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martes, 5 de noviembre de 2013

LA NOCHE DE SAN JUAN: CAPITULO 1





La Noche de San Juan es una festividad, donde se encienden hogueras o fuegos, ligada con la llegada del solsticio de verano, pues la finalidad de este rito es "dar más fuerza al sol", porque a partir de ese momento, los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno.

O eso es lo que he escuchado de las mujeres gitanas que han acampado cerca del bosque.

No se me tiene permitido acercarme a ellos, padre dice que ellos son una conexión directa con Satanás y que éste acude a sus orgías que realizan por las noches. Yo digo que está más loco que una cabra, pero claro no le puedo decir eso o se me castigaría severamente.

Nuestra familia es muy respetada en nuestra comunidad, mis padres siempre cumpliendo con cada norma y etiqueta que los cánones de la sociedad marcan. Y de la religión por supuesto.

La religión.

Ese es un tema muy debatido entre los eruditos de las grandes ciudades, pero en nuestra pequeña ciudad, la iglesia es la que dicta toda la ley.

Sí bien, ya no es la época de la inquisición, aún quedan arraigadas algunas de sus costumbres. Claro, ahora está penado que las personas vayan por ahí ejecutando a las que supuestamente tienen algún pacto con el mal. Pero eso no les impide gritarles a la cara lo indignas que son ante los ojos de Dios.

A veces me pregunto, ¿quién será más indigna, si la persona a la que culpan por brujería sin saberlo, o a aquella que le grita y se acuesta con alguien más que no es su marido?

Pero obvio, todo esto me lo guardo igual. No es prudente que suelte mis pensamientos así, nada más porque sí.

Una vez lo hice, cometí el error de preguntar si no podíamos invitar a los niños del campamento al otro lado del pueblo a jugar con nosotros. Todos me miraron como si tuviera una enfermedad asquerosa. Indiscutiblemente las consecuencias me hicieron jamás volver a preguntar.

Por aquellos días un campamento de viajeros, gitanos, se había instalado. Daban algunas funciones de acrobacias, traga-fuegos y bailes con espadas. Había muchas cosas más que ya no pude admirar.

Lo que sí recuerdo perfectamente, es a ese niño. Ese niño que tenía una sonrisa con dientes chuecos, pero sobre sus labios había un bonito lunar. Sus ojos y su cabello eran marrones muy oscuros, pero sin llegar a ser totalmente negros, y su piel era más oscura que la mía.

Nos encontramos cuando estábamos dando una vuelta por las carpas. SunHi me había llevado con ella al mercado. Debo decir que yo rara vez salía de las paredes de mi hogar, así que cuando SunHi me llevaba con ella, para mí todo era un espectáculo. ¡Y cómo no serlo! Por cuchicheos entre la servidumbre me entere del campamento rodante, de los espectáculos y de las personas que allí se encontraban.

Podía escuchar toda clase de comentarios, de si eran buenas personas, de que si bailaban bien, que si tenían cantos extraños, pero sobre todo escuchaba los cotilleos de las más jóvenes sirvientas. SunHi me había dicho que en ese lugar iría a visitar a una adivina. Estaba segura que ella le diría sí EunJi sería el amor de su vida o sería ChungHo. A mí, la verdad me daba igual quien fuera, aunque si me lo preguntaba yo creía que ninguno de los dos la tomaba en serio, pero yo solo era un niño al que le gustaba escuchar a las chicas. Así que rogué a SunHi que me llevara a conocer ese lugar.

Cuando llegamos ahí, estaba sorprendido. La verdad estaba acostumbrado a la monotonía y la opacidad de mi vida. El estar en ese lugar era una marea de colores. Rojos y naranjas por un lado, rosas y amarillos del otro, morados y marrones le hacían complemento. Sin duda era todo un espectáculo de vida el que se daba ahí. Porque no solo eran los colores, las personas también sonreían sin  motivos y cantaban y bailaban al son de las citaras y panderos.

Emocionado con todo aquello, llevaba una sonrisa tan grande como la de ellos. SunHi me pidió unos momentos, habíamos encontrado a la adivina que le diría su futuro. Esperándola fuera de la carpa fue que noté esos ojos. Me miraban con mucha curiosidad y yo a ellos igual.

Pertenecían a un niño más o menos de mi edad. Era un poco más alto que yo y mucho más sucio, llevaba en sus manos varios mandolines y panderos. Sonreía al verme y yo, sonreí con él.

Por ese niño fue que recibí un gran castigo. Bueno no fue su culpa en sí. Yo cumpliría años próximamente, mis padres habían organizado una gran fiesta a la que asistirían lo mejor de lo mejor de mi pequeña ciudad, pero lo único que yo deseaba era tener un amigo con quien jugar, con quien corretear por los jardines y con quien hablar.

Obviamente la idea fue mal recibida y yo pase mucho tiempo en la torre de confinamiento.

Pero de eso hace mucho. Ahora estoy de nuevo en un campamento del mismo estilo. Después de esa vez, me hice aficionado a ellos, me gustan sus alegres costumbres, sus morenos rostros y su adoración por algo que no es únicamente un altar.

Durante los siguientes años, visité cada uno de los campamentos, pero jamás volví a ver a niño de ojos marrones y sonrisa con dientes chuecos, aunque lo esperaba, no sucedió, lo esperaba para decirle que él fue...


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Ahora de nuevo estoy aquí. Pronto será lo que llaman la noche de San Juan. El campamento gitano lleva aproximadamente un mes. He tenido tiempo para conocer a unas cuantas personas en este lugar. Las señoras son especialmente amables y las ancianas gozan de contarme relatos acerca de estas noches. Algunas otras me relatan historias de amor.

—Y bueno, así fue como conocí al padre de mis hijos. —La señora con la que había entablado una conversación acababa de relatarme la noche en que su esposo y ella se habían enamorado. —¿No te los he presentado cierto? —Negué con la cabeza. —¡Ah! Muchacho, deberías dejar salir más seguido tu voz. —Le sonreí. Yo no estaba para hablar, eso es lo que mi padre siempre me decía. —Bueno cuando conozcas a mis muchachos seguro te encantaran. Ahora mi hijo no está, pero JiHye se prepara para la noche de San Juan.

Al escuchar su nombre una bonita morocha apareció. Su cabello marrón oscuro y sus ojos grandes y vivarachos me hacían sentir cómodo. Sus faldas largas de colores rojos y negros revoloteaban en sus pies mientras avanzaba hacia nosotros.

—¡Madre! No debes hablarle a extraños así de mí. ¡Oh! Bueno… —Me miró por unos instantes antes de continuar: —Pero si eres tú definitivamente no tendré problemas.

Me sonreía, al igual que todos aquí. No eran sonrisas falsas, adulatorias o burlonas, eran sonrisas de verdad.

—¿Qué pasa chico?

—No, nada. —Le sonreí de regreso.

JiHye se unió a la conversación. Me dijo que estaba ensayando un baile con unas cuantas chicas más y que espera por lo menos conseguir novio en esa noche. Al parecer para todos era muy especial.

—Ven, vamos. Iremos a que nos lean el futuro.

Me arrastró hasta la tienda de la adivina. Yo no creía en esas cosas. O para ser más exactos, no se me permitía creer en ello, ni siquiera acercarme a esos lugares. Todo eso estaba prohibido. Pero ahí estaba.

—Muéstrame tu mano, pequeño. —La señora frente a mí, era una anciana, su solemne rostro imponía seriedad. Examinó la palma de mi mano derecha, la recorría con el dedo una y otra vez causándome cosquillas. Después hizo lo mismo con la izquierda. Esta vez frunció el ceño, pero no dijo nada, siguió con lo suyo. —Estás muy próximo a encontrar el amor, pero los vientos no siempre soplan en tu favor. Deberás ser muy valiente y pelear, de lo contrario serás arrastrado por la corriente y ahí…

Ahí se detuvo, ya no dijo más. Y yo, me quedé con las ganas de decir «¿Ahí qué?». Pero solo se quedó en eso, en ganas.

Regresé a casa junto a SunHi. Ella siempre ha sido buena conmigo. Es ella quien siempre me ha ayudado a escabullirme por ahí. No sé si siente pena por mí o algo así, el punto es que ella quien cubre mis espaldas.

Cuando cumplí trece años, mis padres declararon que yo no debía salir jamás sin una doncella. Quería quejarme y decir que no era una dama para hacer eso, pero de nuevo, no lo hice. Solo lo acaté, por eso elegí a SunHi como mi dama de compañía.


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Estábamos a una semana de la noche de San Juan y yo ya comía mis uñas nervioso por estar ahí. Aún tenía que encontrar una forma de escapar, pero eso sería lo de menos. Últimamente mis habilidades para escabullirme han mejorado bastante, tanto que incluso SunHi no se da cuenta.

Como SunHi es mi única confidente, le conté lo que la adivina me dijo. Ella chilló de alegría, pensando en la hermosa jovencita que debía aparecer para que yo me enamorara de ella. Hablo de la infinidad de dones que debía tener, para ser digna de estar a mi lado.

Arqué la ceja. Nunca entendía por qué decían esas cosas.

—No cualquiera puede estar a tu lado. —Había dicho mi padre, pero estaba seguro que se refería a la posición social o algo por el estilo. Por eso me extrañaba tanto oír las mismas palabras en la boca de mi buena amiga.

—No me mal entiendas pequeño JaeJoong. —Desde que recuerdo ella siempre me ha llamado de esa forma, incluso ahora que soy mucho más alto que ella. —No hablo de la misma forma que tu padre. Te hablo como persona. ¿Te has visto en el espejo? No hay criatura más bella que tú. Además eres amable y tierno. Eres un verdadero don para la familia que te tocó.

Sí, yo también pensaba que era un don, y ellos que yo era la oveja negra.

Cuando mi padre decidió que debía salir siempre en compañía, no lo entendí. No fue hasta mucho después que me di cuenta de que las miradas de algunos hombres no eran exactamente decentes. Y eso fue porque SunHi me lo dijo.

Pero por más que miro en el espejo, yo solo veo un rostro pálido y un cuerpo medio flacucho, junto con mis ojos de sapo y mi mata de cabello negro. Nada especial.

«Amable y tierno.» Eso dijo SunHi, pero solo soy amable y tierno con ellos, los demás suelen decirme que soy frío como el invierno. No entiendo como esperan que sea algo más que decente con esa clase de personas.

Suspiré. Miraba por la ventana hacia la nada. La noche era fresca. Me invitaba a salir y caminar bajo la luz de la luna. Me levanté sin hacer ruido, tomé solo una delgada capa negra que me ayudaba a esconderme de vez en cuando y mis zapatillas las llevaba en la mano. Había aprendido a moverme con la oscuridad.

La luz de las velas iluminaba tenuemente los pasillos del piso inferior. Con mucho cuidado me escabullí hasta llegar al estudio de mi padre. Con la puerta entreabierta pude apreciar su sombra sobre su escritorio de roble. Estaba ebrio, como siempre. Madre seguramente descansaba en sus aposentos. No había peligro.

Con la seguridad de que no sería descubierto y sin embargo guardando el total cuidado, me dirigí hacia los jardines. Llegando al otro lado, había una grieta en el muro, por el cual podía escapar. Si bien, mi intención al principio solo era caminar bajo la luz de la luna. Al sentir el pasto sobre mis pies, la fresca brisa cepillando  mis cabellos y el aire puro inundando mis pulmones, cambiaron mis planes.

Atravesé cuidándome de evitar la poca luz que se colaba por las ventanas de las habitaciones de servicio. SunHi seguro me reñiría si se enterara.

Crucé a toda velocidad el muro. Me coloqué los zapatos y cubrí mi cuerpo con la capa. Caminé calle abajo, en dirección del bosque. No  exactamente al campamento gitano. El bosque rodeaba gran parte del pueblo, por lo que ellos se ubicaban a la salida del mismo, en el otro extremo de donde yo me encontraba.

Lo único en lo que mi corazón pensaba era en ir y caminar entre los árboles, oler el dulce aroma de las flores nocturnas y la madera de los cedros, escuchar el canto de los grillos y cantar con ellos. Había hecho esto tantas veces que no temía ningún peligro.

Había escuchado acerca de los asesinatos que llevaban a cabo los ladrones o los dementes en las grandes ciudades, pero aquí, aquí el crimen más grande era ser considerado hereje.

Me relaje, quité mis zapatos, disfrutando de la sensación de sentirse libre, sin ataduras y cantaba cualquier cosa que se me venía a la mente. —Sigue tu camino, mariposa. Voy a buscarlo por ti, hola…

—Hola —me respondió otra voz.

Abrí los ojos atemorizado. No esperaba a nadie ahí. Busque con la mirada hacia donde la voz había sonado, tratando de guiarme con la luz de luna, y ahí, bajo un robusto árbol descubrí la sombra de un hombre.

Por mi mente pasaron los mil y un chismes que contaba mi madre con las otras señoras cada que una iba a la gran ciudad, acerca de lo peligroso que eran los desconocidos.

Asustado como estaba, di un paso atrás.

—¡No! —grito levantando su mano hacia mí. Lo que me asustó más. —No te vayas —dijo con una súplica en su voz. Pero yo solo di otro paso dispuesto a emprender la huída. —¡Por favor! —rogó.

Y, con eso tuve.

El hombre salió de las sombras, donde la luz de la luna iluminaba sus rasgos. Era un hombre joven, de mi edad tal vez solo que más alto y con un cuerpo bien formado, con su piel trigueña pareciendo perlada bajo esa blanca luz. Vestía las ropas gitanas, holgadas y con colores mayormente rojizos, su cabello ligeramente largo enmarcaba su rostro, su nariz recta y respingada se insinuaba totalmente linda y traviesa, sus labios rellenos se antojaban sedosos y un lunar los adornaba. En definitiva era el hombre más atractivo que hubiese visto. Pero lo que realmente me detuvo de huir fueron sus ojos. Me miraban con anhelo y esperanza. No podría asegurarlo, pero estaba seguro que no eran totalmente negros.

Como no huí, y parecía que no iba a hacerlo, el joven se acercó lentamente. Yo sabía que estaba mal, pero no podía evitar sentirme atraído por ese chico que gritaba masculinidad en cada movimiento.

—No huyas, por favor —volvió a repetir, como si temiera que yo aún fuera a dar media vuelta y dejarlo ahí. Esa idea todavía circulaba por mi cabeza, pero mi cuerpo parecía totalmente encantado de estar ahí.

Se acercó a un palmo de distancia y me sonrió.

Ahí fue cuando supe que mi alma estaba perdida.

Su sonrisa fue el amarre que el embrujo de sus ojos me lanzó. Mi corazón comenzó a palpitar como si hubiera corrido por un largo tiempo, y mis manos comenzaron a sudar a pesar de que la noche era fresca.

—No te haré daño —aseguró, sin saber porque, sabía que así sería. Me sonrió de nuevo y mi cuerpo se relajo completamente. —Solo quiero hablarte.

Sin saber qué hacer o qué decir, solo asentí. —Humm.

—¿Eres un espectro?

—¿Espectro? —repetí confundido.

—Sí. Espectro. Fantasma. Alma en pena.

Fruncí el ceño, visiblemente enojado. —Sé que es uno, no necesitas decirme sus sinónimos.

—Lo siento, lo siento. —Reía un poco, por lo que lo miré feo para acallarlo. —No quise ofenderte, es solo que estás aquí. —Lo miré de nuevo, ahora confundido. —La mayoría no sabe que ya no debe estar aquí. —Me miró con pena y yo aún seguía sin entender. —¿No eres “La Encantada”?

Sin esperar respuesta se acercó aún más a mí. Lentamente levantó su mano, como si temiera que fuera a desaparecer, y, acarició mi mejilla.

El simple roce, llevó a mi desbocado corazón a un trote aún más rápido. Sus dedos se sintieron cálidos contra mi fría piel, y un calor se extendió desde donde él me tocó. Sentí que mi cara ardía y baje avergonzadamente la mirada.

¿Por qué? No soy una chica a la que se le pueda sonrojar, pero me siento como una al lado de este hombre. Incluso me siento inclinado a apretujar su mano sobre mi mejilla para que este contacto nunca termine.

Contrariamente a lo que esperaba y a como se dio, él alejó su mano rápidamente.

—¡Diablos! ¡Eres real!

¿Qué rayos? —¡Claro que soy real! ¡¿Qué esperabas que fuera?!

—¡Dios! De verdad creía que eras una aparición. —Entrecerré los ojos para hacerle saber que estaba ofendido. —Lo siento, lo siento. Es solo que…

—¿Qué? —le insté.

Miro a la luna antes de volver su mirada a mí. —Es que… mira a tu alrededor. Es más de media noche, la luna, a pesar de que no está totalmente llena, está en su cenit. Y, bueno, tú, realmente pareces una ilusión.

No pude contener mi risa, que salió a carcajadas de mi boca. —Tú realmente me confundiste con un fantasma. ¿Acaso eres un tonto?

—Bueno no serías la primera aparición que veo —dijo como si eso zanjara el asunto.

—¿De verdad has visto fantasmas? —pregunté emocionado. Había escuchado hablar del asunto una vez con el párroco de la iglesia, pero igual que lo demás se consideraba herejía hablar de esas cosas.

—No, pero tú pareces como una aparición.

Tome un suspiro, desilusionado. Una parte de mí le estaba creyendo a SunHi cuando decía que era una criatura bella, cuando yo, perfectamente sabía que solo era un tipo flaco y paliducho. Pero lo que me molestaba no era nada que le creyera o no a SunHi, no, era el hecho de que yo quería parecerle bello a este desconocido sujeto.

«Vanidad» Escuché a la vocecilla en mi cabeza.

Olvidado aquel asunto, pregunté: —¿Por qué estás aquí?

—Por la misma razón que tú probablemente. —Bien, ese era un buen punto. —Soy YunHo.

Su tono seductor casi hace que me tiemblen las piernas, pero me compongo antes de que eso llegara a suceder. —JaeJoong.

—Dime JaeJoong ¿Qué haces vagando solo por estos bosques?

—Dijiste que lo sabías. —Se encogió de hombros. —Solo salí a tomar el fresco. ¿Qué haces tú entonces?

Me miró burlonamente. —Esperando encontrarme con una aparición.

—Me estas mintiendo.

—No lo hago.

—¿De verdad surgirá una?

Se rió y yo me sentí estúpido. ¿Por qué le estaba creyendo?

—No lo sé, tal vez si esperamos.

Sabía que era incorrecto, que sería castigado por hereje si me quedaba a esperar, pero la curiosidad mató al gato. O más bien, los ojos de este chico me hacían querer mantenerme a su lado. Lo cual era igual de malo que convocar espíritus.

Así fue como conocí a YunHo.

Conversamos de cosas extrañas a una prudente distancia, una que se fue perdiendo conforme la noche avanzaba. No tenía miedo, solo la necesidad de estar a su lado, de seguirle escuchando. Él me narraba leyendas de su gente, o historias que escuchaban durante sus viajes.

Nos sentíamos a gusto el uno con el otro. Su brazo estaba pegado al  mío, como si tratara de darme calor, cosa que agradecía, ya que a pesar de ser finales de verano, estaba lo suficientemente fresca para enfriar mi piel.

Lo malo de estar junto a él, era ese hormigueo que se extendía desde ahí donde me tocaba por todo mi cuerpo, erizando cada poro de mi piel. Y, alojándose principalmente en la boca de mi estómago.

—Pronto amanecerá —anunció.

El alba se asomaba en el horizonte. Me horroricé ante el hecho. Jamás había estado tanto tiempo fuera de casa. El estar a su lado hacía que perdiera la noción del tiempo. Debía apresurarme si no quería ser descubierto.

Cuando me alejaba de él, su voz me detuvo. —Te esperaré mañana.


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En casa, nadie noto nada extraño. Afortunadamente logré ingresar antes que la servidumbre iniciara sus actividades. Dormí unas pocas horas, donde en mis sueños un chico moreno y alto me sonreía, antes de que SunHi entrara en mi alcoba.

El día transcurrió normalmente, monótono como siempre. Aunque las mariposas de mi estómago me recordaban cada que el sol bajaba, a un atractivo hombre que me esperaba en las afueras del pueblo al caer la noche.

—JaeJoong —me llamó. Y yo sentí derretirme por el sonido de su voz.

Estábamos de nuevo en esa parte del bosque. No sé cómo fue que llegué hasta aquí de nuevo. Definitivamente él me ha embrujado.

—Rogué a los cielos volver a verte.

Con solo esas palabras y yo, de nuevo, estaba a su merced. Él agradable parloteo de YunHo me envolvía, sus labios moviéndose mientras hablaba y ese curioso lunar sobre ellos, me atraían. Me atraían tanto cómo las abejas a la miel.

Sus fuertes brazos se antojaban protectores, y su amplio torax cálido. Repentinamente la abrumadora sensación del sueño me invadió. Sentía los parpados pesado y mi respiración se iba acompasando poco a poco. Necesitaba dormir, pero no deseaba irme.

Un calor reconfortable me rodeaba. El sonido de un suave tambor me arrullaba. El inconfundible aroma a madera, tierra húmeda y calor humano, inundaba mi nariz. Me sentía tan tranquilo que deseaba no despertar. —JaeJoong —me llamó. La voz de YunHo se colaba en mis sueños, sintiéndose como una suave caricia. Una respiración en mi frente me hacía sentir un agradable cosquilleo. El cálido toque suave de unos almohadillados labios. —JaeJoong —me llamó de nuevo.  —JaeJoong, despierta.

Aquello me sacudió como un baño de agua helada. ¿Dónde estaba? Trate de reaccionar, pero mi visión era únicamente un amplio pecho masculino que portaba una blanca camisa medio abierta. Me separé solo un poco para mirar al dueño de ese cuerpo.

YunHo.

Me sonrojé con violencia al darme cuenta de la situación: Yo, dormido en los brazos de YunHo, acomodado entre sus piernas y babeando su pecho. Ambos recostados sobre la fina hierba.

Mi corazón latiendo a todo lo que daba. «Pecado» decía una voz en mi mente. Pecado o no, no podía de dejar de admirar los ojos de YunHo… y sus labios. Alternando de tanto a tanto mi mirada en ellos. Debía alejarme, debía, pero ni mi cuerpo ni mi corazón querían irse más lejos de lo que ya estaban de ese cuerpo. El férreo agarre que YunHo tenía sobre mi era otro factor que me impedía irme.

—YunHo… yo…

Lo que sea que iba a decir se esfumó cuando los labios de YunHo se estrellaron contra los míos.

Un beso, mi primer beso.

Un escalofrío de placer me recorrió por completo. La maravillosa sensación de estar volando con solo un roce. Lento, suave, sus labios incitando a los míos a corresponderles. Torpes, primerizos, son los movimientos que mi boca hace, pero que YunHo toma uno por uno.

Me falta el aire. No sé si por el beso o porque es YunHo. Es por los dos. YunHo parece notarlo porque se detiene, no quiero, quiero seguir besándolo por siempre.

Me sonríe. Su sonrisa me transmite ternura y tranquilidad. Me acurruco más en sus cálidos brazos, pero por el rabillo del ojo puedo ver que el alba de nuevo nos acecha.

—No quiero que te vayas —me dice. «No quiero irme». Así que solo me acurrucó más. El aroma de YunHo me envuelve.

—Debo irme. —Debo hacerlo, de lo contrario estaré en problemas.

—¿Te veré al anochecer?

Le sonrío y le doy un casto beso como despedida y promesa. —Me verás.




12 comentarios:

JoJo Lim~♥ dijo...

turururururururur quiero más por favor! dame más (?) ok, no sé que debes estar ocupada con tus cosas! pero me ha encantado es tan tierno y puro
:'3 he caido enamorada desde el primer parrafo! muchas gracias ahhhh ojalá estén juntos por siempre y no pase algo feo como pasaron las cosas en el peso del alma

Ángela dijo...

yo tambien quiero más y urgente, este fic promete, me encanta la temática.
esperaré con ganas la actualización

graciasssss

Paradise YunJae fanfics dijo...

Yunho el gitano *-*
oww q sexy

JadeJung dijo...

Oooohhhhhh ♥
Dios, sé qe esto es adelantar, pero no qiero qe lleguen las cosas malas x3
Son taaan lindos ♥
Jae es el uke adorable y tiernecito *-* y violable ♥

Unknown dijo...

Yunho Gitano *¤*

Ahsgsjagssjshasjsksc empieza bonito... la calma antes de la tormenta u.u

YunJae Vincit Omnia dijo...

que lindos ta tiernos
next cap

yunhokim dijo...

no pues si una linda aparición que era jae tan bello que ni el se lo creía

Unknown dijo...

Hermoso....*w*
Corre al siguient...^^

Laura Campos García dijo...

Que emocionante situación de Jae, escaparse en las noches para ver a Yunho, queno lo vayan a ver porque el castigo quizá sea muy malo. Y todo por estar ante su primer amor, que bonita esta esta historia. Gracias

Flippy chan dijo...

omg omg omg que hermosa historia!! me ha atrapado completamente seguire leyendo,gracas por ser tan amable de compartirla,ame el momendo en que se encontraban acostados y el primer beso <3

Unknown dijo...

:Q__ me encanta ...!
jaejoong escapándose todas las noches para encontrarse con yunho su viejo amor amor de la niñez? :3
ya se dieron su primer beso aaww.. que tiernos <3 <3 <3 ahora que pasara...? continuare leyendo :)

~Diana Jung~ dijo...

ohhh me gusta como empieza la historia *o*