TOMA MI MANO: PREFACIO

—¿YunHo? 

—Sí tienes guardado este número como mí número ¿Por qué preguntas si soy yo? 

—¡Oh! Lo siento 

—Ya Jae, no te disculpes. Yo lamento hablarte de esta manera, acabo de tener una fuerte discusión con mi madre. 

—Lo siento. 

—No tienes por qué. Tus llamadas me hacen feliz. No, tú me haces feliz —una tintineante risa se escucha al otro lado de la línea, contagiando a su interlocutor. —¿Y bien? 

—¿Bien qué? 

—Jae ¿fuiste al hospital? 

—Mhumm 

—Estoy esperando. 

—¿Qué? 

—¿Qué te dijo el médico? 

—¡Ah! Humm nada aún. Me dará los resultados por la tarde. 

—Bien, pasaré por ti en cuanto salgas. No creo que me dé tiempo de llegar para entrar contigo. 

—No te preocupes, yo entiendo. 

—¿Estás seguro de que estas bien? 

—Sí YunHo, me encuentro bien. 

—Pues ni ayer, ni toda la semana te has visto bien. Te desmayaste en la semana, has estado vomitando, eso sin contar con que estás más pálido que de costumbre. No me gusta nada que estés así, y más si no hay nadie cerca que te ayude. 

—Creo que tengo bichos en la panza. 

—Si, debe ser eso. Habrás cogido alguna bacteria. 

—Tiene poco que nos mudamos y quizá no me ha sentado bien la comida. 

—Lo sé. Siento mucho no poder estar a tu lado más seguido Jae. 

—Estás conmigo YunHo. Tú eres la persona que más se ha preocupado por mí. 

—A veces siento que estas demasiado tiempo solo, que no fue buena idea arrastrarte conmigo a esta ciudad desconocida —su voz sonaba triste. 

—Si me hubieras dejado allá hubiese muerto de tristeza. Además igual allá nadie se preocupaba por mí ¿lo recuerdas? 

—Jae. 

—Yo solo te tengo a ti YunHo, solo a ti. No necesito a nadie más si estas a mi lado. 

—Siempre estaré a tu lado. 

—¿Lo prometes? 

—Lo prometo 

—Si no cumples tu palabra me enojaré mucho ¿eh? Bien, te dejo, debo volver al trabajo. 

—No deberías trabajar, estás enfermo. 

—Sí pero de alguna manera tengo que pagar la renta. 

—Te dije que yo lo haría, ¿por qué eres tan necio? 

—No soy necio, es solo que tú ya tienes bastantes problemas. Cuando te seguí hasta aquí me prometí que no sería una carga para ti, que sería tu apoyo. 

—No eres una carga, jamás lo serás. 

—¿Y tu apoyo? 

—Ese siempre lo has sido. Desde el primer momento en que te vi, me di cuenta que tú eras esa persona especial para mí. 

—Te amo 

—Yo también te amo JaeJoong. 

—Debo volver. Te veré en la tarde, en el café de siempre. 

—¡Besoooos! 

—¡Muack, muack! 

Y ambos con sonrisas en sus rostros colgaron la llamada y volvieron a sus actividades. Porque ellos se amaban, no necesitaban más que escuchar la voz del otro para sentirse felices. 

Kim JaeJoong era un muchacho de aproximadamente 17 años, al que siempre se le calculaba menos edad por su delgada apariencia, muchas veces también le confundían con una chica por su delicada figura, sin embargo, y pobre de aquel que quisiera sobrepasarse con él, porque el chico tenía un guardián, un alto chico, un año mayor que él, de aspecto un tanto rudo, pero que era un pan de dios, a excepción de cuando alguien trataba mal a su dulce novio, porque sí, desde hace ya dos años JaeJoong y YunHo llevaban una relación. 

A ojos de los demás esta relación no era bien vista, solo por el estatus social que tenían. YunHo era heredero de una grande compañía, su madre, la directora general, se había esforzado mucho en cuidar la educación del joven, mandándolo siempre a los mejores colegios y evitando juntarse con personas de baja alcurnia que ningún beneficio le traían, pero su rígida educación menguaba pues siempre procuró hacer de él un gran empresario, pero a veces el pobre chico necesitaba el amor de una madre y el cariño de una familia. Por otro lado JaeJoong era huérfano, hacía varios años que su madre había fallecido, no tenía padre ni familia que respondiera por él, por eso cuando quedo desamparado, en un buen acto de altruismo se le brindó la oportunidad de estudiar en un exclusivo internado. JaeJoong era malo en los estudios, pero no tenía ninguna otra opción, así que se dedicaba a estudiar para poder sacar por lo menos su educación media y a la vez trabajaba en los jardines de la escuela, para poder de alguna forma pagar su estadía en aquel lugar, el director quien conocía de su situación, le apoyaba. Al salir del colegio, YunHo se mudaría con su madre a Seúl, y JaeJoong quedaría varado en la nada. 

—Ven conmigo —le había dicho. 

Y JaeJoong con sus 17 años recién cumplidos le siguió. Ahora se encontraba en Seúl, trabajando en un restaurante como mesero para poder pagar la renta de ese mes. Tenían poco tiempo, pero la casera le había pedido un adelanto, ya que ella aseguraba que muchos chicos llegaban, se iban y ninguno pagaba. 

—¿Kim JaeJoong? —una amable enfermera preguntaba a los presentes en aquella sala de espera. Al escuchar su nombre, se levantó y dirigió a donde ésta. —Pase por favor. 

—¡Ah! ¡Joven Kim! —decía alegremente el médico. Un señor entrando en su medio siglo de vida, de aspecto amable y bonachón, le atendería. —Aquí tengo sus resultados —le sonreía. 

—Dígame por favor ¿Qué tengo? ¿Es grave? —el temeroso muchacho le miraba con ojos suplicantes. Antes de ir allí había sufrido un colapso, espantando a todos en el local. Su jefe apiadándose de él, le dejo reposar tranquilamente en una esquina hasta que fue lo suficientemente capaz para moverse por sí solo. Caminando lentamente, ya que no podía pagar un taxi, arribó al hospital para su consulta. No deseaba estar enfermo, no podría pagar las medicinas y ni hablar de la renta, si no trabajaba no habría nada, pero sobre todo, no quería preocupar a YunHo. 

—Pues no muchacho, no es nada grave, por el contrario es algo muy bueno. Aunque estas algo flacucho, creo que lo sobrellevarás bien. 

—¿Ah? 

—Te proporcionaré unas vitaminas que te servirán mucho —el doctor hablaba más consigo mismo que con su paciente, quien le miraba cada vez más confundido. —Toma —dijo entregándole una receta. —Es una cada ocho horas. Trata de no saltarte ninguna comida, aún si no tienes ganas es importante que te mantengas sano. 

—¿Qué quiere decir? 

—¡Oh! ¿No te lo he dicho? —el chico negó con la cabeza. Realmente esperaba que la infección que traía en el estomago no fuera muy fuerte, pero se calmo con la pasiva actitud del médico y su afable sonrisa. —¡Felicidades! ¡Vas a ser papá! ¿O mamá? Sí, mejor dicho serás mamá. 

Una sonrisa estática queda en la cara del chico, no pudiendo asimilar lo que el médico decía, ya que éste continuaba dando instrucciones acerca de los cuidados prenatales: que si debe tomar ácido fólico y vitaminas prenatales para que no te falte ningún nutrimento; que si debes descontinuar cualquier actividad que pueda ser dañina para tu bebé, como fumar y consumir licor; que si no debes alzar objetos pesado, y claro, no olvidarte de tu próxima cita con el médico. 

—¿Esta seguro que ese es mi diagnóstico? 

—¿Ah? Si, este es tu historial médico —dijo mientras revisaba las hojas que tenía en la mano. —Kim JaeJoong, edad 17 años, peso 55 Kg, deberías subir un poco de peso —lo miraba detenidamente. —Y sí, en efecto los análisis de sangre arrogan un estado de gestación de 3 semanas. 

—¿Está seguro que no son bichos lo que tengo en la panza? 

—¿Bichos? —le arrugaba el entrecejo. —Mmm no, usted esta embarazado —concluyó. 

Con la estupefacción en el rostro, JaeJoong abandono el hospital, caminó con rumbo a aquel café donde siempre se encontraba con su pareja. Después de una larga sesión de preguntas y respuestas acerca sobre su historial familiar y sus dudas, el chico poco a poco iba asimilando la idea. Estaba embarazado. Tenía a un bebe formándose en su interior. Sería madre. El padre era YunHo. Su amor había dado frutos. Y, con esas ideas una sonrisa se esbozó en su rostro. 

Al llegar al café, no entro, se quedó fuera, sentado en una pequeña barda, esperando. Esperando con una sonrisa, una que comenzó cuando reconoció que sería madre, que se ensanchaba más conforme pasaba el tiempo, aguardando a que YunHo llegara; imaginaba la cara de sorpresa que pondría su novio, ¿sería igual que con él? Porque él no lo creyó al instante, pero ahora la idea de concebir le hacía infinitamente feliz, la simple imagen de formar una familia con su novio lo llenaba de dicha, e inconscientemente acariciaba su plano vientre. El sonido de su celular lo sacó de su ensueño. 

—¡Yuuuunieeee! —canturreaba feliz al ver en la pantalla el nombre de su amado, sacándole una risilla al otro. 

—Jae —decía con tono risueño. —¿Ya estás ahí? 

—Sip —sus ojos se hacían pequeños de tan grande que era su sonrisa. —¿Tardarás mucho? 

—Solo un poco —soltó fastidiado. —Madre quería que viera algunas cosas con ella, pero ya voy de salida. 

—¡Apresúrate! ¡Te tengo grandes noticias! —decía cada vez más feliz. 

—¿Si? Humm me pregunto ¿qué será? ¿Son buenas? 

—Ahh… hummm… para mí son las mejores —respondió con sinceridad. Y como no serlo, si aquello era lo mejor que le había pasado en su corta vida. 

—Si son buenas para ti, seguro que para mí también —y, aunque el mayor no supiera acerca de la condición de su novio, aún así se sentía feliz, porque si uno es feliz, el otro indudablemente también lo era. —Y dime ¿Qué te dijo el médico? 

—De eso se trata —se mordió suavemente el labio, mientras con el dedo índice hacia círculos sobre la barda en la que estaba sentado. —Si tengo algo en mí… 

—¡Ah! Así que sí tienes bichos en la panza —aseveraba solo para disgustarlo. 

—¡No! No son bichos —la risa clara del otro lado le indicaba la broma. —¡Vamos apresúrate! ¡Ya quiero decirte! 

—¿No puedes decirme por teléfono? 

—No, no puedo. 

—¿Ni un adelanto? 

—YunHo… ¿q-que dirías acerca de la idea de formar una familia? —preguntó dudoso. 

—Pues que somos muy jóvenes —la rápida respuesta del otro decepciono un poco a Jae —pero si es contigo no me importaría si son ahora o en el futuro —porque aquello era cierto, lo que más anhelaban era estar siempre juntos y, si la vida les daba la oportunidad de formar una familia, que mejor. —¿Jae? ¿Por qué te sobas la panza de esa manera? ¿Tienes bichos verdad? 

—¡Yaa! ¡Te dije que no es un bicho! —respondía, cayendo en la cuenta de que YunHo debía estar cerca para haber notado que efectivamente JaeJoong acariciaba su imperceptible vientre. Buscándolo, giró hacia un lado y hacia otro, hasta que, de frente a él, en el otro lado de la avenida lo vislumbró. Se veía muy atractivo con ese traje color acero y ese ramo de rosas rojas en la mano, como regalo a alguien especial. Las chicas que por su lado pasaban no dejaban de mirarlo, y él aún llamado toda esa atención, él solo miraba hacia adelante, allí donde su dulce novio se encontraba, sonriendo como nunca antes, acariciando suavemente su estomago, entonces, hilo las palabras y las acciones del chico, creyendo que eso no sería viable y sin embargo era una posibilidad. 

La sonrisa de ambos se ensanchó, uno con ella le indicaba al otro que sí, que era posible, y el otro reflejaba felicidad. 

—No es un bicho YunHo —susurró con ternura. 

El mayor al escuchar el tono con el que fueron dichas esas palabras, la mirada y sonrisa que le dedicaba, no pudo más que estallar en risotadas de felicidad. Tanta era su dicha que quería ir corriendo a abrazar a ese pequeño chico que siempre le brindó amor y ahora algo más. 

Y así lo hizo. 

Cruzó sin fijarse la avenida, sus ojos castaños únicamente veían a los ojos negros de su novio. Pronto, un sonido, la bocina de un automóvil pitando fuertemente, el ruido de las llantas al derraparse y un fuerte golpe… 

—¡YUNHOOOO! 

El cuerpo de YunHo salió desprendido a dos o tres metros de donde estaba. Gritos y pasos desesperados por todos lados. JaeJoong corrió a su lado, pero al entrar al corro de curiosos, solo vio sangre… sangre derramada por el asfalto, la sangre de YunHo esparciéndose… después todo se volvió oscuro… 

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La luz de la blanca habitación le deslumbraba, poco a poco fue abriendo los ojos, los párpados le pesaban, su cuerpo dolía. No recordaba que había pasado, pero sentía una opresión horrible en el pecho. Se incorporó lo suficiente y el sabor de la bilis le hizo girar hacia un costado, vomitando lo poco que había ingerido durante el día. 

Mareos… nauseas… vomito… pronto recordó. Recordó su estado, recordó su felicidad, recordó el rostro de YunHo al intuirlo, YunHo… 

—¡YunHo! —desesperado se levanto de a cama, cayendo inmediatamente al suelo, pero no importaba, necesitaba saber de él, y, antes de que llegara a la puerta esta se abrió, dejando entrar a una imponente figura femenina. 

—Espero que estés feliz ahora —le espetó. La forma fría y déspota en la que se dirigía a él ya no le era desconocida, después de todo, la madre de YunHo siempre lo trató así, solo lo veía como un estorbo, un molesto gusano del que se debía de deshacer. 

—¿YunHo? —preguntó ignorando lo demás. 

—No lo verás —la voz de aquella señora comenzó a quebrarse. 

—Por favor… aunque sea solo un momento… por favor, permítame verlo —rogaba con los ojos a punto de derramar lágrimas. 

—Te dije que te alejaras de él ¿Por qué demonios tenías que seguirnos hasta aquí? ¡Es culpa tuya! ¡Todo es culpa tuya! —le gritaba sin misericordia. 

—Por favor —JaeJoong seguía rogando, no le importaba arrastrarse a los pies de esa señora con tal de ver que su YunHo estaba bien. 

—Tú nunca más lo volverás a ver… —sin esperarlo, de los ojos marrones y profundos, iguales a los de YunHo, comenzaron a emanar lágrimas, pocas, retenidas por el orgullo de esta. —Ahora está en otro plano, lejos, se encuentra en un lugar al que tú jamás podrás acceder. 

De los ojos de ambos escurrían lágrimas de dolor, se miraron solo un instante antes de que la señora se diese vuelta y saliera por el mismo lugar por el que entro. 

—YunHo… —susurró. —YunHo… —poco a poco se daba cuenta. —No es cierto… No puede ser cierto… —negaba esa posibilidad, rechazaba totalmente el hecho de que su novio ya no se encontrara más con él. —No es verdad… no, no, no ¡NOOOOO! —un grito que le desgarró la garganta y el corazón. 

“No es cierto. Tú lo prometiste… dijiste que siempre estarías a mi lado… YunHo…” 

Sus ojos se cerraron nuevamente, dejando todo su mundo en oscuridad, pues las sombras se habían apoderado de su corazón, porque la luz de su vida, su YunHo, ya no se encontraba más con él. 

“YunHo…”