—Señor, es preciso que atienda a
los heraldos de Shim —decía su consejero, al verlo tratar de escabullirse de
una reunión.
YunHo frunció el ceño, realmente
estaba aburrido y no deseaba ver a ningún otro mensajero, sea del reino que
fuere, lo único que él deseaba era volver a ver a ese por quien su corazón
palpitaba.
Dos largos meses habían pasado.
Sesenta días si ver, ni oír, mucho menos oler a su dulce JaeJoong. Con un
suspiro resignado, YunHo indicó, a gesto de mano, hacer pasar a los heraldos.
—Que la Tierra que pisa y el
Cielo que le cubre, le bendigan —saludaron los mensajeros.
—Que el aire que respiran y el
agua que beben, se les dé en abundancias —regresó YunHo.
—Díganos, honorables enviados.
¿Qué asuntos atañen el reino Shim con nuestro señor Jung? —preguntó el
consejero.
El hombre mayor que representaba
a los heraldos frunció el ceño. —No hay forma de decir esto sin parecer muy
rudo —habló, dejando de lado la fina lengua que frente a los reyes se
acostumbraba. —Retire a su flota Rey Jung. Dak-Ho no será sitiado.
YunHo miró al hombre confundido.
—¿Qué flota?
—Rey Jung, no se trate de hacer
el desentendido. Ambos sabemos que la flota de barcos que rodea el puerto
marítimo de Shim le pertenece.
—El Rey Jung no posee barcos
—aclaró el consejero.
—Entonces, amable consejero
¿puede explicarme porqué esos barcos despliegan el estandarte Jung?
—Eso es imposible —dijo YunHo.
—Jamás mi reino, ni yo, hemos tenido la intención de invadir su territorio o tomar
su puerto. Necesitamos de ese puerto, sí, pero sería una aberración ocuparlo.
No deseamos la guerra.
—¿Me dice que no es suya esa
flota?
—No, no pertenece a mi reino.
Tampoco a mis aliados.
—Posiblemente debería averiguar
por qué tienen su estandarte. Rey Jung, le concederemos el beneficio de la
duda, ya que hasta ahora no han hecho nada más que permanecer allí. Pero, si llega
a hacer tan solo un movimiento en contra, entonces Shim responderá. Le
sugerimos que envíe a sus agentes pronto —dijo con voz de mando, dando media
vuelta y salir de allí, sin siquiera presentar una reverencia al rey.
El consejero se sintió muy
ofendido por sus modos, pero YunHo, en cambio, no se ofendió en lo más mínimo.
Su mente estaba en los acontecimientos y en los rumores que había escuchado
durante los festejos de coronación de ChangMin.
Alguien les estaba tendiendo una
trampa, eso era seguro. La pregunta era ¿quién? Por su mente pasaron los reinos
con los que tuvo rencillas o lo que sus antepasados habrían tenido rencillas,
pero la mayoría eran reinos sin costas.
Con un gesto de su mano despidió
al consejero, que, con una reverencia salió de la habitación.
—¿Tienes alguna idea de quién
pueda ser? —preguntó YunHo a la habitación vacía.
—Muchas, todas igual de
improbables —respondió MinHo, saliendo detrás de un muro. —Lo que sí sé es que
es preciso que envíes a alguien a Dak-Ho.
—Entonces ve —ordenó YunHo.
MinHo hizo una reverencia y se
oculto detrás del muro donde había salido, desapareciendo de la estancia.
YunHo tomó su barbilla pensativo.
No había tomado en serio el rumor y ahora ya era una realidad. Necesitaba ir de
nuevo a Shim para hacer sus propias averiguaciones, sin embargo, esperaría por
MinHo, quizá él pueda investigar a fondo sin que YunHo tuviera que trasladarse hasta
el lugar.
—Llamen a los miembros del noble consejo
—ordenó YunHo a uno de los guardias apostados en la puerta. Uno de los guardias
se llevó la mano al pecho y salió para cumplir su orden.
***
Dos días les había tomado al
consejo reunirse. El consejo, formado por los nobles del reino, los cuales
algunos residían en las provincias, habían viajado a la orden del rey.
El bullicio que los hombres allí
reunidos hacían, se le antojaba a YunHo más como un mercado que una honorable
reunión de estado. Y es que era sencillo saber el porqué los hombres estaban
tan exaltados. A diferencia del reino Shim, el rey Jung no se respondía ante
ningún consejo, sus órdenes eran absolutas, y raramente el consejo era
convocado, la mayor parte de las veces para organizar las festividades.
El sonido de las pesadas puertas
abrirse de par en par silenciaron a todos en el salón. YunHo avanzó
tranquilamente hasta sentarse en su sitio, y entonces, el barullo comenzó de
nuevo.
—Mi Señor, aquí tiene usted el
listado de los eventos que se realizaran para las onomásticas de La Luz —habló
uno de ellos. Entregando a YunHo un extenso papiro.
YunHo había olvidado que las
festividades de La Luz estaban a la vuelta de la esquina. “Festividades de La
Luz” así era como habían nombrado el final de la gran guerra, el día en el que
los dragones del aire sellaron el pacto de centinelas y sanaron a las tierras. El
corazón del rey dio un brinco. Había dicho a JaeJoong que lo vería en este
reino en estos días. Faltaba poco más de un mes, que a YunHo se le harían
eternos, pero que sin duda aguardaría con ansias.
Vagamente YunHo leyó la lista.
Mientras en la sala, las voces se hacían más fuertes y felices. Las
festividades siempre eran motivo de felicidad en su reino.
—De momento, señores, tengo un
asunto que tratar con ustedes —comentó YunHo. El tono serio de su voz impuso
silencio absoluto. Muchos de ellos se miraron entre ellos, sin saber cuál era
el motivo que los obligaba a desviarse de los festejos. —Hace unas horas, los
heraldos de Shim arribaron al palacio, trayendo noticias sumamente
desconcertantes. —Muchos hombres fruncieron el ceño, comenzando a caer en la
cuenta que era un asunto muy, muy serio. —Una flota está sentada frente a
Dak-Ho.
—¿Le están declarando la guerra a
Shim? —preguntó uno.
—¿Mandaremos apoyó? —cuestionó
otro.
—Tardaríamos días en llegar,
posiblemente la ciudad sea sitiada antes de que cualquier ayuda arribe
—replicaron al segundo.
—Los heraldos mencionan que la
flota despliega un estandarte nuestro —soltó YunHo. Varios fruncieron el ceño,
otros lo miraron con cara de sorpresa.
—¿Vamos a tomar el puerto
marítimo de Shim? —preguntó uno con incredulidad palpada en su rostro.
No era que, en caso de invadir
Shim, ellos se opusieran, ya que seguían fielmente cada orden de su rey, sin importar
cuán loca fuera ésta. Pero eso contradecía su política de no agresión.
—Ordenaremos a nuestros soldados
comenzar a reunirse —habló uno un poco tenso, después de haber digerido la
idea.
—Podemos, mi señor, preguntar ¿el
motivo? —inquirió otro.
YunHo sonrió. La realidad era que
no tenía intención de atacar, pero le complacía enormemente que su consejo,
formado por los nobles del reino, acatara sin más sus órdenes, lo que le
demostraba lo ciegamente en que creían en él.
—No pienso atacar Shim —respondió.
—Tampoco tenemos una flota a nuestro servicio sitiando el puerto.
Otro de los motivos por los que
había reunido a sus nobles, era ver la expresión en sus rostros. YunHo
realmente no pensaba que alguno de ellos fuera el culpable, pero sí existía la
posibilidad y creía que un gesto podía delatar al culpable, y, siendo como las
cosas eran, el traidor debía tener mucho dinero e influencias, por lo que
consideraba a los nobles los más cercanos a esto.
—Pero, eso ¿qué significa?
—Significa que alguien trata de
hacernos entrar en guerra con el reino Shim —respondió YunHo. El asunto no era
para tomarse a la ligera, realmente era bastante serio, una guerra entre ambos
reinos sería catastrófica, considerando que uno y otro eran los más grandes y
fuertes de los dragones de la tierra.
—Envíen a sus mejores espías a
cada reino con el que hayamos tenido rencillas, también preparen un escuadrón
con sus mejores hombres para ver quién es el que comanda la flota —ordenó
YunHo. —Todo tiene que ser a discreción. Sin embargo, veo preciso que comiencen
a reunir a sus tropas, por el momento el reino Shim esperará a que se retire la
flota, nos está concediendo un tiempo valioso para evitar la guerra, pero, si
alguno da un paso en falso, Shim no dudará en atacar. Creo que comprenden la
seriedad del asunto.
Los nobles del consejo, se
miraron unos a otros, un tanto pálidos y asustados; Jung no había entrado en
guerra desde hacía mucho tiempo. Una guerra como la que se avecinaba contra
Shim desencadenaría el infierno en la tierra, y, si como las leyendas dicen, el
regreso de los dragones del aire.
—Quiero que una parte de ustedes
siga con los preparativos de los Festejos de la Luz. El pueblo no debe saber
nada hasta que esté confirmado.
***
JaeJoong miraba hacia un punto
perdido entre las nubes. Los blancos muros de su ciudad erigiéndose a su
espalda. Algo irremediablemente había cambiado desde que conoció a YunHo, más
específicamente desde que se entregó a él. Sentía como su alma lo anhelaba,
tanto como anhelaba extender sus alas al viento.
Había volado una y otra vez,
zurcando el cielo desde el amanecer hasta el anochecer, y más tarde aún, pero
no podía olvidar a YunHo, su sabor, sus besos, sus caricias, su olor, todo él
lo llamaba. Rogaba porque llegara el día en que se volvieran a encontrar.
Con un suspiro resignado dio
vuelta, adentrándose en la cuidad. Era hora de cumplir con sus obligaciones.
Mientras caminaba vio a varios de
sus compañeros dirigirse en grupo hacia él, no, más específicamente hacía la
puerta por donde él había entrado. Se le hizo un poco extraño que un grupo tan
grande saliera, a menos de que fueran a divertirse como algunos acostumbraban,
pero JaeJoong notó que la mayoría no eran dragones jóvenes, sino adultos, con
una expresión de seriedad plantada en su rostro.
—¿Qué ocurre? —preguntó JaeJoong
a uno de los pocos dragones jóvenes que iban entre el grupo.
—Ao Shun nos envía a vigilar las
fronteras. Los últimos centinelas regresaron con malas noticias, al parecer
está a punto de estallar una guerra entre los reinos.
—¿Crees que sea necesario nuestra
intervención?
—Roguemos porque no. De momento
solo vamos como espectadores, nos repartiremos en pares para ver cómo se
desarrolla toda esta tensión. Y, de ser necesario, cumpliéremos con nuestro
deber.
JaeJoong asintió con la cabeza,
viéndolos marchar.
—¡Jae! ¡Jae! —gritaron a su
espalda. JunSu corría hacia él. —Ao Shun nos ha mandado a llamar.
—¿Nueva misión?
—No lo sé.
—He visto salir a un grupo
grande. Dicen que van a monitorear las fronteras.
JunSu puso la misma cara de
asustado que el dragón que le comunicó las noticias. A nadie le agradaba una
nueva guerra. Su trabajo como vigilantes les llevaba a entrenar en diversas
artes, especialmente en el dominio de sus habilidades como dragón, pero eso no
significaba que les gustaría estar envueltos en una nueva guerra.
—Ao Shun nos está esperando —dijo
YooChun, quien aguardaba por ellos a las puertas del salón donde su maestro los
esperaba.
—¡Oh! Mis dulces niños —les
saludó con cariño el viejo dragón. Después de ellos, Ao Shun solo había tenido
dos camadas más de pequeños dragones a los qué enseñarle. Realmente los
dragones del Aire eran muy pocos. Ahora había enviado un grupo de diez a
vigilar, quedándose con lo mínimo y los retoños.
—Maestro —saludaron
respetuosamente al hombre.
—Les he mandado a llamar por un
asunto importante…
—¿Es por lo de las tensiones en
las fronteras? —interrumpió JunSu.
Ao Shun, acostumbrado a este tipo
de acciones por parte del joven dragón, sonrió con benevolencia. —Si, JunSu.
Así es. —Los dragones se miraron rápidamente antes de componer su expresión por
una más seria, hasta se podría decir madura, lo que al viejo dragón le causaba
gracia. Sus muchachos no estaban listos para ir a la guerra, de hecho, ninguno
de sus dragones, no quería perder a nadie en una guerra que no le pertenecía.
—En su primera misión a la tierra, se les fue encomendada la tarea de vigilar y
conocer al nuevo rey de Shim. Como bien me informaron, el chico es joven, pero
fiel a su pueblo, y éste le corresponde. Es mi deber informarles que en su
puerto marítimo está aparcada una serie de navíos con hostigamiento hacia el
puerto. Lo que ha dicho nuestro vigía es que estas pertenecen al reino Jung.
—Pero, Jung no tiene flota. De
hecho ni siquiera tiene salida al mar —replicó YooChun, recordando las palabras
del MinHo.
—Si, también sabemos eso. Pero la
realidad es que así es, los barcos despliegan estandartes del reino Jung.
—YunHo dijo que su rey sería
incapaz de invadir ese territorio —afirmó JaeJoong.
Ao Shun lo miró con munificencia,
había notado la adoración que su bello JaeJoong le profesaba a aquel dragón de
la tierra, a pesar de solo haberlo conocido por una semana. Ao Shun, comenzaba
a preguntarse si el destino de JaeJoong ya estaba en marcha, el gran cambio que
el color de sus escamas significaba, sin duda tendría que ver con ese dragón y
con esta nueva guerra que se avecinaba.
—Tal parece que no es así —dijo
con calma. —Irán de nuevo a la tierra —habló. —Esta ocasión visitaran al reino
Jung. Tendrán que usar ese hechizo que JaeJoong aprendió para camuflajear su
aroma y el color de sus escamas. Averigüen lo más posible sobre ese rey y sus
intenciones.
—Sí, maestro —respondieron los
tres.
—Ah, y una cosas más, cuídense
—añadió con voz paternal.
***
—Esto no está saliendo como lo
habíamos planeado —habló una voz empalagosamente femenina.
—No contaba con la prudencia del
rey Shim —respondió un hombre de edad madura.
—Humm si esto sigue así, no
iremos a ningún lado.
—No hay de qué preocuparse. La
tensión en el ambiente es tal que se puede cortar la más fina seda con ella.
—¿Y si no?
—Si no, adelantaremos un poco el
plan —sonrió malévolamente el hombre.
—Solo espero que cumplas con lo
prometido.
—Así será mi Lady.
***
ChangMin caminaba de un lado al
otro por la extensa estancia, miraba de vez en cuando por los amplios
ventanales el vasto y profundo mar. Se había trasladado hasta Dak-ho, quería
comprobar, con sus propios ojos lo que se le había informado. Efectivamente,
frente al puerto, flanqueándolo, una flota del al menos cincuenta barcos se
asentaba intimidante sobre su pueblo. No quería creerlo, no podía, no, hasta
que lo vio. Los estandartes desplegados pertenecían a Jung. No podía ser que
YunHo, el buen YunHo, aquel con el que había compartido parte de su infancia en
la Academia de Herensuge, sea el mismo que ahora amenaza a su pueblo.
Simplemente la idea era descabellada, pero si no fuese porque lo estaba viendo,
jamás lo hubiera creído.
—Los heraldos han partido, señor
—anunciaron. ChangMin ni siquiera se giró para ver a su interlocutor.
Con un suspiro resignado,
ChangMin dio su siguiente orden. —Prepara a los guerreros, que se aposten en
cada muro de la ciudad.
—¿No esperaremos a que los
comisionados que fueron a Jung regresen?
ChangMin sonrió, aunque el otro
hombre no lo podía ver. —Es mejor estar prevenidos.
Si, era mejor ser precavidos,
algo le decía que la flota frente a la cuidad no se estaría quieta por mucho
tiempo. Por esa razón había enviado mensajeros a los rincones del reino, estaba
convocando a sus guerreros.
—Debo regresar a la cuidad
central. Te dejaré a cargo de la defensa del puerto. Pase lo que pase, no
puedes perderlo, es el centro económico más importante que tenemos —dijo
ChangMin. —Confío en ti, no me falles.
Y realmente así era. Para
ChangMin era muchísimo más sencillo confiar en sus soldados que en el consejo o
los nobles del reino. No, todos ellos solo se regían por el poder y la riqueza,
por eso había enviado a los heraldos con Jung, porque cualquiera de sus nobles
haría algo tan imprudente como esto.
***
JaeJoong miró las imponentes
murallas que se alzaban, flanqueando la cuidad. No eran nada parecidas a las
blancas que ellos tenían, eran de un color gris oscuro, de sólida roca.
Tragando fuertemente se adentró en ellas.
El ambiente no era nada parecido
al colorido de Shim, quizá porque no se encontraban de fiesta, y todo ese color
gris y pardo a él le producía desolación. Acostumbrado como estaba a los
blancos muros, el azul del cielo, las esponjosas nubes y los colores que el sol
ponía sobre ellas al amanecer o atardecer. Allí, todo era depresivo.
—Debemos buscar un lugar donde
alojarnos —dijo YooChun mirando desconfiadamente a todos. JunSu estaba
demasiado tenso para contestar, en el reino de Jung había demasiados dragones
paseando alrededor de ellos.
JaeJoong asintió, incapaz de
pronunciar palabra.
Poco a poco, los tres jóvenes
dragones fueron recolectando información acerca del reino, las personas
parecían verdaderamente encantadas por el gobierno del rey Jung.
—Oh, sí. Hemos prosperado mucho
bajo su mandato —decía una señora mayor. —Recuerdo los días en los que era muy difícil
conseguir alimento, pero entonces los Jung llegaron a gobernar y todo eso se
acabó. Nuestro joven monarca es un buen rey, se preocupa por todos sus
súbditos. Una vez al mes nos recibe en su palacio solo para escuchar nuestras
demandas. Dime ¿qué rey hace tal cosa?
—¿Tensiones con otros reinos,
dices? No, eso no existe. Bueno sí, pero seguro fue con los reinos del norte,
esos que todavía se jactan de esclavizar a las personas. El rey Jung encabezó
personalmente el rescate de una de nuestras nobles damas y su doncellas que
habían sido capturadas para ser esclavas. No, no, no, no señor, eso nuestro rey
jamás lo hubiera permitido. Las chicas regresaron a casa, sanas y salvas, así
como muchos otros dragones que quisieron acompañarle. ¿Sabes que el rey compró
sus vidas y al llegar a tierras de Jung los liberó? Al parecer no quedaron en
muy buenos términos con esos reinos barbaros.
—¿Shim? Bueno según tengo
entendido el rey Jung y el rey Shim acudieron a la Academia de Herensuge al
mismo tiempo. Los nobles solían decir que se llevaban bien, pero cuando el rey
Jung fue solicitado para ocupar su puesto, abandonó la academia y no volvió a
tener contacto con el joven Shim.
Esas y varias anécdotas más
escucharon de los pobladores. Definitivamente adoraban a su rey, ya sean nobles
o plebeyos, no había distinción, sentían devoción hacia su majestad.
De pronto, JaeJoong lo sintió. La
presencia de YunHo le llamaba más fuerte que antes. Y, a pesar de que había
rogado volver a verlo, no creía que eso fuera posible con las cosas como
estaban. Nadie había hablado acerca de la invasión a Shim, de hecho creían poco
posible que eso sucediera, pero YunHo, siendo un soldado de la guardia real
seguro estaría mejor informado, incluso estaría fuera de la cuidad. Pero no, su
corazón de dragón lo podía sentir.
—YunHo —llamó, esperando que su
voz llegara a él.
***
YunHo caminaba cubierto por su
capa. La capucha no le dejaba ver el rostro. No es que no pudiera caminar
libremente por su pueblo, pero prefería hacerlo así para seguir en el
anonimato. Quería saber si alguien en los bajos suburbios sabía sobre la flota
asentada en Shim.
Mientras caminaba de un pub a
otro, le pareció oler el dulce perfume de JaeJoong. Miró hacia un lado y otro.
Nada, no había señal de su JaeJoong. Quizá lo deseaba tanto que lo estaba
alucinando, pero su corazón vibraba con más ahínco que antes.
«YunHo» escuchó. El corazón le dio un vuelco. Esa era la voz de
JaeJoong, no había duda.
Comenzó a buscar entre la gente,
abandonando completamente las callejuelas en las que andaba para ir a la
avenida principal. Se dejó guiar por su corazón, sentía que le llamaban y solo
él sabía dónde ir.
Caminó un par de cuadras, cuando,
sentado frente a una fuente, estaban tres chicos con capas, al igual que él, solo uno tenía la
capucha puesta. A los otros dos los reconoció en seguida, pero sus ojos solo tenían
cabida para el uno.
—JaeJoong —dijo con voz firme.
Los tres chicos levantaron la
mirada, pero él solo se conectó con una. Los ojos plata.
Y entonces, todo su ser vibró por
el reconocimiento, su magia ancestral de dragón, reconocía a la otra, la de su
JaeJoong.
Le tomó dos pasos llegar hasta él
y rodearlo con sus brazos, hundiendo la cabeza en su cuello. Por fin, después
de la larga espera, su JaeJoong estaba devuelta donde debía estar, en el
espacio entre sus brazos.
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N/A: Sé que debí publicar esto ayer, pero por razones personales no estuve en casa, y no tuve oportunidad de terminarlo. Pero, he lo aquí.