A través de sus ojos negros
observaba a la mujer que alguna vez le atrajo. Poseía el mismo color de ojos
que ella, y sin embargo no podían ser más diferentes, los de ella parecían luz
y los suyos un pozo vacío. Durante mucho tiempo sintió la fuerza de atracción
hacía la Loba, pronto fue claro que lo que le atraía de ella no era
precisamente su feminidad, no, era la magia, y lo que el producto de la unión
con otro lobo trajo: JaeJoong, el lobo blanco.
Por mucho tiempo esperó el
nacimiento de un lobo como él, uno cuyo color representara la fuerza de toda la
raza de shifter lobos. Lo había deseado desde que lo vio por primera vez. Si
bien, perdió la pista de Kim MinAh por varios años, cuando la reencontró no
pudo ser más grata su sorpresa. El largo tiempo que había llevado en la
búsqueda de un lobo blanco, por fin tenía resultado.
El fuerte gruñido de un Alfa se
hizo escuchar.
A cualquiera ese gruñido podría
haberlo hecho temblar de miedo e inclinar sus cabezas en señal de respeto, pero
para alguien como él, el gruñido más bien era molesto, pero no por ello dejaría
de ser precavido. No por nada llevaba más de mil años con vida, muchísimo más
que cualquier shifter normal.
Retrocedió unos pasos, ocultado por
completo su presencia. Observado desde los arbustos a la loba que era su presa.
Siempre había sido su presa, había disfrutado mucho cazando a ella y su familia,
en especial a su hermano, ChungHo, un verdadero dolor de cabeza, había
resultado un excelente contrincante, pero pereció dando su vida por su familia.
Ahora a Kim MinAh se le veía cansada, parte de su vitalidad se perdió cuando él
asesinó a su pareja, otro buen contrincante. Ella no era nada a comparación de
unas décadas antes, sin embargo, aún tenía sangre mágica, aún poseía poderes,
en decaimiento ahora, pero ellos renovarían su propia fuerza para continuar con
la cacería.
Podía aparentar tener al menos
veinticinco años, pero había visto pasar cientos de años, manada tras manada,
Alfa tras Alfa, guerra tras guerra, muchas veces siendo protagonista de la
misma. Siempre aguardando, desde las sombras manipulando a los demás como
piezas de un maquiavélico juego. Esperando que, cómo al inicio, un lobo blanco
renovara su fuerza y conseguir la inmortalidad.
Recordaba al majestuoso Lobo Blanco
con el que inició su larga cadena sangrienta. ¿Cómo podría olvidarlo? Por
aquellos tiempos todo era tan diferente, todas las especies mezcladas juntas
como una gran manada, en un ciclo de armonía. Todo perfecto, pero él, él
necesitaba más, mucho más. No deseaba caminar a lado de las demás criaturas,
no, él deseaba que todas ellas se postraran ante aquellos que habían sido
dotados con la magia de los espíritus. Sin embargo, eso no sucedió. Ese maldito
Lobo Blanco se había metido en sus planes. Su energía espiritual rivalizaba a
la suya, a pesar de que la diferencia de tamaño era enorme. Desató una guerra
que no estaba dispuesto a perder, hasta que… por fin, llegó el día en que
venció.
La luz azulada de sus ojos se tornó
del color de la sangre, cuando succionó cada gota que había en el Lobo Blanco, que
le miraba a los ojos, con la promesa de volver algún día y resarcir el daño
causado. Y es que, el Lobo Blanco tuvo muchas oportunidades de acabar con él,
pero su corazón se lo impidió, ya que él era la pareja destinada del hermoso
Lobo Blanco. Pareja o no, eso no le impidió traicionarlo, haciéndole querer
cambiar de opinión, aliándose con otros para evitar así su asunción al poder.
Lo que el Lobo Blanco jamás espero, fue que fuese su propia sangre la que le
otorgó el tan ansiado poder que él tanto buscaba.
KyuBok invocó a su forma humana,
había sido llamado por muchos nombres, pero este era el que usaba en esta época
actual. Con un solo movimiento de sus manos, conjuró una túnica sobre su
desnudez. Limpió de su mejilla una traicionera lágrima que escapó al pensar en
su antaña pareja.
Durante su larga vida, había
aprendido miles de artes mágicas, la mayoría de ellas no bien vistas, pero
poderosas. Estaba acostumbrado a ocultar tanto su aroma como su magia, e
incluso podía engañarlos con el color de su lobo, negro, la ausencia total de
color, tal como su alma.
Caminó discretamente sin ser
descubierto hasta la casa de aquella chica que le recordaba a él. Solo que
demasiado estúpida y mundana. Go AhRa era una mujer hermosa, tenía que
admitirlo, se consideraba por encima de los demás, y él, solo le había dado un
poco de incentivo para que traicionara a la manada.
Entre sus múltiples habilidades,
estaba la lectura de mente, lastimosamente esa habilidad solo era a través del
contacto, además de que le desgastaba muchísimo. Había conocido a alguien que
era capaz de leer a distancia, pero el maldito se había suicidado antes de que
lo capturara. Afortunadamente eso no pasaba con su habilidad para infringir
dolor físico sin la necesidad de tocarlo, había trabajado mucho en desarrollar
esa destreza cuando la obtuvo de un chamán que no deseaba mal a nadie, aún con
su peculiar don.
Entró por la puerta trasera,
ninguna persona en esa casa se extrañaba de verlo ahí. Los padres de la chica
le tenían tanto miedo que eran incapaces de hacer más nada que callar y huir de
cualquier habitación donde él se encontrara.
—¿Qué tienes para mí AhRa?
—preguntó nada más verla.
La chica hizo un puchero antes de
continuar. —Nada. No me dejan acercarme a ella. Ahora ni siquiera puedo llamarle
por teléfono. El Alfa duda de mí —un atisbo de miedo se dejó escuchar en la
última frase.
A KyuBok realmente le daba igual lo
que pasara con la chica, pero necesitaba ojos en esta manada si quería tomarla
bajo su poder. Hacía mucho tiempo que había descubierto que no podía robar la
habilidad mágica de algún otro shifter que no fuera de su especie, lo que lo
había llevado a iniciar la caza de todas y cada una de los shifter con dones
mágicos. No deseaba competencia.
—Necesito saber sus movimientos. Debes
concentrarte y traerme a la Loba Alfa —ordenó.
Con ayuda de AhRa y un par de
infusiones, la mente de los lobos tiene a ser fácilmente manipulable. La Loba
Alfa era la que proveía de los movimientos de los centinelas de la manada,
aunque con la llegada de YunHo, la batalla, que en un comienzo era sencilla de
ganar, ahora se entablaba.
KyuBok gruñó bajo. Odiaba a ese
jovencito. Algún día lo destrozaría con sus fauces, pero de momento era mejor
aguardar, si lograra manipularlo como a su madre, sería un siervo muy capaz.
—Te recuerdo que si no puedes darme
lo que deseo, te verás en la forzosa necesidad de cambiar de manada, eso
contando con que el Alfa no te destroce. —La cara de susto que puso la chica
hizo sonreír a KyuBok. Era inconcebible que le tuviera más miedo al Alfa que a
él mismo, se notaba la estupidez. La tomó suavemente de la cara y susurró: —No
debes preocuparte, mientras yo gane, tú tendrás todo lo que siempre deseaste.
Solo debes asegurarte obedecer. Ahora, si no puedes darme a la Loba Alfa,
entonces consigue para mí a la Bruja.
Go AhRa se estremeció ante la
orden. Susurrada tan suavemente que incluso ella sintió cada letal palabra
incrustándose en su alma. Jamás había temido una alianza con KyuBok, ella solo
deseaba dos cosas, poder y YunHo. Ambas se las entregaría KyuBok siempre y
cuando lo ayudara. Pero ahora, ella misma temía por su propia integridad.
Al diablo con ser la Loba Alfa de
esta manada, en cuanto pudiera, escaparía con YunHo, seguro que a él le
seguirían varios de los guerreros y así formarían una nueva manada, dándole la
posición que ella tanto anhela.
Por ahora solo debía evitar estar
en la mira de este sujeto. ¿Para qué quería a la Bruja? Ella no lo sabía, e
infiernos si a ella le interesaba. Ni siquiera sentía lástima por la mujer.
Sinceramente, le tenía un poco de resentimiento. Era por culpa de su hijo que
ella había perdido toda la posición que pudo haber llegado a tener. ¿Creían que
no se había enterado? ¡Diablos! Aún recordaba como si fuera ayer su primera noche de celo. El
excitante aroma masculino de YunHo hacía que casi se corriese sin siquiera
tocarla. Cuando olio a YunHo correr tras ella se sintió en la cúspide para
luego descender hasta el suelo cuando él cambió bruscamente de dirección.
Indignada, ella corrió tras él, solo para encontrarlo con JaeJoong. Tal fue la
ira que sintió, que aún ahora deseaba retorcerle el pescuezo a ese miserable
busca-problemas.
Encogiéndose de hombros salió de su
hogar. Si KyuBok tenía un insano deseo por la vieja Loba, quien era ella para
negárselo, no decían que “gallina vieja hace buen caldo”, «¡Iuuggh!» sacudió de su cabeza esa idea. Además, tan pronto como
YunHo la reclamara como su pareja, ella le clavaría a ese infame lobo negro una
daga por la espalda, y hablaba literalmente, se aseguraría de verlo desangrarse
para que no hubiera fallo, y así tener todo lo que siempre había soñado. Solo
había que esperar un poco más.
Llego hasta la enfermería. El
nauseabundo olor de las heridas golpeó su nariz haciéndola casi devolver las
entrañas. ¡Demonios! ¿Quién diablos podía soportar tal hedor? Casi al instante,
Kim MinAh apareció, llevando vendas manchadas con sangre y algo verde
amarillento. Go AhRa arrugó la nariz. Solo la Bruja podía soportarlo.
La vio entrar de nuevo y quiso
seguirla, pero un nuevo golpe a su olfato la detuvo. No solo el hedor de las
heridas pululaba en el aire, también estaba ese cargado aroma a hierbas que
apestaban como a mofeta. No, ella no entraría en ese asqueroso lugar. Solo
necesitaba un poco de persuasión para hacerla salir.
Frunció los labios pensando en cómo
hacer salir a la Bruja. A lo lejos vio a YunHo salir de su hogar, se veía tan
masculino, incluso desde su cercano lugar a la enfermería, el aroma de YunHo se
esparcía con una fuerza casi salvaje y totalmente seductor. Quiso ronronear de
placer, pero eso sería delatar su ubicación. Recordaba la única noche en que
YunHo la había tocado. Fue una noche de luna llena, YunHo aullaba a la luna con
dolor, muy lejos de todos en la manada. Estaba casi en los límites con la
manada del Norte, pero en ese momento solo eran ellos. Bueno, él en el claro y
ella oculta por los árboles. Cualquiera diría lo que fuera, que ella misma se
había ofrecido, y es que en realidad había sido eso. YunHo estaba desubicado,
lo que ella aprovechó, se apareció desnuda frente a él, y con sugestivos
toques, YunHo cedió a las pasiones de luna. De más está decir que esa fue la
mejor noche de su vida, Go AhRa se sintió plenamente satisfecha en los brazos
bronceados de ese lobo marrón. Lamentablemente inmediatamente, cuando YunHo se
dio cuenta de lo que estaba haciendo se retiró. Había llevado al éxtasis a AhRa
por lo menos tres veces, pero él jamás alcanzó la cima del placer. Nunca
olvidaría la expresión en su rostro, el miedo y la culpa total plasmada en esos
ojos café chocolate. La vio como si ella fuera la suciedad con la que él se
había ensuciado, y, por mucho que ella lo deseara, en ese momento lo odió.
Sus ojos se llenaron de ira
renovada, se deleitaba con los fuertes músculos de YunHo, pero no olvidaría
jamás la ofensa. Lo deseaba, sí, pero tarde o temprano le haría pagar su
insulto. Respiró profundamente, inhalando una vez más el masculino aroma de
YunHo y regresó su mente a asuntos más importantes: la Bruja.
***
—Omma, ¿puedo ir a corretear a las
ardillas? —preguntó con voz tierna UnHyea. JaeJoong lo miró, se parecía tanto a
YunHo que era imposible que no lo relacionaran con él. JaeJoong miró hacía los límites de su
aún hogar y un escalofrío le recorrió.
Temía que su bebé en su carrera saliera de la barrera y ese lobo lo atrapara.
—Te juro que no voy a salir del primer círculo —comentó intuyendo el
pensamiento de su madre.
JaeJoong quería darle ese gusto a
su pequeño, pero cómo hacerlo cuando el maldito cazador había estado tan
centrado en darles caza que había reducido la barrera de Mok por varios cientos
de metros. Todos sabían que pronto tendrían que salir y enfrentarse a aquel que
los cazaba, pero ninguno se sentía listo, muchísimo menos él, no con UnHyea tan
pequeño.
—Yo iré contigo —declaró YooChun
por detrás de JaeJoong. Este último dio un suspiro aliviado, si YooChun iba con
él no habría problema, podían ocultarse hasta que el cazador se fuera.
Aún así añadió: —Solo asegúrense de
no salir del primer círculo.
Con un asentimiento de ambos,
cayeron en sus cuatro patas y echaron a correr tras las burlonas ardillas que
molestaban a su pequeño desde las ramas de los árboles. JaeJoong sacudió sus
cabellos y entró a casa. Mok estaba débil, las constantes idas y venidas del
lobo negro y sus ataques, dejaban a Mok exhausto. Hace apenas unos días, el
Lobo Negro había realizado un ataque brutal, derribando dos de los círculos de
protección. De los doce que originalmente tenían, seis habían sido derribados
por el Lobo Negro, y los últimos dos estaban en precario equilibrio. De hecho,
JaeJoong era de la idea de que Mok abandonara esos dos, así su salud mejoraría
un poco.
—¿Cómo te sientes hoy? —cuestionó
al entrar en la habitación. Mok no tuvo que decir nada para que JaeJoong
supiera que no se encontraba mejor que ayer. Su pálido semblante no presagiaba
nada bueno. —Déjalos, Mok. Solo abandónalos —pidió, mientras sus manos se
posaban sobre las de Mok, brindándole un poco de energía para sanar.
—No puedo, estaríamos demasiado
reducidos.
—Si te perdemos entonces no
tendremos que preocuparnos por estar reducidos en espacio —irrumpió JunSu.
—Pero las huertas y…
—Podremos hacerlo en un espacio más
pequeño. Nos las apañaremos. Ahora solo mejórate.
Mok asintió. Dejó llevar su mente a
ese lugar donde los espíritus habitan. Las campanas que usualmente anunciaban
la llegada a alguien cerca del círculo sonaron solo una vez más, antes de que
callaran de un abrupto golpe. JaeJoong rezaba para que YooChun y UnHyea
hubieran mantenido su palabra de no dejar el primer círculo.
A los pocos minutos, ambos lobos
entraron. YooChun llevaba en su hocico un par de conejos, mientras que UnHyea
una ardilla. Se veía tan feliz, tenía una expresión de satisfacción en su
rostro, como diciendo que él podría hacerse cargo de todos. JaeJoong sonrió,
mitad triste, mitad feliz. UnHyea no negaba su linaje, provenía de una larga
línea de Alfas, por lo que su cachorro también lo era.
Mok casi recobró un poco de su
color cuando abandonó los dos círculos, ahora solo tenían cuatro, no tan
fuertes como los primeros, pero servían de igual forma. Todos sabían que debían
estar más alertas que nunca. Si el Lobo Negro seguía empeñado en ellos, pronto
tendrían que abandonar el lugar.
***
Go AhRa sonrió con malicia cuando
vio su oportunidad pasar frente a sus ojos. El cachorro perdido de una Loba
descuidada le sería útil, y más cuando reconoció en él al hijo de su “amiga”.
Si no lo cuidaba, no lo extrañaría, ¿cierto? Además qué futuro tendría un
cachorro feo y escuálido, ¿no sería más piadoso si terminaran con él antes de
que fuera capturado por alguien de la otra manada?
Llamó a su forma de Lobo, y,
cuidando que nadie la viera, tomó entre su hocico al cachorro. La bola de pelos
chillaba y se retorcía, pero el trayecto era corto, solo debía estar cerca de
la enfermería y oculto de ojos curiosos. Cuando el cachorro chilló con más
fuerza de la normal, AhRa se desesperó y lo lanzó contra la pared más cercana.
El lobezno chilló, pero se pudo poner en sus cuatro patitas, tambaleándose cual
cervatillo. AhRa enseñó los dientes, pero eso no asustaba a un desubicado
cachorro, así que con un zarpazo lo mando de nuevo contra la pared. Esta
ocasión, el pequeño lobo no se levantó. El aroma a sangre comenzó a esparcirse
por el aire.
Kim MinAh se sentía demasiado
cansada, pronto sería hora de ir a descansar, por mucho que quisiera seguir
ayudando a los heridos, no le haría ningún bien a nadie si se desmayaba por
sobreesfuerzo. ¿Cuánto tiempo llevaba de pie? No lo sabía, pero seguro eran más
de veinticuatro horas, porque, si mal no recordaba, este sería el segundo
atardecer que veía con esa misma ropa.
Un suave gemido la sacó de su
letargo. Salió de la enfermería por la parte de atrás, no era prudente no
avisar a nadie, pero sabía que había centinelas recorriendo el perímetro, además
del hecho de que escuchaba los cantos de los grillos, por lo que sabía que el
Lobo Negro no estaba ahí.
Del oscuro callejón, la peluda
forma de un lobo color miel se hizo ver. Cojeaba mientras se acercaba a la luz.
Cuando levantó la cara, pudo ver unos ojos verdes totalmente preocupados. La
reconoció enseguida, Go AhRa. La loba gimoteó una vez más, quería decirle que
cambiara para que pudiera revisarla, pero la joven loba volvió su peluda cabeza
hacia atrás, desesperada, sus ojos llenos de angustia. MinAh no sabía si la
perseguían, estaba a punto de ir por un guardia cuando AhRa gimoteó de nuevo,
esta vez yendo de regreso al callejón.
El metálico olor a sangre le llegó,
se apresuró a ir con ella. Un peludo bultito estaba pegado a la pared. Kim
MinAh se heló al reconocer a un cachorro, si pensarlo más se acercó a él. El
pequeño tenía una herida muy grande de zarpazo, afortunadamente no demasiado
profunda, pero estaba inconsciente, probablemente a causa del golpe. Sacó unas
hierbas de su mandil, las introdujo a su boca y comenzó a masticarlas. El sabor
era agrio, usualmente las aplastaba o molía con otra cosa que no fuera su boca,
pero en este caso era crucial cerrar la herida. Cuando tuvo una masa
consistente, la colocó sobre las heridas y el pequeño se sacudió por inercia.
Comenzó a rezar a sus ancestros, pidiendo su fuerza una vez más para salvar al
cachorro. Una luz azulada brilló en sus manos y se extendía por el cuerpo del
cachorro desde donde lo tocaba.
Go AhRa miraba estupefacta. Pensaba
que Kim MinAh le decían bruja por las hierbas y esas cosas, pero jamás la había
visto hacer nada como lo que ahora estaba haciendo. Entendía porque KyuBok la
quería, seguro de esa manera curaba a los soldados, así que si la quitaba del
camino tendría más oportunidades de vencer.
Cuando terminó, el cachorro comenzó
a moverse, sus párpados se movían, pero estaba demasiado débil para
incorporarse por él mismo. Kim MinAh lo tomó entre sus brazos y lo llevó de
regreso a la enfermería.
—Vamos, te echaré un vistazo en la
enfermería —le dijo a AhRa. MinAh no pensó en nada extraño cuando AhRa no cambió
a su forma humana, por una parte porque la chica era demasiado bonita para
andar desnuda por todos lados y por otra, la que creía más probable, era que la
chica se había quedado en su forma de lobo para proteger al pequeño de quien
los haya atacado.
La loba ladeó la cabeza y comenzó a
seguirla. Kim MinAh ni siquiera notó que la loba caminaba sobre sus cuatro
patas, cuando minutos antes cojeaba.
Go AhRa no creía que esto fuera a
ser tan fácil. Hubiera sido sencillo atacar a la loba cuando ésta le dio la
espalda para centrarse en el cachorro, pero incluso ella, tenía aunque sea un
poquito de compasión por la bola de pelos. Además de que la vieja loba ahora se
veía más cansada aún como para presentar pelea.
Cuando llegaron a la puerta trasera
de la enfermería, AhRa atacó. Desenfundó sus afilados colmillos y tomó a la
mujer por el hombro. Kim MinAh dio un grito ahogado por la sorpresa, el
cachorro casi cae de sus brazos, pero se las apañó para dejarlo sin demasiados
golpes en el suelo. No sabía que le había dado a esa loba, pero no se dejaría.
Go AhRa sacudió de un lado al otro
a la mujer, sabía que si la dejaba entrar en su forma de lobo sería difícil
llevarla a casa. Al final, la juventud y fuerza de AhRa se impusieron ante el
cansancio de MinAh, que cayó en un estado de sopor, medio consiente.
Con su borrosa mirada, vio como la
enfermería se alejaba. Estaba siendo arrastrada a no sabía dónde, solo rogaba
porque alguien encontrara al cachorro para ponerlo a salvo. Su última visión
fue su propio hijo…