Dedicado a pawi
Observaba a
través de la decadente multitud a su objetivo. No era más que un simple ladrón,
vestía ropa por demás andrajosa y maloliente, como casi todos en aquella plaza.
Si su olfato no estuviera tan acostumbrado a ello, seguramente vomitaría. Sin embargo,
a pesar de haber nacido con un título nobiliario, que de nada le servía, no
poseía absolutamente nada más que lo que llevaba puesto, la espada de gran
valor, pasada de generación en generación y el relicario de su madre, a todo
esto sumándole una pobre vivienda, la cual consistía en una sola habitación.
Imaginaba
que en algún tiempo, las tierras que rodeaban a su hogar habían pertenecido a
la familia, pero de eso, seguramente hacía ya muchos años, pues según recuerda,
su abuelo le contaba historias acerca de los palacetes y enormes jardines que
el abuelo de su abuelo le relataba que tenía. Por lo que Yunho sabía, ellos
habían sido pobres desde hacía más de cuatro generaciones, solamente el título
era lo que habían conservado.
―¡Vaya
herencia!― despotricó, escupiendo a sus pies antes de lanzarse a la caza del
ladronzuelo por el que le habían pagado.
En cuanto
advirtió a su presa acechando a un par de damiselas, vio el momento oportuno de
actuar. Se deslizo por entre la gentuza con la habilidad de un gato, sin perder
de vista al ladrón, hasta que estuvo detrás de éste.
Si ya antes
YunHo pensaba que la ropa de aquel sujeto era mal oliente, nada de eso se
comparaba con el olor real que el hombre destilaba, definitivamente aquello era
de lo más bajo que había en la sociedad. El hombre lo miró asustado y abrió la
boca, dejando ver lo carente de dentadura que estaba, y, los pocos dientes que
poseía, de un color negruzco no le durarían mucho más.
El
ladronzuelo lo miraba con nerviosismo, primero a él, luego a la izquierda y
después a la derecha, con sus pequeños ojos buscando una salida. Sabía el porqué
YunHo se encontraba ahí, o bueno al menos lo intuía. YunHo estaba seguro que el
hombre tenía muchísimos más crímenes en su haber que dientes caídos en su boca.
Le dio una
media sonrisa, un tanto irónica, antes de que el ladrón pusiera sus pies en
movimiento, demostrándole de esa manera que por algo no era tan fácil de
atrapar. El muy maldito poseía piernas rápidas, su amplio conocimiento de la
ubicación de las tiendas de los comerciantes lo hacían escabullirse cual rata.
A YunHo le hizo gracia su comentario ya que eso era exactamente, así era como
catalogaban a todos los que estaban por debajo de la nobleza, incluyéndolo a
él, pues aunque poseía el título, no poseía lo más importante: dinero.
«¡Demonios!»
La rata
definitivamente era rápida, se estaba escapando de él. No es que YunHo no fuera
rápido, pero la pesada espada no le ayudaba a moverse con mayor fluencia en los
estrechos callejones por los que el hombre se había metido.
Cuando su
presa ya se creía libre de la persecución pasó lo más inaudito para él. Una
zancadilla en su camino lo hizo estrellarse directamente contra el suelo,
perdiendo en el camino otro negro diente.
Con la boca
manchada de suciedad y sangre, el ladrón miró con furia hacia quien había osado
interferir en su huída. Lo único que vio fue a una persona cubierta totalmente
de pies a cabeza por una gran capa negra, y en su pecho, brillando se
encontraba una cruz de forma extraña. No tuvo tiempo para seguir analizando al
personaje, ya que YunHo le alcanzó en ese momento.
Colocando
su espada sobre la sucia garganta del sujeto, YunHo lo instó a levantarse.
Usualmente lo enviaban a eliminar a la escoria como la que ahora tenía, pero,
este no era el caso, le querían vivo. YunHo ni siquiera quería imaginarse el
tipo de información que el ladrón pudiera soltar con los incentivos adecuados.
Un frío
recorrió su espina dorsal al pensar en eso. Si bien él no se consideraba a sí
mismo como un hombre totalmente honesto, ni demasiado piadoso, la crueldad no
estaba en él. Sin embargo, había sido testigo de varios actos contra la
humanidad que no le deseaba ni a la más miserable rata.
Sacudiendo
de su cabeza esos pensamientos, solo le dio una mirada a la figura encapuchada
y fue a cobrar las pocas monedas que le había ofrecido por el trabajo.
***
Arrugando
el ceño, torció la boca. No habían cumplido con lo prometido, pero no es que
esperara que realmente lo hicieran, solo que, realmente sería agradable recibir
la cantidad que te ofrecieron originalmente o un poco más, nunca menos,
desgraciadamente, eso no pasaba por la cabeza de los “nobles”. Para ellos YunHo
solo era un caza-recompensas como cualquier otro, un vil campesino cualquiera
queriéndose ganar unas monedas más. Lo que estaba lejos de la realidad, pero,
ya nadie recordaba el título ni el apellido Jung por esos lugares, para la
gente se habían extinguido, justo como sus tierras.
Sonriendo
de mala gana se dirigió a la taberna donde solía pasar el rato, un poco de
cerveza y comida de dudosa procedencia le harían bien a su estómago. Si bien no
era del todo querido en el lugar, al menos era conocido o temido en el mejor de
los caso, por lo que nadie se atrevía a hablar con él, eso le garantizaba una
cena tranquila hasta que perdiera casi las tres monedas que le dieron en
alcohol.
Sí, esa era
una excelente idea.
El lugar
como todo en el pueblo era decadente, mugriento y maloliente, incluidos sus
comensales. Las mujeres se prostituían por un par de monedas, lo niños hacían
recados por una, y personas como él, alquilaban sus habilidades con la espada
por unas cuantas más.
Con un
tarro de cerveza y un plato lleno de un estofado que realmente dudaba que fuese
res, sentado en una de las mesas alejadas del bullicio de la taberna, vigilaba
con sus ojos castaños a todo aquel que estuviera en el lugar. YunHo se había
hecho de muchos enemigos, por eso le era más simple eliminarlos, de esa manera
la amenaza terminaba con ellos. Sin embargo, cuando le pedían que fueran capturados,
y si los desgraciados lograban sobrevivir u escapar, tendían a ser un poco
rencorosos con él. Eso sin contar a los que claramente se autonombraban ‘la
competencia’, esos malditos bastardos eran unos hijos de puta en toda la
extensión de la palabra. De ellos en especial, era de quien YunHo se cuidaba.
Recorriendo
con la vista de un lado al otro no halló nada extraño en el lugar, decidiendo
probar su aún caliente estofado antes de que éste se pusiera seboso. Torció la
boca, le desagradaba eso.
Cuando
estaba a punto de dar el primer bocado, una figura encapuchada se sentó frente
a él. Nadie osaba sentarse a la mesa con él a menos que tuviera un trato o
quisiera intimidarlo. Con un solo vistazo lo reconoció como al que estaba
sentado en la barra, con otro parpadeo le reconoció como al que puso la
zancadilla al ladrón. ¿Acaso venía por la mitad de las ganancias? ¿Creía que le
había ayudado y por eso se merecía algunas monedas? YunHo comenzó a gruñir
bajo, maquinando las formas de alejar a este sujeto.
Un gruñido
diferente lo sacó de su concentración. Dándose cuenta de que el gruñido no
había provenido de su garganta y que nada tenía que ver con el aspecto
intimidatorio que quería dar, miró al sujeto frente a sí, pero solo podía
apreciar el manto negro que le cubría totalmente. El mismo sonido de gruñido salió de aquel
hombre de nuevo.
―L-lo lo
siento―. El sujeto habló con una voz suave y ¿dulce? YunHo no podía decidir que
calificativo usar para describir el sonido de la voz, solo que era
reconfortante, agradable. ―Lo siento― dijo ahora más firme, haciendo eco en los
oídos de YunHo. ―No he comido nada desde hace días.
He ahí la
razón de los gruñidos. YunHo ladeo la cabeza un poco, no queriendo dejarse
envolver por la sedosa voz que provenía de debajo de una capucha, pero era
sencillamente imposible. Así que con un hosco movimiento le tendió su plato,
después de todo el sujeto le había ayudado de alguna manera a capturar al ladrón,
además, el estofado se estaba poniendo seboso.
―Gracias―
susurró con alegría el hombre encapuchado. YunHo no supo porqué, pero le
agradaba más ese tono feliz y contento.
Con sorbos
apurados el sujeto de la capa comenzó a comer del estofado, sin siquiera preguntarse
si realmente era res. YunHo pensaba que ciertamente debía tener hambre para
comer de manera tan apurada. Bueno, no es que él mismo no hubiera pasado por
esa situación. Aquel hombre, que por la voz, YunHo intuía joven, comía
demasiado a prisa, como si de verdad fuera un exquisito platillo.
Con un
trago de su cerveza siguió observado al muchacho, no veía nada más allá de sus
blancas manos, delicadas para tratarse de un chico del lugar, demasiado limpias
para ser un simple pueblerino. Su rostro estaba ahora medio oculto por la capa,
pero podía apreciar lo rojo de sus regordetes labios.
Mientras
sorbía y chupaba la cuchara con el estofado, YunHo imaginó mil y un cosas sobre
el uso que podría darle a esa hermosa boca. Una punzada bajo sus pantalones le
advertía de sus pensamientos.
YunHo ahora
más que nunca desconfiaba del desconocido. Si bien, era joven, parecía bastante
inocente para el mundo en el que habitaban, por lo que YunHo no caería en la
treta. Seguramente el chiquillo era un estafador o algo así, que los embaucaba
con su belleza.
Sus
sentidos de alerta se dispararon más al ver entrar a varios hombres, que, por
su actitud le referían a militares encubiertos.
Los hombres
se quedaron un rato en la puerta mirando a todos los comensales del lugar, poniendo
especial atención a YunHo y su invitado. Después tomaron asiento en una parte
de la barra cercana a ellos. Ni siquiera trataban de ser discretos a la hora de
mirar en su dirección, lo que a YunHo le molestaba enormemente, ya que eso
significaba que serían abordados en los próximos minutos.
YunHo miró
al muchachillo que daba un suspiro feliz de tener algo en la panza, ajeno a
todo el ajetreo que se estaba formando alrededor de ellos.
¿Sería
acaso él quien atraía a aquellas visitas indeseadas? «Sí». Su cuerpo entero, su vestimenta y sus suaves movimientos eran
indicativos que la persona frente a él no era cualquier muchacho.
Frunció el
ceño imaginándose la clase de problema en que se estaba metiendo solo por
alimentar a un gato callejero. Miró de nuevo a los desconocidos mientras el
muchacho encapuchado suspiraba sobándose la panza antes de colocar los codos
sobre la mesa, en una actitud totalmente diferente a la que tenía unos segundos
atrás.
YunHo
incluso podía sentir la tensión en el ambiente, todos esperando por que el
muchacho comenzara a hablar sobre aquello que lo había llevado hasta ese lugar.
—Yo…
—comenzó con su suave voz, pero no continuó al notar la dura mirada que su
interlocutor le daba a los sujetos en la otra mesa. Discretamente, y ayudado
por su capa, miró a los tipos. YunHo ahora estaba seguro que el chiquillo era
un montón de problemas, al ver la forma en la que se tensó al reconocer a los
tipos con los cuales tenía un duelo de miradas.
El lugar ya
no era seguro.
Echando
otro vistazo, YunHo supo que era hora de desaparecer de ahí. Las probabilidades
no estaban a su favor. Hizo el amago de irse, pero antes de llegar a
levantarse, el muchachillo tomó su mano firmemente.
—Por favor
—rogó. YunHo no veía sus ojos, ni siquiera la nariz, solo esos abultados labios
rosas, pero sabía que el chico dependía de él. Rodó los ojos mentalmente,
maldiciéndose así mismo por no poder resistirse a unos labios carnosos.
Hizo un
rápido recorrido con los ojos por el lugar, buscando la mejor forma de salir de
ahí llevándose consigo al misterioso joven.
No lejos de
su mesa, se encontraban dos tipos jugando cartas. Los tarros vacíos en la mesa,
eran indicativos de la cantidad de alcohol ingerida. La tensión entre ellos
calentaba el ambiente. Solo hacía falta un pequeño empujón para hacer estallar
una reyerta.
—Harás todo
lo que diga —ordenó YunHo. El chico asintió fervientemente. —Bien. ¿Ves a esos
tipos de allá? —señaló con la cabeza a la mesa de los dos jugadores. El chico
volvió a asentir. —¿Por qué no vas y le hablas al calvo de arracada, con esa
bonita voz tuya? —El chico dudó en levantarse. Era obvio que pensaba que YunHo
lo iba a dejar atrás. —Dile que el otro está haciendo trampa, que llevas rato
observando su juego y que su contrincante está haciendo trampa.
—Pero eso
sería mentira —dijo la dulce voz, como si no entendiera el asunto.
—En
realidad no. El tipo de verdad está haciendo trampa. Lleva consigo otra baraja
que guarda debajo de la mesa. Así que no, no es mentira. —El chico aún dudaba.
—No te dejaré. Cuando veas que los golpes comienzan huye por la puerta trasera.
Yo te cubriré para que nuestros amigos de la barra no te sigan. Nos
encontraremos unas cuadras adelante.
El chico
pareció pensárselo, antes de asentir. Se levantó con un elegante movimiento, su
capa aún cubría su rostro y cuerpo, pero YunHo pudo calcular que era delgado y
más bajo que él. Lo observó caminar entre las mesas y comensales, hasta llegar
con el tipo calvo. Su blanca mano la posó firmemente sobre su hombro, logrando
que el otro hombre le gruñera. YunHo hablaría más tarde con él acerca de sus
habilidades de seducción. Cuando el
chico se acercó lo suficiente al tipo calvo, YunHo temió que el hombre fuera a
golpear al muchacho, pero, aparentemente, incluso con la pésima sensual
sutileza, el plan funcionó.
El tipo
calvo miró a su rival y de un solo golpe lo derribó estando aún sentado. Lo
demás simplemente ocurrió. Las mujeres gritaron asustadas, corriendo lejos de
la gresca. Los golpes salían volando en todas direcciones. Botellas, tarros y
sillas eran utilizados como armas. YunHo vio cómo la túnica negra se ondeaba
hacia la salida, seguida de los sujetos de la barra, quienes, con fuerza,
arrollaban todo a su paso con tal de seguir al chico.
Dándole un
último trago a su bebida, YunHo se enfrascó en la lucha. No quería demorar
demasiado, además corría el riesgo de que uno de los sujetos capturara al
muchachillo. Así que, optó por la solución más viable. Tomó uno de los bancos y
lo estrelló sobre la espalda de cada uno. A pesar de ser sujetos grandes, YunHo
golpeó contundentemente para dejarlos noqueados un buen lapso.
Sin perder
más tiempo, YunHo salió de aquel lugar. Los sonidos de cristales rompiéndose o
gritos de guerra fueron dejados atrás.
Cuadras más
adelante, el muchacho misterioso lo esperaba, escondido en una esquina.
Cualquiera pensaría que alguien cubierto de pies a cabeza por una negra capa
sería sospechoso, pero no en aquel lugar. Las personas usaban las capas como
indumentaria habitual. Claro, del chico no se veía nada, pero bien la gente
podría pensar que se trataba de algún noble escapando de su guardia o un
viajero.
—Vamos
—dijo sin detenerse cuando llegó con él. Por los suaves movimientos de la capa
haciendo fru-fru al caminar, YunHo sabía que el chico lo seguía.
***
—¿Y bien?
¿Por qué no me muestras tu rostro? —YunHo exigió.
Estaba
acostumbrado a tratar con personas que escondían su cara cuando lo llamaban
para algún trabajo, pero había un algo dentro de él que picaba por ver las
facciones de la dulce voz. Se acercó a él con la intención de arrebatar el
manto que cubría al chico, pero, cuando su mano tomó la pieza, se detuvo. El
muchacho temblaba cual hoja al viento, generando en YunHo remordimiento por
hacer que el chico temiera.
YunHo bufó
y se alejó. —¿Por qué estás aquí? —preguntó. No se refería al cuchitril que
tenía por hogar, porque él mismo había guiado al chico hasta allí. No, YunHo
quería saber sus motivos.
El muchacho
guardó silencio. YunHo comenzaba a hartarse cuando habló. —Me ha enviado
NamJoo.
—¿NamJoo?
—YunHo recordaba a la mujer. Una amable mujer que solía cuidar de YunHo cuando
los padres de YunHo murieron. NamJoo era buena, pero también bonita y pobre,
una mala combinación en el mundo en el que vivían. NamJoo fue “reclutada” para
servir a una noble casa y su amo. YunHo sabía que de noble solo tenían el título.
De eso hace ya más de quince años. No volvió a saber de ella, hasta ahora.
—¿Ella está bien? —preguntó con esperanza. NamJoo debía rondar ahora cerca de
los 35 años, su belleza no debía ser la misma que antaño, pero esperaba, no
rogaba porque la mujer no hubiese tenido el destino que muchas, en su
condición, tienen.
—Ahum… ella
está viva —respondió el chico. La respuesta le dijo todo a YunHo. NamJoo
seguramente había terminado en un prostíbulo, vendiendo su cuerpo por pocas
monedas que ni siquiera se quedaría; sufriendo abusos y golpes, viviendo en la
decadencia de ese lugar, hasta que su ser se consumiera. YunHo apretó el puño
con fuerza. NamJoo era una buena persona, no merecía ese maldito destino.
—Ella… ella me envió a buscarte. Dijo que me ayudarías. Dijo que eres un noble.
Dijo que…
—NamJoo
pudo haber dicho muchas cosas —cortó secamente YunHo.
—Pero… pero
ella…
—Sí, tengo
un título de la nobleza que no me sirve para nada. Ni siquiera me da de comer.
¿Acaso no estás viendo el marchito lugar en el que te encuentras? ¿Crees que
así es como vive la nobleza? —YunHo comenzaba a exaltarse, pasó una mano por su
rostro. —No veo cómo te puedo ayudar.
—NamJoo
dijo que eras un caza-recompensas —susurró el muchacho. YunHo frunció el ceño.
—No hay muchas cosas que no se sepan en ese lugar.
—Bien, sacó
la basura por un par de monedas. —El chico no necesitaba de su influencia como
noble, necesitaba de sus habilidades como cazador. Con un gesto lo invitó a que
continuara hablando, al parecer estaba aquí por negocios.
—Necesito
ir hasta el Templo de Beomeosa.
—Esos son
unos diez días desde aquí —calculó YunHo. Quizá más, los caminos no eran
seguros, por lo que se desviarían varias veces para continuar. El chico solo
asintió. Sus blancas y suaves manos se retorcían entre ellas. No era una buena
señal. YunHo recordó que el chico llevaba varios días sin comer, seguramente
desde que escapó hasta que encontró a YunHo. YunHo entrecerró los ojos.
—¿Tienes dinero?
—Ah… —el
chico negó con la cabeza.
¡Ni hablar!
Si el muchacho no tenía dinero para pagar por sus servicios, YunHo no se
arriesgaría a nada. —Lo siento chico, sin dinero no hay trato —dijo dándose
media vuelta.
—Por favor
—imploró. Había tomado su brazo antes de que YunHo se marchara. —Puedo pagarte
de otra manera.
Eso llamó
la atención de YunHo, quien con curiosidad, regresó su mirada al chico. Las
blancas manos fueron hasta el broche que cerraba la túnica. De manera lenta y
sensual, la tela comenzó a descubrir al muchacho escondido dentro de ella.
YunHo creyó que sus ojos habían visto a un verdadero ángel.
El joven
frente a él era la hermosura encarnada. Cabellos rubios caían sobre la piel
nívea que envolvía al ángel. Sus ojos negros eran grandes y expresivos, su
nariz pequeña y sus labios, ¡dioses, esos labios! Eran color rojo cereza,
regordetes y totalmente besables.
YunHo
sintió, de nuevo, que su sangre se aglomeraba en su parte inferior, cuando el
muchacho mordió su labio, poniéndolo más rojo de lo que ya era. Se quedaron
mirándose el uno al otro, hasta que el chico desvió la mirada sonrojado.
—Entonces,
¿me llevarás?
El alma de
YunHo volvió a su cuerpo, sus neuronas comenzaron a funcionar después de
quedarse deslumbradas. ¿Lo llevaría hasta el otro lado del país solo por ser
bonito? No, definitivamente no.
—¿Qué sabes
hacer? —preguntó YunHo. En realidad no quería saber la respuesta del bonito
ángel, de hecho, comenzaba a sentir celos de todo aquel que lo hubiera tocado.
Pero, viniendo de donde venía, seguramente su experiencia sería mucho, ya fuera
que lo hubiese querido o no.
Para su
consternación el chico se sonrojó hasta las orejas. Mordió su labio de nuevo y
empezó a desabotonar su camisa con movimientos nerviosos. YunHo rió con gana
cuando el chico no pudo pasar del tercer botón sin que los dedos se le
enredaran.
—¿Qué es lo
que hacías en ese lugar, sí ni siquiera eres capaz de seducir?
El chico
mordió su labio, visiblemente apenado. YunHo supo entonces que ese tic lo
mataría. El muchacho seguramente sería inconsciente de cuan sensual era ese
simple movimiento.
—Hagamos
algo —le dijo. Su mente estaba nublándose con lujuria. Mentiría si dijera que
era un caballero que respetaría a la belleza que se le ofrecía, pero no, YunHo
empezaba a maquilar lo que esos regordetes labios podían hacer. —Primero
muéstrame algo de tu valor. Si me complace, te llevaré a donde tú quieras.
Si bien,
YunHo no era un caballero, tampoco era un bastardo que obligaría al dulce ángel
a hacer cosas que no quería. Ahí estaba, le había dado la opción de negarse.
Sorprendentemente, el ángel se acercó con paso lento y dubitativo. Lo miró a
los ojos y se arrodilló ante él, quedando a su merced.
La lujuria
en YunHo subió al tope. En su vida había tenido mucho sexo, sexo sucio y
rápido, pero jamás había visto tal acto de sumisión por parte de un ángel.
YunHo nunca había estado con un ángel.
Las
temblorosas manos del ángel comenzaron a desabotonar sus pantalones, pero sus movimientos
era demasiado torpes, tanto que desesperaban a YunHo. Su duro miembro rogaba
por ser liberado, por adentrarse en esa boquita cereza y follarla hasta
vaciarse en ella.
Con un
manotazo, YunHo ahuyentó las torpes manos, para liberar él mismo su eje. Los
ojos del ángel se abrieron como platos, YunHo se hubiera reído de la cómica
expresión del chico si no estuviera tan necesitado de liberarse. Tomó su
miembro por la base, lo acarició un poco y después lo colocó frente a la
boquita cereza. Aún ahora estaba a tiempo de retirarse y YunHo no le diría
nada.
El ángel
miró a YunHo y después a la enorme cabeza que esperaba por entrar en su cavidad
bucal. Tímidamente abrió la boca. El miembro entró lento, pero ni siquiera
había llegado a tragar la mitad cuando las arcadas comenzaron.
YunHo
sonrió. Él chico era tan inocente como se veía. Lo entrenaría bien. —Respira y
relaja la garganta. No te ahogaré —le dijo, mientras le acariciaba la mejilla
de durazno con su otra mano, la que no estaba sosteniendo su eje.
El chico
ángel asintió e hizo lo que YunHo dijo. YunHo fue introduciendo su miembro
despacio en la húmeda boca. Esta ocasión, el ángel consiguió meter un poco más
de la mitad de su carne. YunHo no pidió más. No había muchos que pudieran
tragarlo por completo, y menos si era un principiante.
Con
suavidad tomó la rubia cabeza, comenzando a moverse. El calor y la humedad
amenazaban con exprimirlo antes de tiempo. YunHo respiró, deseaba disfrutar más
de esa sensación, por lo que se contuvo de vaciar su semen.
Cuando al
ángel dejó de tener arcadas y parecía dominar el vaivén de los movimientos de
YunHo, era hora de pasar al siguiente paso. YunHo se detuvo. —Lámelo. Primero
la cabeza, succiona un poco y pasa tu lengua en círculos alrededor de ella.
Los grandes
ojos negros del ángel lo miraron. Después, comenzó a hacer lo que YunHo decía.
La rosada lengua salió de los rojos labios, lamió su eje de arriba abajo, para
después centrarse en la cabeza y la ranura que ella tenía. Succionó un poco y
algo de líquido pre-seminal salió. Eso pareció sorprender al ángel, que saboreó
un poco antes de repetir la acción.
YunHo tenía
los ojos en blanco por el placer. El ángel aprendía rápido. Su miembro entraba
y salía de la húmeda boquita cereza, la lengua rosa hacía movimientos
circulares intercalados con las succiones.
Al final,
con una succión más fuerte, YunHo se dejó venir con fuerza. Un sonoro gemido
escapó de su garganta mientras llenaba con su descendencia la boquita del
ángel. El ángel se apresuró a tragar el líquido expulsado, pero era tanto, que
mucho se escurrió por su boca.
Cuando el
ángel levantó la mirada, YunHo supo que así era como debía ser la viva imagen
de la lujuria. El chico tenía las mejillas sonrojadas, los labios hinchados y
rojos, un hilo de semen escurría de ellos, su lengua se paseaba por sus labios
tratando de recogerlo. Pero sus ojos, ¡dioses, sus ojos! Se habían oscurecido
por el lívido. YunHo sonrió. No solo él había disfrutado.
—Has ganado
ángel. Te llevaré a donde tú quieras.
***
Habían
salido muy de madrugada. El sol ni siquiera apuntaba al alba. Viajaban ligero,
solo un par de mantas y poca comida, que, no les duraría más de dos días. Se
abastecerían en la siguiente aldea.
YunHo sabía
que la probabilidad de que los estuvieran siguiendo era mucha. Por eso había
escogido especialmente esta hora del día. No llevaban luces que alumbraran su
camino, solo un largo palo que al ángel le fungía como bastón, y YunHo llevaba
su buena amiga espada.
Se detenían
cada pocos minutos, escuchando atentamente los sonidos que el viento traía.
Debían ser precavidos. No querían alertar a los fornidos hombres que buscaban
al hermoso ángel.
YunHo miró
hacia atrás, el muchacho había vuelto a cubrirse de pies a cabeza, y YunHo lo
prefería así. Le producía gran satisfacción saber que solo él conocía los
secretos debajo de esa negra capa. Vagamente se preguntó por los problemas del
ángel, pero él no era de los que se involucraban demasiado en un trabajo, así
que no preguntó.
Cuando el
sol había salido, ellos se encontraban más allá de los linderos de la ciudad.
Caminarían por los senderos del bosque en lugar de ir por el camino principal.
Sí, bordarían la siguiente ciudad, pero ese pequeño camino los llevaría a una
aldea a dos días de allí. Era su mejor opción por ahora.
Se detuvieron
solo el tiempo suficiente para descansar y probar un poco de alimento. Debían
alejarse lo más rápido de su ciudad de origen. Aunque este camino fuese el
menos transitado, y seguramente por el que no los buscarían, eso no dejaba que,
si les perseguían a caballo, los encontrasen más rápido.
YunHo se
sintió un poco más tranquilo al caer la noche. Alejándose prudentemente del
sendero, hicieron una fogata, para pasar el frió de la noche.
El ángel no
hablaba mucho, solo caminaba detrás de él. YunHo comenzaba a sentir curiosidad
por su acompañante.
—¿Sabes que
hay historias a cerca de estos bosques? —el ángel le preguntó.
YunHo había
escuchado muchas cosas, algunas historias demasiado rocambolescas como para ser
verdad, otras bastante macabras como para querer repetirlas. —No creo en
rumores.
—El bosque
me habla —dijo mirando hacia las copas de los árboles. Su bonito rostro quedaba
al descubierto, iluminado por la luz de la hoguera. —Los árboles me susurran
cosas, cosas que pasaron, cosas que son y cosas que serán.
Comenzaba a
creer que su bonito ángel tenía problemas mentales si creía que los árboles le
hablaban. —¿Por qué no vienes aquí y dejas que le susurremos otro tipo de cosas
a los árboles?
El chico lo
miró. YunHo pensó que se negaría, sin embargo, fue hasta donde él. Se arrodilló
entre sus piernas y aguardó por una orden.
Complacido
YunHo bajó su capucha, no quería llenarla de fluidos. Le soltó el amarre y
dejó que resbalara por el delgado cuerpo. Con suavidad, mucha más de la que
siempre tuvo cuando trataba a un amante, tomó su mejilla. El ángel se recargó
un poco en su toque. YunHo sintió algo removerse dentro de sí. La suavidad de
las mejillas de durazno del ángel contra lo áspero y callosas de sus manos.
El ángel
pronto comenzó con su labor. Sus movimientos aún eran torpes, pero al menos no
tenía arcadas. El bosque comenzó a llenarse de susurros, no, gemidos ahogados
procedentes de la garganta de YunHo.
Cuando
YunHo se hubo saciado, arropó al bonito muchacho, que aún seguida de rodillas
entre sus piernas. Se aseguró que la túnica lo cubriera completamente, y
después, para asombro del propio YunHo, lo envolvió en un abrazo. Ahí, el ángel
durmió, entre sus brazos.
***
En el
trascurso del día, YunHo notó que el ángel no hablaba, solo lo seguía. No lo presionó
por iniciar una conversación, después de todo, ¿quién era él para hacerlo?
YunHo mismo sabía de su huraño carácter, así que dejó al ángel ser.
Llegaron al
poblado sin problemas. Compraron lo que necesitaban hasta el siguiente pueblo,
y salieron sin tratar de parecer sospechosos. Aunque, en días como estos, todo
el mundo parecía ser sospechoso.
Cuando la
noche del tercer día cayó. El ángel, que ahora descansaba sobre el pecho de
YunHo, luego de haber cumplido su función, le habló. —YunHo —su nombre se
escuchaba tan bien cuando era pronunciado por el ángel. —YunHo, ¿por qué me
siento así cuando estoy entre tus brazos?
—¿Así,
cómo?
—Mi corazón
pareciera querer salir de mi pecho y, mi cuerpo se siente caliente —lo último
fue más un susurro, si YunHo no hubiera estado lo suficientemente cerca, no
habría escuchado.
YunHo
sonrió con satisfacción. Ya había pensado que al ángel no le desagradaba su
forma de pago, pero el saber que causaba revuelo dentro de él, hacía a YunHo
sentirse grande.
Con cuidado
fue palpando el cuerpo del ángel hasta llegar a su entrepierna. YunHo volvió a
excitarse cuando tocó el semiduro eje. Sin pensárselo mucho, introdujo su mano
dentro de los pantalones del chico, quien solo dio un respingo cuando YunHo lo
tomó entre sus dedos.
Deliciosos
sonidos salieron del ángel. YunHo deseaba escuchar más de eso, por lo que movió
su mano más rápido. El ángel apresuró a cubrir su boca con sus manos. YunHo se
detuvo. —No, déjame escucharte.
YunHo
estaba tan duro que podría perforar el costado del chico. Se incorporó, sentándose bien, atrajo
al acalorado ángel de nuevo al espacio entre sus piernas, solo que ahora lo
sentó sobre él, con su pecho recargado a la espalda del ángel. Se deshizo de la molesta capa y reinició su
labor.
Sin nada
que cubriera las facciones del ángel, YunHo veía la cara de placer que el chico
sentía cuando YunHo lo tocaba. Mientras su mano derecha trabajaba sobre el
miembro del ángel, su mano izquierda se adentraba dentro de su camisa,
sintiendo la suave y blanda piel de su estómago. Siguió subiendo, palpando su
pecho plano hasta encontrar sus tetillas, a las que pellizcó, logrando que el
ángel emitiera un gritito.
Eso era
todo. YunHo necesitaba más. Y, a juzgar por la cara del ángel, también lo
necesitaba. YunHo bajó los pantalones del chico hasta medio muslo. Sus piernas
eran blancas, suaves y totalmente lampiñas. YunHo deseaba morderlas, dejar su
marca en esa bonita piel. Como pudo, desabrochó sus propios pantalones,
liberando su eje.
Su pene
brincó en acuerdo cuando la piel suave del ángel hizo contacto con él. ¡Oh,
dioses! YunHo deseaba tanto enterrarse en ese cuerpo, pero sabía que no era el
lugar, ni el momento. El ángel necesitaba más que barro y musgo para su primera
vez.
YunHo se
conformó con sobarse entre las nalgas del ángel, al tiempo que lo acariciaba,
disfrutando de los bellos sonidos que llenaban el aire. Pronto, el mismo ángel
era quien se restregaba contra YunHo. Su preciosa entrada, cerrada a la
insistente cabeza de YunHo, quien se controlaba para no hundirse en ella.
—Nhh…
¡YunHo!
Cuando el
ángel gritó su liberación, bañando la mano de YunHo con su semen, YunHo
encontró su propia liberación al ver las reacciones del ángel. Su semilla
estrellándose en la entrada y nalgas del chico.
YunHo, con
un pañuelo, limpió al joven. Lo vistió y colocó su capa de nuevo. No quería que
nadie más que él lo viera. Puso un leño en la hoguera y atrajo al chico a su
pecho. Los delgados brazos rodearon su cintura, y el corazón de YunHo saltó en
su pecho.
—YunHo —lo
llamó.
—Ángel —le
respondió YunHo.
—No, ángel
no. JaeJoong. Mi nombre es JaeJoong —susurró el ángel.
—JaeJoong
—lo nombró. Y JaeJoong sonrió en su pecho.
***
YunHo
miraba el camino. Giraba la cabeza de un lado al otro. Este era un tramo que
debían circular por el camino principal. No se atrevería a llevar a JaeJoong
por caminos secundarios, al menos no en esta zona. El lugar era conocido por
ser un nido de ratas. Bandidos y mercenarios pululaban por las vías. YunHo era
fuerte, un excelente guerrero, pero no era un estúpido al pensar que podría
contra toda una banda.
Tomó la
mano de JaeJoong y la apretó fuertemente. —Es posible que nos encuentren en
este sitio. Debemos movernos rápido. Si tus captores no dan con nosotros, aún
hay muchos otros en esta zona de los que debemos cuidarnos. No te separes de mí.
JaeJoong
asintió, entrelazó los dedos con los de YunHo.
Caminaron
rápidamente. La capa de ambos se ondeaba con su paso. Varios campesinos
caminaban en la misma dirección que ellos. Pero ni YunHo ni JaeJoong se preocupaban
por los que a pie iban. Los que llevaban caballo, eso era otra cosa.
Al llegar a
las puertas de la ciudad, YunHo decidió que era lo mejor pasar ahí la noche.
Acampar en las cercanías era una clara señal de suicidio.
La ciudad
apestaba. Orines, heces, mugre y miles de otras cosas inundaban el aire.
Vendedores malolientes les cerraban el paso. Prostitutas de dentadura negruzca
le sonreían. YunHo sentía los nervios de JaeJoong a cada que alguna persona se
les acercaba demasiado. JaeJoong apretaba fuertemente su mano, y YunHo devolvía
el apretón.
Arrendaron
un cuarto barato en un pub en el centro de la ciudad. No era lo mejor, pero al
menos no había ratas. Tomaron los alimentos que el pub ofrecía. Sopa de
guisantes y algo más vaca que cordero. Aún así, era de lo mejor que habían
probado en días.
YunHo
miraba por la ventana. JaeJoong estaba sentado en la ajada cama.
—¿Crees que
aún nos siguen? —preguntó con su suave voz JaeJoong.
YunHo lo
miró. —Sí. No están lejos —respondió. No quería ilusionar al ángel diciéndole
mentiras, pero, tampoco le dijo toda la verdad. YunHo había visto a sus
perseguidores en la ciudad, justo antes de entremezclarse por el mercado, donde
más gente caminaba. Sabía que no los habían visto, pero eso no por eso se iba a
descuidar. JaeJoong asintió. —Sé que no es de mi incumbencia, pero ¿Por qué te
buscan, JaeJoong?
JaeJoong
miró hacia otro lado. Había dejado su túnica en una silla junto a la de YunHo.
Por un momento dudó en contestar. YunHo imaginaba que era por lo hermoso que JaeJoong
era, pero no imaginaba la real respuesta.
—¿Recuerdas
que te dije que escuchaba el susurro de los árboles? —YunHo asintió. Lo
recordaba, pero también pensaba que JaeJoong tenía problemas auditivos. —Yo,
YunHo, nací con un don… o maldición. —JaeJoong jugó un poco con la extraña cruz
en su pecho. YunHo había olvidado por completo aquel adorno, pero decidió que
preguntaría después.
—¿Qué clase
de don? —JaeJoong lo miró. Esta vez, YunHo pudo ver la renuencia en sus ojos.
—Solo deseo saber que podemos enfrentar en un futuro.
JaeJoong
suspiró. —Yo… yo puedo ver cosas que las personas no ven. —Eso no le decía
mucho a YunHo. Muchas personas ven pero no observan. —YunHo, puedo ver y
escuchar a los espíritus.
YunHo
frunció el ceño. JaeJoong le estaba jugando una broma, aún cuando él
verdaderamente se preocupaba por el chico. —Bien, si no quieres decirme, no
tenías porque inventar tremenda historia.
—No, YunHo.
No entiendes —dijo con desesperación JaeJoong. Sus ojos comenzaban a llenarse
de lágrimas al saberse no creído. —Desde que nací, siempre fui diferente a los
demás chicos. Podía ver a personas que no debían estar ahí. Escuchaba susurros
que nadie decía. Incluso puedo ver los colores del alma. Tus colores son
cálidos, YunHo —JaeJoong le sonrió. YunHo guardo silencio. —Soy huérfano YunHo,
fui criado en el templo por monjes. Ellos sabían que era diferente a los otros
niños, por eso me apartaron de todo el mundo. Solía platicar con los espíritus
que habitaban el bosque. Incluso con alguno que otro monje que ahí había
residido. Pero… pero todo cambió un día…
»Recuerdo
que los últimos rayos del sol comenzaban a ocultar todo en las sombras. Corría
de regreso al templo, los espíritus del bosque habían huido, y yo no sabía por
qué. Jamás había sentido miedo de estar de noche en el bosque, jamás hasta ese
día.
»Algo se
movía. Corrí más rápido. Miraba hacia atrás de vez en cuando. A lo lejos, vi
una luz. No la luz procedente de la luna. No, era una luz ambarina, como la de
una vela. Cuando llegue al templo, me escondí detrás de una de las estatuas.
Desde allí pude observar todo.
JaeJoong se
perdió unos momentos en sus recuerdos. YunHo aún miraba por la ventana, pero
estaba atento a cada palabra que JaeJoong dijera.
—Un hombre
con una vela iba al frente de una multitud con sudarios blancos. El hombre
parecía tener una expresión que iba del horror al cansancio extremo. No podría
explicarlo bien. Uno de los mojes salió a recibir al viajero. El monje parecía
solo verlo a él. Quise gritar que el viajero no iba solo. Pero el hombre solo
le dio la cerilla al monje y cayó desmayado. Muerto debería decir. Su alma
salió de su cuerpo y se unió a la multitud. Llevaba en sus manos una luz igual
a la que portaba en vida.
»El monje
lo miró con horror, luego a la luz y después a mí. Me dijo: “corre, JaeJoong”.
Y eso hice. No logré ir muy lejos cuando la multitud encapuchada me rodeó.
Intentaron darme una cerilla igual a la que ellos traían, sin embargo, uno de
ellos dijo que yo ya tenía una luz. En mi pecho resplandecía esto —JaeJoong tomó
la extraña cruz, mostrándosela a YunHo. —No volvimos a saber de aquel monje.
Algunos que aceptaron la llama que los encapuchados ofrecieron, murieron poco
tiempo después.
»Fui
cuestionado por los sucesos poco después, les expliqué a los mojes todo lo que
había visto. Con sus caras lívidas por el miedo, me explicaron que, cuando yo
llegué al templo, un viajero con el mismo rostro impregnado de terror y
cansancio, me traía en brazos junto a una cerilla encendida y esta extraña
cruz. Dijeron que el monje que habló con él no murió, porque en lugar de
aceptar la llama, me aceptó a mí. Nadie sabe exactamente sobre mi nacimiento,
pero los monjes opinan que aquel hombre era mi padre.
»Creen que
mi familia acampaba cuando la peregrinación pasó por ahí. Creen que mi padre
logró salvarme, y por eso veo cosas que los demás no. En pocas palabras YunHo,
soy capaz de ver a la muerte. —JaeJoong dijo aquello como una sentencia. YunHo
ya no miraba más por la ventana. Veía al hermoso ángel, cuyos ojos estaban
maldecidos.
—¿Cómo fue
que llegaste hasta el otro lado del país?
JaeJoong lo
miró. En sus grandes ojos negros veía dolor y angustia. —No hace mucho,
atacaron al templo. Incendiaron gran parte de las habitaciones. Se llevaron las
ofrendas y esculturas de oro. Y, me capturaron. Sé que algunos monjes
sobrevivieron, lo sé porque los espíritus del bosque me lo dijeron antes de
abandonar por completo mi tierra natal.
»Iba a ser
vendido como esclavo, pero el líder de esa banda se enteró de mi inusual
habilidad. En esa ocasión, ya no era la segunda vez que veía a la comitiva de
figuras con sudarios blancos y velas en
sus manos. La persona viva que guiaba a la compaña ya no era el monje, era una
mujer. Cuando la vi aparecer, señalé la cruz en mi pecho, ella me siguió de
largo, hasta ir con otro sujeto que aceptó la luz. Lo demás ya sabes. El líder
decidió conservarme, evitó a la muerte varias veces. Pero, al final, esta
siempre te alcanza…
»Un noble,
deseoso de también evadir a la muerte, robó y asesinó al líder de esa banda. Me
llevó con él a sus tierras, pero… pero… —JaeJoong tragó duro. YunHo sintió un
peso en el estómago por lo que a continuación su ángel revelaría. —El tipo es
vicioso, lascivo, cruel y despiadado. No pasó mucho tiempo para que quisiera
algo más que mis ojos. —JaeJoong miró a YunHo, y YunHo supo que lo protegería
sin importar qué. —YunHo, ese tipo me tocaba, y no es como cuando tú me tocas
que mi corazón late. Cuando él ponía su mano sobre mi hombro, me sentía sucio.
—JaeJoong,
él, ¿te llegó a tocar de la forma en la que yo lo hago? —Si la respuesta era
afirmativa, YunHo desgarraría la garganta de aquel noble.
—No, YunHo.
Él solo pasaba sus manos por mis brazos. Nunca me tocó como tú lo haces —se
sonrojó.
YunHo se
acercó. —¿Y te gusta que lo haga? —le preguntó en un ronco susurro.
Sintió a
JaeJoong temblar, pero no por miedo, YunHo podía ver la lujuria en sus ojos.
—Sí, YunHo. Me gusta cuando me tocas.
YunHo
estaba tan cerca del rostro de JaeJoong que si solo bajara unos centímetros,
sus bocas se conectarían. Y así lo hizo.
Acortó la distancia entre sus labios. Besó a JaeJoong por primera vez,
sintiendo el roce de sus regordetes labios sobre los suyos, su sabor inundó sus
sentidos, y YunHo, YunHo se supo adicto a JaeJoong.
YunHo
quería profundizar el beso, quería explorar esa boca, quería que sus lenguas se
enredaran en una danza. Sin embargo, al separarse abrazó a JaeJoong, ahora que
había comenzado su historia era mejor dejarlo terminar.
—¿NamJoo?
—Ella
servía en la casa de ese Señor. Él es dueño de varios prostíbulos en la ciudad.
NamJoo solía ir a ese lugar a ver a las demás chicas. Por eso ella sabía de ti.
Cuando las cosas se pusieron feas, me ayudó a escapar. Me dijo que te buscara
—JaeJoong le sonrió.
Una parte
de YunHo estaba agradecido de que NamJoo no hubiese terminado en un prostíbulo,
pero, si se enteraban de que ayudó a escapar a JaeJoong, seguramente su destino
sería más cruel que ir a parar a un prostíbulo.
Sus
pensamientos se esfumaron cuando sintió a JaeJoong tensarse. El chico miraba
por la ventana. Estaban en la planta alta, así que realmente no podría ver a
alguien ¿o lo hacía?
—JaeJoong
¿Qué…
—Ellos
están cerca. Caminando por la calle. Van cantando cosas que no entiendo.
—¿Vienen
hacia acá? —preguntó preocupado YunHo.
—No. Solo
van de paso. No los veo, pero puedo escuchar sus cánticos. —JaeJoong que aun
seguía en los brazos de YunHo se acurrucó. Después de un tiempo, dijo: —Se han
ido.
Aquella
noche durmieron abrazados en la ajada cama. YunHo con todo lo que ahora sabía
de JaeJoong, más decidido que nunca a protegerlo.
***
YunHo
sintió suaves besos sobre su mandíbula, repartidos por todo su cuello. Unas
delicadas manos tocaban su pecho, tratando de adentrarse por su ropa. YunHo apretó al suave cuerpo. Olía exquisito.
Llevo su nariz olisqueando sus cabellos. La suave risa lo hizo sonreír a él
también.
La luz del
sol se colaba por la ventana. Serían más de las diez de la mañana. ¡Diez de la
mañana! YunHo abrió los ojos de golpe. Lo primero que vio fue un despeinado
JaeJoong. Su ángel era hermoso a todas horas.
—¿Por qué
no me has despertado antes? —inquirió. JaeJoong se encogió de hombros. YunHo se
sentó en la cama y sacudió sus cabellos. Tenía pensado irse lo más temprano de
la ciudad, así estarían lo suficientemente lejos al caer la noche. Evidentemente,
esos planes se fueron a la basura.
—YunHo, yo…
—JaeJoong se sonrojó. YunHo solo lo miró con curiosidad, pero cuando JaeJoong
comenzó a restregar su erección contra su pierna, YunHo supo qué era lo que
quería ángel.
De un
movimiento, YunHo se colocó sobre JaeJoong, haciéndose un espacio entre sus
piernas. Le regaló una media sonrisa cuando JaeJoong le sonrió de forma
coqueta. Comenzó besando sus labios, esos rojos labios que lo hipnotizaron
desde que los vio debajo de aquella túnica. Se llenó con su sabor. Pasó su
lengua por ellos, pidiendo permiso para entrar. Sus lenguas entrelazándose,
bailando una con la otra. JaeJoong gimió. YunHo pasó sus ásperas manos por la
suave piel del estómago de JaeJoong. Lo sintió vibrar ante su tacto. La ropa
fue desprendida. Tenían tiempo de sobra, ahora que no podían marcharse.
YunHo miró
a su desnudo ángel. Sí, realmente era uno. JaeJoong era más que hermoso. Besó
cada parte de su blanca piel. Adoró el cuerpo de JaeJoong como el ángel que
era. JaeJoong gemía y se retorcía bajo él.
Con su
boca, hizo lo que JaeJoong siempre le había hecho, tragó de un jalón la
erección de JaeJoong. Él solo gritó de placer al sentirse apresado en la húmeda
cavidad. Sin que su ángel lo notara, YunHo introdujo un dígito en su virgen
entrada. JaeJoong se quejó por la intromisión. YunHo succionó más fuerte y el
semen de JaeJoong llenó su boca.
YunHo
utilizó ese mismo viscoso líquido para lubricar el botón rosa de JaeJoong.
Mordió uno de sus muslos, besó los testículos y el miembro de JaeJoong volvía a
la vida nuevamente. YunHo tenía ya tres dedos dentro del ano de su ángel, pero
aún no encontraba ese lugar que lo haría ver estrellas.
—¡Ahhh!
—JaeJoong se sacudió. YunHo sonrió.
Con su mano
tomo su propio pene y lo cubrió con la semilla que no había utilizado en
JaeJoong, mezclándola con su pre-semen. Al no sentirse lo suficientemente
lubricado, YunHo escupió sobre su miembro. Usualmente le importaba un comino no
estar lubricado, suficiente hacía con preparar a su amante. Pero JaeJoong no
era cualquier amante, JaeJoong era especial. Y ésta era su primera vez, debía
ser mágica.
YunHo miró
a los ojos a JaeJoong. JaeJoong se mordía su labio inferior, asintió con la
cabeza. YunHo se inclinó, besó sus labios mientras su roma cabeza se abría paso
dentro del cuerpo de JaeJoong.
—Shhh.
Relájate, mi amor. Déjame entrar —pidió YunHo.
Le tomó a
JaeJoong varias respiraciones para relajar su cuerpo. YunHo fue paciente,
deteniéndose cada que JaeJoong se quejaba. Por mucho que su cuerpo luchaba para
meterse de un solo golpe, YunHo se contuvo.
Después de
lo que pareció una eternidad, YunHo estaba hundido hasta la empuñadura. Aguardó
un momento más, hasta que, con un movimiento de su cadera, JaeJoong le indicó
que prosiguiera.
YunHo
comenzó con un lento vaivén. Miraba a los ojos de su hermoso ángel, viéndolos
cambiar de malestar a lujuria pura. Besos desenfrenados desataron la pasión.
—¡Nhhh!
—JaeJoong gimió más fuerte. YunHo supo que había encontrado el punto dulce de
su ángel. Empujó, una y otra vez, sintiendo como su miembro era apretado por
las paredes de JaeJoong.
Aún con
todas sus experiencias sexuales, YunHo jamás se sintió como ahora. Podría
llamar a esto la misma gloria.
Más pronto
de lo que él hubiese querido, su cuerpo estaba llegando al clímax. Tomó el eje
de JaeJoong, tirando conforme a sus propios movimientos. Uno, dos, tres jalones
ya fue todo.
—¡YunHo!
—gritó JaeJoong cuando su esperma salió en cordones blancos, empapando la mano
de YunHo y sus pechos.
YunHo gimió
fuertemente. Su cuerpo se contrajo desde el punto en que se unía a JaeJoong y
su semen llenó con fuerza el pequeño agujerito de su ángel. —JaeJoong —dijo su
nombre en un susurro cuando sus ojos vieron destellos.
Cayó sobre
el cuerpo de JaeJoong. Ambos exhaustos. Ambos satisfechos. Y así, el sueño los
envolvió.
***
YunHo
despertó horas más tarde. Su ángel descansaba sobre la mitad de su cuerpo.
YunHo sonrió. Sonrió verdaderamente como en mucho tiempo no lo había hecho; no
desde que su abuelo contaba historias de su abuelo. Besó los labios de su
dormido amante.
Con cuidado
se levantó. Buscaría un poco de agua caliente para que JaeJoong y él se dieran
un baño. También buscaría comida, e iniciaría los preparativos para salir
mañana muy temprano. Con suerte, su ángel no despertaría hasta que él estuviese
de regreso.
El día
transcurrió agradable. YunHo y JaeJoong disfrutaron de sus cuerpos, sin abusar.
YunHo sabía que el viaje aún era largo, y esta había sido la primera
experiencia de JaeJoong. Le costaría caminar, pero eso no sería un problema.
YunHo había conseguido que alguien los llevara hasta el próximo pueblo en
carreta.
Por la
mañana, cuando el gallo cantó, los dos viajeros salieron de la posada,
envueltos en sus túnicas. El más pequeño cubierto de pies a cabeza, ni siquiera
el rostro se le veía, lo único deslumbrante en él era la extraña cruz que
portaba en el pecho.
Salieron de
la ciudad en una carreta que transportaba paja, en donde JaeJoong pudo dormir
un poco más. YunHo vigilaba sus sueños.
En su
camino hacia el templo, encontraron a variopinta cantidad de personas.
Incluyendo a unos osados ladrones que trataron de separar a JaeJoong de YunHo.
Lamentablemente para esos desgraciados, YunHo no dudó en levantar su espada,
dando por terminada su lúgubre vida. A JaeJoong no le gustaba cuando YunHo
empuñaba su espada, más comprendía la necesidad de ello.
Mientras
caminaban por los senderos del bosque, era difícil encontrarse con la comitiva
que anunciaba la muerte. Esta estaba casi reservada cuando llegaban a una
ciudad, por la aglomeración de gente era más probable topársela allí. Pero,
cuando eso sucedía, JaeJoong procuraba que YunHo y él estuvieran lo bastante
lejos como para toparse a cualquier alma que ofreciera su luz a YunHo. JaeJoong
jamás había deseado tanto evitar la muerte a una persona. YunHo era… YunHo
simplemente era… la otra mitad de su alma.
Sin
embargo, así como JaeJoong decía que no se podía evitar a la muerte, así el
caos los alcanzó.
Se
encontraban cerca de su tierra natal. A no más de día y medio, pero JaeJoong no
quería seguir avanzando. No deseaba separarse de YunHo. Y, en común acuerdo,
retrasaron su llegada.
Grave
error.
Fueron
alcanzados por los esbirros de aquel noble que deseaba a JaeJoong. YunHo peleó,
luchó fuertemente para evitar que se llevaran a su precioso ángel. Pero, eran
demasiados. Lo único que pudo hacer, fue ganar tiempo. Si JaeJoong estuviera en
un lugar seguro, él podría encargarse de la basura.
Con su
espada ensangrentada, tomó la mano de JaeJoong y corrieron. Corrieron lo más
aprisa que sus piernas daban. Se adentraron en el bosque, lejos de los pequeños
senderos.
Llegaron
hasta una casa abandonada en medio del bosque. YunHo aguardó, esperando
escuchar el crujir de una rama que anunciaría a sus perseguidores. Nada. Antes
de entrar, YunHo recorrió el perímetro, asegurándose de que en verdad estuviera
abandonada y no pertenecía ninguna bruja. Sola.
La casa era
de una sola planta, de una sola habitación. Su mobiliario en precario estado,
solo una mesa y dos sillas, algo que parecía un fogón y cajas. Dentro de las
cajas encontraron algunas cerillas, qué no dudarían en encender cuando la luz
del sol se extinguiera. Bloquearon las ventanas con ramas que trajeron de
fuera.
YunHo besó
los labios de JaeJoong antes de partir. JaeJoong lo sostuvo por la solapa, no
quería dejarlo ir. Fuera había muchos hombres malos. YunHo era un experto
haciendo su trabajo, cazaría uno por uno en la oscuridad de la noche. Hoy, la
luna favorecía sus movimientos con su tenue luz.
—YunHo,
espera —llamó JaeJoong cuando YunHo se encontraba cerca de la puerta. —Toma
esto —JaeJoong retiró de su cuello la cadena donde colgaba la cruz.
—No,
JaeJoong. No puedo. Eso es lo que te protege.
—Pero yo
quiero que esta noche cuide de ti —dijo, poniéndolo alrededor de su cuello. Le
dio un corto beso en los labios. —Vuelve a mí, YunHo.
YunHo tomó
su mano y besó sus nudillos. —Atranca la puerta una vez que me vaya. No abras a
nadie, mi amor. No abras hasta el amanecer. Si la compaña esta cerca, querrán
tenerte con ellos. No abras a nadie. Incluso si me escuchas hablar. No seré yo,
mi amor. Será la muerte tratándote de engañar.
JaeJoong
asintió. Encendió una vela cuando YunHo se marchó. Aseguró la puerta, y aguardó
el regreso de su amado.
***
YunHo
miraba a través de las hojas de los matorrales. Veía moverse a sus enemigos. No
estaban muy lejos de donde su JaeJoong se encontraba, pero no irían más allá.
Blandió su espada una y otra vez. Al principio lo único que los contrarios
veían, era el fulgor de la espada a la luz de la luna. Pronto, ni eso fueron
capaces de ver. No cuando toda ella estaba cubierta de sangre.
Uno tras
otro fueron cayendo. YunHo podía decir que ninguno de ellos era un guardia. No,
seguramente el noble había puesto un precio por la captura de su hermoso ángel.
Pero, tenía mala suerte. Ninguno de ellos era tan bueno como YunHo. Algunos
eran precavidos, pero YunHo era más ágil, más fuerte y sobretodo, más letal,
porque tenía algo que proteger.
A lo lejos
vio una luz aparecer. La ambarina luz danzaba acercándose hacia él. YunHo veía
claramente a un hombre, con el rostro lleno de terror y un cansancio extremo,
que, a la luz de la flama que portaba se veía espectral.
—Ten, te toca
a ti —le dijo el pálido hombre, ofreciéndole la llama que traía.
YunHo se
quedó sin habla. Los ojos del hombre abiertos en desmedida, suplicantes porque
otro llevara ese suplicio. Pero, YunHo no sería. Él tenía que volver con su
ángel.
—Él ya
tiene una luz —a pesar de que YunHo no veía a nadie más que al hombre, la voz
que habló no procedía de él. La voz sonaba lejana, no de este mundo. El hombre
miró hacia el pecho de YunHo, donde la cruz de JaeJoong brillaba con una luz
propia.
El hombre
sollozó, pero, siguió su camino, pasando de YunHo. YunHo contenía la
respiración. Allí, frente a él, la muerte y su séquito iban pasando. Un olor a
cera inundó el bosque, mientras pasaban cerca de él.
YunHo
tembló. Terror se había apoderado de cada una de sus extremidades. Ni siquiera
había notado que un enemigo estaba lo suficientemente cerca para infringirle
daño. Él no lo notó, pero el hombre miserable, portador de la flama, sí. YunHo
observó como el hombre ofrecía, tal y como lo hizo con YunHo, la luz. El que
fuese su perseguidor, sin saber de su destino, la tomó.
El antiguo
portador cayó al suelo, y si YunHo no hubiese sido testigo, no lo habría
creído. Vio como una fantasmal imagen se desprendió del cuerpo y se unió a las
filas de personas ataviadas con sudarios blancos y cerillas encendidas en sus
manos. Hasta ese momento, cuando la luz del hombre brilló con más intensidad,
fue que YunHo distinguió a todo el séquito de la muerte. Ahora, que otro era el
portador de la flama, el séquito siguió su camino.
YunHo quiso
gritar, quiso correr hacia donde su JaeJoong, pero, aunque fuera, él mismo le
había dicho a su ángel que no abriera la puerta a nadie. Ni siquiera a él
mismo. Confiaba en que JaeJoong lo haría tal cual dijo, por lo que YunHo volvió
a enfrascarse en la búsqueda de los enemigos que faltaban.
***
JaeJoong
tembló. Podía escuchar el cántico de la compaña. Su tétrico canto que anunciaba
la muerte. JaeJoong sujetó su vela firmemente. A pesar de no tener su cruz, él
tenía su propia luz.
Los
cánticos se detuvieron justo en su puerta. El corazón de JaeJoong latía
demasiado rápido. Su respiración se había vuelto errática.
Toc-toc-toc
Tres golpes
sonaron en la vieja madera, haciendo un sonido hueco, que se hizo más fuerte
con el eco de la soledad de la casa.
JaeJoong se
mordió los labios de pánico para no gritar. Podía ver, a través del resquicio
de la puerta, una luz anaranjada. Justo como la de la vela en su mano.
Toc-toc-toc
Volvieron a
tocar. Pero esta vez hubo algo que causo revuelo en el corazón de JaeJoong.
—Soy yo,
cielo, ábreme. —La clara voz de YunHo se coló por la puerta.
YunHo
estaba tocando. YunHo estaba esperando para que JaeJoong abriera la puerta.
Por puro
instinto, JaeJoong se levantó, pero, cuando estaba a punto de quitar la tranca,
recordó.
«No abras a nadie, mi amor. No abras hasta el amanecer.
Incluso si me escuchas hablar. No seré yo, mi amor. Será la muerte tratándote
de engañar».
JaeJoong se
arrodilló al centro de la vacía habitación. La vela encendida en su mano, que
temblaba sin control.
—Hace frío,
mi amor. Abre —la voz de YunHo volvió a decir.
Lágrimas de
terror comenzaron a salir de sus ojos. Colocó la vela en el suelo, asegurándose
de quedarse sólidamente fijada al suelo. Llevó sus temblorosas manos a su
cabeza, esperando poder acallar la voz de YunHo que lo llamaba desde afuera.
Así hasta
que la oscuridad lo reclamó.
***
JaeJoong
jamás llegó al templo.
Al
amanecer, YunHo corrió, ahora seguro de que ningún enemigo rondaba por los
alrededores, fue hasta la cabaña donde su amor lo esperaba. Con los rayos del
sol colándose por las rendijas de las ventanas, YunHo llamó a su ángel,
aguardando porque este abriera la puerta.
Pasaron
varios minutos en los que ningún sonido, aparte de las aves madrugadoras, se
escuchaba. YunHo comenzó a preocuparse. Golpeó la puerta insistentemente, pero
nadie respondió. Desesperado, lanzó su cuerpo una y otra vez hasta que el
atranque cedió y la puerta se abrió.
YunHo
encontró a JaeJoong tendido en el suelo. Su túnica negra cubriendo su cuerpo.
Sus cabellos dorados desparramados en el polvoriento suelo. YunHo gritó de
dolor. A travesó la habitación en dos zancadas y tomó en sus brazos el frágil
cuerpo de su ángel.
Abrazó
fuertemente su cuerpo y sollozó.
Allí,
dentro de sus brazos, YunHo sintió el agradable calor que JaeJoong desprendía.
Observando bien, su hermoso ángel respiraba. Lento, pero lo hacía. Entonces
YunHo, lloró de felicidad. Su amado JaeJoong solo se había desmayado.
Y si,
JaeJoong jamás llegó a su destino.
***
Se dice que
por los caminos rondan un par de viajeros. Van de aldea en aldea, de ciudad en
ciudad, ¿buscando qué? Solo ellos saben. Incluso puede que solo vayan por el
gusto de recorrer el mundo, nadie lo sabe.
Un hombre alto, de agradables facciones pero
feroz mirada. Su espada es conocida por muchos y temida por muchos más. Dicen
que alquila sus servicios por un par de monedas. Dicen, que siempre camina sin
responder a un señor. Solo responde al llamado de su acompañante.
Cuentan,
que detrás de él, un hombre viaja con él. Hablan, acerca de su misterioso
aspecto, siempre cubierto; unos cuentan que esconde una belleza brutal, otros
una deformidad. Dicen que siempre mira, observa, ningún detalle parece escapar
de su atención, más nunca dice nada. Narran que por las noches, se sienta junto
a la hoguera, que su voz es como el coro de los ángeles. Dicen, que cuenta
historias y leyendas de la antigüedad.
Hablan
acerca de estos dos viajeros, unos en contra por no tener un señor, otros a
favor por atreverse a ser ellos mismos en un mundo caótico como aquel.
Relatan que
los enemigos solo ven brillar la espada, como una preciosa perla, antes de ser
sentenciados por ella. Mencionan la extraña cruz que en el pecho porta en otro.
Algunos dicen que ellos pueden ver a la muerte, otros que son solo patrañas.
Pero, lo
que es seguro, es que ellos dos viajan juntos, tomados de la mano. Y son el amo
y señor del otro. Porque también dicen, que ellos son una misma alma.
FIN
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N/A: Este fanfic está basado en dos canciones "La cruz de Santiago" y "La Santa Compaña" de Mago de Oz. Me pareció adecuado ya que estamos cerca de las festividades de muertos.
La Güestia es una leyenda acerca de un séquito que visita a los moribundos antes de su muerte, comprendida básicamente por familiares difuntos del enfermo. La Santa Compaña, es una variación de la misma leyenda, donde un vivo lleva una cruz que indica el camino de los muertos, quienes caminan con una vela en la mano. Se dice que si encuentran a un incauto, y este acepta la cruz, será el nuevo portador.
Como saben, este oneshot es un regalo al primer comentario del capítulo final de Fated, pawi Espero que te haya sido de tu agrado.
yunho kim tú fuiste el primer comentario, pero, dado que solo había sido apartado, no valía. Sin embargo, aprecio mucho tus comentarios y que te hayas tomado la molestia de hacerlo, por eso he decidido que a ti también te regalaré un shot. Lo estaré publicando la próxima semana :)
17 comentarios:
waaaaaaah, ha leer!!
Que fantástico one... Y si va de acuerdo a las festividades de día de muertos, Jae es la luz y Yunho quien protege esa luz porque se aman. Que bonita leyenda, gracias por publicarla. Hasta luego
Que linda historia, me gusto mucho, nunca habia escuchado de esa leyenda y me parecio muy interesante hasta me dio miedito ja ja ja ja , gracias de nuevo
besos bye
Wow~~ no dejas de sorprenderme *0*
me encantó! !! Y es perfecto para la festividad que se acerca
Gracias por compartir :)
Waaaaaaaaaa al fin tengo Internet lamento no haber comentado antes. Me preguntas si es de mi agrado, en serio?? ME ENCANTÓ, LO AME. Me encantó ese Yunho todo fiero y protector con un jae que sólo mostraba su belleza a él, tus historias siempre me sorprenden y me atrapan. No sabes lo emocionada que estoy que me hayas dedicado Este shot es la primera vez que alguien lo hace mil gracias. Amo con todo mi corazón al yunjae al igual que tus fics. Muchas gracias por estas historias aquí tienes una fiel seguidora tuya esperaré por más. Besos :)
Dios! ignora el "ha" en mi anterior comentario, ya estaba demasiado zombie, pero tenía que leer!
que increíble historia y muy original, sobre todo acorde con la época del año, me encanta, sobre todo el final, a pesar de todos sus problemas el yunjae no se separó, amé la parte en la que Jae hizo caso a la advertencia de Yunho de no abrirle a nadie, eso lo salvó!
Gracias por compartir otra genial historia! Nos seguimos leyendo
Tienes buena mano para escribir, tus historias son tan hermosas que quieres leer más. Vale mucho la pena esperar a que actualices incluso si tardas días en hacerlo. Gracias por compartir lo que escribes, eso dice mucho de ti.... Gracias, y hermosa historia para este día de las animas.
waw hermosa historia me encanto y al fin terminaron juntos y no los separo la muerte me asuste al principio creía que si se llevaron a jae y no solo fue un susto por que jae si respiraba y se quedo con yunho que bueno que le hizo caso y no abrió la puerta sino se hubiera quedado yunho solo
GRACIAS POR COMPARTIR estaré esperando el siguiente bye
muy bueno bastante interesante como siempre Yunho no quiere entregar las encomiendas y si lo hace se devuelve a buscarlas xq se poseciona de ellas gracias linda compartir en verdad bastante interesante
Ah!me dio miedo!........pero estuvo lindo, ese Yunho como es de posesivo no dejando ni queriendo que nadie mas que el vea la belleza de Jaejoong, porque el es solo suyo y de nadie mas.
El hombre duro e implacable siempre acompañado de su amor un joven bello.
Cuando la muerte se acerco a Yunho, empeze a sudar frio yo tamben, y cuando toca la puerta de Jae, enserio enserio casi me hago pis....lo bueno fue que se quedaron juntos, recorriendo el mundo, viviendo su amor no importando de que manera, pues lo único importante es su propia felicidad....
Me encanto!.....y ahhhhhhhh e siento celosa! yo quería ser el primer coment, pero siempre me ganan.
Igual esperare el sht que regalaras :)
me encantó esta historia con tanta mística. un Yunho protector y guerrero y un Jae poseedor de visiones y muy dulce y delicado.
muy buena realmente.
gracias por explicarnos en el apartado final lo que significaba el nombre del fic.
he aprendido mucho.
un abrazo y gracias por tan fabulosas historias tan bien relatadas.
Me gusto mucho..! :3 me quede con la boca abierta cuando jaejoong se ofreció a el mismo ya que no tenia dinero para pagarle a yunho esa parte me gusto mucho ademas creo que esa clase paga no tiene precio >///<.
me quedare con la duda que pasara con ellos y si jaejoong llego ir al Templo de Beomeosa..
lo importante es que ambos se quedaron Juntos y se quieren mucho <3<3
Gracias... ;)
Juraba que ya lo habia leído.. ..tal parece y no.. .me alegro asi fue una historia nueva para mi....sin saber en que acababa.. .o quepasaba..
Me gusto mucho.. .y saber que acabaron juntos siendo amos del otro.. .que romántico.. .bueno no es exactamente un paraíso de vida pero se tienen el uno al otro y eso basta.. .es mas que suficiente.. ..
Cuando dijiste que Jaejoong jamas llegó al templo casi lloro....pensé ay no si se murió.. .lo bueno que solo se trataba de que no iria al lugar.. .uff se quedó junto a su amado Yunho ...
Ahh qué miedo...Me causa una sensación de ansiedad, que tuve durante toda la lectura...
Me quedé enganchada con la historia y su sorpresivo final.
waaaa que interesante y emocionante...
totalmente misterioso *O*
lo ame!!!!!!!!!!!!!!
Ay me dio miedito el sequito ese jaja.... La historia estubo buenisima!! Jaejoong y yunho recorriendo el mundo juntos tomados de la mano ahhhh* ❤ bellisimo
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