Cansado de la oscuridad, vaga por
las sombras, justo entre el límite de la luz y la oscuridad. Bien sabe que su
lugar está en la espesa negrura, jamás lo había molestado antes, pero siempre
ha sentido que algo le falta, algo que no puede identificar que es.
Su larga gabardina negra cubre prácticamente
todo su cuerpo, la camisa púrpura, desabotonada hasta el estómago deja al
descubierto su amplio y bien formado pecho, adornado con cadenas de plata que
corren de un extremo al otro, contrastando con su piel morena. Su cabello
oscuro como de donde él vine, revuelto, en un aire de rebeldía y peligrosidad;
sus cejas espesas del mismo color que su cabello, le dan un aire hosco y
salvaje.
Pero todo eso no hace más que
hacerlo más atractivo de lo que es. Su nariz perfectamente recta y respingada,
sus labios abultados en forma de corazón, con un lunarcillo adornándolos,
aunque lo mejor, son sus rasgados ojos oscuros, no del todo negros, sino más
bien marrones, que hacen perder a cualquiera.
Sabe quién y qué es, y sin embargo,
jamás ha hecho nada que lo catalogue como un igual ante sus despiadados
hermanos, pues hasta entre ellos existe la clase, y YunHo jamás se atrevería a
las bajezas que sus congéneres estaban acostumbrados.
Él y unos cuantos más eran la
excepción a la regla, la mayoría demonios de sangre pura, aquellos a los que
hacer maldad por hacerla no les lleva ningún beneficio ni placer. Ellos
simplemente se limitan a vivir su vida en el lado contrario a la luz, pero no
por ello son menos terroríficos.
Los pendientes que cuelgan de sus
orejas de color de la sangre, se balancean de un lado al otro, la gargantilla
sobre su cuello son tres aros de plata finamente atados por el centro con una
transversal de gemas púrpuras, con un cuarto aro sin cerrar a la altura de sus
clavículas.
Sobre su cintura, ajustando sus
caderas afiladas, una cinta de color granate contrasta con el negro de su traje
y el púrpura de su camisa. Los guantes que portan sus manos son de igual color
que la cinta, con una joya incrustada en el dorso, solo le llegan a medio dedo,
dejándolos descubiertos cuan largos son, mostrando sus uñas color negro
brillante.
Sus largas piernas enforradas por
unos pantalones igual negros, se ajustan de manera perfecta, ni tan pegadas ni
demasiado holgadas, por lo que sus fuertes muslos se dejan entrever a cada paso
que da. Sus pies, posan sobre unas botas de piel negra, tipo militar con
diversas hebillas de plata.
Camina sin hacer ruido, no quiere
ser descubierto y ser echado de ese lugar. La luz lastima sus ojos, pero pronto
sus pupilas se vuelven tan solo una rendija para acostumbrarse a ella. Es por
eso por lo que está aquí, por la luz.
No es la primera vez que pasea por
estos lugares, pero sí es la primera que regresa por iniciativa propia desde
hace una semana. Y es que no ha podido evitarlo, no ha podido y no ha querido…
Todo sucedió cuando YunHo hacía su
rutinal recorrido, caminado por ahí por donde le llevaran sus pies, sin mirar
específicamente a donde se dirigía ni lo que allí había. Siempre había sido
así, pero ese día, un par de hermosas voces lo sacaron de sus propios
pensamientos, plantándolo justamente en el lugar donde estaba, obligándolo a
centrar su atención a esas dulces voces que entonaban tiernas melodías.
YunHo sentía que cada nota
retumbaba en su corazón, aferrándose a su propio ser. Había algo en ellas que
le decía que eso era lo que él andaba buscando. Y, cuando solo una entonó una
nana, descubrió que su ser respondía a solo esa voz, haciendo resonancia dentro
de él.
Es la luz, tan deslumbrante que le
hace cegar por un momento, pero ahí, se extiende un vasto campo de flores, cuyos olores se cuelan por las fosas
nasales de YunHo, pero este ni siquiera las percibe. Lo único que nota son a
los dos ángeles que juegan, canta y ríen.
Son tan iguales y a la vez tan
diferentes. YunHo jamás había visto nada más hermoso que aquellos dos seres.
Uno de ellos con el cabello castaño, ojos que se hacen pequeños por su gran
sonrisa, delgado, pero de curvas bien formadas, con una piel suave ligeramente
color trigo, con unas enormes alas blancas saliendo directamente de su espalda.
Se le nota un poco torpe, incluso YunHo se atrevería a decir que es demasiado
joven para ser un ángel, pero las alas en su espalda lo demuestran.
El otro, por el contrario, con una
hermosa elegancia y una inmensa ternura en sus ojos, mira al pequeño ángel dar
volteretas. Sus cabellos negros, caen suavemente sobre su piel tan blanca como
la nieve, y sus labios son de un rojo tan intenso como el color del granate que
YunHo porta. Y todo eso se queda visiblemente opacado al ver sus enormes ojos
negros como el ónix, y a la vez tan cálidos como la luz que los ilumina.
YunHo casi puede asegurar que algo
dentro de su pecho se detiene, para después acelerar de forma intempestiva.
Seguro está que podrían pasar siglos y él no se cansaría nunca de mirar tan
bella figura.
Él, su figura, su cabello negro,
sus enormes ojos, su piel blanca, sus alas, su voz… todo en ese ser lo llama.
Es por él que ha vuelto continuamente desde el día en que lo vio. Admirándolo
entre la sombras, pues solamente eso puede hacer. Jamás se atrevería a hacer
algo que lo dañara y por el contrario, se veía muy tentado a cuidarlo.
Extendió la mano tratando de
alcanzarlo, pero igual tendría el mismo éxito que alcanzado una estrella. Sí
saliera para tocar tan solo un centímetro de su piel, aquellos hermosos seres
extenderían sus alas y huirían para siempre, allá donde YunHo no pudiera verlo
nunca más.
No lo soportaría. Cerró los ojos
con fuerza al solo imaginarse el estar privado de esa maravillosa visión. No
podría, moriría de agonía si se le fuese negado el placer de ver esos enormes
ojos negros.
«JaeJoong». Así le llamó el otro ángel de cabellos castaños. Y
supo que su ser le pertenecía por completo al ángel que respondía a ese nombre «JaeJoong».
* * *
Junsu tenía poco de haber obtenido
sus alas, realmente hasta a él le había sorprendido que las hubiera conseguido.
No era precisamente el más hábil en el asunto, y la mayoría lo catalogaba como
poco útil, relegándolo a tareas menores.
A pesar de ser muy sonriente, su
carácter hiperactivo le había acarreado muchos problemas, por lo que había
pasado de mentor en mentor, sin que nadie realmente quisiera tenerlo consigo,
ya que en sus problemas, también los arrastraba a ellos, y a muchos más en el
camino.
Junsu se sentía extraño, vacío, en
un lugar tan grande como aquel, se sentía demasiado triste. Solía sentarse a
las afueras de uno de los antaño inmensos templos, ahora ruinas, donde el agua
cristalina brotaba de la fuente, fría y refrescante. Solo allí sentía que su
imprudencia no haría daño a nadie, solo allí... solo...
Sin embargo, sucedió que un día
mientras paseaba por sus ruinas preferidas, escuchó una voz cantar, una dulce
voz que invitaba a los más tiernos sentimientos, una voz que lo llamaba...
Lentamente se acercó, no quería
asustar al dueño de tan hermosa voz, pero tampoco quería que sufriera algún
incidente por asustarlo con su presencia tan repentina, por lo que aguardó
pacientemente detrás de un muro lo suficientemente cercano, mientras escuchaba
la dulce canción.
―¿Por qué no te muestras? ―preguntó
la voz. Junsu se sorprendió cuando aquella persona le habló. ―Vamos, ven ―le
animó de nuevo.
Aun con el temor de ser echado de
lado por esta persona, Junsu camino despacio. Los demás hacía poco habían
comenzado a evitarlo pues creían que el chico traía mala suerte.
Lo que Junsu vio al acercarse casi
lo hace caer en el fondo de la fuente por el asombro. Los ángeles son
usualmente seres bellos, aunque la mayoría, según Junsu, demasiado altaneros o
estirados, demasiado fríos y estrictos. Pero el ser que yacía ante sus ojos no
lo era, era la viva imagen de lo que de verdad debía ser un ángel.
No tenía los cabellos rubios como
la mayoría, sino negros, de un negro tan vivo que la luz del sol daba reflejos
de colores sobre su cabellera. Su piel era casi tan blanca como las flores que
a su lado había, sus labios tan rojos como las cerezas que Junsu comía. Sus
ojos completamente negros y grandes como la fosa donde nace el agua, de un
negro casi azul, lo miran como si traspasara más allá de su simple imagen.
Junsu sentía que esa mirada le tocaba directamente al alma.
―Soy JaeJoong ―le dijo de un modo
tan tierno, casi maternal, pero sin llegar a serlo, algo más parecido al tono
que utilizan entre hermanos. Le sonreía al tiempo que le daba la mano.
Y Junsu la tomó, sintiendo que
nunca más volvería a estar solo.
Como los jóvenes ángeles que eran,
paseaban de un lado al otro sin realmente tener muchas responsabilidades, ni
tampoco quererlas, se dedicaban a ser felices y dar felicidad a los demás, pues
Junsu, al lado de JaeJoong había encontrado una forma de hacer feliz a los
demás: el canto.
Cuando no cantaban frente a los
arcanos, cantaban frente a los querubines, y , si no estaban cantando jugaban
con las flores de los campos o se escondían de los demás en las ruinas de los
templos.
Fue así como llegaron hasta casi los límites
de la luz. Un lugar donde las sombras se encontraban muy cercanas, pero también
un lugar que les prometía muchas horas de tranquilidad y juegos a los jóvenes
ángeles.
* * *
La primera vez que llegaron ahí,
fue por error. La segunda fue por la estupenda memoria de Junsu para perderse y
la tercera fue por propia voluntad. Habían decidido hacer de aquel lugar su
escondite.
Era, sencillamente perfecto. Se
parecía tanto a las ruinas donde se conocieron, pero sin serlo, alejado de los
demás, donde tenían el vasto campo de flores para ellos solos, sin mayores que
les exigieran o cosas así.
Sabían que el lugar no era
especialmente visitado por nadie, ya que se decía que en aquel lugar se hallaba
una fosa de aguas tan profundas que una vez que caías en ellas no regresabas
jamás. Además de encontrarse muy cerca de las sombras, pero para ellos eso no
importaba. Realmente los demonios no acostumbraban a vagar por la luz, así que
ni JaeJoong ni Junsu temían.
Sin embargo, JaeJoong lo notó desde
la primera vez que llegaron al lugar. Ensayaban uno de los tantos cánticos que
querían perfeccionar para mostrárselo después a los querubines, con quienes
habían entablado una ligera competencia.
Después de un rato de haber estado
cantando, JaeJoong sintió que desde las sombras los observaban. Entrecerró los
ojos tratando de ver más allá de lo que la luz brindaba, pero sus enormes ojos
negros no veían nada. Por un momento pensó en decirle a Junsu, pero este se
alteraría y correría despavorido, y eso no era lo que JaeJoong quería.
No podría asegurarlo, pero la
presencia al otro lado de la luz se notaba misteriosa, más no agresiva, ni
siquiera pareciera que tuviese otro objetivo que escucharlos. Además, JaeJoong
había notado un par de ojos marrones que le habían mirado por un segundo. Si
esa presencia hubiese querido hacerles daño, no lo habría dudado ni un momento,
sin en cambio, estaba ahí, presente cada día como ellos.
La curiosidad de saber a quién
pertenecían aquellos ojos marrones crecía en el pecho de JaeJoong. Quería
caminar hacia las sombras y estirar la mano para poder tocar la piel de aquel
que era su dueño.
La segunda vez que JaeJoong divisó
de nuevo esos ojos, no fue por casualidad. Tenía una semana que se dedicaba a
escudriñar entre las sombras, hasta que fue capaz de ver un destello de ellos,
un solo reflejo de luz en esos ojos marrones, y JaeJoong sintió que el mundo a
su alrededor cambiaba completamente.
Sabía que los demonios eran seres
crueles, pero también sabía que las cosas no son como parecer ser, así como que
todo lo que brilla no es oro. De eso JaeJoong estaba seguro, había aprendido de
su maestro a equilibrar lo que se creía bien de lo que se creía mal. Incluso
había notado que algunos ángeles no eran exactamente bueno, y aún así seguían
siendo ángeles, por lo que creía que ese demonio que vivía en la sombra, no
podía ser completamente malo.
¿Qué de malo tendría alguien que
solo le complace escucharte por unas horas? A JaeJoong no le parecía mal, de
hecho lo consideraba halagador. Ser escuchado incluso por los demonios no era
algo común, ¡para nada común!
Y sonreía. Sonreía con más ganas,
entonando más fuerte su hermosa voz, deleitando tanto a su espectador como a su
amigo. Junsu le imitaba, a veces hasta con una entonación aún más hermosa que
la de él, y eso le complacía.
Después de cantar, jugueteaban un
rato. Ahora corriendo entre las ruinas, ahora arrojándose fresca agua de alguna
de las tantas fuentes, para después terminar recostados bajo la sombra de algún
árbol, haciendo coronas de flores para cada uno, y, al final de eso, JaeJoong
cantaba una nana para que Junsu durmiera.
JaeJoong no creía lo que los demás
ángeles le habían hecho al pobre Junsu, si bien era cierta su torpeza, habían
sido demasiado fríos con él, y el chico verdaderamente era un alma pura. Eso
pensaba mientras le acariciaba los cabellos, cuando el susurro de unas ropas lo
sacó de su ensimismamiento.
Esta ocasión habían descansado por
detrás de unas destartalado y musgado muro, por lo que había dejado de ver el
límite de las sombras desde hacía un buen rato. Y, a pesar de eso, JaeJoong no
sentía miedo, pues tenía la seguridad de saber de quién se trataba.
Discretamente miró hacia donde el
susurro de las ropas se habían escuchado, sin embargo, no halló nada, tampoco
lo esperaba, pero la sensación de ser vigilado por ese par de ojos marrones no
se iba, así que hizo lo que siempre hace: sonrió hacia el lugar donde creía que
aquel ser podía estar.
14 comentarios:
OMG, OMG! Yunho y JaeJoong son seres completamente opuestos, por eso serán atraídos como imanes *-* me encanta como va la historia.
Pobre de mi Junsu, tan solitario ;_; afortunadamente encontró un buen amigo!
Y Yunho, tan sexy, el lado oscuro de la historia, estoy curiosa por leer como se desarrollaran las cosas entre ellos dos, pero supongo que es una relación prohibida por sus diferencias, y por los mundos tan distintos en los que ambos viven, como siempre una gran historia, y muchas incognitas, espero por la segunda parte con muchas ansias, gracias por compartir.
Te leo pronto!!!
ohhh Jae de angel simpre pense que ese papel le queda bien, que linda historia gracias y esperare la conti bye
emocionante espero y pronto se muestre yunho ante los bellos ojos de jae y este quedara flechado como yunho ha quedado ante la belleza de el hermoso ángel de jae solo espero que cuando se muestre junsu no salga corriendo de el susto mmmmmmmmmmm no lo creo yunho es muy muy bello también los impactara con su hermosura XD ya quiero el siguiente por fa siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii BYE
qué bello , me fascina realmente cómo escribes.
la descripción de los personajes, sus vestimentas, sus sentimientos, todo lo describes tan a la perfección que los veo realmente.
me encanta el enamoramiento de Yunho- su mirada fija en su ángel.
no veo la hora que vuelvas a actualizar.
muchas gracias
todo tan bonito, pero no siempre es así. Gracias
Oh Jaesus!! bueno, aqui es ángel lol
Tu siempre logras sorprenderme con tus fics sopesando el blanco y el negro, la maldad y la bondad, y demostrando que aparte del blanco y el negro, hay matices!
De verdad que me encanta como manejas esa dualidad!
Ahora esperaré por la siguiente actualización :)
ME ENCANTO ~~~~~~~~~~~~~~`
owwwwwwwwwwwww JJ angel y YH diablito
continualo PLEASEEEEEEEEE
Aw *-* canta para yunho.
amo la tematica angel x diablo *O*
les queda perfecto
quiero leer mas >.<
Yunho del lado oscuro una persona bella y sexi, no precisamente mala. Jae un ser hermoso, bello siendo un ángel junto con Junsu. Yunho lograra evitar presentarse ante Jae? A leer... Gracias
jaejoong un hermoso angel y yunho un demonio muy apuesto waaa..!! que buena combinación ... una relación prohibida que interesante <3
ese junsu tan tierno e inocente :3
Pero que hermoso!! ´w´ Amo los de tematica "Angel" "Demonio"....son estupendos! Este es estupendo!
Un demonio enamorado de un Angel y correspondido Awww!
Pobre de el lindo e inocente Junsu TT_TT Lo bueno que la "omma" esta para el...pero me gustaria que lo dejara un dia solo....tal vez Yunho se anime y salga ¬¬
Oooh se lee tan interesante me encanta como les describes son tan lindos tan cool tan guay hahahah
Ángeles y demonios!!!! Esta historia se ve buenisima!!
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