—Han atacado a uno de nuestros
poblados. Los que se encuentran en los límites con el territorio Shim.
YunHo abrió grandemente los ojos.
No podía ser cierto. Una parte de él rogaba que fuera una broma, otra que
hubiesen sido mercenarios, pero muy
dentro de él sabía que esto era un paso más hacia la inminente guerra.
En un corto tiempo, YunHo estuvo
listo para regresar a sus funciones como Rey, lo único que realmente aborrecía
era tener que dejar a JaeJoong. Esta vez ni siquiera sabía por cuanto tiempo,
quería decirle que lo vería al atardecer de ese mismo día, o el día siguiente,
la verdad era que todo quedaba en la incertidumbre.
—JaeJoong yo necesito ir, ver lo
que ocurre en el palacio.
Para el dragón plateado no había
duda de que era demasiado importante, lo podía ver en los ojos negros de YunHo,
la preocupación, la ansiedad, la desesperación y la forma en que su alma se
partía entre el deber y el querer.
—Ve. Si estamos destinados a
estar juntos, nuestros caminos volverán a juntarse irremediablemente. Entonces,
yo estaré para ti, como sé que tú lo estarás para mí.
JaeJoong le acarició el rostro y
lo besó. Sabía que quizá no lo volvería a ver, que tal vez esta era la
despedida, pero confiaba en que sus caminos se unirían de nuevo. Quizá no hoy,
ni mañana, pero tal vez en un futuro.
—Las Festividades de la Luz…
—comenzó a decir YunHo, pero lo cierto era que estas también quedaban en
entredicho. No sabía que tan grande era el daño, ni tampoco si era o no el
inicio de la guerra, estaba a la puerta, sí, pero mantenía la esperanza de que no
se diera.
—Nos veremos ese día. Justo como
lo planeamos antes de despedirnos en Shim —le sonrió JaeJoong, con los ojos
húmedos por las lágrimas que apenas intentaba contener. Había sido tan poco
tiempo.
—Te buscaré de nuevo. Juro por
mis antepasados que tú y yo nos volveremos a encontrar —prometió YunHo,
sellándola promesa con un beso.
JaeJoong vio partir a YunHo,
sabiendo que ninguno cumpliría con la promesa que se hicieron antes de salir de
Shim. No ahora con lo que sabían. La guerra había llegado, independientemente
del bando que fueran, YunHo era un importante jefe, lo que hacía más probable
su estadía al frente de las tropas. Y JaeJoong, solo era un observador.
***
Tres días habían pasado desde el
ataque al pueblo. YunHo había llegado con una pequeña cantidad de soldados,
estos mayormente encaminados a ser su guardia. El paisaje que sus ojos vieron
era desolador. Todo había sido quemado hasta los cimientos, solo cenizas se
encontraban en el lugar. Los fuegos
habían sido apagados, pero se notaba que eso era obra del fuego de un dragón.
YunHo apretó las manos en un puño al sentirse impotente. No había podido
prevenir esto, ahora, solo restaba auxiliar a los sobrevivientes.
***
ChangMin crispaba los ojos de
ira. ¡¿Cómo era posible esto?! ¿Dónde había quedado el YunHo creyente de la
justicia? ¿Aquel muchacho que parecía no interesarse por nada pero que cuidaba
celosamente de los suyos? ¿No le había dicho de niños que guiaría a su pueblo
por el camino de la rectitud? ¿No crearía un lugar donde los dragones de la
tierra volverían a ver su raza florecer? No, al parecer de ese chico ya no
quedaba nada.
—¡Señor! —un guardia entró
tempestivamente. —¡Señor! La flota ha comenzado el ataque a Dak-Ho.
El rey se levantó de su asiento,
respirando fuertemente, tratando de mantener a raya su forma de dragón. Cuando por fin se hubo tranquilizado lo
suficiente, exclamó con voz queda: —Jung YunHo, si quieres guerra, ¡guerra
tendrás! —El soldado aguardaba por órdenes que no se hicieron esperar. —Llame a
los nobles, defenderemos nuestra tierra con sangre y fuego.
***
Desde la fortaleza flotante, Ao
Shun miraba con ojos preocupados el comienzo de una nueva guerra. ¿Cuántas sus
ojos no habían visto ya? Muchas y a la vez ninguna. Casi siempre tuvieron una
razón diferente a los motivos de ahora. La ambición y el poder no son buenas
compañías.
Sus dragones habían regresado.
Los informes decían que Jung quería el puerto de Shim, el centro de comercio
más grande del reino. ¡Una locura! Pero, desgraciadamente así era. Sin embargo,
sus tres jóvenes pupilos regresaron diciendo lo contrario. En Jung nadie creía
en una inminente guerra, su rey era una persona pacífica y justa, que no
concordaba con las acciones que se estaban llevando a cabo.
Ao Shun frunció el ceño, esto iba
por muy mal camino. Si esos dos reyes no deseaban la guerra, pero había alguien
empujándolos hacia ella, no dudaba de que defendieran con garras y dientes a su
pueblo.
A lo lejos vio el fuego de dragón
arrasando una gran parte de campo para que fuese visible tan lejos. El calor de
las llamas debía estar consumiéndolo todo en enormes llamaradas. La columna de
humo se elevó al cielo, hasta que fue visible en su propio nivel.
Había comenzado…
***
YunHo acababa de regresar. Ver
uno de sus poblados desaparecer no le había sentado bien. ¿Quién diablos
deseaba esto? ¿Por qué ChangMin no esperó hasta que él le hubiera dado una
respuesta? Entonces, vagamente recordó las palabras de los heraldos, atacarían
si la flota hacía un solo movimiento en contra de Dak-Ho.
MinHo.
MinHo no se había comunicado con
él. Y ahora todo esto estaba yendo demasiado rápido.
Con premura abrió las enormes
puertas de roble. Frente a él, estaban reunidos sus nobles y sus generales. En
sus rostros cenizos podía ver el miedo, pero también veía la determinación a
proteger sus tierras.
Todos allí sabían que les habían
tendido una trampa, los quienes y los donde ahora ya no importaban. Lo que les
concernía era evitar otra masacre a su pueblo. Los nobles ya tenían reunidos a
sus guerreros. Algunos se dirigían hacia la capital, otros esperaban en sus
provincias por órdenes.
—Partiremos hacia las fronteras.
Debemos evitar a toda cosa las bajas civiles. Esos poblados prácticamente son
humanos, su porción de sangre de dragón es mínima por lo que están en clara
desventaja si alguno llega a sacar su forma animal.
—Pero, no podemos dejar la
capital descubierta. Si llega un escuadrón por aire…
—De eso no debes preocuparte, si
llegan volando los veremos pasar. No hay ruta más corta de Shim a Jung que a la
que vamos.
La discusión continuó por un
rato, decidiendo rutas, soldados, víveres. Ninguno ya esperaba poder aclarar el
malentendido, pues, los espías que habían enviado, al igual que MinHo no se
habían comunicado. YunHo sabía que habían sido capturados por aquel que les
puso la trampa, y solo rogaba por hacer entrar en razón a ChangMin y evitar la
guerra.
Entonces, sus esperanzas se
vieron cortadas de tajo.
—¡Señor! —vociferó un oficial.
—Han atacado a otro de nuestros poblados colindantes.
El revuelo que causo en la sala
fue tal que muchos se levantaron indignados. Estaban atacando personas
inocentes, que ni siquiera podían llamar a su forma de dragón. Mujeres, niños y
ancianos vivían en esos pueblos que ahora ardían en llamas.
—Con este es el segundo —dijo el
consejero. —Esto es una declaración de guerra.
Muy a su pesar, YunHo lo admitió.
ChangMin no iba a esperar, no iba a haber modo de convencerlo de que era una
trampa. No ahora que había decidido ir por la vía bélica.
—¡Preparen todo! ¡Marcharemos al
amanecer! —ordenó YunHo.
***
En sus manos una paloma mensajera
se retorcía con dolor. Ella sabía lo vulnerable del animal, así también conocía
su docilidad, por eso se había dejado tomar con tanta confianza. Una sonrisa
retorcida adornó su rostro cuando escuchó el crujido de los huesos de la
pequeña ave. Eso le enseñaría a no ser tan confiada.
“Ha comenzado” rezaba el pequeño
papel que la avecilla portaba. Su sonrisa se expandió más. Por fin iban a
conocer de lo que ella era capaz.
***
Las luces frías del amanecer
recibían a unos nerviosos soldados. Ninguno había estado en guerra, si acaso en
pequeñas cacerías de bandidos y cosas así, que en nada se comparaban con la
batalla que estaba por venir, sin embargo, se mantenían en pie, listos para ir
a ella, a defender el honor de su tierra con sus garras.
Miraron como el Rey Jung se
paseaba por delante de las filas, ataviado en un traje negro de cuero, con
botas altas del mismo color. Casi podían ver las chispas saliendo de sus dedos.
Su Rey, un dragón negro, de los más fuertes dragones de la tierra, jamás lo
habían visto en su forma animal, pero las historias relataban acerca de la
ferocidad de estos. Ellos seguirían a su noble rey a donde les llevase, incluso
si era al mismísimo infierno, ellos irían con él.
—Estamos listos, señor —le
avisaron. YunHo movió su cabeza en señal de asentimiento. Con un gran suspiro
miró al cielo, cerró los ojos deseando poder convencer a ChangMin. Entonces,
cuando los volvió a abrir, dio la orden de partir.
Las trompetas resonaron por todo
el lugar. Las altas murallas que rodeaban la ciudad rezumbaron ante ello. La
tensión en el aire era tal que se sentía como una pesada carga. YunHo subió
sobre su caballo negro, le siguieron sus generales y soldados. Todos con la
misma sombría expresión.
Nadie en la ciudad dormía. Todos
sabían ahora la situación. Las damas se asomaban por las ventanas al verlos
marchar, rogando a los cielos por su buen regreso, pero más que eso, implorando
porque esta guerra no se llevara a cabo. Los niños veían a los veían partir,
sus asustadas caras les hacía crecer en el pecho de los soldados la fiera llama
de la protección. Entonces, más convencidos que al inicio, alzaban su rostro,
dispuestos a morir por protegerles.
***
—¡Majestad! —uno de sus generales
entró por la puerta sin ninguna etiqueta.
Sentado sobre su trono, ChangMin
analizaba la situación. Su puerto estaba siendo atacado, pero el hecho de que
la cuidad estuviera un poco más allá, salvaba las vidas inocentes. Además,
tenían una defensa natural, los enormes acantilados impedían que la flota
desembarcara junta. Si querían hacerlo sería de una a una, lo que les estaba
costando demasiado trabajo. Dak-Ho era por el momento, impenetrable.
—Tranquilízate —dijo el Rey. El
general, un hombre mayor, se llevó una mano al costado, producto de su falta de
aire.
—¡Majestad! ¡El rey Jung está
movilizando su tropa a la frontera!
ChangMin abrió los ojos
grandemente. Ahora sí, ya no había vuelta atrás. —Ese idiota.
—¿Majestad?
—¿Cuándo ha salido de la ciudad?
—Los informantes dicen que por la
mañana. Si siguen el camino que han tomado y a la velocidad que llevan, mañana
al atardecer estarán en los límites.
—¡Rayos! —vociferó ChangMin, al
tiempo que un enorme trueno caía sobre el castillo. El general tembló, jamás
había visto el verdadero poder de su rey. —Prepara a los hombres, partiremos ya
mismo.
—S-señor —comenzó tímidamente
—aunque salgamos ahora mismo, no estaremos sino hasta pasado mañana al atardecer.
Para ese momento, ya será tarde, habrán cruzado la frontera y…
—No será así. Jung hará descansar
a sus hombres, por lo que no invadirá al llegar. Tendremos que movernos más
rápido. Los interceptaremos en la frontera. El fuerte de Sang será lo primero
que tomarán, allí les estaremos esperando.
—Pero, mi rey, no llegaremos, es
demasiado apresurado.
—Consigue a los guerreros más
fieros, los caballos más veloces. Una pequeña unidad partirá antes, llegará
para emboscar y retenerlos el mayor tiempo posible, hasta que las tropas
arriben.
—Si, su majestad.
El general partió, presuroso a
cumplir sus órdenes. ChangMin se derrumbó sobre su trono. Masajeó su sien y
frunció el ceño. ¿Qué demonios está haciendo YunHo? No, más preocupante aún era
el hecho de que Shim estaba siendo atacada por dos flancos. La mitad de sus
hombres estaba en Dak-Ho, y ahora, la otra mitad partiría al fuerte de Sang,
dejando así el castillo desprotegido. Si enviaban un comando aéreo, los
dragones tendrían vía libre para arrasar con todo desde la frontera hasta el
puerto. Todo Shim ardería en llamas.
Otro trueno surcó el cielo.
No, él no lo permitiría. Antes
arrasaría la tierra con fuego, sangre y truenos antes de permitirle a
cualquiera profanar su reino. ChangMin mismo, comandaría el pequeño grupo que
esperaría en Sang.
El lugar de la batalla ha sido
elegido. El fuerte de Sang arderá por y para el reino. Así se aseguraría
ChangMin.
***
Ao Shun miró la fuerza de aquel
relámpago. Eso no era producto de la naturaleza, conocía bien el trueno de un
dragón azul. Su corazón se comprimió, sus ojos estaban por presenciar una nueva
guerra, una tan grande como la que arrasó con los campos.
La fortaleza aérea comenzó a
vibrar. Lo sabía. La magia misma estaba llamándolos a cumplir su juramento. Su
deber, impedir que la tierra sea devastada.
***
—¡Oh! Parece que el Rey Shim está
molesto —dijo divertida a nadie en específico. —Esto le enseñará a no
despreciarme.
—¿Mi Lady? —habló uno de sus
sirvientes. Ella solo lo miró de reojo, pero él lo tomó como permiso para
continuar. —Nuestros hombres han regresado, ninguno de ellos fue descubierto y
tampoco hubo bajas. Las dos aldeas fueron incendiadas hasta las cenizas.
—¿Sobrevivientes? —preguntó. No
quería dejar ningún cabo suelto.
—Solo unos pocos. Nos aseguramos
de dejar ver el emblema de Shim.
—Bien. Retírate.
—Mi Lady, aún queda un asunto
pendiente.
—¡Ah! Sí. Los espías —comentó con
una sonrisa infantil. —Les otorgaremos un trato preferencial —susurró con
dulzura. Se giró para encarar a su sirviente. —¡Ya sabes qué hacer!
El hombre se inclinó y salió
sigilosamente, seguido de la fría mirada de la más hermosa mujer que él hubiese
conocido. Sin embargo, él era lo suficientemente sensato como para no caer por
sus encantos, la conocía, la conocía bastante bien y sabía de lo que era capaz.
Era mejor temerle.
Con paso tranquilo, bajo las
largas escaleras que conducían a las mazmorras. Habían capturado a varios
sujetos que intentaban desentrañar a la verdadera mente maestra de todo este
asunto. Sabía que todos ellos pertenecían a Jung, a estas alturas, el rey Jung
estaba claramente informado sobre esta trampa, sin embargo, ello no le impidió
comenzar a movilizar a su tropa una vez que sus pueblos fueron atacados.
Él no entendía muy bien el porqué
su señora deseaba la destrucción de todo, esos eran asuntos políticos los
cuales desconocía. Él solo se preocuparía por obedecer, no quería terminar como
aquellos desgraciados que ahora llenaban las celdas de las sucias mazmorras.
Miró por entre los barrotes. Ahí
estaba aquel sujeto que tanto trabajo les había costado capturar. Era
increíblemente bello para ser un soldado bastante entrenado. Brillaba incluso
entre esa suciedad, al parecer ostentaba un alto rango, pues los otros espías
capturados, le mostraban cierto respeto. Sí, debía ser alguien importante.
MinHo, ese era su nombre.
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N/A: Perdonen a esta autora suya. No tengo excusa, de verdad lamento muchísimo el retraso, espero no le hayan perdido el hilo a esta historia.