CAPITULO UNO
Jaejoong miraba a través de los barrotes de
su celda la alguna vez blanca habitación, Heechul de rodillas, la cabeza
colgando hacia abajo, las manos esposadas a la espalda. La falta de felicidad
en su expresión, hacía que Heechul pareciese mayor que lo que realmente era.
No había ventanas, por lo que no podía decir si era de día o
de noche. El piso de cemento teñido era donde de las rodillas sucias de Heechul
se apoyaban a través de sus jeans rotos. La iluminación muy fuerte, venía de
una bombilla desnuda. Las paredes eran también de cemento, con celdas
estratégicamente colocadas alrededor de ellas, por lo que Jaejoong aseguraba
que debían de tenerlos bajo tierra.
El estómago de Jaejoong se revolvió cuando vio una gran
cantidad de salpicaduras de sangre sobre la piedra gris.
—Heenim, ¿por qué
no te giras y le das a la cámara una sonrisa? —una voz ordenó. El día de hoy “El Maestro” estaba especialmente
jugetón, por lo que quería grabar los mejores momentos con sus esclavos.
Jaejoong sabía que ese hombre tenía una
insana atracción por Heechul. Maldecía una y otra vez su estupidez.
Heechul
estaba parado de delante de un telón de fondo que parecía que no era más que
una hoja roja clavada en la pared, llevaba el pelo negro largo y suelto,
comenzaba a cantar a todo pulmón una canción vagamente familiar, mientras
bailaba, si lo que hacía se podía llamar baile. Parecía más un espectáculo de
sexo en vivo con la ropa puesta. Había movimientos que sonrojarían hasta a un
stripper.
Junsu
sonreía desde el otro extremo del escenario. Llevaba una cámara vieja, que
proporcionaba videos de mala calidad, pero a ellos eso poco les importaba,
mientras tuvieran un primer video juntos.
Poco
después, Jaejoong subió al escenario,
pero en lugar de unirse al canto, empezó a frotar y acariciar al artista de
cabello oscuro, su mano se deslizaba encima de la ajustada camiseta del
cantante, explorándolo. Donghae se había unido a ellos como un tercer bailarín
y el espectáculo se ponía cada vez más para una clasificación para adultos.
En el
momento justo, tanto Jaejoong como Donghae deslizaron sus manos por la parte
delantera de los ceñidos pantalones vaqueros de Heechul, provocando gemidos por
parte de su audiencia.
Yoochun los
miraba ceñudo desde un punto cercano a ellos, mientras Junsu seguía grabando y
riéndose estrepitosamente.
¿Cómo pudo haber sido tan estúpido como para
publicar algo como esto en un sitio público?
El poco conocía de la sociedad de
cambiaformas, solo sabía que era un cambiaformas pantera, y eso era porque
Yoochun se lo había dicho cuando lo encontró. Mientras miraba a su amigo, el
pánico y la rabia pulsaban a través de él. Por su estupidez ahora él y sus
amigos vivían en medio del dolor.
Heechul movió la cabeza débilmente. —No soy Heenim. Mi nombre es Heechul.
Los dedos del Maestro pellizcaron las
mejillas de Heechul cruelmente y lo obligaron a enfrentar a la cámara. Jaejoong
contuvo su aliento cuando vio los ojos negros de Heechul, los labios partidos y
la mandíbula hinchada. Lo peor de todo eso era la mirada aturdida y ausente de
Heechul.
¿Estará drogado? se preguntó. A juzgar por la
dilatación de sus pupilas y el tiempo de reacción tan lento, su mejor conjetura
es que es algún tipo de opiáceo. No sabía porque se preguntaba eso, si la mayor
parte del tiempo, cuando el amo quería divertirse, los drogaban con algo
malditamente fuerte para afectar a de esa manera, ya que los sistemas de los cambiaformas son muy resistentes a ese
tipo de cosas.
El Maestro volvió a hablar. —No puedes ocultar lo que eres. A pesar de
que tienes el pelo oscuro, eres el vivo retrato de Eric.
—¿Eric? —Heechul arrastró las palabras al hablar—. ¿Quién coño es ese?
—Tu hermano. —La mano pasó por las mejillas de Heechul y
se trasladó a su pelo.
—No tengo un
hermano. Soy sólo yo. —Heechul
lanzó un grito sorprendido cuando la mano tiró bruscamente de su cabello.
—Eres tan estúpido
que es casi lindo. Tienes un hermano y él es un poderoso gatito. Tanto es así,
que la gente va a querer ser dueño de tu culo en el mejor de los casos. No puedo
esperar a ver la locura que causarás en la subasta. Especialmente una vez que
vean el espectáculo que estamos a punto de dar.
Por último, el Maestro se movió más cerca, de
pie directamente delante de Heechul. Jaejoong no conocía a muchas razas de cambiaformas,
pero no había ninguna duda, con el pelo oscuro, la piel grasosa y pastosa, el
Maestro era un Cuervo.
Los hinchados ojos de Heechul se agrandaron
cuando miró fijamente a la cámara y dejó escapar un pequeño gemido.
—Por favor, no
hagas esto.
Lo que le valió otro tirón de pelo. El Cuervo
le agarró con fuerza con una mano mientras usaba la otra para empezar a
deshacer sus propios pantalones.
—Oh,
eso es bueno. Haciéndote el tímido cuando todos sabemos que has chupado más que
tu parte justa de pollas. Lo único que te pido es que hagas una pequeña
demostración de lo talentosa que es esa dulce boca tuya. Es mi manera de enviar
este vídeo a algunas de las partes que puedan estar interesadas en añadir un
jaguar a sus colecciones.
—No quiero, por
favor —suplicó Heechul, conteniendo su
aliento.
Jaejoong nunca se había sentido tan impotente en su vida.
Cerca de él, podía oír los sollozos suaves de Junsu. El risueño y tierno Junsu
se encontraba al centro de esa gran habitación, exhibido como un gran trofeo en
una pequeña jaula color oro.
—Sin embargo vas a
hacerlo, ¿no es cierto? Porque si te niegas, ¿quién terminará dañado? —El
cuervo amenazaba.
Heechul luchó intentado echarse hacia atrás
en sus rodillas, una línea gruesa de sangre goteando de su boca. —Yoochun.
—Eso es correcto.
Cada vez que me cabrees, me lo cobraré en Yoochun. Ahora, vas a chuparme la
polla y si me muerdes o haces un trabajo que me cabree, le arrancaré a Yoochun
poco a poco cada uno de los dientes con un par de pinzas oxidadas. Ahora vas a
ser un buen chico.
Heechul asintió con la cabeza, sus movimientos espasmódicos.
Su respiración comenzó a salir desigual, su ojos llorosos, pero nunca gritó.
Jaejoong deseo cerrar los ojos ante tal visión. Había sido
así desde que los capturaron. Pero ahora estaban próximos a separarlos. La
subasta sería en unos días y ellos serían vendidos como esclavos.
No es que hubiese sido su primera vez, ellos como
cambiaformas callejeros habían tenido que hacer de todo para sobrevivir:
prostitución, hurto, vagancia. Habría seguido así para ellos si no hubiese sido
por Yoochun.
Su mirada se deslizo a la celda contigua, un joven hombre de
cabellos negros y tez pálida se encontraba recostado sobre la pared, con el
rostro lleno de sangre y la ropa desajustada por haber recibido una dura
paliza.
Un ataque de vértigo lo golpeó, lo dominó
durante un momento. Apoyó una mano en la pared de baldosas baratas para mantener
el equilibrio. El brazalete de color plata brillante en su muñeca se destacaba
contra el blanco sucio del lugar.
Miró la banda gruesa de metal cuando un
escalofrío le recorrió la espina dorsal. La primera vez que había sido
capturado, le habían dicho que le proporcionarían una descarga eléctrica si
intentaba escapar. Por supuesto, siendo el rebelde que era, en la primera
oportunidad que tuvo, intentó llegar hasta las puertas delanteras.
Sólo consiguió una descarga que lo golpeó en el culo y le
dieron convulsiones, pero se las había arreglado para joder a sus carceleros.
Un sentimiento de culpabilidad se asentó en su estómago al recordar el castigo
por ello. Fue obligado a ver cómo golpeaban a Yoochun para asegurarse de que no
diera más problemas. Luego, cuando acabaron con él, le tocó su turno. Aún
llevaba una pequeña cicatriz en forma de media luna como recuerdo de ese
incidente.
Podría vivir con la cicatriz. Fue tener que ver a Yoochun
herido, lleno de profundos cortes, lo que más lo hería. Él significaba el mundo
para ellos. Había sido Yoochun quien los había sacado de las calles y les había
dado un lugar para vivir, ellos solían prostituirse por algunas monedas para
poder comer. Los había llevado a su hogar y los cuidaba, procuraba que no les
faltara ropa y alimento. Yoochun había sido el único y verdadero amigo que
habían conocido. Su única familia. Por encima de todo, él había sido el primero
que les había dicho lo que eran: cambiaformas.
A pesar de ser de distintas razas, Yoochun era su alfa en su
pequeña manada callejera, por lo que los cuervos habían encontrado la forma más
fácil de doblegarlos al dañar seriamente a Yoochun.
—Jaejoong, acércate a mí —llamó el Maestro.
Jaejoong se erizó al escucharlo. No había notado que el hombre se había acercado
a su celda. —¿Quieres que vaya allí y te saque? —el Maestro exigió, con la voz
dura llena de una ira que conocían muy bien.
—Ya voy, Señor —Jaejoong respondió, porque
no, no quería el Maestro viniera a por él. La primera y única vez que lo había
hecho, no había sido para un momento de diversión.
El Maestro como siempre, iba vestido de la
cabeza a los pies de cuero negro, lo que coincidía con su pelo igual de oscuro
y sus ojos. El aspirante a vampiro hacía que su piel se viera pálida y cetrina.
Cuando le hizo señas con un dedo torcido, Jaejoong se sintió un poco mareado
mientras miraba la larga y rizada uña. Algo que se parecía sospechosamente a la
sangre, estaba entre sus uñas.
Cuando Jaejoong continuó de pie, los ojos del Maestro
brillaron con ira. —¿Dónde se supone que debes estar?
—Lo siento —murmuró antes dejarse caer de rodillas para
golpear el frío suelo. Era la posición que el hombre siempre le había exigido
que tomara. El Maestro se acercó y apretó la cara de Jaejoong contra sus
muslos. Jaejoong despreciaba la sensación de la piel caliente contra su mejilla
y los sonidos de la respiración áspera del Maestro. Ese olor dulzón que rodeaba al hombre se hizo
más fuerte, haciendo que le dieran náuseas. Apretó los labios para contenerlas
y cerró los ojos, imaginándose a sí mismo en otro lugar. Cualquier otro lugar
sería mejor, con tal de que no estar en esa habitación. Se estremeció y tuvo
que reprimir su lucha y su reacción a huir cuando sintió pasar los largos dedos
por su pelo.
—Puedo sentir que el tiempo de su primer
cambio está cerca y no quiero que sufran un trauma cuando no han sido
preparados para ello.
Jaejoong intentó no resoplar de incredulidad.
Era más probable que el Maestro no quisiera tener que lidiar con un par de
gatitos gigantes queriendo tomar venganza. Les habían dicho cuál es su forma
animal él una pantera, Heechul un jaguar, Donghae un halcón, Yoochun un lobo y
Junsu un águila.
Mientras que Jaejoong no sabía mucho acerca
de esa raza en particular de los gatos, sabía que cualquier felino venía con un
bonito conjunto de garras y dientes. En ese momento, Jaejoong hubiera dado su
testículo izquierdo por tener algo fuerte con lo que atacar. A él le encantaría
ser capaz de hacerle pagar aunque fuera un poco de las heridas que había
recibido.
El Maestro suspiró. —Es realmente
decepcionante que no sepan nada acerca de nuestro mundo.
A pesar de que sabía que lo más inteligente
que hacer sería rebajarse un poco más, Jaejoong soltó: —Si somos una decepción,
entonces ¿por qué nos mantienes?
—Ya te lo he dicho. Estoy usando a Heechul
para hacer salir a Eric.
Eso siempre los había confundido.
—Ni siquiera nos conocemos, así que, ¿por qué
crees que va a tratar de rescatarme? — preguntó Heechul desde su sitio.
—Eso no le importará. Eric tiene una
debilidad y es su amor por su familia, de los cuales tú eres uno de los
miembros. — Señaló, regresando al lado de Heechul—. Yo sé que, sin lugar a
dudas, una vez que sepa dónde te encuentras, nada le impedirá venir. También va
a causar estragos en todo lo que se interponga en su camino.
—¿Por qué lo odian tanto?
—Estoy cansado de que el mundo de los
cambiaformas lo mire como si fuera un dios, mientras que al mismo tiempo me ven
como la escoria de la sociedad. Sólo por una vez, me gustaría verlo perder en
algo.
En el último año, habían desarrollado una extraña devoción
por el hermano de Heechul al que nunca habían visto. Sin otra esperanza, se
habían aferrado a la idea de tener a alguien ahí fuera que pudiera ayudarles, alguien a quien
pudiera importarles. Eso era una estupidez, ya que sabían que si alguna vez
estuviera cara a cara con el hombre, Eric no querría tener nada que ver con
ellos. El Maestro tenía razón en una cosa: al final del día, no eran más que
unos prostitutos callejeros de veinte wons.
El Cuervo levantó la colcha de la estrecha
cama. Desde su sitio, Jaejoong observaba como Heechul comenzó a temblar de
nuevo cuando echó una mirada cautelosa al delgado colchón que había llegado a
odiar.
—Puedo oler tu miedo. —El Maestro daba una suave caricia
sobre su hombro—. No te preocupes. Sólo quiero que te metas debajo de las
mantas y te calientes. Me voy y no voy a disfrutar de ti. —Heechul hizo lo que
se le ordenó. Se metió bajo las mantas y se acurrucó sobre uno de sus costados.
—Creo que te voy a mantener —El Maestro le susurró mientras pasaba la parte
posterior de sus nudillos a lo largo de la mandíbula de Heechul—. Eres
demasiado hermoso como para dejarte ir.
Heechul se puso tenso al oír las palabras. Preferiría estar
muerto que pasar el resto de su vida con el Maestro. Dado que no se atrevió a
decir esas palabras en voz alta, en cambio, cerró los ojos y fingió dormir.
—Eric, ven por mí. No quiero estar más aquí —Jaejoong le
escuchó decir mientras las lágrimas comenzaban a caer empapando la almohada—.
Te necesito, Eric. Estoy muy asustado.
…
….
…..
Jaejoong solo sabía que era de día porque la actividad en su
prisión se hacía más ajetreada durante algunas horas. Sin embargo, hoy estaban
especialmente inquietos. Bien sabía que la subasta no sería hasta en un par de
días, pero al ver a sus carceleros murmurarse lo ponía por de más nervioso.
—Mis lindos muchachos. —Saludó el Maestro. Llevaba como
siempre su conjunto negro y esa sonrisa macabra que habían temido desde el
primer momento en que lo vieron. —Hoy tendremos unas visitas muy amenas,
algunas personas se han interesado en nuestro video —dijo mirando a Heechul
—por lo que desean conocer a algunos otros de ustedes. Por su puesto, tu no mi
lindo Junsu, tú serás expuesto el día de la subasta.
Junsu, era un cambiaformas águila, los cuales eran
considerados invaluables, pues su raza estaba al borde de la extinción. Y, un
joven águila de la edad de Junsu, sin duda significaba una suma exorbitante de
dinero en el mercado negro.
Hacía una hora, uno de los lobos carceleros
había llegado y les habían deslizado un grueso collar de cuero alrededor del
cuello a Jaejoong y Heechul. Entonces el collar lo conectó a una correa y los
hicieron gatear sobre sus manos y rodillas hasta otro edificio. Habían tomado
un túnel subterráneo que estaba mojado, y era frío y cubierto de algunas de las
peores mierdas que había olido nunca. Dado que habían pasado años como unas
ratas callejeras, eso era decir demasiado.
Ellos ni siquiera habían recorrido la mitad
del túnel antes de que sus manos y rodillas se rasparan, el terreno accidentado
les cortaba la carne. Jaejoong, al sentir la capa caliente de sangre cubriendo
sus pantalones de chándal, se preguntó vagamente si los cambiaformas podrían
infectarse por estafilococos o el tétanos. Sería una suerte si fuera alcanzado
por alguna mala infección. En su forma actual, ya tenía suficientes problemas
con el dolor constante de las heridas viejas y nuevas.
Mientras agonizaba, se preguntaba a dónde lo llevaban, pero
mantuvo sus preguntas para sí mismo. Tenía la mandíbula y las costillas todavía
doloridas de una paliza que le habían dado la noche anterior, cuando se metió
en problemas por alterar a uno de los guardias. Oye, ¿quién sabía que el hijo
de puta tomaría venganza por haberle lanzando la bandeja de plástico con la
comida? Bueno, tal vez Jaejoong sabía que lo haría, pero casi había valido la
pena por ver la mirada de sorpresa en la cara del idiota, cuando lo bañó con la
leche agria y la sopa de guisantes fría.
Su mano se deslizó en algo viscoso y se
resbaló hacia adelante, patinando con la cara sobre la superficie bruta.
Murmuró una maldición cuando el olor que lo golpeó fue aún peor. Nunca habría
pensado que era posible, pero se encontró deseando estar en su pequeña celda.
Gritó cuando el lobo dio un fuerte tirón de la correa.
—Muévete. Están esperando por ti y la última
cosa que queremos es molestarlos.
—Lo siento —dijo Jaejoong cuando empezó a
gatear de nuevo.
Finalmente llegaron al final del túnel y el
lobo los llevó a una habitación grande. Una rápida mirada le dijo que estaban
en una tienda cerrada donde se habían vendido todo tipo de cosas. Si bien no
había productos en las estanterías polvorientas, sí había señales del tiempo,
los carros de compras rotos e incluso una caja registradora con mucho polvo.
Otros varios cautivos estaban allí, todos tenían collares atados como ellos.
Antes de darse cuenta, estúpidamente espetó:
—¿Dónde estamos?
El puño en su cara fue duro y rápido, el
golpe lo noqueó a un lado. Contuvo el aliento al sentir la sangre que brotaba
de sus labios recién cortados. Antes de que pudiera ponerse en forma de ovillo
como protección, sintió otro golpe en su estómago, esta vez de un pie. Trató de
gritar, pero todo lo que le salió fue un gemido agudo.
—Oh, no creo que Adan te agradezca que eches
a perder su mercancía de esa manera —una voz estruendosa soltó.
El asalto se detuvo de inmediato, el guardia
dio un paso atrás. —Sólo lo mantenía en la línea, Daesung. Ya sabes, estos
felinos necesitan mano dura.
—Hay una línea fina entre mano dura y dañar
la mercancía, y tú acabas de pasarla —la voz retumbó sin problemas.
Jaejoong utilizó la distracción para trepar
de nuevo a sus rodillas, manteniendo la cabeza baja, mirando hacia arriba desde
debajo de sus pestañas a su salvador, un hombre alto que estaba a unos metros
de distancia. Todo lo que llevaba, desde los mocasines de cuero a su chaqueta a
medida, gritaban dinero. Él sostenía una correa en la mano y al final de la
misma había otro hombre.
A diferencia de ellos, el esclavo no estaba
de rodillas, y también parecía ser tratado mucho mejor. Desde su posición de
rodillas, Jaejoong consideraba que era un poco más bajo, pero los dos tenían la
misma constitución delgada.
Daesung se volvió a su esclavo. —Encanto,
¿por qué no vas a arrodillarte al lado de los otros gatitos mientras que papá
tiene una agradable conversación de hombres?
El esclavo obedeció. Tan pronto como se
estableció en el suelo junto a ellos, Jaejoong continuó haciendo comparaciones,
él estaba muy sucio, mientras que este hombre estaba limpio. Jaejoong sabía que
probablemente apestaba, mientras que este tipo tenía un olor denso, casi
tropical sobre él.
Avergonzado, miró a un lado y casi se pierde
en el suave toque de su mano. Aturdido, giró la cabeza hacia atrás y miró hacia
abajo. El nuevo esclavo estaba usando su dedo meñique para darle una caricia
reconfortante, mientras hacía lo mismo
con Heechul. Casi completamente deshecho por el primer contacto suave en casi
un año, levantó la mirada para buscar el rostro del hombre.
Los ojos del esclavo estaban mojados de
lágrimas, y tan estúpido como parecía, Jaejoong podría haber jurado que eran
por ellos.
—Todo irá bien —el esclavo les
murmuró.
Por primera vez, Jaejoong realmente lo creyó.
Entonces algo que Daesung había dicho les llegó y estuvieron a punto de llorar
de alivio. Había dicho que el esclavo era un felino. ¿No estaría conectado con
Eric, el hermano de Heechul? La esperanza de ambos se mostró en su cara, porque
el otro le dio una ligera inclinación de cabeza. El alivio se apoderó de sus
cuerpos maltratados cuando Heechul contuvo un sollozo de alivio.
Los labios del felino se curvaron en una
sonrisa suave antes de decir: —Pronto. Estate preparado.
Antes de que le pudiera comunicar cualquier
otra cosa, Daesung y el guardia volvieron.
—¿Estás seguro de que no me dejas comprar
esta muestra hoy? —Daesung le preguntó, mientras señalaba a Heechul.
El guardia negó con la cabeza. —Yo tengo
órdenes estrictas de no dejar ir a nadie hasta mañana.
—Es una pena —Daesung chasqueó la lengua—.
Sería una maravillosa adición a mi colección.
El lobo inclinó la cabeza, respectivamente.
—Lo siento, pero no puedo.
Daesung lanzó un profundo suspiro, pero
asintió por fin. —Muy bien. Vamos, botón de oro —dijo mientras tiraba de la
correa.
Mientras observaban al otro felino alejarse,
Jaejoong y Heechul tuvieron que dejar de arremeter hacia adelante y pedir a
gritos ser llevados también. La mera idea de la separación de su única fuente
de esperanza, los dejó al borde de las lágrimas. Lo único que los ayudó a
mantener la calma fueron las palabras que había dicho el felino: «Pronto.
Estate preparado».
Jaejoong dijo las palabras repetidas veces en
su cabeza mientras rezaba en silencio porque Eric llegara a tiempo para
salvarlos.
…
….
…..
Jaejoong miró al techo de su celda y trató de
calmar sus nervios. Desde el encuentro en la casa de subastas, había estado tan
excitado que ni siquiera podía dormir. Sabía que en las próximas horas, su
destino, fuera bueno o malo, finalmente se decidiría.
Le habría encantado poder hacer algo para
sacar el exceso de energía que tenía. Pero la última paliza le había hecho casi
imposible respirar, mucho menos caminar.
En la celda de al lado, la respiración de
Heechul se había hecho húmeda, como un traqueteo, como una especie de
aspiradora húmeda. Aunque él no era médico, sabía que probablemente no era una
buena cosa.
Un estrépito de disparos resonaron desde
algún lugar del edificio.
Heechul se sentó con una sacudida, silbando
cuando el movimiento le causó un dolor que se disparó a través de su cuerpo.
Otra ráfaga de disparos, esta vez una
explosión en pleno auge, lo siguió.
—Eric —susurró Heechul. Jaejoong respiró
cuando su corazón se aceleró por la anticipación. ¿Él había venido? Gritos
apagados sonaban desde el exterior de su puerta, seguido de algo que sonaba
sospechosamente parecido a un rugido de gato.
¡Sí! ¡Era Eric! Heechul se forzó a salir de
la cama y se tambaleó los pocos pasos hasta su puerta. Tomando los barrotes de
su celda comenzaron a gritar.
—¡Aquí! ¡Sáquenos!
Por el momento, sonó como si todo el infierno
se hubiera desatado en el exterior, las explosiones y los disparos llegaban a
un ritmo constante.
—Por favor Eric.
Los gritos causaron estragos en los pulmones
de Heechul y empezó a toser, el sabor amargo de la sangre le llenó la boca.
Cuando había empezado a perder la esperanza, una voz apagada dijo a través de
la puerta principal.
—Háganse a un lado, voy a entrar.
Se arrastraron fuera del camino hacia la
derecha, pegándose a las paredes de su celda, antes de que alguien echara abajo
la puerta.
Parpadeando, vio la pistola a través del
humo. Jaejoong miró al que tenía que ser uno de los hombres más grandes que
jamás hubiera visto. Con el pelo corto oscuro y ojos castaños, habría dado
miedo de no haber sido por la expresión de preocupación en su rostro.
—¿Eric? —Heechul tosió.
—No, mi nombre es Siwon. Pero puedo llevarte
con tu hermano.
El gran hombre se dirigió a la celda de
Heechul, la abrió fácilmente y sus fuertes brazos lo levantaron. Por fin
dejarían aquella horrible habitación. Heechul dejó escapar un gemido de dolor y
enterró su rostro en el pecho de Siwon.
Detrás de Siwon diversos hombres entraron,
armados con pistolas y portando un uniforme negro. Ellos se encargaron de
sacarlos.
Los condujeron por pasillos, donde todavía
tenían una buena vista de la carnicería que lo rodeaba. Los cuerpos estaban
esparcidos en todas direcciones y la sangre parecía estar en todas partes.
Había numerosos soldados, corrían, liberando a los demás cautivos.
Jaejoong tuvo un poco de consuelo en el hecho
de que parecía que la batalla había terminado y su equipo había ganado por una
vez.
—Aquí viene Eric —Siwon clamó por delante de
ellos, con Heechul aún en sus brazos.
Jaejoong soltó un grito ahogado de shock
cuando cuatro grandes jaguares llegaron trotando. Al mismo tiempo que se
acercaban, se transformaron en cuatro hombres. Uno de ellos era más pequeño que
los otros y Jaejoong lo reconoció como el hombre del día de la subasta.
—Ha estado preguntando por ti —Siwon le dijo
al hombre más grande.
Eric se adelantó y tomó a Heechul de Siwon.
Tan pronto como los ojos de Jaejoong se posaron en el semblante preocupado del
hombre al sostener a su amigo en sus brazos, Jaejoong se sintió seguro por
primera vez desde que podía recordar.
—Lo sabía—susurró Heechul. El dolor en los
pulmones era cada vez peor, pero no le importaba. Lo único que importaba era
que se iba a casa.
—¿Qué fue eso? —Eric preguntó cuando acercó a
Heechul con cautela contra su pecho.
—Sabía que vendrías por nosotros. —Heechul
tomó una respiración antes de que el traqueteo lo enviara a la oscuridad.
Cuatro días. Ese era el tiempo que Heechul
había estado sin despertar. Habían dejado de llamarlo Heenim cuando Yoochun les
dijo lo mucho que despreciaba su nombre de nacimiento.
No es que eso molestara a Eric, que estaba
sentado al lado de Heechul. Lo único que importaba es que abriera los malditos
ojos. Eric se agachó para acariciar el cabello de Heechul. Algo extraño
ocurrió, él soltó una pequeña risa—. El pelo no es teñido.
—¿Eso es una gran cosa?
—Sí, eso significa que probablemente va a ser
un jaguar negro, como Kangin.
Jaejoong, que ocupaba la cama al extremo de
la enfermería, no entendía de donde venía esa conversación. Desde que él había
conocido a Heechul, este siempre había tenido el cabello negro como él. No fue
hasta ese momento que noto que los que decían ser los hermanos de Heechul eran
muy distintos a él. Todos con el cabello castaño moteado, ligeramente
bronceados a excepción del más pequeño que tenía la piel tan clara como
Heechul, y aún a pesar de estas diferencias, sabía que todos eran familia.
—Yo pensaba que eran muy raros.
—Es extremadamente raro, pero no creo que
deba ser una sorpresa. Heechul ya ha demostrado que es uno de su clase.
—Bueno, mira quién decidió despertar
finalmente.
La esperanza se apoderó de todos mientras
miraban. Cuando vio a Heechul parpadeando, Eric casi dejó escapar un sollozo de
alegría.
—Maldita sea, muchacho. Nos has tenido
asustados durante un tiempo.
—Lo siento —dijo Heechul con voz áspera, su
voz apenas un susurro.
—No lo sientas, estamos felices de tenerte
despierto.
—¿Yoochun y el resto de mis amigos también
salieron?
—Sí, están todos bien, en esta habitación,
recuperándose. Ninguno de ellos estaba tan mal como tú.
Viendo despertar a Heechul y sonriéndole
desde el otro lado, Jaejoong cayó en un sueño profundo, donde estaba seguro que
al despertar comenzaría una nueva vida.
1 comentario:
Todos se separaron por caminos distintos y fueron salvados.
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