A lomo de su negro corcel, el Rey
de Cepheus, miraba el vasto campo donde se asentaban las tropas enemigas. «Enemigas» pensó en la ironía de eso. A
su costado derecho su más fiel general y a su izquierdo su consejero. Detrás de
ellos sus valientes guerreros. Todos aguardando por su señal. Todos clamando en
sus corazones por lo mismo: venganza. Venganza contra aquellos que atentaron
contra su más brillante estrella, la luz que guiaba su camino.
Vagamente el Rey de Cepheus se
preguntaba si sería capaz de guiar a su pueblo como lo hiciera su predecesor.
No había tenido tiempo de analizar ese tipo de cosas cuando había ascendido al
trono justo al estallar la guerra. «Por
él lo haré».
Frente a ellos, con sus vistosas
armaduras resplandecientes al sol, portando más estandartes que espadas o
escudos, se encontraba el ejército de Lacerta, reino colindante a Cepheus. Entre
estos siempre habían existido riñas, no demasiado grandes para ocasionar la
guerra, pero tampoco tenían un acuerdo de paz hasta hace cinco años. Paz que
ellos mismos se encargaron de romper al dañar a su más brillante estrella.
Los resplandecientes ojos negros
del Rey de Cepheus era lo único que se apreciaba bajo esa máscara de metal que
ocultaba su rostro. Su casco no portaba las miles de plumas que el del rey
contrario, sin embargo tenía grabados que según sus costumbres, le protegerían
de todo. A él realmente no le importaba mucho, su único deseo era atravesar con
su espada a aquel que era el culpable de esto, aunque, seguro estaba que había
varios aguardando en la lista.
—Rey Cephei, están izando
banderas. Tregua, quieren hablar con nosotros —señaló el consejero.
«Cephei»
—¿Cephei es tu verdadero nombre? —le preguntó con su voz suave.
El hombre mayor sonrió. —No, mi nombre es Alderamin. Cephei es el
nombre que todos los reyes de Cepheus adoptan al ascender al trono.
—Entonces, ¿cómo debo llamarte?
—Esposo mío, mi amor, mi corazón, mi cielo, cualquiera de ellas estaría
bien, pero si lo prefieres, llámame Alderamin.
—Rey Cephei, esperamos por su orden
—le trajo de regreso su general.
Suspiró. —Hablaremos con ellos.
Me intriga que mentiras dirán, que excusa tendrán para sus tan viles actos y
después, después arrasaremos con ellos, manchando con su sangre los campos.
El general lo observó. ¡Cuánto
había cambiado ese jovencito! Aún le recordaba como el chiquillo asustadizo,
delicado cual cristal y bello como ninguna flor. Y ahora, de él ya no quedaba
mucho, más que su singular belleza, pero su carácter, y sentía orgullo al
decirlo, fue forjado en Cepheus, dando como resultado al esplendoroso Rey que
tenía frente a él.
JaeJoong, así solía llamarse.
Adelantaron a sus filas ellos
tres y cuatro de sus más fieros guerreros, hacia el centro donde se llevarían a
cabo las negociaciones con los altos mandos de Lacerta. El general no podía
dejar de pensar que eran todos demasiado pomposos para todo, entonces, miraba a
su Rey y veía una clara mezcla entre un aguerrido hombre y la majestuosidad y
elegancia de un dios.
Eso era JaeJoong, una verdadera
joya de los dioses caminando sobre la tierra.
***
*****
La vida de un noble siempre está
regida por las reglas, absurdas y más absurdas reglas, todo en bienestar del
reino. Sin embargo, para JaeJoong era todavía más difícil.
Lacerta era considerado el reino
más glorioso del Este. Su cultura avanzada, sus magníficas estructuras eran la
envidia de cualquier otro reino. Pese a todo ello, su política les generaba
muchos problemas; se regía por una monarquía y el pueblo representado por su
consejo de nobles, que generalmente veían por su propio bienestar, pero de
dientes hacia afuera “todo por el reino”.
JaeJoong nació en un mal momento,
mala estrella hubieran dicho algunos. Perteneciente a una de las nobles
familias del consejo, que en ese momento amenazaban con separarse del reino si
no se le otorgaba cierto tipo de beneficios. El territorio de Kim era por mucho
el más grande y prolífero del reino, Lacerta no podía darse el lujo de
perderlo, pero tampoco podía apretar con puño de hierro pues entonces se
llevaría a cabo una sublevación.
Fue entonces que el anciano Rey
ChulMoo tomó la decisión. Su nieto YunHo, contraería nupcias con el pequeño
JaeJoong al llegar a la mayoría de edad, y, si así lo deseaban los dioses,
regirían juntos esas tierras.
Siendo apenas unos recién nacidos,
no tuvieron voz ni voto y sus padres no se opusieron. Los tratados, comercio y
demás, de Kim al resto del reino fueron florecientes.
No tanto así para el pequeño
JaeJoong. Único hijo de HwaYoung, la mujer más bella del reino, y del regente
de Kim, SangOok.
Su niñez la pasó en la soledad
del castillo Kim. Cuando tenía cinco años, su padre, SangOok fue asesinado,
quedando bajo la custodia de su abuelo, ya que su madre jamás tuvo obligaciones
con él. Tenía dos hermanos mayores por parte de su madre y dos hermanas mayores
por parte de su padre. Era un secreto a voces que HwaYoung se deshacía de sus
maridos para quedarse con la fortuna, pero nadie podía comprobar nada.
Siendo desatendido por su madre,
ignorado por sus hermanos e insultado por sus hermanas, JaeJoong, bajo la
atenta vigilancia de su abuelo, creció siendo sumiso y delicado, jamás tomó
algún arma entre sus manos, por el contrario, fue instruido en las artes y la
música, todo para ser del agrado de su majestad. A su favor, heredó la gran
belleza de su madre, sobrepasándola con creces.
A los trece años, el
fallecimiento de su abuelo lo obliga a quedar bajo la tutela del Rey, hasta el
momento en el que contrajera nupcias con YunHo, el heredero al trono.
Si bien JaeJoong en su momento
estuvo feliz de dejar de ser objeto de las injurias de sus hermanas, no contó
con que ir al Palacio Imperial y formar parte de la corte, fuera un camino
mucho peor. Sin embargo, hubo algo en lo que el viejo Rey no se equivocó, la
belleza de JaeJoong opacaba extensamente a la de cualquier mujer, siendo apenas
un adolescente ya había cautivo a la mitad del reino, la otra mitad aún no
había tenido el gusto de conocerlo. Inclusive reyes, reinas y nobles de otros
reinos les visitaban con tal de conocerlo. Fue por eso que le dieron el
sobrenombre de la Joya del Reino.
Pero, ser la Joya del Reino no
era fácil, no era más que un título con el que lo manejaban como una muñeca de
porcelana de carne y hueso. Sí JaeJoong se creía a salvo de calumnias o
envidias, eso no sucedió, por el contrario, se multiplicaron. Como futuro
consorte no tenia voz dentro de la corte, ya que, al ser hombre, no podría dar
herederos, por lo tanto solo era un adorno bonito del Rey.
Su prometido YunHo, gallardo
joven y amable caballero, no sentía por él más que lo mismo que se sentía por
una mascota, inclusive ni así. Varias veces, llegaron a insinuar cosas
indecentes o poco amables hacia su persona, estando YunHo presente, el cual
solo lo miraba pero jamás decía nada, eso sí, nadie podía tocarlo.
La esperanza de que alguna vez
YunHo lo amara se esfumó el día que le escuchó decir “es hermoso, como
cualquier gema preciosa, sin embargo, le faltan curvas en su anatomía como para
que me fije en él. Solo será un adorno en mi trono”. Si YunHo se arrepintió de
sus palabras al ver que lo había escuchado, no dio muestra de ello.
Al cumplir YunHo los diecisiete
años, su padre, el Rey cayó gravemente enfermo, teniendo que retirarse, dejando
la corona a YunHo. El primer mandato de YunHo, obviamente, fue alargar sus
nupcias con JaeJoong. Su excusa: JaeJoong era demasiado joven para asumir las
responsabilidades de Consorte Real. La verdad: YunHo no deseaba ese matrimonio,
pero no podía evitarlo.
Afortunada o desafortunadamente
para la joven pareja, hubo alguien que sí tomó en cuenta la belleza del
Prometido Real. El Rey del país vecino Cepheus, quedó prendado de la exquisita
belleza del joven.
Cepheus, un pueblo casi bárbaro,
impedía el libre comercio con los otros reinos, teniendo que hacer un rodeo por
mar mucho más largo y riesgoso a causa de los corsarios, para llegar con su
cargamento a los puertos comerciales. Fue entonces que se dio la propuesta más
ilógica posible. La mano de la Joya del Reino por el libre y seguro paso por
sus tierras.
Lacerta consideraba al Cepheus
inferiores, un pueblo sin cultura, casi sin asentamientos, pero muy aguerrido.
La oferta de paz era demasiado tentadora, pero sin JaeJoong como consorte real se rompían
acuerdos con las tierras Kim, lo que generaba gran conflicto de intereses.
El joven Rey YunHo, sus asesores,
los nobles de la corte, la madre de JaeJoong, sus hermanos y hermanas,
realizaron a puerta cerrada una sesión, donde se decidiría su futuro.
JaeJoong estaba muy asustado,
confiaba en que el mandato del viejo Rey se haría respetar y que, por lo tanto,
JaeJoong contraería nupcias con YunHo, salvaguardando su seguridad. Pues bien
conocido era, que Cepheus era un pueblo amoral y barbárico.
Desgraciadamente no fue así. Su
madre y medios hermanos aprobaron que fuese entregado al Rey de Cepheus, sus
hermanas quedaron conformes con los nuevos acuerdos que se hicieron ese día.
Solo YunHo no dijo nada, poniendo JaeJoong sus esperanzas en él nuevamente.
—YunHo —le llamó con su voz suave
y sus ojos suplicantes. Para cualquiera la escena hubiera sido conmovedora,
para cualquier otro su corazón se estrujaría del tal modo que no permitiría que
tan bella criatura fuese entregada a un destino tan cruel.
—Es mi mandato, que, por el bien
del reino, JaeJoong sea entregado como consorte al Rey de Cepheus.
Si a YunHo se le oprimió el
corazón cuando vio las lágrimas descender por las tersas mejillas de JaeJoong,
solo él lo sabe. JaeJoong, como un noble sumiso acató la orden y empacó sus
cosas. Partiría al alba hacia Cepheus.
Con la cabeza baja es como
JaeJoong arribó al castillo Al Rai, su desde ahora nuevo hogar, donde moraba el
Rey de Cepheus.
Al llegar, unos guerreros
toscamente vestidos le escoltaron dentro. La guardia que le acompañaba regresó
Lacerta, dejándolo completamente solo. Cephei, el Rey de Cepheus, era un hombre
robusto, de unos cuarenta años, piel morena, barba prominente y músculos de
hierro. A JaeJoong se le figuraba un gran oso a punto de atacar. Tembló como
una hoja cuando posó su enorme mano sobre su hombro.
Días después llegó la comitiva de
Lacerta, para presenciar la boda entre su noble y el Rey. Entre ellos iban, por
supuesto su madre y hermanos, el Rey YunHo y algunos nobles más.
En menos de una semana, la boda
fue realizada. Nada impresionante para los del reino de Lacerta, pero sin duda
con ello se cerraba el pacto de vía libre y segura por su reino.
***
—¡Salvajes! —fue el susurro
escandalizado de HwaYoung al ver la blanca manta que portaba el Rey, lo que
daba inicio a los festejos nupciales en Cepheus, que durarían toda una semana.
El Rey, después de haber
desaparecido un par de horas, regresó al banquete que se daba en honor a su
boda, mostrando en toda su gloria la pequeña mancha roja al centro de la blanca
sábana. Al verla, el pueblo rugió de felicidad, y las festividades comenzaron.
En Cepheus era tradición mostrar
el despojo de la virtud ante el pueblo al consumar el matrimonio y que éste sea
válido para todos. Tradición aún más arraigada entre los reyes de Cepheus.
A parte del escandalizado susurro
de una madre, los rostros pasmados de los demás nobles y una mueca desagradable
en el rostro del Rey YunHo, no hubo comentario alguno. Aunque todos sabían lo
que había sucedido, no se dejaron de reprochar si la dulce joya había sido o no
violentada. Mirando a aquel sujeto, comparándolo con el dulce JaeJoong, al que
imaginaron peleando infructuosamente, siendo obligado, sin delicadeza, solo
fuerza bruta.
YunHo solo pudo rememorar a los
suplicantes ojos de JaeJoong, sintiendo que había hecho una estupidez,
necesaria pero estupidez al fin.
Después de los votos
matrimoniales, no volvieron a ver a JaeJoong.
***
*****
—¿Será prudente acercarnos
demasiado? Estamos muy expuestos —apuntaba el consejero.
—Ellos estarán en las mismas
condiciones que nosotros. A campo abierto ambos estamos expuestos —le respondió
el general. —Aunque no debe preocuparse, nuestros arqueros están atentos por si
intentan alguna treta.
—No creo que lo intenten. Algo
desean y solo a través del Rey o poseyendo todo el reino lo pueden obtener
—dijo Cephei.
«Cephei» Ahora él era Cephei, atrás había quedado el dulce Kim
JaeJoong, la Joya del Reino de Lacerta, dando paso a Cephei, Rey de Cepheus. Al
tomar la corona, toda su anterior vida quedaba en el olvido, adoptando las
costumbres, tierras, pueblo y el nombre Cephei, la estrella más brillante del
reino, la luz que guía a su gente.
Grises muros le recibieron, grandes hombres cubiertos de piel le
escoltaron a lo que sería su prisión. Deseaba llorar, pero de sus bonitos ojos
negros ya no salía nada, había secado sus lágrimas en esos últimos días. Había
rogado, suplicado y hasta postrado a los pies del consejo, del rey, de su
madre, de cualquiera que pudiera liberarlo de ese destino, mas nadie hizo nada
por él. Después de todo, él solo era un objeto, una cosa de preciado valor,
pero cosa al fin, desechable, reemplazable, inservible si se negaba a cumplir
con los mandatos dictados. Ese era él, la Joya del Reino.
—¿Temes? —le cuestionó aquel enorme hombre. No hizo falta respuesta,
JaeJoong temblaba cual hoja al viento, sus ojos reflejaban el pánico que sentía
al estar frente a él. —No me temas, dulce Joya. No te haré daño. Nadie en mi
reino te hará daño. Serás amado y adorado como la bella criatura que eres.
«Cuánta razón tenías Alderamin, cuánta razón tenías».
—Al menos debemos agradecer que
hayan colocado esa sombra. No quisiera ni imaginar cuanto vamos a tardar
—comentaba el consejero poco antes de llegar a la carpa abierta en la cual se
realizarían las alianzas.
—Con lo pomposos que son, seguro
que a su rey le ponen un lecho de plumas en el trasero cada que sube al caballo
—agregó el general. Y JaeJoong no pudo más que reír por tan singular
comentario, que no dudaba que fuese real. Aún no comprendía por qué había
estado tan enamorado de ese sujeto que no le defendió, ese que a la primera
oportunidad le desechó. Aunque ahora, le daba las gracias, porque desde su
llegada a Cepheus fue cuando comenzó su vida.
—Así que nunca has usado un arma, ni siquiera un simple cuchillo —le
decía jocoso Alderamin. JaeJoong negaba con la cabeza gacha. —¡Hey! Te lo he
dicho, aquí no tienes porqué bajar la cabeza, nadie está por encima de ti, ni
siquiera yo, eres mi compañero, no un objeto. —Le tomó del mentón, instándolo a
levantar con orgullo su rostro, aún cuando este estuviera todo sonrojado.
—Realmente eres hermoso —le dijo. Su voz fue cálida así como su mirada limpia.
Lo decía porque lo creía, lo decía de la manera en que se refieren a un bello
amanecer, lo decía sin la envidia o la lujuria a la que estaba acostumbrado
oír. —Sí, eres hermoso, pero sigues siendo un mocoso —rió el rey. JaeJoong solo
infló los cachetes, haciendo reír más al soberano. —Como puedes ver, aquí todos
saben blandir un arma, no solo la espada, y no solo los varones. Mira si
quieres a mi guardia personal. Ellas son las mejores guerreras del reino,
bellas y mortales, así es como son. Así es como serás tú, te enseñaré a usar la
espada, las leyes por las cuales nos regimos, mi pueblo, mis tierras, porque
así como sé que soy la luz que guía a mi gente, el pastor de mi rebaño, tú, tú
eres mi compañero, el que camina a mi lado, jamás detrás de mí.
Descendieron de sus corceles con
parsimonia, asegurando con un recorrido de su mirada el perímetro, para después
adentrarse a la carpa, donde el Rey de Lacerta y sus consejeros les esperaban.
Una mesa y dos sillas, colocadas
una frente a la otra era todo lo que había. Sobre la mesa se encontraba el
casco emplumado y enjoyado del Rey. JaeJoong sonrió al pensar que diría su
general ahora que estaba viendo en persona a la silla y el casco real de
Lacerta.
«YunHo» le nombro. En el momento que había dejado de burlarse de las
estorbosas comodidades del rey de Lacerta, se fijaba en el hombre. Había
crecido al menos diez centímetros más, quizá quince. Se lo veía imponente ahí
de pie, con su oscura mirada fija en él, su cuerpo joven y fibroso, la cantidad
de músculos suficientes sin parecer un tosco guerrero, pero tampoco débil, de
hecho, JaeJoong apuntaba a que él era el mejor guerrero de su reino. Su piel
tostada, su cabello castaño oscuro, sus ojos rasgados, su nariz recta, sus
labios finos y su lunar, su maldito lunar sobre ellos. El hombre era un
verdadero dios de la seducción. Ahora recordaba bien porque estaba enamorado de
él.
Un hombre dio un paso al frente.
—Su majestad Jung YunHo, rey de Lacerta —anunció.
Y JaeJoong recordó que éste mismo
hombre junto a su madre y hermanos fueron los que lo enviaron a un reino
desconocido, sin siquiera importarles su bienestar. Una sombra de ira pasó por
sus ojos al reconocer al hombre al costado de YunHo, su hermano mayor. Una
sonrisa irónica se posó en sus labios. «Así
que al final ese era tu precio, ser el gran general de los ejércitos de Lacerta».
Fijó su vista en la guardia real,
ahí se encontraba su otro hermano. A él sí le creía haber llegado por sus
propios medios, después de todo no era un noble como su medio hermano mayor,
sin embargo, eso no quería decir que por ello le tuviera menos resentimiento.
Siempre tan ocupado en ser el mejor para poder dejar atrás su condición de hijo
bastardo, que jamás tuvo tiempo para JaeJoong, si acaso le regalaba una sonrisa
o un abrazo cuando escuchaba las hirientes palabras hacia él, pero al final
tampoco hizo nada, solo mirar.
JaeJoong miraba el gran salón de piedra en el que se llevaría a cabo la
ceremonia. Demasiado oscuro para su gusto. Mil veces había imaginado su boda
con el Rey, solo que no este Rey. Una donde en lugar de un deprimente y frío
salón, sería en los enormes jardines del palacio, en primavera donde las flores
están en su apogeo, donde el sol iluminara todo. Y él, YunHo, le esperaría
radiante con una linda sonrisa. ¡Qué iluso fue!
Tenía pieles y tapices en lugar de flores, lienzos rojos que no sabía
que simbolizaban; antorchas en lugar del sol, y un Rey que no era aquel del que
estaba enamorado. Pero ya no lloraría, había aceptado su destino. Su papel como
noble ya había sido firmado por y para el reino.
Hasta el final de la ceremonia espero en vano, rogando porque alguno de
los presentes le interrumpiera, se opusiera y se lo llevara lejos. No pasó.
Después de eso, su memoria fue difusa. Los aplausos, las felicitaciones, los
abrazos y sonrisas, más él solo deseaba llorar.
Fue conducido por un pasillo lateral, largo y frío como todo en ese
castillo. El Rey, su ahora esposo, lo había llevado a una habitación, arrojado
sobre un suave lecho, pero que JaeJoong no sintió al estar aterrado de saber lo
que pasaría. Se lo habían dicho las nanas y nodrizas al crecer, lo había
imaginado, más jamás pensó se entregaría a un hombre que no fuera YunHo.
Entonces, las lagrimas que él pensaba secas, volvieron a brotar con intensidad.
El Rey lo notó y se acercó despacio, como cuando se trata de calmar a
un animalillo asustado y herido, que retrocede por cada paso que se da.
—No me temas JaeJoong. Te lo dije cuando llegaste hace una semana,
jamás te dañaré. Estás a salvo conmigo, no obstante, esto es exigencia del
ritual, de otra forma no podré protegerte como la Joya que eres.
Poco entendió JaeJoong en ese momento, solo sabía que debía cumplir con
su deber de consorte, así no lo deseara.
A sus labios le acercó una copa con un líquido viscoso, de aroma
dulzón. —Bebe JaeJoong, bebe y no recordarás jamás lo que pasó. Bebe y no
sentirás miedo, ni dolor.
Y así lo hizo JaeJoong. Bebió todo el contenido de la copa, la cual le
adormeció el cuerpo para después hacerlo estallar en llamas.
Alderamin no le mintió.
JaeJoong no recuerda nada de lo que sucedió esa noche ni los siguientes
dos días, solo tiene fugaces imágenes del Rey mirándolo con tristeza, rogando
por su perdón, besando su frente. Despertó dos días después, sabiendo que el
matrimonio había sido consumado por simple tradición, quiso sentirse mal, pero
no recordaba nada, tampoco le dolía nada, ni siquiera estaban en la misma
habitación.
Solo en aquella ocasión le tocó. Nunca más volvió a hacerlo, ni
siquiera las raras veces cuando compartían el lecho como la pareja de recién
casados que eran. JaeJoong sabía de las aventuras de su esposo, de los
desfogues salvajes que a veces se daban en las fiestas, pero eso no le
importunaba, porque jamás fue obligado a participar y porque eso lo mantenía
seguro de que no le iba a tocar.
Su consejero se adelantó. —Nuestro
monarca, Cephei, Rey de Cepheus.
JaeJoong saludo con un gesto de
cabeza, por la mirada sorprendida de los demás, pareciera que no le esperaban.
Eso era la última confirmación. Ellos eran los culpables.
Hace unas semanas cuando sostuvo
el ensangrentado cuerpo de su esposo, viéndolo morir, pidiendo como última
voluntad convertirse en la luz de su pueblo. JaeJoong sintió ira, rencor y
clamó venganza. Más, cuando se enteró de los malhechores, su rostro se volvió
cenizo, de piedra. Su pueblo esperaba, sabiendo que quizá no obtendrían su
ansiada venganza, que quizá se morderían los labios con impotencia, pero no fue
así. JaeJoong se levantó orgulloso y fiero, tal como Alderamin le enseñó. —¡Venganza!
Ahora frente a ellos, tontos e
ilusos que clamaban tierras, crímenes,
patéticas excusas para querer hacerse de su reino. Pero, ellos qué saben
de su pueblo, de las emociones que guían sus caminos, caminos que quieren
sentir la sangre de sus enemigos correr.
—Y por último, el crimen más
atroz perpetrado contra nuestro más valioso regalo entregado a ustedes, la Joya
del Reino —escuchó decir al consejero de Lacerta.
JaeJoong, que hasta el momento no
se había retirado el casco, soltó una larga y sonora carcajada.
—¿Le parece gracioso? —increpó un
molesto YunHo, golpeando la mesa, pero JaeJoong no dejaba de reír. No podía.
—Le entregamos nuestro mayor tesoro y ustedes los mancillaron, destruyeron a la
bella criatura que les dimos como ofrenda de paz.
Paró de reír. —Es verdad, su
preciosa Joya ya no existe más.
Esa simple oración elevó los
ánimos en los presentes del reino de Lacerta. «Como si de verdad les interesara». JaeJoong mantenía su fría ira
bajo control, mirando con desprecio a quienes se sentían agraviados, esos
mismos que sin reparo lo habían entregado cual mercancía, esos mismos que no lo
habían valorado, esos que le ignoraron, esos que jamás lo trataron como ser
humano.
***
YunHo solo quería tomar al hombre
frente a él, el culpable de todo esto. Si él no hubiese pedido a JaeJoong,
seguramente JaeJoong estaría reinando a su lado, seguiría llenando de luz su
reino, siendo aclamado por los artistas, recibiendo miles de poemas, siendo
envidiado por todos.
Es cierto que no deseaba el
matrimonio, pero él jamás hubiera dañado a JaeJoong, lo hubiera atesorado como
la piedra preciosa que era. Cuando vio aquella sabana manchada, el horror y la
ira se asentaron por igual en su pecho. Culpa fue lo que sintió después. Culpa
era lo que veía en los ojos de sus nobles que asistieron a tan afamado evento.
No volvieron a ver a JaeJoong
después de la ceremonia. Sabían que sería casi imposible que asistieran a los
eventos en los otros reinos, después de todo Cepheus era un pueblo bárbaro, que
no encajaba bien en las buenas culturas. Pero no se esperaban que se les fuera
negada la entrada al castillo, según las tradiciones de ese reino, la familia
del consorte jamás volvía a verle.
Las cartas jamás fueron
contestadas, por el contrario eran devueltas sin siquiera abrirse. No sabía si
era una burla o de verdad algo le había pasado. Así fue, por largos cinco años.
Cinco años es mucho tiempo, tiempo en el que se dio cuenta que de verdad
valoraba su presencia. Amor definitivamente no sentía, pero cariño sí. JaeJoong
era el único que lo miraba con verdadero amor, un amor limpio, un amor sin
reservas, uno sin ningún interés de por medio. Y él correspondió a todo eso
entregándolo a un salvaje, un tipo que seguramente no había tenido paciencia,
que lo habría tomado a la fuerza, golpeándolo una y otra vez. Imaginaba que esa
era la razón por la que no le permitían verlo, su rostro deformado era lo único
que quedaba de su antaña belleza. No podía soportarlo.
Culpa. Sentimientos extraños que
se removían en su interior. Deseaba recuperarlo. Y lo haría, si no, por lo
menos le vengaría.
Eso hizo, cuando su espía regresó
sin informes favorables de su Joya, porque eso era JaeJoong, su Joya.
Dio la orden y el infierno
estalló.
Él, al igual que todos quedaban cautivados con la exquisita belleza de
JaeJoong. Le gustaba verlo pasear por los jardines, con sus largos cabellos
negros ondeantes al viento y brillantes al sol, le agradaba sentarse a
escucharle tocar, disfrutaba de su belleza, pero sobretodo disfrutaba saber que
todo eso que los demás envidiaban era suyo.
Incluso había algunos tan osados que se atrevían a cortejarlo a sus
espaldas. Él simplemente reía, porque no importaba cuantos regalos le enviaran
o poemas le hicieran, JaeJoong le era fiel.
Solamente hubo uno que trató de propasarse. Ese día caminaba con su
séquito de “damas” cuando lo vio. JaeJoong recargado en la pared, con ese
sujeto demasiado cerca, cuerpo contra cuerpo. Y, de no haber sido por las
lágrimas de JaeJoong y su temor recorriéndole, YunHo hubiera gritado
infidelidad. Así que sujetó al tipo, que
resultó ser el embajador de otras tierras y de forma poco amable le escoltó a
los calabozos.
—Nadie toca lo que es mío.
Desgraciadamente ahora ya no es
suyo, ni de nadie. Ahora vuela alto, como las aves que solía mirar, ahora es
libre.
Por eso mismo, cuando ese
malnacido aseveró que su JaeJoong ya no existía la ira, la culpa y demás
sentimientos que tenía reprimidos afloraron contra ese hombre.
—¡Eres un maldito! Debiste morir
cuando lo ordené. Hubiese sido más piadoso de esa manera. Ahora yo me encargaré
de que sufras tú y tu maldito pueblo —rugió.
—Así que admite su
responsabilidad en el atentado en contra de nuestro Rey —enunció el consejero
de Cepheus con voz contenida.
—Sangre por sangre —afirmó YunHo.
—¡Eso es JaeJoong! —decía un muy orgulloso Alderamin. El chiquillo que
fungía como su consorte no solo era bello, era inteligente, prudente, amable y
un verdadero guerrero, no cabía duda de que si él llegara a faltar, JaeJoong se
convertiría en una estrella mucho más brillante que cualquier otro rey de
Cepheus.
JaeJoong sonreía, su belleza exquisita era admirada por todo el pueblo,
que al verlo vencer a su más experimentada guerrera rugieron de felicidad. Ya
lo veían próximamente retando con orgullo a su mejor guerrero. Su desarrollo en
las armas era rápido, no tanto como su habilidad para gobernar, sin duda un
verdadero monarca.
—JaeJoong, prométeme algo —dijo Alderamin acariciando su cabello, mirándolo
con orgullo, como si fuera su propio hijo. —Promete que serás la luz de mi
pueblo si yo llego a faltar. Promete que cuidarás de mi linaje como si fuera el
tuyo. Promete que harás florecer mi reino y lo guiarás a la gloria.
—Tú no faltarás —afirmó JaeJoong. —Tú eres la luz de tu pueblo y ellos
te seguirán fielmente.
Alderamin sonrió. —Cuando te pedí como recompensa para cerrar la
alianza, lo supe sabiendo que eras el futuro consorte del rey, que eras llamado
la Joya del Reino. La verdad, no me interesabas, yo solo quería golpear el
orgullo del niño rey, tomando lo que guardaba con tanto ahínco. Descubrí con
gran pesadez que te entregaron a mí como se entrega un pequeño cofre de oro, un
simple objeto. Sin embargo, no me arrepiento de haberte traído conmigo, te has
convertido en todo un gran hombre, más que eso, un monarca.
—Juro por mi honor, no, por mi ser que si llegaras a faltar me
convertiré en la luz de tu pueblo, criaré a tus hijos como si fueran míos y tu
reino florecerá bajo mi ala.
Cephei, lo miraba fijamente,
podía sentir su odio, pero solo sus oscuros ojos resplandecían con la ira, cual
ardientes llamas, pues no había tenido la decencia de retirarse el casco.
—Ustedes eliminaron a nuestra
Joya más valuada y pagarán por ello.
—Dejó de ser tu Joya en el
momento en que aceptaste la alianza —respondió con voz suave y tranquila
Cephei, aún así se podía sentir tan gélida que helaba el alma. —Dejó de ser
tuya en el momento en el que imploró por su destino antes de ser entregada como
simple mercancía.
JaeJoong con lentitud se retiró
el casco. Pudo escuchar los sonidos de exclamación pronunciados por los de
Lacerta, inclusive algunos sollozos de felicidad al verlo vivo.
—JaeJoong —susurró YunHo,
tratando de alcanzar su mejilla.
—Ese ya no es mi nombre. Tu
preciosa Joya murió al llegar a estas tierras. Soy Cephei, Rey de
Cepheus. Y clamo ¡venganza!
De sus largos y sedosos cabellos
ya solo quedaba un mechón, recogido en una coleta alta, tal cual dictaban la
tradición de Cepheus para sus guerreros. Su piel blanca como la leche, seguía
siendo blanca, pero al presente se podía notar el tiempo que pasaba al sol; de
su cuerpo andrógino suave y sin curvas ahora había pequeños músculos bien
definidos, sus labios seguían siendo del rojo más rojo, pero en definitiva
aquel hombre ya no era la delicada Joya del Reino, era simplemente un aguerrido
varón de Cepheus, cuya belleza era tan mortal como la espada que cargaba. Solo
sus ojos parecían seguir teniendo ese mismo trance hipnótico de siempre, sin
embargo, ya no estaba el amor con que le miraba, ese sentimiento había sido
reemplazado por una fría y cruel ira.
—Será como has dicho, YunHo.
Sangre por sangre —dijo JaeJoong antes de darse la vuelta e irse, dando por
terminadas las negociaciones. Guerra querían, guerra tendrían.
—¡No, esperen! ¡Esto es un error!
—gritaban. Un muy grande error. Un error irreparable, a menos que entregaran
la cabeza de su rey, cosa que no sucedería.
***
JaeJoong miraba a su ejército
apostado en la colina, observaba su cara de furia, los sabía agraviados, tanto
o más que él. Porque no solo era el hecho de que habían asesinado a su esposo,
su rey. No es que JaeJoong le amara, porque no lo hacía, sin embargo, le tenía
un profundo cariño, sentía amor fraternal, porque Alderamin le dio mucho más de
todo los que se hacían llamar su familia le otorgaron. Fue su padre, fue su
hermano, fue su amigo, sobre todo, fue aquel que le otorgó las alas para
despegar, le cariño, comprensión, orgullo, confianza, le hizo descubrir quien
realmente era, por eso ahora, JaeJoong le correspondería a él y a su pueblo. Por
eso ahora era su Cephei.
—La sangre derramada no será en
vano. Juro por mi luz, que guiaré y protegeré todo aquello que tú dejaste
atrás. Solo la sangre de YunHo aplacará
nuestra ira. ¡Por Cephei! ¡Por Cepheus!
A un solo rugido sus guerreros se
abalanzaron sobre los campos, en sus ojos solo se veía la firme decisión de
destrozar al enemigo, de obtener su ansiada venganza. A ellos poco les
importaban las tierras más allá de las suyas, solo querían que cobrarse la
afrenta y como tal, solo la sangre del Rey de Lacerta lo haría.
***
YunHo veía la destrucción
ocasionada, no podía exigir a sus hombres luchar con valor y fiereza cuando a
él mismo le faltaban. Su error le había llevado a esta guerra, guerra de la que
dudaban salir airosos.
Sus horrorizados ojos miraban los
campos bañados de sangre, soldados enemigos y los suyos propios caían cual
moscas. Miraba el brillante casco de Cephei, su mortal espada y sus elegantes
movimientos, a pesar de todo, JaeJoong era muy sensual. Mortífero y sensual.
YunHo vio venir a JaeJoong. Alistó
su espada, lo sabía, JaeJoong no se detendría hasta verlo muerto. Sus espadas
chocaron. Sus fuerzas se enfrentaron. Jamás pensó en este escenario, y ahora
solo quedaba la destrucción. O él o JaeJoong, no, no más JaeJoong, su Joya ya
no existía, ahora era Cephei.
FIN
**********************************************
N/A: Antes que nada: ¡Feliz Año!
Me disculpo por mi larga ausencia, si todo va bien me verán más seguido por aquí.
Espero este shot les haya gustado, originalmente no iba así, pero de alguna forma terminó de esta manera, diferente y me agrado :)
Como dato curioso:
Cepheus es una constelación colindante con Cassiopeia. Nombrada así en honor a Cefeo, Rey de Etiopía, esposo de Casiopea y padre de Andrómeda.
Cephei es el nombre general de sus estrellas.
Alderamin es su estrella más brillante, cuya traducción es el brazo derecho.
Al Rai es otra de sus estrellas, significa el pastor.
Lacerta es una constelación colindante con Cepheus, también llamada el Lagarto.
13 comentarios:
No tuvo una forma más increíble y perfecta para acabar, en verdad no podría ver a Yunho con Jae después de como fue entregado y también como era tratado en el reino al que pertenecía
Solo en el otro reino lo supieron valorar y sacar provecho de aquella extraordinaria belleza, el rey de Cepheus me encanto, el si supo tratarlo y hacerlo relucir aun más
Y aunque hubiera deseado que sea más largo, le queda perfecto como oneshot
Muchas gracias por compartir esta historia
wooo me encanto una muy buena trama que me hubiera gustado que tuviera una 2da parte pero hasta ahí uno se puede imaginar gracias por este oneshot ^^
Que tal cara la de Yunho y su reino al venir a reclamar o buscar venganza por un chico al que humillaron, maltrataron, intercambiaron, ofrecieron, tannnntas cosas que hicieron con Jae, cuando Jae era solo luz, hermoso y dulce. El antiguo rey Cephei fue un gran hombre aun con una apariencia tosca, el trato a Jae delicadamente y valiosamente, le hixo ver sus virtudes y habilidades, lo hizo un hombre fuerte q lucha por lo que quiere. El final me mato, dos hombres enfrentados, enfrentados contra alquien q ya no existe. Yunho no es ese chico del q Jae se enamoro, y Jae ya no es esa joya hermosa...no no...es ahora Cephei..... No habia amor :( .... De lo q se perdio Yunho. En fin, quiero imaginar q gano esa guerra Cephei, porq asi lo juro y asi debio ser. Quiero segunda parte, si se pudiese, pero de todas maneras estoy satisfecha con todo el one shot, fue magnifico. Muchas Muchas gracias, estoy feliz, muy feliz de que estees retomando tus escritos, amo como escribes, porq siempre quedo conforme :) un besote!
Qué puedo decir, me encantó, es algo diferente y el final impredecible, aunque soy pro YunJae en este caso si que era imposible que hubiera un final feliz!
Y espero con ansias tus siguientes historias, aquí andaremos apoyándote y esperando la actu de Hojas de otoño -Insiste xD-
Nos leemos pronto!
Normalmente me gustan los finales YJ con mucho amor~♡ pero este shot fue a otro nivel *-*me gustó el final fue peperfecto y al parecer el esposo de Jae nunca lo toco? Esa es la única duda que tengo ..
Jae paso de ser una hoya delicada a un guerrero.. lo ame *0* llora Yunho LLORA xD
gracias por el.shot ^^/
Un final abierto .... debo confesar que solo me gustan las historias con final feliz ... pero bueno ... como iban las cosas creo que el final es razonable es la consecuencia de los hechos ... Yunho nunca llego amar a Jaejoong aunque le tenia aprecio que no demostro cuando le entrego al otro reino y aunque intenta resarcir el daño ya se encuentran en posiciones diferente y ya el tiempo hiso lo suyo ..
Al principio me confundi mucho con los dialogos o sera la narracion... lo tuve que leer dos veces mientras iba leyendo recien entendi la primera parte ... Gracias por la historia ^^
sorpresa que se llevaron al ver quien vengaría a su pueblo y todo por no saber valorar a Jae cuando lo tuvieron con ellos y es el mismo quien los destruyo lastima por ellos que fueron tan ciegos por no valorarlo
Gracias por compartirlo muy bueno
El final fue extraordinario y la historia me sacó más de una lágrima. Fueron tan desgraciados e hipócritas al querer reclamar la pérdida de "su joya" cuando fueron ellos quienes la entregaron. Que buena historia me encanto, me fascinó, maravillosa..
Me encanto la historia...quizas para mi gusto me hubiese gustado otro final..pero este fue perfecto... osea despues de todo lo que paso hubiese sido bien remoto que las cosas cambiasen para bien de ambos personajes.
ojala y sigas actualizando mas seguido :) tus historias atrapan al lector.
Me gusto tu fanfic estuvo hermoso esperó q jaejoon la bella joya haya ganado la batalla gracias por escribir sigue asi
Precioso one shot, con un final perfecto, no se puede cambiar, ellos entregaron acsu joya del reino por conveniencia, ellos traicionaron a Jae y Jae les esta enseñando lo que es la verdadera lealtad a quien tanto le ayudo y quizo hacerlo alguien mejor, ahora Yunho que no venga clamando venganza por alguien a quien traicionó.
Espero hayas pasado una feliz navidad y que tengas un muy próspero año 2017, felicidades!
Gracias, te seguimos esperando con tus magnificas historias!!!
Hermosa historia!!!! Ame el final... que bueno que a Jae le haya ido mejor con el rey cepheus...yunho no sabía lo que se perdía al entregar a jae...
Hermosa historia!!!! Ame el final... que bueno que a Jae le haya ido mejor con el rey cepheus...yunho no sabía lo que se perdía al entregar a jae...
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