«Me encuentro caminando por un pasillo oscuro, largo y frío.
Reconozco esta sensación de soledad. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me encuentro
aquí? Humm, no sé, unos meses quizá. Muchos dicen que fue una suerte que este
prestigioso internado me brindara una beca. Así fue como salí del orfanato para
entrar a este sitio. No creo que este sitio sea mejor que el orfanato, de hecho
creo que es peor… debo apresurarme si no quiero encontrar a nadie por el
camino…
Son crueles, muy crueles… eso pensaba mientras me dirigía a
mi dormitorio, aunque es el más alejado de todos, junto al armario de escobas,
creo que para recordarme de donde vengo, aún así tiene sus ventajas, aquí no me
hostigan…
Con rapidez saco mis húmedas ropas, no quiero resfriarme. Las
coloco cerca del cesto de ropa sucia, tengo que ocuparme de lavarlas
inmediatamente, de lo contrario las manchas quedarán impregnadas en la tela.
¿Cuántas veces van que hacen esto? ¿Qué es lo tan divertido de molestar a la
gente? Ingreso al pequeño baño de mi aún más diminuta habitación, deseo
quitarme este nauseabundo olor ¿Qué habrán utilizado esta vez para que apeste
de esta manera? Coloco algunas esencias de flores que yo mismo he hecho sobre
el agua.
—Espero que se me quite rápido. Vomitare si no —digo hablando conmigo mismo. No es de extrañarse que me agarren de
juguete, desde que llegué a este sitio así ha sido siempre. Cuando estaba en el
orfanato también era molestado, pero podía defenderme incluso si era a
arañazos, pero aquí… no hago más que bajar la cabeza y apretar los puños.
Aunque no todos son tan malos, está Sunbae, no recuerdo su
nombre, solo que es muy lindo y bueno. Al parecer es al único al que le agrado,
bueno, no estoy tan seguro, le agrada que mantenga el jardín bien cuidado. Una
vez me dijo que le gustaban mucho las flores, por eso le gustaba ese lugar.
Cuando estoy cerca de él, los demás no me molestan, es muy respetado, ¿o admirado?
Recuerdo claramente la vez que unos tipos destrozaron el rosal que con tanto
empeño había sembrado. Me arrastraron por todo el rosal, las espinas se me
enterraban al tiempo que mis lindas rosas se iban desmoronando pétalo a pétalo,
aquel día estaba a punto de llorar cuando ellos llegaron. Y sí, digo ellos,
porque Sunbae jamás está solo, tiene un humm ¿novio? Sí, debería decirlo así,
un novio, muy guapo, masculino, totalmente opuesto a Sunbae que tiene un
aspecto delicado. En fin, desde ese día quedó muy claro que en su presencia no
se me debe hacer nada, porque yo cuido de su jardín. No me molesta eso, de
hecho, estoy un poco preocupado, este es el último año que sunbae y su pareja
estarán en el colegio, no falta mucho para ello, presiento que mi vida tomará
un rumbo diferente cuando ellos se marchen.
—Debo apresurarme. No he regado las plantas y seguro ellas me extrañan —digo nuevamente al aire. En este colegio,
solo hay dos lugares donde me siento seguro, uno es mi habitación y su pasillo
aledaño y el otro es el jardín. Cuando sunbae no está cerca se valen de la
situación, por eso aprovecharon para lanzarme esos pútridos líquidos viscosos,
ni siquiera pude identificar que es. ¿Quejarme? ¿Debería quejarme acerca del
maltrato que recibo por parte de mis compañeros? Ja, ja, ja sería lo más
irónico que he escuchado. En esta escuela solo soy un cero a la izquierda. Me
gustaría que alguien me mirara… que me mirara realmente, tal cual soy…
Con mi ropa de trabajo, me dirijo a la lavandería del
colegio, porque sí, también soy al único al que no se le prestan los servicios
de alguien. Todos en este lugar tienen un sirviente que les atiende y por
supuesto, lava su ropa. En cambio yo, lo tengo que hacer todo por mí mismo.
¡Qué injusticia! Aunque… no puedo quejarme… tengo un techo donde dormir y tres
comidas al día… a veces…
—Mamá… te extraño mucho… —pronuncio
al aire, mientras me inclino sobre unas margaritas. Esas eran las flores
preferidas de mi madre.
—¡Aww! El mugriento extraña a su omma —dijeron despectivamente detrás de mí. Ni siquiera los escuche llegar,
esto es malo, muy malo. Aquí vamos de nuevo. Miro hacia uno y otro lado,
buscando una salida. —¿Qué miras?
Nadie te va a salvar —dice ese matón,
y sus gorilas compañeros se ríen maléficamente. —Sunbae no está, ni su novio. Ellos ya no continuaran sus estudios aquí,
se transfirieron al extranjero – aquello es una sorpresa. Suelo cuidar las
plantas porque es mi trabajo y porque si este lugar esta lindo, sunbae no
dejará que me toquen, pero si no está…
Trago duro, intentando acallar de mi mente todos aquellos
malos pensamientos de lo que estos bárbaros pueden llegar a hacerme. Uno de
ellos me empuja bruscamente, pero debido a que estaba de cuclillas el golpe no
fue muy fuerte.
—Eres tan lindo como él —dijo
a la vez que me tomaba del mentón —si
te miramos sin prejuicio… humm —trato
de zafarme, pero me mantiene bien agarrado. Me lastima. Se acerca un poco. —No hules a la mierda de hace un rato —me maldigo mentalmente por poner esencia de
flores a la ducha que tome. —Sí, viéndolo
bien, nos divertiremos mucho contigo —aquello
hizo que mi cuerpo se estremeciera por completo.
Tengo miedo…
Me toma por el cuello obligándome a levantarme, solo para ser
arrastrado a unos arbustos, unos que nos ocultan de la vista de todos. Con violencia
soy devuelto al suelo, trato de reaccionar rápidamente para huir de ahí, pero
unas manos me toman por las muñecas y las elevan por encima de mi cabeza,
levando todo mi torso a tierra. Grito y pataleo los más que puedo, me remuevo
fuertemente tratando de liberarme, pero un golpe sobre mi mejilla me nubla el
sentido. Cuando mi mente se despeja uno de ellos está sobre mí, mientras el
otro sostiene mis manos y otro muy cerca parece disfrutar del espectáculo.
No quiero, no quiero…
Las manos de ese sujeto se deslizan por debajo de mi camisa.
Asco es lo que siento, me mira con malicia y lujuria. Con rapidez desabrocha su
pantalón y el mío. De un tirón lo bajo, dejándome solo en ropa interior.
Tengo miedo… por favor, alguien ayúdeme…
—¡Hey! ¿Qué creen que están haciendo? —una voz ronca pregunta con fuerza. Mis ojos lo buscan desesperadamente.
—¡Piérdete!
—Por favor… ayúdame —logro
susurrar con ojos llenos de lagrimas y la mandíbula doliéndome demasiado. Por
un momento veo la indecisión en esos ojos marrones.
—¡Dije que te largues! ¡Imbécil! —le dicen de nuevo.
Mi vista se dirigió de esos ojos marrones a mi acosador, que
le miraba fieramente. Un golpe en su cara lo hizo retirarse de encima de mí. Lo
demás no lo vi claramente, en el momento en que vi mi cuerpo y manos libres me
arrastre un poco, alejándome de ellos. Hasta que unas manos volvieron a
tocarme.
—¡Déjame, no te me acerques! ¡No me hagas daño! —gritaba desesperadamente mientras agarraba
mi ropa tratando de cubrir mi cuerpo.
—Tranquilo —esa voz ronca hablo
de nuevo. —Tranquilo, no te hare daño
—susurro suavemente, tan grave que
pareciese un ronroneo. Lentamente levante mi rostro, para encontrarme de nuevo
con esos ojos marrones, profundos, y sin en cambio, cálidos, pues me miraban
cándidamente.
Esa fue la primera vez que lo vi. La primera vez que me
protegió. La primera vez que caí ante sus orbes chocolates…
YunHo… mi YunHo…»
JaeJoong despertó con
grito matutino. El sueño que acababa de tener le pareció tan vívido que aún
temblaba por lo que había pasado. Ese recuerdo jamás se le borraría, y, por muy
horrible que fuera, esa fue la primera vez que YunHo apareció en su vida.
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—Bien JaeJoong, si el bebé
está acomodado podremos saber si es niño o niña —decía el Dr. Yoo, quien le
atendía desde el primer día. —¿Qué te gustaría a ti? ¿Una linda damita o un
varoncito? —preguntaba animadamente mientras sacaba algunos materiales.
—Humm… yo… no lo sé —respondió
tímidamente. —Con que esté sano es suficiente. — «Porque es de YunHo».
—Bueno, eso es cierto,
aunque la mayoría de los padres tiende a tener cierta preferencia por algún
género, por ejemplo las madres prefieren a las niñas para poder vestirlas como
princesitas, mientras los padres optan por los niños pues podrían jugar al
futbol con ellos. —El semblante de JaeJoong se oscureció por aquellas palabras,
lo que hizo callar al Dr. Yoo dándose
cuenta del error. Era cierto, recordó en ese instante que el bebé dentro del
vientre de ese chico no tendría un padre que jugara con él, que lo protegiera o
celara como a la luz de sus ojos. —Lamento mucho mi comentario —se disculpó.
—No se preocupe. Estoy
bien —dijo aún con el semblante triste y esbozando una sonrisa que le hacía
verse aún más melancólico de lo que ya estaba.
—Continuemos Jae. Sube un
poco tu camisa y cubre con esto tus partes íntimas —ordenó mientras le
entregaba una toalla para tapar su intimidad. —Te pondré este gel —le mostro un
liquido verde viscoso. —Lo sentirás un poco frio, ¿de acuerdo? —El chico
asintió, y de inmediato un fluido fresco hacía contraste con su cálida piel. —Mira
hacia esta pantalla. —Ahí donde le indicaba se reflejaba un fondo negro con una
serie de luces blanquecinas sin forma. —Observa fijamente. Estamos en la
placenta que recubre a tu bebé. ¡Oh! ¡Mira! ¡Está tocando sus piecitos! A esta edad su sentido del tacto comienza a
desarrollarse, es por eso que con sus manitas trata de apretar el cordón
umbilical, tocar su cara o sus pies, como lo hace ahora, por eso sientes que se
mueve más dentro de tu pancita —explicaba el médico, mientras unas pequeñas
lagrimas de felicidad se escurrían por los ojos de JaeJoong. Esta no era su
primera ecografía, pero al verlo en esa posición, jugando con sus manitas,
sabiendo que le escucha, oyendo a su corazoncito latir, le ponía en tal estado
de felicidad que era imposible contener sus lágrimas. —¿Y bien? ¿Deseas saber qué
es?
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—¡Ah! ¡Jae! ¡¿Por qué no
me dijiste que hoy tenías consulta?! —le preguntaba un tanto molesto Junsu. —¡Tú
sabes que yo quería ir contigo!
—Estabas en clases. Es muy
importante que termines tus estudios.
—Bien sabes que pude
escaparme.
—¡Oh! Jovencito. Espero
que no haga eso muy seguido o me veré en la penosa necesidad de ir a tu escuela
—la Sra. Kim, sin querer había escuchado esa parte de la conversación.
—¡No! ¡Por favor no mamá!
Sería una vergüenza pública —comentaba un muy exaltado Junsu. La sola idea de
ver a su madre en medio del patio de su escuela gritando su nombre o lo peor,
llamándolo por sus ridículos motes, haría que la popularidad que con tanto
esmero creo se viniera a pique en un solo segundo.
—¡Yah! No te rías. Esto es
serio —al fondo del lugar, JaeJoong reía a carcajada abierta por el pánico del
menor. —Aún estoy molesto porque NO me llevaste. Yo también quería ver a
Bichito —se quejaba nuevamente.
—Te traje una foto.
—¡¿De verdad?! —Jae
asintió. —¡¿Dónde?!
—En mi bolso. Junto a unos
papeles… —no termino de decir la frase, pues el chiquillo ya había salido
corriendo en busca de una imagen de Bichito.
—¿Sabes ya que va a ser? —interrogó
con calma la Sra. Kim.
—Niño —dijo sonriendo.
—¡Oh! ¿Has pensado ya en
un nombre?
—¡Omma! ¡Mira! ¡Es
Bichito! —chillaba alegremente, contagiando su alegría a los presentes,
incluidos los clientes.
—Si, si. Ya lo había
visto.
—¡¿Qué?!
—Demoraste en llegar, así
que la vi primero.
—¡Yah! Yo hubiera sido el
primero si Jae no me lo hubiera ocultado —dijo haciendo un puchero.
—Pero no te dijo. Ahora
jovencito muéstrame tus calificaciones.
—¿Qué? —para todos fue
evidente que el pequeño se puso sumamente nervioso. —¿Por qué cambias tan
abruptamente de tema? —Uno, dos pasas atrás, dispuesto a emprender la huída.
—Kim Junsu, será mejor que
vengas aquí en este instante —le dijo entrecerrando los ojos, al ver como su
hijo iba retrocediendo cada vez más, al punto de salir por la puerta y echarse
a correr. —¡Ay! ¡Dios! ¿Qué he hecho yo para merecer a un hijo como ese? —se
hacía la dolida, pues a pesar de todo, Junsu era un buen muchacho, a veces muy
distraído y para su mala fortuna, demasiado coqueto.
«Un nombre para ti, Bichito» la mente de JaeJoong se encontraba
en otro lado, pensando seriamente en que nombre podría darle a su pequeño.
Hasta que la Sra. Kim lo comentó, Jae no había pensado en uno, desde que supo
que lo tendría le nombro así, Bichito, aunque ese no es propiamente un nombre,
pero así lo llamó YunHo. «Te pondré un
nombre hermoso, Bichito».
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Los siguientes meses de
gestación, fueron un poco más complicados, JaeJoong se cansaba rápidamente
debido a su voluminosa barriga, por eso la Sra. Kim le había puesto una cómoda
mecedora para que descansara, aunque siempre terminaba dormido, y al final,
terminaba disculpándose por no hacer esto o aquello. Pero no podía hacer nada
para evitarlo y tampoco nadie le culpaba por ello, todos entendían su situación.
Un chico embarazado, que será madre soltera, pues el padre de su bebé había
fallecido sin saberlo. Cuando lo veían dormir con las manos apoyadas en su barriguita,
no podían evitar sentir cierta pena por lo trágico que se torno su vida.
«Esta clase es igual a
todas. Me siento solo a un lado de la ventana, bueno, yo diría que más bien me
excluyen ya que en el banco frente a mí,
el de detrás y el de lado no hay nadie. Como si tuviera lepra y los pudiera
contagiar.
—El siguiente trabajo será por parejas, así que hagan el favor de
encontrar un compañero —escucho que
dice el profesor. Genial, me encantan los trabajos en equipo, son igual a los
individuales, nadie se me acerca, soy la peste. —¿Ya todos tienen pareja? —Ni
siquiera intento levantar la voz para decir que yo no tengo, no es que la vaya
a conseguir.
—No profesor, yo no tengo —una
voz grave en el fondo. No volteo pero aún así se me hace raro que alguien no
tenga compañero, si este grupo está calculado perfectamente para eso.
—Bien, busquemos un lugar para ti. ¿Alguien quiere formar un grupo de
tres?
—Aquel chico esta solo —afirmo.
No estará hablando de mí ¿cierto? Aquí nadie me toma en cuenta más que para ser
la burla de todos. Un silencio recorre el aula, imagino que ya encontró un compañero,
mi vista sigue clavada en la ventana, es más interesante ver las abejas posarse
en las flores que esta clase. —¿Me
puedo sentar aquí? —esa misma voz se
escuchó tan cerca que inevitablemente voltee. Sí, efectivamente estaba a un
lado mío, mirándome, hablándome, sin esperar respuesta se sentó en la banca. —Seré tu compañero —aseveró. Por la sorpresa solo abrí los ojos con desmesura, nadie
gustaba de trabajar conmigo. Si bien, algunos, en especial los ñoños eran, no
exactamente amables, pero tampoco agresivos, digamos corteses, para mí eso aquí
es amabilidad. Por eso casi caigo de mi asiento cuando reconocí a aquel chico
de ojos marrones, aquel que me salvó ayer por la tarde, aquel que se marchó sin
que le pudiera dar las gracias. Sus ojos siguen mirándome, esbozando una
sonrisa. Sus blancos dientes mostrándose a través de esos finos labios
adornados con un lunar, me dejaron sin habla. Su intensa mirada no desaparecía,
y pronto comencé a sentir cómo el color subía a mis mejillas. —¿Cuál es tu nombre?
—J-Jae-Joong —dije muy bajito
y con la cabeza gacha. Me daba pena mirarlo cuando sabía que mi cara tenía el
mismo color del tomate.
—JaeJoong. Es un lindo nombre, para lindo chico —dijo. Por un momento pensé que me daría un
paro respiratorio. ¡¿En verdad considera que soy lindo?! —Soy YunHo.
YunHo… mi YunHo…»
—Jae, despierta. Ya es
hora de cerrar. ¿Cuánto más piensas dormir? —La voz risueña de Junsu le sacudía
de ese mundo de recuerdos. —No digo que esté mal que descanses un poco, pero lo
tuyo ya es holgazanería —le decía en un tono burlón. —¿Verdad Bichito que tu
omma es un flojo? —canturreaba acariciando la pancita de Jae, mientras la
criatura dentro se movía felizmente, como cada vez que Junsu le hablaba.
—¡Auch! —Aunque su bebé se
brincara de felicidad, eso no evitaba que de vez en cuando Jae sintiera dolor
cuando se agitaba de forma brusca. —Bichito, por favor —suplicaba. Había
ocasiones en las que todos sus músculos se tensaban y era en esas donde le
dolía muchísimo. —Bichito, no te muevas así, a omma le duele —le decía a su
pancita, y, como si hubiese entendido, el bebé regresaba a una posición tanto
cómoda para él como para Jae.
—Pareces un balón —comento
Junsu, riéndose discretamente, pues es que en estos últimos meses de gestación,
el vientre de Jae era muy grande. Con esto se ganó una mirada de advertencia por
parte del mayor. —Si Bichito, no te muevas tanto —desvió la conversación,
evitando así una reprimenda por parte del otro, que sin duda seguía susceptible
por todo esto. —Ya, ya, lo siento —dijo rápidamente al ver los ojos llorosos de
su amigo. —No quise decir eso, bueno sí —aquello no estaba yendo como quería el
menor. —Pero no lo dije con mala intención —le paso un brazo por los hombros. —Tú
te ves muy tierno así.
—¿De verdad? ¿No me estas
mintiendo?
—No Jae, en verdad te ves
muy lindo.
Eso era cierto. Por lo
general las mujeres embarazadas destilan un cierto tipo de belleza diferente,
un brillo en los ojos donde se anuncia su maternidad, lo que les hace ver aún
más bellas de lo que ya son, por el simple hecho de tener el don de engendrar
vida. Y, en el caso de JaeJoong, quien era un chico lindo, delicado y tierno,
su expresión se veía expandida, tanto que la mayor parte de los hombres que
pasaban por la florería quedaban prendados de tan hermoso ser, pero jamás
intentarían nada por su estado. Solo muy pocos sabían lo que había sucedido con
el padre del bebé.
—¿Y bien?
—¿Bien qué? —JaeJoong era
acompañado a casa todos los días por Junsu. Caminaban las pocas cuadras a su
casa con lentitud. Eso era de ayuda. Debía caminar siempre para que sus piernas
no se hincharan y para ayudar en el parto.
—¡El nombre Jae! ¡El
nombre! —diciendo lo que es obvio. —Bichito necesita un nombre, no puede
llamarse Bichito —dijo sonriendo. —He pensando en algunos si aún no te has
decidido y…
—Tengo uno en mente —interrumpió.
Ciertamente tenía varios nombres por la cabeza, pero quería que el nombre que
le pusiera a su bebé tuviera un significado más allá de lo normal, que no solo
expresara la fuerza y los buenos deseos que los padres tienen para con sus
hijos a la hora de darles un nombre, no, que expresara todo lo que significaba
para JaeJoong. —Hee Jin.
—¿Hee Jin? —encaró con una
ceja en alto, ligeramente disgustado. —Pero ese es un nombre de niña, y Bichito
no es niña.
—No, no es de niña.
—Tampoco de niño.
—Se llamará Hee Jin.
—¡Es de niña!
—¡Que no!
—Suena demasiado femenino.
—Tal vez, quizá, humm,
solo un poco.
—¡Ese es un nombre
asexual!
—Dale con la misma
cantaleta.
—Por qué no Minho ó Kwan,
quizá Seunghyun…
—¡Que no!
—¡Ya sé! HyunDae ¡Es
bueno!
—¡Ah! —una para nada
ligera punzada en su cadera lo hizo detenerse.
—Si hyung, ese nombre es
perfecto…
—¡Ah! —el dolor se hacía
más intenso y se expandía por todo su vientre, mandándole oleadas de
contracciones en su interior.
—Y no lo digo porque sea
el nombre de mi jugador favorito, no, no vayas a creer eso…
—¡Su! —gritó. Junsu quien
seguía caminando y hablando, no había notado nada, pero al escuchar a su amigo
decir desesperadamente su nombre, volteó, dándose cuenta que este se había
quedado rezagado, levemente inclinado, sujetando su prominente vientre,
manteniendo una mueca de sufrimiento en su rostro.
—¡Oh! ¡Por Dios! ¿Qué
sucede Jae?
—Ya… es… hora… —dijo
difícilmente, mientras su pequeño amigo trataba de sostenerlo, pero seguía con
una cara de confusión, sin saber qué hacer. —¡Ya va a nacer!
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HeeJin: Alegría verdadera :)