FATED: CAPITULO 7

Kim MinAh miraba con los ojos llenos de lágrimas cómo su hermoso y vivaz cachorro se transformaba en alguien poco más que un zombie. Comía poco, dormía demasiado. Si dormía pronto los gritos y el llanto descontrolado inundaban sus sueños. Lo único que podía hacer por él era darle una infusión para dormir sin soñar.

Deseaba tanto poder patear las bolas del desgraciado que lo había reclamado suyo para después dejarlo en este estado. Y a pesar de que tan solo habían pasado poco más de dos semanas desde aquello, no había ninguna duda de que el poder de JaeJoong se había manifestado en la misma noche que fue tomado.

MinAh podía sentir como la energía que emanaba de su cachorro era cada vez más y más fuerte. Aunado a ello, otra energía mucho más pequeña comenzaba a brillar. Eso era lo que asustaba más a la mujer.

Mordiéndose los labios, se dirigió hacia su jardín donde cultivaba sus hierbas. El poco poder que quedaba en ella se había concentrado en las artes curativas, por lo que de ese jardín dependían muchos lobos que llegaban con ella. Se había hecho de un lugar en la manada con su jardín, jamás decía de donde procedía ese arte de saber que era lo que el lobo enfermo tenía exactamente, pero tampoco nadie hacia preguntas mientras curara con sus “recetas caseras” al lobo.

Concentrándose en cultivar las hierbas que escondían el aroma de su cachorro, sabía que pronto serían más que necesarias. Si bien, el lobo que había rechazado a su hijo lo había reclamado, cubriéndolo con su aroma, pronto, al no haber contacto íntimo, el aroma se difuminaría. No es que el olor de JaeJoong seguirá siendo deliciosamente atrayente cada noche de luna llena para cualquier macho, no, simplemente sin su pareja, el aroma de su sangre mágica se haría cada vez más notorio. Sin embargo, lo que más preocupaba a la mujer era la pequeña energía brotando en JaeJoong.

Un ruido la sacó de sus pensamientos. Sus ojos alcanzaron a divisar una mancha marrón detrás de los arbustos. Una oleada de ira pasó a través de ella. Podía oler al macho que había jugado con su hijo. Respirando, tratando de tranquilizarse, siguió con lo suyo para no asustar al lobo. Una parte de ella, la que no quería patearle las bolas, estaba feliz de que el lobo regresara, esperaba, no, suplicaba al cielo, que el lobo marrón entrara en razón y protegiera a su cachorro, como la pareja que era.

Cuando levantó los ojos, observó los ojos marrones del lobo, mirando con anhelo y angustia. Podía ver la confusión dentro del lobo, y entendió que no habría una solución fácil.

—¿Por qué estás aquí?

* * *

YunHo había soportado pacientemente a sus idiotas amigos preguntarle una y otra vez por la hermosa loba con la que se había apareado. Al final habían llegado a la conclusión que la loba era una loba viajera que iba de una manada a otra, cosa extraña en los lobos, pero no tan difícil si creaban una historia como la que ChangMin había ideado cuando las acosantes preguntas estresaban demasiado a YunHo.

El lobo dentro de él lo arañaba cada vez con más fuerza para  poder salir e ir directamente donde JaeJoong. Su lobo comenzaba a desesperarse al no tener al dulce chico entre sus brazos. YunHo respiraba con más fuerza, concentrándose para no ceder el control al lobo. Pero, incluso en algunas ocasiones, cuando el lobo lo agarraba con la guardia baja, el cambio se daba, corriendo inmediatamente a donde el exquisito aroma de JaeJoong lo llamaba.

¿Cuántas veces había estado ahí? YunHo podía decir que solo un par durante la semana. Estaba detrás de los arbustos, oculto entre la maleza, aguardando. Esperando por un solo instante para ver a la hermosa criatura que había robado sus sueños.

YunHo había salido constantemente de su casa, vagando de un lado al otro por el pueblo, con la esperanza de ver al muchacho. Pero, al final del día, cuando se daba cuenta de su idiota comportamiento regresaba a su casa sabiendo que JaeJoong no se mostraría ante él por lo que había hecho. Era entonces cuando el lobo tomaba el control y corría desesperado hasta la casa del chico.

Pero, inclusive ahí, JaeJoong no se dejaba ver. Su olfato estaba adormecido por la cantidad de hierbas que la madre de JaeJoong poseía en su jardín, pero tanto él como su lobo sabían que el chico estaba dentro. Lo podían sentir. Estando cerca de él, YunHo podía sentir ese agudo dolor en el pecho, que no correspondía a su propio dolor, sino algo, definitivamente que le ahogaba, le quemaba de tal manera que hasta respirar se le hacía pesado. Esos, esos eran los sentimientos de JaeJoong.

A veces, cuando no sentía más que sus propias emociones, sabía que eran los momentos en los que JaeJoong estaba sumido en sus sueños, para luego despertar con una angustia terrible, entre llantos y súplicas, gritándole a YunHo que no lo dejara.

El lobo dentro de YunHo quería correr y estrecharlo entre sus brazos, decirle que jamás lo abandonaría, que lo perdonara por ser un idiota. Entonces, cuando daba un paso hacia JaeJoong, la cordura regresaba a YunHo, aferrándose a la tierra con sus garras y corriendo en dirección contraria.

Sin embargo, esta vez era diferente. La madre de JaeJoong estaba fuera, removiendo entre las hierbas que entumían su sentido del olfato. Se le veía preocupada, sus ojos rojos a causa del llanto. YunHo constantemente se preguntaba si haría mal en conservar a JaeJoong. Y siempre, la respuesta era si.

Un movimiento en el segundo piso le indicó actividad. JaeJoong había movido ligeramente las cortinas. Solamente pudo ver la mano blanca de JaeJoong. Tan rápido como había movido la cortina así se retiro, como si le hubieran dado una descarga. YunHo se odio a sí mismo. Quería ir donde él, lo deseaba tanto.

El movimiento frente a él atrajo de nuevo su atención. La mujer lo miraba con una pizca de odio y con otra de esperanza, pero eso era lo que menos podía hacer, darle esperanza.

—¿Por qué estás aquí? —le preguntó.

YunHo ni siquiera sabía bien el porqué. En su mente estaba claro lo que deseaba para el futuro, un futuro donde JaeJoong no estaba. Y a la vez ese mismo futuro lo destrozaba. Quería a JaeJoong con él. Sentía su alma separarse en dos, entre sus deberes y obligaciones, y el infinito deseo que crecía cada vez más dentro de él por JaeJoong.

Sin saber qué hacer, de nuevo, echó a correr en dirección contraria. Huyendo.

* * *

Para Kim MinAh había sido más que clara la respuesta del lobo marrón. No tomaría responsabilidad por su cachorro. La decepción corrió por sus venas, se mordió los labios fuertemente para acallar su grito de protesta y continuó con lo suyo.

Ya no había esperanza en que la pareja de su hijo regresara. Había huido y con él todas las probabilidades de que JaeJoong fuera a estar seguro. MinAh estaba desesperada, jamás había estado en una situación similar. Necesitaba la guía de sus ancestros, pero eso era algo que no había hecho hace mucho tiempo. Hablar con los espíritus no solo agotaba el cuerpo, sino que también era demasiado peligroso pues no siempre se podían controlar.

Sin embargo, no tenía opción.

Tomando las hierbas que necesitaba, regresó dentro. Comprobó una vez más a su hijo, que ahora miraba por la ventana, sin realmente ver y decidió que tomaría los riesgos. Debía proteger a JaeJoong y a la pequeña energía que emanaba de él.

—JaeJoong —le llamó suavemente. El chico la miró, aunque ella estaba segura que era por la caricia a su cabello más que porque la haya escuchado. —Encontraré una solución, mi dulce niño. Mamá te protegerá —prometió, sellando su promesa con un beso sobre su frente, como cuando nació.

JaeJoong solo se dejó envolver en los cálidos brazos de su madre, hasta que el sueño lo invadió de nuevo.

Fue entonces que MinAh regresó a la sala. Tomó las hierbas y un copal con incienso. Cerró las ventanas, apagó las luces y encendiendo la chimenea. El clima realmente no era frío, pero la luz de la hoguera le proporcionaría a MinAh el ambiente que se requería.

La noche estaba silenciosa. JaeJoong dormía profundamente. Solo el crepitar del fuego rompía el silencio. MinAh arrojó las hierbas al fuego, dejando que sus aromas se esparcieran por el aire. El copal estaba encendido, humeando cerca de ella. El incienso dentro la ayudaría a regresar, mientras que las hierbas consumiéndose en el fuego la harían entrar en un estado de trance, donde podría conectarse con el camino al más allá.

Las voces de sus antepasados resonaban en su cabeza, pero solo una la hizo consciente de su presente. ChungHo su pequeño hermano perdido se hallaba junto a todos ellos. A pesar de que había mantenido la esperanza de que estuviera vivo, ahora sabía que no era así.

ChungHo le sonrió, dándole a entender que había llevado una buena vida, y también le indicó la dirección que su dulce JaeJoong debía tomar.

Al regresar al mundo de los vivos, MinAh no podía dejar de llorar. El camino que tenían por delante era demasiado duro para seguir. Pero no había otro. JaeJoong debía abandonar la manada antes de la siguiente luna llena. Debía mostrarle a su pequeño muchas cosas que siempre quiso mantener guardadas, pero que ahora debía saber porque era un asunto de vida o muerte.

* * *

JaeJoong despertó a la mañana siguiente. Su cabeza a punto de estallar, provocándole nauseas tan terribles que tuvo que ir directamente al baño a vomitar lo que no había comido.

Se preguntaba si un corazón roto provocaba tal enfermedad. No lo sabía, pero durante la noche había tenido un sueño, un sueño donde no se sentía solo, un sueño donde un pequeño reía a su lado mientras le tomaba la mano, un sueño donde el pequeño tenía ojos marrones.

Eso era todo lo que JaeJoong necesitaba. Se había estado lamentado por casi tres semanas, no podía seguir así. De hecho lo que necesitaba urgentemente era un baño. Y después enfrentaría al mundo como la pequeña mierda que siempre había sido.

Mientras observaba su reflejo en el espejo, se dio cuenta que por primera vez, sus ojos no eran negros. Eran del color azul blanquecino que su madre a veces solía tener. Parpadeó varias veces antes de que su color habitual regresara.

«Genial» pensó con sarcasmo. Había olvidado el problemita de sus poderes recién nacidos.

Cuando se hubo duchado y vestido, bajo las escaleras, tan solo para encontrar la imagen más terrorífica que hubiera visto. Su madre estaba desmayada en el suelo de la sala, junto a la chimenea, sobre una manta blanca en la que había colocado un copal con incienso que aún prendía y algunas piedras redondas y otras alargadas que no sabía que eran.

Desesperado la tomó, colocándola sobre el sillón. Solo cuando los ojos de su madre se abrieron, fue que el corazón de JaeJoong dejó de latir con prisa. Su madre estaba bien.

—He hablado con mis antepasados —anunció mientras desayunaban sin muchos ánimos. JaeJoong inmediatamente supo que su madre había entrado en trance para ver hacia qué dirección debían seguir ahora que la pareja del chico lo había rechazado.

JaeJoong guardaba silencio, no queriendo mirar a su madre por sentirse culpable al no ser lo suficientemente bueno para que su pareja lo conservara.

—JaeJoong mírame —ordenó. Tímidamente los ojos negros de JaeJoong fueron hasta los de su madre. —Jamás será tu culpa lo que ha pasado. El destino jala los hilos de los que vivimos, el porqué no siempre es claro, solo debemos vivir con ello lo mejor que podamos. —Una mano acariciaba su mejilla. —Nunca te culparía por lo que paso. El hecho de que tu pareja sea un verdadero idiota no es culpa tuya.

—¿Él realmente no me quiere? —a pesar de que salió como pregunta, para JaeJoong aquello fue una afirmación. Sintió que los ojos se le humedecían, pero se controló. Bastaba ya de llorar por un imbécil, aunque ese imbécil sea su compañero y lo haya amado desde siempre.

—Ven, te mostraré algo —le dijo, tomándolo de la mano para que se diera la vuelta. —JaeJoong, hay algo más en juego ahora que solo tus poderes en crecimiento —lo miraba tan seriamente que sabía que estaban metidos en un gran, gran lío. —Siempre supe que eras diferente, no solo por el hecho de ser un chamán. Tú lobo es blanco, tan blanco como la luz de la luna. Sin duda eres su hijo favorito.

JaeJoong quería protestar. Si fuera el hijo favorito de la luna, no lo habría dejado sin pareja. Pero guardó silencio al ver que su madre seguía seria. Tragó duro esperando a que continuara. Los ojos de su madre brillaron con ese destello azulado y un gritito nada masculino salió de la boca de JaeJoong al ver que sus manos entrelazadas emitían el mismo brillo que sus ojos. El hormigueo comenzó desde su mano donde se tocaban y recorrió su cuerpo, haciéndolo brillar de cabeza a los pies.

—Tu magia está despertando. JaeJoong, me temo que no soy capaz de enseñarte nada más que el arte de la curación, mis poderes no son ni cercanos a los que probablemente tendrás.

Miró como el brillo recorría de nuevo su cuerpo, concentrándose en su zona abdominal, pulsando, como si pulsara al ritmo de un corazón.

La situación cayó como balde de agua fría. Sí, tenían problemas mucho más grades que solo un corazón roto. ¿Qué haría JaeJoong ahora sin el apoyo de su pareja? ¡Dioses! Esto era mucho más de lo que podía soportar. Entonces, recordó el sueño, recordó la risa, recordó la calidez y los hermosos ojos marrones del niño. Estaba claro. JaeJoong había sido bendecido. Y sonrió, sonrió como cuando YunHo le hacía el amor.

—Madre —dijo desesperado, cuando la felicidad de haber sido bendecido se dispersó dejando solo preocupaciones y miedo.

—No hay mucho tiempo, mi dulce JaeJoong. Debes llegar a un lugar seguro antes de que se note. Saldrás de la manada antes de la siguiente luna llena. Tu lobo clamará por su compañero, y al no tenerlo, se volverá loco. Tienes que alejarte lo más posible, para que el aroma de tu compañero no sea notable a tu sentido del olfato.

Con resignación y lágrimas en los ojos, JaeJoong preguntó: —¿Dónde debo ir?

* * *

YunHo estaba dando su habitual ronda por el pueblo. Había estado evitando a sus amigos, por lo que daba paseos solo. Se complacía de caminar en círculos, dando rodeos cada tanto, evitando a la gente, pero sus pies siempre lo llevaban a las puertas del hogar de JaeJoong.

Se molestaba tanto consigo mismo cada que terminaba ahí. Odiaba a JaeJoong tanto como lo deseaba. Odiaba que la pequeña-mierda-atrae-problemas causara estragos en sus emociones. Odiaba la forma en que su sexy cuerpo se movía. Odiaba la manera en que gemía cuando lo estaba tomando. Odiaba cómo susurraba su nombre. Odiaba su piel blanca y sus enormes ojos negros. Pero sobre todo, odiaba la forma en que esos ojos negros, le suplicaban llenos de lágrimas que no lo abandonara. Lo odiaba tanto como se odiaba así mismo por causarle ese daño al chico.

Al traspasar el umbral de su hogar, YunHo se puso inmediatamente rígido. No lo veía, pero lo olía. El fresco y dulce aroma de JaeJoong estaba en su casa. El usual olor a hierbas que aturdían sus sentidos lo acompañaban, pero maldecido estuviera si no era capaz de detectar el aroma del muchacho inclusive a través de ellas.

—¿Quién está con Padre? —preguntó con cautela a su hermano.

ChangMin estaba ocupado rascando con el dorso de sus manos su nariz, como lo haría cualquier minino. Si YunHo no estuviera demasiado nervioso, le habría causado gracia. ¿Por qué JaeJoong se había presentado ante su hogar? Entonces las posibilidades se cernieron sobre YunHo. JaeJoong estaba aquí, hablando con su padre de su noche de luna.

Inmediatamente esa conjetura fue descartada. YunHo no creía que JaeJoong estuviera para hablar de eso. Pero ¿y si era así?

Las especulaciones de YunHo se quedaron a la deriva cuando la puerta del despacho del Alfa se abrió. JaeJoong apareció frente a él, y YunHo casi suelta un suspiro ahogado. Hacía tres semanas que no le veía ni el pelo y ahora lo tenía frente a frente, en su casa.

El hecho de que JaeJoong estuviera en su casa, llevó a YunHo a una serie de pensamientos que incluían a su cama y al chico. Toda la lujuria que sintió de golpe al verlo se esfumó cuando sus ojos se encontraron con los de JaeJoong.

Los antaño hermosos ojos negros llenos de vida, lucían opacos, sin  ese destello de amor que YunHo había visto. El corazón de YunHo se oprimió al continuar con su revisión. JaeJoong había bajado de peso, sus mejillas estaban hundidas y portaba ojeras que competían con el color de un oso panda. Su cabello ralo y despeinado. Lo único destellante en él, era el relicario que siempre traía consigo.

YunHo tuvo el impulso de jalarlo a sus brazos cuando lo vio tan indefenso, cuando los ojos negros lo evitaron para no mostrar todo el dolor que el chico sentía. Las emociones de JaeJoong lo golpearon como un tren de carga, ahora que ambos estaban en la misma habitación, ni siquiera su aspecto exterior se comparaba con lo que sentía por dentro.

JaeJoong dio un paso hacia él, tratando de alcanzarlo, levantó la mano solo para bajarla inmediatamente y se encogió de hombros, esquivándolo al pasar. Mientras JaeJoong se dirigía a la salida, YunHo sentía que algo más estaba detrás. Sentía que sería la última vez que vería el delicado cuerpo de JaeJoong. Se sentía, como su fuera un adiós.

—Ja… —estuvo a punto de pronunciar su nombre, pero una gran mano se poso en su hombro.

YunHo giró su rostro para encontrarse con su padre. El Alfa negaba suavemente con la cabeza. YunHo apretó las manos en un puño sobre sus costados y miró a JaeJoong marcharse.

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