuertes.

Yunho miró en una última caja y dejó escapar un grito de emoción. —Lo encontré.

Levantando la botella, la miró y frunció el ceño. —¿Desde cuándo tenemos con sabor a cereza?

—Lo compré como regalo de inauguración de esta casa —dijo Jaejoong.

—¿Te he dicho que amo la forma en la que piensas y tus regalos?

Yunho lanzó la botella en la cama y comenzó a quitarse la ropa.

Jaejoong inclinó su cabeza hacia un lado. —Creo que es posible que me lo dijeras esta mañana, cuando te di tu mamada mañanera diaria.

Finalmente desnudo, Yunho subió a la cama y golpeó la mano de Jaejoong para hacerse cargo de las caricias. —Bueno, ya que te encargaste tan bien de mí, es justo que ahora te devuelva el favor. Sobre tu estómago.

Jaejoong obedeció feliz, acomodándose con sus brazos debajo de su barbilla como si fueran una improvisada almohada. Cuando sintió el terciopelo de los labios de Yunho planeando a lo largo de su columna vertebral, Jaejoong dejó escapar un ronroneo de la felicidad.

Desde que había conseguido rescatarlo, Yunho no se cansaba de probarlo y de frotarse contra él, algo que a Jaejoong no le importaba en lo más mínimo, porque amaba ser cubierto por el olor de Yunho. Amaba a su excéntrico Leopardo y quería que todo el mundo lo supiera.

Yunho dejó caer lentamente una lluvia de besos por la columna vertebral de Jaejoong, sin detenerse hasta llegar a la raja de su culo. Jaejoong contuvo el aliento por la anticipación, dejando escapar un grito cuando Yunho separó sus globos y le dio un beso en su estrecha abertura.

—Sólo una advertencia, no sé cuánto tiempo voy a durar si sigues haciendo eso —advirtió Jaejoong.

—Tú no te correrás hasta que te lo ordene —amonestó Yunho.

Jaejoong se quejó, las palabras fueron directamente a su polla. Cada vez que Yunho le hablaba de esa manera, Jaejoong estaba indefenso, pero haría exactamente lo que le había ordenado su compañero. —Sí, Yunho.

Para probar que él y sólo él tenía el control de la situación, Yunho lamió, mordió y chupó el culo de Jaejoong, sólo para apartarse cada vez que Jaejoong estaba en el borde. Yunho continuó con la dulce tortura durante lo que pareció una eternidad. A medio camino, añadió a su lengua sus dedos. Primero insertó uno, a continuación otro, hasta que al final tuvo cuatro dígitos entrando y saliendo del agujero de Jaejoong.

—Este lubricante sabe bien —observó Yunho frustrado. Como para enfatizar su punto, apuñaló de nuevo el agujero de Jaejoong con su lengua.

—¡Sólo jódeme! —gruñó Jaejoong mientras se frotaba contra el colchón, en un intento desesperado por aliviar un poco el dolor en su pene.

Ese estallido de ira le valió una palmada en el culo, pero no le importaba, Jaejoong incluso gimió y se arqueó hacia la mano de Yunho. También consiguió lo que quería, porque Yunho retiró sus dedos y presionó la punta de su polla en el extendido agujero de Jaejoong.

—Te amo —se quejó Yunho antes de empujarse todo hacia adentro.

Jaejoong gritó cuando el placer se mezcló con un dulce alivio. —Yo también te amo.

A pesar de que Yunho estableció un ritmo lento y sensual, Jaejoong pronto se encontró al borde de correrse.

Eso no lo sorprendió. Ya que la comida de culo anterior lo había llevado varias veces al borde, realmente fue un milagro que no se corriera en el momento que la polla de Yunho lo había llenado.

—Por favor, Yunho. Tengo que correrme —gimió Jaejoong.

Yunho se inclinó hasta que llegó al oído de Jaejoong. —Entonces córrete para mí, Pantera. Sólo asegúrate de gritar mi nombre cuando lo hagas.

Así que Jaejoong lo hizo. Empujándose contra la mano de Yunho, Jaejoong gritó el nombre de su compañero cuando el orgasmo golpeó duramente su cuerpo. El placer y una sensación de paz se apoderaron de Jaejoong mientras sentía a Yunho unirse a él. La polla del Leopardo dio varias sacudidas antes de llenarlo con calientes ráfagas de semen.

Después de que se recuperaron, Yunho se puso de lado y tiró de Jaejoong hacia su pecho para que no tuviera que descansar sobre la mancha de humedad. Jaejoong se acurrucó feliz en el cuerpo caliente de su compañero y dejó escapar un suspiro de satisfacción.

—¿Puedo contarte un pequeño secreto? —Jaejoong le preguntó.

—Seguro.

—Cuando Orión me secuestró, hubo un momento en el que dudé que pudieras encontrarme. —Yunho se puso tenso, pero no respondió. Jaejoong continuó: —Entonces me acordé de la forma en la que me miraste la primera vez que me dijiste que me querías.

—¿Qué tiene que ver eso?

—Era una combinación de miedo, shock y felicidad, pero lo único que me mantenía era la sensación de paz que parecía asentarse sobre mí cuando pensaba en ti. Supe entonces que habías compartido una parte de ti mismo conmigo que nunca le habías mostrado a nadie antes. Eso fue algo que nunca pude olvidar, no importa cuántas drogas bombeara Orión en mí.

Yunho le dio un beso a Jaejoong en el hombro. —Eso es cierto, ¿sabes? Cada vez que estoy a tu alrededor, siento que todo es fácil. Tú acallas todo lo malo.

Jaejoong se giró para quedarse frente a Yunho. —Pero no lo entiendo, no hay nada malo en ti. Nunca lo ha habido. El hecho de que seas un Leopardo no significa nada. Cuando te miro, todo lo que veo es a Yunho, el hombre que amo.

A Yunho se le pusieron los ojos sospechosamente húmedos antes de que respondiera: —Gracias a ti, Pantera, creo que finalmente lo puedo creer.

Jaejoong se acurrucó de nuevo en los brazos de Yunho y se durmió, feliz de saber que estaba en lo cierto, que pertenecía al felino más compasivo, amoroso y amable de la coalición.




FIN



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Espero les haya gustado esta historia tanto como a mí. En el universo de los "Cambiaformas Perdidos" esta es sin duda mi pareja favorita. Les comento que las aventuras de esta pareja continuan, por lo que  en breve adaptaré la siguiente parte. Otra cosa, por los que querían saber de la madre de Yunho, le agregaré ese extra.

sábado, 26 de octubre de 2013

EL PESO DEL ALMA: EPÍLOGO





Yunho estaba destrozado. Entre su conciencia y la falta de Jaejoong lo habían llevado al apoyarse en el alcohol.

Se había deshecho de Junsu, quien con todo el coraje del mundo le había gritado a los cuatro vientos que él era el único culpable de la muerte de su esposo y que ellos eran amates desde casi el principio de su matrimonio, que Yunho de honesto no tenía absolutamente nada y otras muchas cosas que Yunho ya ha olvidado.

Lo que no olvidó fue el video que le lanzo a la cara Junsu. ― Para que veas a tu zorrita ― le había dicho.

Pero lo que vio solo le confirmó lo que ya sabía. En un principio se mostraba a Yoochun sonriendo e introduciendo la clave del apartamento. La cara de Jaejoong al verlos fue de todo menos de alegría por verlos ahí. Después los gritos, el intento de Jaejoong por defenderse, los golpes. Jaejoong sollozando para que no le hicieran nada. Yoochun mordiendo y chupando el delicado cuerpo de su esposo. Yoochun introduciéndose de golpe en él. El grito desgarrador de Jaejoong cuando fue ultrajado. Jaejoong rogando porque parara. Sangre escurriendo por sus muslos. El cuerpo apático de Jaejoong indicando que había perdido la conciencia. Las risas burlonas de Yoochun y Junsu. Unos minutos más de filmación donde Yoochun saciaba sus ganas y un Junsu diciendo que tenía suficiente, dejando al perro de su primo montado sobre su frágil esposo.

Yunho recordó entonces cómo lo había tratado justamente un momento después de lo que le había pasado. Había encontrado a Jaejoong en el baño, donde seguramente se limpiaba del hedor de Yoochun, Y él, el lo había tratado peor que un perro... peor que basura...

Y, eso fue el detonante.

Yunho tomo una navaja y cortó sus muñecas.

No deseaba una vida sin Jaejoong y no se perdonaría nunca lo que le hizo. Esperaría a que la muerte le trajera la tranquilidad de la nada.

Y la muerte llegó.

Changmin sonrió al verlo. Yunho lo veía, sabía quién era.

― ¿Has venido por mí?

― No. ― La voz dura que Changmin utilizó le heló la poca sangre que Yunho tenía en las venas. ― No. Tú estás maldito.

Yunho lo sabía, pero que la misma muerte lo confirmara lo hacía más real.

― Tú estarás condenado a vivir eternamente en tu sufrimiento, con la angustia eterna de saber que Jaejoong murió por tu causa, por tus puños. Fuiste puesto en el camino de Jaejoong para darle amor y una vida feliz, sin embargo lo que le diste fue un verdadero infierno. Y ahora, está en un lugar donde tú nunca lo verás.

― ¿Conocías a Jaejoong?

― Lo vi por primera vez cuando visitó el hospital y me quedé a su lado. ¿Sabes lo malditamente frustrante que era verlo golpeado por ti? ¿La impotencia de querer ayudarlo y no poder?

Los ojos de Yunho se abrieron por la sorpresa.

― No, no lo sabes. Pero lo sabrás. Jung Yunho te condeno eternamente a vagar por el mundo, porque tú, no morirás. La muerte es para ti un regalo, uno que no mereces. Llevarás tu culpa como cadena a tu alma hasta que purgues tus pecados. O alguien te salve.

Y Yunho fue condenado a vivir eternamente con el dolor de haber perdido a Jaejoong y la culpa por todo lo que le hizo, y con el hecho de que sus caminos no volverán a cruzarse, que jamás volverá a ver los dulces ojos negros de Jaejoong.


Yoochun se salió con la suya, tomó el mando de la empresa. Se desligó rápidamente de las acusaciones, ya que no había nada que comprobara lo contrario, pues el video, aún yacía en manos de Junsu, quien no lo traicionaría a menos de que dinero de tratase.

Junsu esperaba quedarse con todo, pero las cosas no funcionaron de esa manera. Después de ver a Jung Yunho en la ruina y que obviamente este lo despreciara, el orgullo de Junsu le hizo gritar todo lo que sabía, le arrojó el video, porque sabía que eso lo destruiría.
Y eso paso. Junsu solo lo observó desde el otro lado del ventanal. Tomó la mano de Yoochun y se sonrieron malignamente. Ellos eran un excelente equipo. Ahora cada uno tenía lo que quería.



« ¤ » « ¤ » « ¤ »


Se encontraba perdido en el mundo, había bajado a cumplir su primera misión, pero estaba demasiado nervioso sobre qué hacer.

─ ¿Qué crees que estás haciendo? ─ Una voz conocida le preguntó.

─ ¡Changmin! ─ gritó con felicidad.

─ ¿Has escapado de nuevo?

─ ¿Qué? ¡N-No! ─ El ángel, al igual que su amiga la muerte, es curioso por la naturaleza humana, y al igual que ella no recuerda su vida pasada. Solo sabe de luz, de amor y de la extraña amistad que sostiene con aquella parca.

Desde que él recuerda, la parca lo observaba en un lugar al otro lado del túnel. Sus ojos castaños se le hacían conocidos, y por alguna razón desconocida, le estaba muy agradecido. Así comenzaron una amistad poco común, sin embargo muy fuerte.

De eso ya hace mucho tiempo. Como el ángel siempre tenía curiosidad por todo, Changmin lo había llevado varias veces con él al mundo humano, unas para cumplir su trabajo y otras para simplemente observar a la humanidad.

─ Aunque no lo creas, estoy aquí para cumplir mi primera misión ─ decía el hermoso ángel, con el pecho inflado de orgullo.

Aquello era una de las cosas que la parca esperaba no sucediera nunca. Tenía la vaga esperanza de que el ángel fuera designado a cosas del cielo, no a salvar almas en el mundo. Pero ahí estaba, su amigo, sonriendo feliz por estar ahí abajo tratando de ayudar.

Sí, Changmin había estado seguro de que Jaejoong se transformaría en el más hermoso ángel que él haya visto, y así era. Su único amigo ahora estaba en el mismo plano que él y que…

Sacudió la cabeza para alejar de su mente a aquel sujeto que él mismo había condenado. Por mucho tiempo que ha pasado, Jung Yunho aún ahora sigue vagando por el mundo, llorando y revolcándose del dolor por lo hecho a Jaejoong.

Pero ahí estaban, solo esperaba que nunca se cruzaran en el camino. ─ ¿Ah sí? ¿Y cuál es tu supuesta misión?

─ ¡Ah! Pues tengo que buscar el alma de un chico que parece haber causado mucho daño a su pareja… ─ El cuerpo de Changmin se paralizó. ¿En verdad el cielo había mandado al propio Jaejoong a liberar a su verdugo? ¿O sí? Lo único que él sabe es que el cielo trabaja de forma muy misteriosa. ─ Su nombre es Kyuhung. ─ Changmin respiró de alivio. Jaejoong rascó su cabeza. ─ Sí debo serte sincero, no se por donde comenzar. Min-ah estoy muy nervioso ¿y si nunca lo encuentro? ¿Y si lo hago mal? Y…

─ Ya, ya, ya ─ lo tranquilizó, acariciando su cabello como cuando era humano. Eso siempre funcionaba, Jaejoong se relajaba ante ese toque. ─ No pasará nada de eso. Ven iniciemos la búsqueda. Si estas en esta ciudad debe ser porque aquí está. ¿Qué más datos tienes de él?

Changmin sonreía. Jaejoong sonreía. Y, Yunho observaba al hermoso ángel desde un oscuro callejón. Ninguno de los dos se había dado cuenta, pero ahí estaba él, admirando a la más bella criatura que sus jamás hubieran visto. Y, de nuevo, ahí estaba ese dolor agonizante de saber por qué ahora era un ángel y no un bello ser humano. Sus ojos se llenaron de lágrimas, que no dejaban de brotar, que lavaban sus penas, pero no las hacían más llevaderas.

Yunho había procurado mantenerse lejos de Changmin, pero en todo este tiempo transcurrido, no había podido evitar buscarlo para rogarle que levantara la maldición, que ya bastante sufría con su propio remordimiento como para que le negara la dicha de absorberse en la nada que la muerte traía consigo. Fue en una de aquellas ocasiones que lo vio junto a él. Jaejoong, su Jaejoong. Portaba una túnica blanca, y su piel tenía un color marfilado, nada que ver con el color verdoso con negros cardenales con el que había dado sepultura. Su Jaejoong sonreía, sonreía como cuando tenían esas citas en el pequeño café, sonreía igual y a la vez diferente.

─ ¿O sea que no tienes ni puta idea?

─ ¡Oye! No lo digas de esa forma. Se te castigará por decir malas palabras.

─ ¡Na-ah! ─ desdeñó Changmin, dándose la vuelta para iniciar la búsqueda.

Algo en el callejón atrajo la atención de Jaejoong, quien se detuvo un momento, justo un instante para conectar una mirada con aquella atormentada alma. Sus ojos chocolate, eran pozos de dolor, su mirada era anhelante, su mano extendida hacia él, como si quisiera tocarlo. Y a Jaejoong un escalofrío lo recorrió. Parpadeó y volvió a buscar a la afligida criatura, pero no la halló.

El cielo trabaja de formas misteriosas…

Esa es la única verdad que hayamos.



FIN

N/A: Espero les haya gustado este Fic. A Todos los que comentaron y leyeron: Muchas Gracias.

viernes, 25 de octubre de 2013

EL PESO DEL ALMA: CAPITULO 4







Jaejoong se encontraba de nuevo en el hospital. Nadie dijo nada cuando lo vieron ingresar en la camilla. Esta vez Yunho corría a su lado, desesperado, envuelto en llanto, hasta que al llegar a unas puertas no lo dejaron continuar más a su lado.



Se quedó sentado en el suelo del pasillo, lamentándose. Lamentando su miseria. Lamentando su estupidez. Odiando a Junsu por envenenarle el alma, odiando a Yoochun por haberle hecho creer cosas que no eran y por lo que había hecho, pero sobretodo, odiándose a sí mismo por ser el causante de todo.



Su Jaejoong, porque sí, ese era su Jaejoong, él nunca cambió. El propio Yunho fue quien lo obligó a cambiar, apagado la flama de su vida.



Ahora lo veía todo muy claro. Era él quien había cambiado, quien había arruinado el maravilloso destino que pudieron haber tenido juntos y lo había transformado en un infierno. Él había abandonado el dulce amor que Jaejoong le daba por su lujuria hacia Junsu. Hasta ahora era que notaba cada una de las hermosas cosas que Jaejoong le daba, cada gesto que hacía para verlo sonreía, y ¿qué hacía él en cambio? Le devolvía el amor con golpes, con humillaciones.



Se preguntaba por qué Jaejoong había aguantado tanto. Y se recordaba así mismo cuando le prometía a su tierno esposo que nunca más lo volvería a hacer, cuando llegaba con flores y regalos para pedirle perdón. Lo hacía porque aún le creía. Yunho vagamente recordaba que podía manipular a Jaejoong por medio del chantaje, que Jaejoong creía firmemente que Yunho iba a cambiar, pero no lo hizo.



¿Y, entonces, por qué se quedó? Miedo. Esa era la respuesta. Jaejoong se había quedado a su lado por temor a sus represarías. Había intentado huir, aún sin tener donde ir, había querido escapar de sus garras. Yunho debió entenderlo, pero lo que hizo fue arremeter con más violencia por su desacato.



Se odiaba. Se despreciaba como ser humano. Si no fuera porque Jaejoong se debatía entre la vida y la muerte, él mismo terminaría con su propia vida, porque no podría vivir una vida donde su Jaejoong no estuviera. Porque debajo de todas esas capas de odio y lujuria, aún se encontraba el amor hacia su hermoso esposo.





                                                « ¤ » « ¤ » « ¤ »





Jaejoong estaba consciente. O eso creía. Con los ojos aún entrecerrados, con el pecho doliéndole a mares cada que inhalaba. Se sentía raro. Su cuerpo estaba extrañamente pesado, un molesto pitido constante en sus oídos y algo en su nariz, por lo demás se sentía inexplicablemente libre.



A través de sus pestañas, la familiar blanca habitación lo recibió. Su nariz no percibía ningún aroma. Su garganta estaba seca, pero no tenía ganas ni siquiera de abrir completamente los ojos.



La puerta de la habitación se abrió. La enfermera con su apretado moño en la cabeza lo miró un momento, antes de dedicarle un triste gesto. Suspiró, comprobó algunas máquinas y se marchó nuevamente.



Jaejoong estaba cayendo de nuevo en un sueño profundo cuando la puerta volvió a abrirse. Su conocido médico entraba seguido de Yunho. Al verlo un pavor lo recorrió por completo, aunque su cuerpo no presentó ningún cambio, Jaejoong estaba asustado hasta el alma.



― Tranquilo ― le dijo. Los párpados de Jaejoong seguían siendo demasiado pesados, pero conocía esa voz que sólo él escuchaba. Su amiga la muerte estaba cerca.



Changmin se movió hasta que estuvo frente al campo visual de Jaejoong. Con su mano acarició suavemente sus cabellos, y Jaejoong solo quería llorar.



Una lágrima escapó de sus ojos, resbaló por sus mejillas, y entonces supo que no se detendrían. La extraña calidez de Changmin era como ser tocado por la luz de la luna, ni frío ni caliente.



― ¡Jaejoong! ― la voz de Yunho solo hacía que Jaejoong quisiera correr y esconderse para que nunca más se vuelvan a encontrar. ― Doctor, está llorando. ― Se dirigió al médico y después volvió a centrar su atención en su esposo. ― Despierta cariño.



¡Oh, no! Lo único que quería Jaejoong era que Yunho le soltara la mano, que se alejara.



― Es una reacción común del cuerpo. Sus ojos han decidido lubricar la retina ― desdeño el médico. ― Como le decía Sr. Jung, su esposo ha sido gravemente herido. Las lesiones que presenta lo han mandado a este estado de sueño indefinido. Su cuerpo, demasiado débil fue brutalmente herido. Hemos podido colocarle el brazo en su lugar, los órganos internos estaban desgarrados, detuvimos el sangrado, sus costillas rotas perforaron uno de sus pulmones y a pesar de que hemos operado, es todo lo que podemos hacer por él. Solo nos queda aguardar a que su cuerpo reaccione.



― ¿Es todo lo que pueden hacer con él? ¿Se salvará?



La mirada del doctor fue ilegible. Yunho bajó la vista al suelo y apretó los puños. Daría cualquier cosa para cambiar la situación. ¿Por qué? ¿Por qué fue tan ciego? ¿Por qué fue tan necio? ¿Por qué confió en los demás antes que en su esposo? ¿Por qué no lo supo cuidar?



Yunho lloró, lloró amargamente en silencio, pero Jaejoong no lo vio, ni tampoco lo escuchó, él seguía llorando su propio dolor, con un Changmin tranquilizándolo.





                                                « ¤ » « ¤ » « ¤ »





Cuando Jaejoong volvió a abrir los ojos, la luz blanca de la habitación lo deslumbró. Volvió a parpadear hasta que sus ojos se acostumbraron a la luz.



Bruma, todo envuelto en una espesa bruma blanca. Reconocía que era la habitación del hospital, pero todo eso era de alguna manera diferente. Quizá el hospital se estuviera incendiando y por eso toda esa niebla, aunque era demasiado blanca y espesa para ser simple humo.



― Jaejoong ― lo llamó.



Changmin se encontraba frente a él con su usual ropa negra, pero en lugar de la gabardina, ahora portaba un manto negro que le cubría de pies a cabeza.



Al verlo Jaejoong sabía que era hora. Las lágrimas salieron involuntariamente de sus ojos y el nudo en la garganta no le dejaba tragar correctamente al ver todas las imágenes de su vida al pasar.



Sus amorosos padres, el sufrimiento de cada uno de ellos para tratar de darle una vida decente a su hijo. Su hermosa madre sonriéndole, su noble padre sonriendo...



Las imágenes cambiaron. Jaejoong revivió cada uno de los insultos que en su pueblo natal le brindaban, solo por ser demasiado andrógino era considerado una aberración...



Su padre llegando a casa totalmente perdido en el alcohol, gastando lo que no tenían. Él y su madre discutiendo. Gritos y más gritos, con un pequeño Jaejoong escondido bajo la mesa...



Sus padres siendo asesinados por los malos negocios de su padre. Él abandonando su ciudad natal para buscar un nuevo destino...



Yunho...



Yunho alto y gallardo con su traje gris plomo en la cabina del ascensor. La sonrisa de Yunho. Sus blancos dientes mostrándose a través de sus sexys labios y ese hermoso y pequeño lunar adornándolos...



La voz seductora de Yunho. Sus ojos castaños y su cabello color chocolate, ligeramente despeinado. Las grandes y cálidas manos de Yunho. Su varonil aroma...



El café donde solían almorzar en sus primeras citas. Las risas tontas acompañadas de sonrojos. Los guiños que Yunho hacía cuando quería hacer reír a Jaejoong o sonrojarlo por algo indebido...



Su primer beso. Los acogedores abrazos de Yunho. Los suaves y almohadillados labios de Yunho, su sabor...



El día que Yunho le propuso matrimonio. Lo felices que se veían. Lo bonito que era su amor...



El día más feliz de su vida: Yunho con su traje negro y el con un smoking blanco. El día de su boda...



Las caricias de Yunho. Los besos voraces de Yunho. Sus cuerpos desnudos. La piel bronceada de Yunho...



Su primera vez. Los largos dedos de Yunho invadiéndolo, preparándolo, mientras su otra mano trabajaba con su miembro sin dejar de besarlo. La unión de sus cuerpos...



La felicidad de despertar todos los días envuelto en los cálidos brazos de Yunho...



Los susurros mal intencionados. El hostigamiento. La desesperación por mostrar lo contrario. La decisión de salvaguardar su feliz matrimonio a su trabajo...





Entre pétalos de rosas
Busqué su amor
Y encontré violencia
En lo que antes era una flor.






La mirada de culpa de Yunho. El dolor en su pecho al saber que Yunho ya no confiaba en él. La evasiva mirada de Yunho...



La sonrisa fingida de Yunho. Las mentiras constantes. La desesperanza al saber que lo estaba perdiendo...



Los esfuerzos por agradarle de nuevo a su marido. Los nervios por verse bien cada que Yunho llegaba del trabajo. Las miradas de desaprobación de Yunho...



Los insultos. Las humillaciones. La angustia. El llanto...





Le entregué mi cuerpo,
Él compró mi juventud
A cambio de
Partirme el alma en dos.






El desprecio. Los gritos. Los golpes...



El dolor. El sufrimiento. La desesperación...



El miedo. El horror. La furia. La ira. Más dolor...



La resignación. La muerte...





Dejé de esperar
Que el perfume de su voz
No destilara odio y alcohol,
Que sus golpes no dolieran.


                                                                                          



― Jaejoong ― lo llamó de nuevo. ― Es hora.



Jaejoong le sonrió. ― Gracias.



Ese sentimiento desconocido de nuevo lo embargo. Como cada que veía a Jaejoong, ese algo en su interior que le hizo desafiar todas las reglas y quedarse a su lado hasta el final.



Y Changmin lloró.



Lloró por la pobre alma que debía llevar. Jaejoong aún era muy joven y le había tocado una vida de mierda. Changmin había visto junto con él sus memorias. Había sonreído cuando él sonreía y apretaba los labios cuando él lloraba.





Dime por qué no he tenido
Alguien que cuidará de mí
Y ahora que mi vida echó a dormir
Siento que apenas viví.






Changmin sentía compasión por esta pobre alma a la que a base de golpes y humillaciones le habían mermado las fuerzas y la voluntad de vivir.



― Lo siento tanto Jaejoong. Lo lamento de verdad ― sollozó. Jamás había sentido remordimiento al llevarse a alguien, incluso cuando veía a toda la familia entera llorar. Cuando les llegaba la hora les llegaba la hora. Así había sido siempre. Pero al lado de Jaejoong se sentía impotente por apagar de tajo la flama de su vida.



― ¿Por qué Changmin? ¿Por qué me tocó esta vida?



Changmin no contestó. Él no tenía la respuesta a eso. Ni siquiera sabía que había al otro lado de la luz. Su trabajo solo consiste en llevar a las almas para que crucen al otro lado. Sabía que había un creador, pero al igual que los humanos, solo había escuchado hablar de él.



¿Por qué le había tocado vivir lo que vivió? Él también se lo preguntaba.



― ¿Acaso en mi otra vida fui tan malvado que decidieron castigarme en esta?



No. El alma de Jaejoong era blanca, pura. Si hubiera sido de esa manera su alma no sería de ese color, ni tendría su forma perfectamente circular, aunque ahora pareciera una esfera de cristal quebrado. Jaejoong en todas sus vidas pasadas había sido una buena persona.





Ven, toma mi mano y duerme.
Yo soy la voz
De la vida
Y de la muerte,
Un hola y un adiós.






― ¿Por qué Changmin? ¿Por qué?



Sus lágrimas cayendo. ¿Qué podía decirle a esta buena alma acerca de su destino? Nada, porque él nada sabía. ― Ven conmigo.



― ¿A dónde iremos?



― A la luz.





Soñarás caricias sobre
Un lecho de cala y de Luz
Y perfumaré tu alma
Con gotas de paz y de amor.






― ¿Seré feliz en la luz?



Sonrió antes de responder. ― Serás feliz.



Con sus propias lágrimas cayendo lo deseo fervientemente. Deseó que Jaejoong viviera feliz.





Deja de llorar.
Abrázame, ya todo terminó.
Hoy la ternura
Peinará tu piel.
Sobre el arco iris hay
Alguien que te espera.






― ¿Alguien me amará ahí?



― Todos te amarán ahí.



― ¿Estarás conmigo ahí?



Changmin negó suavemente con la cabeza. ― Te llevaré hasta la entrada. El lugar a donde vas, no es para mí.



Jaejoong lo miraba. Sus enormes ojos derramaban lágrimas, pero no había temor, solo resignación a lo que debía pasar. Y en contra de todo de nuevo, Changmin sintió la necesidad de abrazar a aquella alma perdida en su sufrimiento.





Deja que mimen tu boca
Los labios del amanecer
Que el susurro del dolor se irá
Y que arda en olvido, el ayer.





Ahí, envuelto entre los brazos de la muerte, Jaejoong dejó salir su último llanto, su dolor, su desesperación y sufrimiento, dejo que todo aquello se fuera entre los brazos de aquel hombre. Y, confió en él, en sus palabras, en la promesa de una nueva vida.





Que el placer duerma en tu pecho
Y con besos anude tu ser
Que la amargura hoy eche a volar.
Te espera otra flor, sígueme.





― Toma mi mano y sígueme. Donde vamos no hay lugar para el dolor y el sufrimiento. No puedes ir con arrepentimiento en tu alma, porque ahí todo es luz, es el sol, es la luna, son las estrellas, es paz, es tranquilidad, es amor.



Jaejoong tomo su mano. Miró a su alrededor, sentía pena por dejar su vida, pero realmente no tenía una que valiera la pena vivirla. Se lamentaba no haber hecho amigos, no haber sonreído más, no haber amado con suficiente fuerza, pero sobre todo se lamentaba el hecho de dejarlo todo porque ya no era capaz de resistir o enfrentar lo dura que era su vida.





Despídete ya,
Se acaba el tiempo,
Ven hacia la luz.
No tengas miedo,
Él no volverá.
La eterna angustia será
Su Condena.






― Este momento es cuando les pido a las almas que se despidan. ¿Quieres despedirte de alguien?



Changmin sabía que Jaejoong estaba solo, totalmente solo, pero quizá quisiera despedirse de alguien, Yunho por ejemplo. El maldito cabrón no lo merecía, pero él no era quien para decidir eso.



Jaejoong lo miro como si no supiera de qué hablaba. Así que le dijo dulcemente: ― ¿Quieres decirle adiós a Yunho?



La reacción de Jaejoong fue instantánea. El chico tembló cuál hoja al viento a la mención de su nombre, pero sus ojos parecían decididos. Recobró la compostura un rato después.



― Yunho ― dijo con voz trémula. ― ¿Qué será de él?



― No lo sé ― respondió con sinceridad.



Realmente quería decirle que el cabrón se pudriría por todo lo que le ha hecho, pero Changmin sabe que Jaejoong, a pesar de todo, no le desea ningún mal.



― Deseo verlo una última vez.



El alma de Jaejoong se desprendió de su cuerpo. El chico miró su demacrado y herido cuerpo, totalmente entubado y conectado a miles de maquinas, que comenzaron a pitar de manera estrepitosa.





Deja que mimen tu boca
Los labios del amanecer
Que el susurro del dolor se irá
Y que arda en olvido, el ayer.






Varias enfermeras y doctores vestidos de blanco se precipitaron a la habitación. Jaejoong solo los miraba, intentando traerlo de regreso, después miraba a su cuerpo. Sentía sobre su pecho el cosquilleo que los choques eléctricos que le daban.



Miró su mano, entrelazada con la de Changmin. Y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa. Y caminaron fuera de la habitación, hacia el pasillo.



Yunho se encontraba fuera, acuclillado en el suelo, como un niño pequeño, con el rostro bañado en lágrimas y desesperación. Por primera vez desde que estuvo en el hospital, Yunho se veía completamente destrozado.



Jaejoong soltó la mano de Changmin y se acuclillo frente a Yunho.



― Yunho ― lo llamó. Este parecía sentir su presciencia, pues se había quedado muy atento. Le pasó una mano por el cabello, después le acarició la mejilla. Yunho lo sentía porque había inclinado su rostro hacia donde la mano de Jaejoong lo acunaba. ― Yunho, quiero que sepas que yo te perdono. ― Yunho soltó más lágrimas que la mano de Jaejoong no podía retener, y Jaejoong lloró con él. Supo que su esposo estaba verdaderamente arrepentido, pero ya no había vuelta atrás, Jaejoong debía continuar. ― Yunho, te perdono. Yunho yo siempre te amé.



Y le beso en los labios.



De la garganta de Yunho salió un grito de dolor. En la habitación los doctores, con cara compungida, anotaban la hora del deceso.




 Que el placer duerma en tu pecho
Y con besos anude tu ser
Que la amargura hoy eche a volar.
Te espera otra flor, sígueme.
Te espera otra flor, sígueme.






Jaejoong sonrió. Una verdadera sonrisa. Changmin supo que Jaejoong estaba listo, que había dejado todo su dolor y sufrimiento detrás, que no dejaba nada pendiente. Y entonces, Changmin pudo observar lo que alguna vez fue el brillo del alma de Jaejoong.



Su sedoso cabello negro, su blanca piel de porcelana, sus enormes ojos negros, su nariz, sus labios rojos como las fresas. Jaejoong era hermoso. Changmin estaba seguro que Jaejoong estaba destinado a ser un ángel y seguramente uno de los más bellos.



― ¿Estás listo?



Con un asentimiento de su cabeza Jaejoong estaba listo para iniciar un viaje sin retorno. Changmin lo atrajo hacia su cuerpo y lo acunó entre sus brazos, cubriéndolos a ambos con su manto.



El manto negro de Changmin se transformó en un par de alas negras, que se desplegaron en todo su esplendor, para después levantar el vuelo hacia la luz.



Te espera otra flor, sígueme...









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N/A: Nada, absolutamente nada, justifica la violencia. Originalmente sería un shot basado en la canción del mismo nombre que he plasmado aquí. Le agregaré un epílogo. Espero esta historia haya sido de su agrado. A todos muchas gracias por sus comentarios.