CAPITULO DIEZ
Incluso
después de que fue a casa, se duchó y se puso un traje de calle, Jaejoong no
podía deshacerse de los efectos de su conversación con Minwoo. Después de
pasearse por su pequeño apartamento durante una hora, finalmente se rindió y se
metió en su coche.
En el
pasado, conducir lo ayudaba a aclarar su mente. Había algo en el camino abierto
y la música estridente a todo volumen en sus altavoces, que parecía calmarlo.
Este día fue diferente, sin embargo, porque se quedó tan tenso como siempre.
Las diversas conversaciones dando vueltas en su cabeza le provocaron una mueca
de dolor por diferentes razones.
No fue
hasta que llegó al borde de la pequeña ciudad de Gongju, que se dio cuenta que
había estado conduciendo hacia su casa de la infancia. Incluso entonces no se
detuvo a pensar en ello hasta que había entrado al parque de casas móviles y
aparcó en la calzada frente al desgastado y ancho tráiler doble.
Jaejoong
agarró el volante mientras estudiaba la vivienda para detectar cualquier signo
de vida. Cuando todavía vivía allí, habían sido sus padres adoptivos, él y un
máximo de cuatro otros niños a la vez. Mientras que Jaejoong era uno de los que
permanecía allí de forma estable, vio cómo otros niños de crianza entraban y
salían del lugar.
La
puerta se abrió y Eun Seol, su madre adoptiva, puso su cabeza gris de lado.
Cuando lo vio, su cara arrugada prematuramente estalló en una sonrisa de
dientes con huecos. Lo saludó con la mano, la grasa en el antebrazo
balanceándose como una bandera. Le devolvió el gesto antes de apagar el motor.
Ahora
que lo había visto, no tenía más remedio que entrar. Mientras caminaba por el
camino corto, los olores, demasiado familiares del parque, golpearon a su
elevado sentido felino, el agua estancada acumulada en los numerosos baches, la
putrefacción de la basura dispersa, el olor ácido del humo del cigarrillo, el
moho de los numerosos remolques abandonados.
—¡Jaejoong!
Ya era hora de que vinieras a casa de visita —declaró Eun Seol cuando abrió la
puerta para él.
—No he
tenido la oportunidad de escaparme antes —mintió cuando le permitió tirar de él
en un abrazo suave y reconfortante. —¿Está aquí? —susurró Jaejoong todavía en
su abrazo.
—¿Dónde
más podría estar? —respondió ella, con voz mezclada con preocupación.
—¿Debo
irme antes de que salga?
La
fuerza de la costumbre le había hecho mirar a la puerta del dormitorio cerrada.
Varios agujeros más decoraban la barata madera, del tamaño del puño de un
hombre. Parecía que nada había cambiado desde que había vivido allí.
—Al
diablo con él. Ahora que por fin te tengo aquí, que me aspen si te escurres
otra vez —declaró con una rara muestra de valentía, que sabía que no iba a
durar antes de que tuviera su misma naturaleza asustada y tímida.
Jaejoong
se rió débilmente, antes de seguirla hasta la cocina obligatoriamente. Cuando
se sentó en su antiguo lugar ante la mesa, Jaejoong se dio cuenta que la puerta
de la habitación no había sido la única cosa que se había deteriorado.
Lo único
que faltaba eran las grandes pilas de los juguetes, mochilas y ropa juvenil.
Jaejoong sutilmente levantó la nariz y el olor del aire lo sorprendió al
detectar sólo el olor de Eun Seol y su marido, Kyu Soo. —¿Qué pasó con todos
tus hijos de crianza?
Su
rostro se cayó mientras tomaba asiento frente a él, su enorme cuerpo cayendo
pesadamente en la silla. —El estado dijo que no podíamos tenerlos más desde la
detención de Kyu Soo.
Jaejoong
relajó su rostro para que su disgusto no se viera a través de él. —¿Por qué se
metió Kyu Soo en problemas?
«Más importante aún, ¿cómo lo atraparon finalmente?»
No fue una sorpresa que Kyu Soo estuviera involucrado en actividades
ilegales, pero que finalmente fuera atrapado hizo que Jaejoong entrara en
shock. El idiota siempre había sido astuto y lograba evitar la detección. Tal
vez porque en conjunto, la mayoría de sus crímenes habían sido el hurto y el
consumo ocasional que no era exactamente algo que atraía la atención.
—Dijeron
que tocó a una de las chicas. —Eun Seol sacudió vehemente de la cabeza—. No es
cierto, porque mi Kyu Soo nunca haría eso.
Ahhh...
pero Jaejoong estaba seguro de que el hijo de puta lo haría. Mientras que el
borracho hombre nunca había hecho movimientos sobre él, Jaejoong no había
perdido todas las miradas lascivas que les lanzaba a las muchachas que vivían
allí. Así que sí, no hacía falta tener
una gran imaginación para pensar que el gran Kyu Soo, finalmente cedió a sus
impulsos.
Cuando
Jaejoong se sentó en silencio en vez de saltar en defensa del hombre, Eun Seol
cerró sus manos sobre la mesa. —Es inocente.
Uh-huh. Kyu Soo no había sido inocente en al menos
cuarenta años, pero Jaejoong dejó que la observación no saliera de su boca. No
porque tuviera ningún respeto por el tipo, sino porque se preocupaba por Eun
Seol y no quería hacerle daño.
—Así
que, ¿cómo es que no está en la cárcel ahora mismo? —preguntó en su lugar.
—Está en
libertad bajo fianza. Kyu Soo Jr. puso su casa como garantía. —Como siempre,
cuando hablaba del único hijo que tuvo con Kyu Soo, Eun Seol sonrió con
orgullo.
La
puerta del dormitorio se abrió, revelando al humano más repugnante con el que
Jaejoong había tenido el placer de vivir. Un delgado y alto hombre con su
camiseta blanca manchada y sucia, tirante por una barriga que Kyu Soo trataba
de bajar con sus manos, sus uñas amarillas, manchadas de tabaco. Su cabello
castaño estaba en puntas y parecía como si no se hubiera afeitado en varios
días.
—Junior
tiene una casa para poner en garantía porque a diferencia de ti, tiene un buen
trabajo —declaró Kyu Soo en un tono áspero que ponía los nervios de Jaejoong en
el borde—. Trabaja en la construcción.
—Sólo lo
hicieron capataz —añadió Eun Seol, pero su cuerpo se puso rígido por la tensión
mientras su mirada se lanzaba entre los dos hombres.
—Me
alegro por él —dijo Jaejoong suavemente, sus dedos se encresparon contra la
mesa fría y barata.
—Entonces,
¿qué estás haciendo en estos días? —preguntó Kyu Soo con una sonrisa
sarcástica.
Sin
duda, pensaba que todavía era un don nadie que tenía que tomar cualquier
trabajo que llegara a sus manos. Puesto que Kyu Soo lo había echado en su
decimoctavo cumpleaños, Jaejoong nunca se dio el lujo de ir a la universidad.
No cuando tenía cuestiones más urgentes de las qué preocuparse, como encontrar
un refugio y proveerse de alimentos. A decir verdad, hacía unos años Jaejoong
había estado viviendo en las calles y hacía lo que fuera sólo para ganar algo
de dinero.
Ya no
era así sin embargo. En primer lugar Yoochun lo había encontrado y lo había
llevado a su redil y ahora Jaejoong tenía una coalición que lo apoyaba. No era
como si pudiera estallar diciendo: «Soy
un cambiaformas Pantera y salgo en misiones de combate tan espeluznantes que te
erizarían tu grasiento pelo». Diciendo algo así sólo haría
sospechar a Kyu Soo que había estado sumergido en las drogas. Por supuesto que
a Jaejoong no lo afectaban ya que la mayoría de los fármacos de uso humano no
afectaba a los cambiaformas, a menos que se consumieran en dosis altas.
—He
estado trabajando de seguridad para una empresa privada. —Una verdad a medias,
ya que tenía más entrenamiento y armas a su disposición que cualquier policía
del centro comercial.
—¿En
serio? ¿Qué eres, un guardia de seguridad en algún bar de striptease gay para
los que solías trabajar?
La
condena en la pregunta de Kyu Soo era tan gruesa, que Jaejoong casi podía
saborearla. —No, no he trabajado en ese lugar por un par de años. Mi empresa
tiene contratos con los militares. —Una vez más otra verdad a medias ya que el
dinero suficiente para que la coalición pudiera sobrevivir provenía del trabajo
que hacían para el gobierno humano. Lo que Jaejoong tampoco podía añadir era
que la coalición tomaba determinados trabajos porque, como cambiaformas, su
mayor fuerza y velocidad harían que tuvieran éxito en las misiones en las que
los seres humanos fracasarían.
—Estoy
seguro —resopló Kyu Soo cuando se fue al mostrador y sacó un cigarrillo.
Encendiéndolo, dejó escapar más insultos—. Oímos acerca de esa película que has
hecho. Eso le rompió el corazón a Eun Seol.
Jaejoong
tomó aire cuando una descarga pasó a través de su cuerpo. Sólo había hecho dos
vídeos en toda su vida. Uno había sido subido por equivocación a YouTube y fue
el que los había llevado a sus amigos y a él a ser capturados y hechos
prisioneros durante un año. El segundo había sido años antes, cuando tenía
dieciocho años y estaba recientemente en la calle, desesperado por cualquier
tipo de ingresos. Algo le dijo a Jaejoong que Kyu Soo se refería al segundo, ya
que sólo una película porno podría provocarle esa sonrisa desagradable.
—Fue
sólo una vez y necesitaba el dinero —se defendió Jaejoong, hundiéndose su
corazón.
¡Maldita
sea! Esa había sido la única cosa de la que esperaba que ella nunca oyese
hablar. Bailar por propinas era una cosa, pero vestir como un niño de la
escuela y recibir una palmada en una película era otra muy distinta.
No es
que no hubiera vivido esa fantasía antes, pero todas las veces había sido a
puerta cerrada.
Kyu Soo
inhaló hondo su cigarrillo mientras movía lentamente la cabeza. —¿Por qué
exactamente has vuelto aquí, muchacho?
Jaejoong
se estremeció ante la palabra: ‘muchacho’. Esa palabra mientras crecía
significaba por lo general un golpe u otras palabras insultantes y degradantes.
«¿Por qué
eres tan malditamente estúpido, muchacho? ¿No puedes ser bueno en algo,
muchacho? No es de extrañar que tus padres no te quieran, muchacho».
Todo
vino demasiado repentinamente. La ira se apoderó de él cuando gruñó bajo en su
garganta. Después de años de insultos y palabras de odio, Jaejoong no podía
soportarlo más... no, mejor aún, se negaba a soportar más eso. Ya no era un
muchacho desesperado por agradar a una figura paterna con la esperanza de
conseguir algunos elogios y afecto. Era un cambiaformas adulto. En los últimos
meses, Jaejoong había trabajado también muy duro para mejorar y no iba a
postrarse ante un patético perdedor como Kyu Soo.
—Te
equivocaste —dijo Jaejoong.
—¿Sobre
qué?
—Ellos
me querían.
—¿Quiénes?
—Los labios de Kyu Soo se arrugaron con disgusto, como si no pudiera entender
que alguien quisiera a Jaejoong.
—Mis
padres, no me entregaron. Murieron en un incendio en su casa.
En
verdad habían sido asesinados por cambiaformas Cuervos y sus cuerpos dejados
para que se quemaran cuando las aves incendiaron la casa, pero Jaejoong no
podía darle esos detalles. Además, todo lo que era pertinente para la
conversación actual, todo lo que importaba, era que Kyu Soo supiera que los
padres de Jaejoong amaban a su hijo. Nunca, nunca habían abandonado a su hijo y
dejado que viviera con algún estúpido como Kyu Soo tampoco.
—Murieron
para protegerme —continuó mientras miraba para encontrarse con la mirada de Kyu
Soo. De acuerdo con Minwoo, el padre de Jaejoong había muerto luchando por
salvar a su esposa e hijo de los pájaros que los atacaban. Se necesitaron
cuatro Cuervos para finalmente derrotarlo, e incluso entonces su padre había
conseguido acabar con otras tres aves en el proceso. —Mi padre era un hombre
importante en nuestra comunidad. Era respetado y todavía hablan muy bien de él.
—Jaejoong permitió que su mirada creciera, depredadora, hostil, maravillado de
la forma en que hizo que Kyu Soo se retorciera—. Era el doble de hombre de lo
que jamás llegarás a ser tú, pedazo de mierda.
Eun Seol
abrió la boca. —Jaejoong, eso no es bueno.
—Lo
siento, Eun Seol, no es por insultarlo. Siento que una mujer bonita como tú
esté enroscada con él. Sólo espero que algún día te des cuenta que eres mucho
mejor. —Jaejoong se levantó y fue hacia la puerta. Si no salía en este
instante, iba a hacer algo imprudente, como dejar salir a su lado animal y
cortar la garganta del hombre.
—¿Cómo
te atreves a hablarme así, muchacho? ¿Después de la forma en que te acogí
cuando nadie más lo hizo? —tronó Kyu Soo.
Jaejoong
se detuvo con la mano en el pomo de la puerta. —Sólo me trajiste aquí por los
cheques que recibías del gobierno. ¿O no te acuerdas cuando me dijiste eso
mismo el día que me echaste?
Antes de
que Kyu Soo pudiera tronar una respuesta a eso, Jaejoong abrió la puerta y se
fue. No se detuvo a pensar, hasta que estuvo sentado de forma segura al volante
de su coche. Apretando sus dedos alrededor del volante, tomó varias
respiraciones profundas, todo su cuerpo temblaba.
¿Qué
demonios había esperado al venir aquí? ¿Qué Kyu Soo le diera la bienvenida con
los brazos abiertos? ¿Qué el hombre dijera que lo sentía por todos los años de
abuso verbal? ¿Qué nunca debió haber echado a Jaejoong? ¿Qué lo amaba como si
fuera su verdadero hijo?
Una risa
amarga estalló de sus labios. Y, sin embargo, la gente como Minwoo se
preguntaba por qué se negaba a tener ninguna relación permanente con los demás.
Como si de buena gana Jaejoong pudiera poner a disposición su alma para que
fuera destrozada de nuevo. Además, ¿quién en el infierno era Minwoo para
hablar? Él y Dongwon le dieron una patada tan pronto como pudieron, también.
Así que no es como si sus patas estuvieran limpias en todo este asunto.
Contuvo
el aliento mientras sostenía las lágrimas. Llorar no le haría ningún bien,
porque eso acabaría demostrándoles a todos lo cobarde que era. Todo el mundo,
ya sean humanos o cambiaformas, ya lo llamaban puta, no tenía sentido sumar a
eso que lo llamasen bebé llorón. Dio la vuelta con el coche y salió del parque.
Había sido un tonto, incluso por venir aquí. Había estado esperando conseguir
un cierre, en cambio, terminó abriendo algunas dolorosas heridas que pensaba
que ya estaban curadas.
Para el
momento en el que se detuvo en la plaza de aparcamiento en frente de su apartamento,
no se sentía mejor. Por lo general, un largo viaje calmaba sus nervios, pero
después del primer encuentro con Minwoo y luego con Kyu Soo, Jaejoong se sintió
peor que nunca. Todavía no podía creer lo cerca que había estado de atacar a su
padre adoptivo. Cerró los ojos, silenciosamente poniendo todos los nombres en
el libro. Todas las razas civilizadas de cambiaformas se enorgullecían de ser
capaces de separar sus emociones humanas de su lado animal. Ceder y ser salvaje
era considerado un fracaso. Sin embargo, Jaejoong había tirado casi todo por lo
que había estado trabajado tan duro por tan sólo una probada de la sangre de
Kyu Soo.
«Ahora sé cómo se debe sentir Yunho. Cuando mata, ¿tiene
algún tipo de vergüenza o arrepentimiento después? Incluso si sus objetivos son
culpables, ¿todavía el odio de su mitad animal lo gobierna aunque sólo sea por
unos momentos? Si es así, Yunho debe albergar más daño en su interior de lo que
sospechaba».
Se bajó
del coche y cerró la puerta antes de frotar sus sienes doloridas. El estrés del
día, se añadía al hecho de que no había comido ni bebido nada desde el
desayuno, y eso lo había dejado con un dolor de cabeza monstruoso. Sólo quería
entrar, comer algo y luego dormir por unas cuantas horas.
Era de
noche cuando entró, no se molestó en encender las luces. Su visión de
cambiaformas le permitía ver lo suficiente como para moverse y la iluminación
no haría sino agravar su dolor de cabeza. Se quitó los tenis maltratados antes
de entrar en la pequeña cocina. Aunque la cocina le gustaba, fue hacia el
congelador para sacar una pizza. No era exactamente una cocina gourmet, pero
serviría. Cerró la puerta, toda su concentración se centró en la caja que
contenía la comida congelada.
—Era
hora de que llegaras a casa.
Jaejoong
dejó escapar un grito al saltar varios metros en el aire y examinar las
tinieblas. Su corazón latiendo con fuerza, dejó caer su comida antes de que
buscara en la parte posterior de su cintura el arma que siempre mantenía cerca.
—Preferiría
que no me dispararas. Ya he tenido un mal día.
Esta
vez, Jaejoong reconoció la voz. En vez de calmarlo, ese conocimiento hizo que
su pulso se acelerara aún más. —¿Yunho?
Yunho se
movió entre las sombras más profundas en el centro de la cocina. —¿Estabas
esperando a alguien más?
—No
esperaba a nadie.
—Hmmmm...
Supongo que eso explica por qué tenías tanto miedo cuando me presenté —observó
Yunho de esa manera extraña y analítica que tenía. Era casi como si estuviera
rebuscando en las emociones de Jaejoong de la misma forma que un médico
sostiene una radiografía a la luz para examinarla. Finalmente Jaejoong pudo
entender cómo la gente normal reaccionaba cuando había alguien que te importaba
en la puerta de entrada.
—¿Cómo
entraste aquí? —exigió Jaejoong mientras miraba alrededor de la habitación,
como si pudiera encontrar la respuesta por ahí en alguna parte.
—Rompí
el bloqueo. —Yunho le dedicó una sonrisa para mostrar lo orgulloso de sí mismo
que estaba por ese logro.
—¿Irrumpiste
aquí?
Sabía
que debía sentirse ofendido o violado. Seguro que no debía sentirse excitado,
pero no podía tratar de decirle eso a su miembro, que ya había empezado a
crecer en el momento en que vio a Yunho. Maldita sea, hablando acerca de tener
la tentación lanzada justo en la cara. Jaejoong trató de recordar por qué
dormir con Yunho sería una mala, mala idea. Al mismo tiempo, sin embargo, todo
lo que podía pensar era en lo bien que Yunho se veía, todavía vestido con su
traje oscuro y una capa. La forma seductora de su fragancia oscura de Leopardo
llamaba a Jaejoong como una droga.
—Por
supuesto que interrumpí aquí. No es que alguna vez me dieras una llave o algo
así. —Yunho se encogió de hombros como si eso lo explicara todo.
—¿Conviertes
eso en un hábito para entrar en los apartamentos de la gente? —exigió Jaejoong
mientras se humedecía los labios. Su mirada fija en la boca de Yunho al
recordar lo calientes y exigentes que sus besos habían sido.
—Sólo si
estoy pensando en matarlos —dijo Yunho cuando dio unos pasos más cerca.
Esas
palabras debían aterrorizar a Jaejoong, pero sin embargo enviaron un tiro de
deseo hacia su polla. En el fondo, sabía que Yunho nunca le haría daño pero
también que el hombre era muy peligroso. El conocimiento de que Jaejoong podía
domesticar al Leopardo cuando nadie más podía, le dio una emoción embriagadora.
Yunho se movió para cerrar el espacio que quedaba entre ellos. Levantando una
mano, ahuecó la cara de Jaejoong en ella. El movimiento fue tan suave, tan
cuidadoso, tan poco como Yunho, que hinchó la garganta de Jaejoong por la
emoción.
—Estás
triste. ¿Por qué? —preguntó Yunho.
Entonces
Jaejoong lo vio... el breve destello de emoción que sólo había entrevisto un
par de veces antes en los ojos de Yunho. De alguna manera sabía que era el
único que alguna vez llegó a verlo. Lo hacía sentir tan cerca de Yunho. Como si
estuvieran unidos de alguna manera y al diablo con el resto de las palabras,
porque nada más importaba.
Jaejoong
dejó escapar un suspiro suave y tembloroso. Si sólo fuera cierto. Yunho
probablemente sólo lo veía como una manera de descargarse. Para Jaejoong el
pensar que alguien pudiera tener sentimientos profundos por la zorra de la
coalición era una fantasía ridícula. Sin duda, la única razón por la que Yunho
actuó de forma posesiva antes fue porque simplemente no le gustaba compartir.
Una vez que estuviera harto, echaría a Jaejoong a la acera, al igual que todos
los demás.
—No sé
si es una buena idea que estés aquí —se obligó a decir.
—¿Por
qué? —Yunho inclinó la cabeza hacia un lado.
—Porque
tengo un monstruoso dolor de cabeza.
—¿Sabes
cuál dicen es la mejor cura para eso?
—No sé,
¿una docena de aspirinas y dormir unas pocas horas?
Los ojos
de Yunho brillaron con lo que pudo haber sido diversión. —No, un buen orgasmo.
A pesar
de sí mismo, Jaejoong se rió. —Estás mintiendo.
—No, de
verdad, lo leí en alguna parte. —Yunho pensó por un momento—. Creo que fue en Cosmo.
—¿Lees Cosmo?
—preguntó Jaejoong, su voz aguda con incredulidad.
—Estaba
en un juego una noche y me aburrí y esa era la única cosa que había para leer
en el coche. Creo que Dara debe haber utilizado el vehículo antes que yo.
—Uh-huh
—asintió Jaejoong, no estando seguro de si comprar la explicación o no—.
Incluso si no me doliera la cabeza, todavía no puedes hacer esto. No con tus
lesiones.
Yunho se
levantó la camisa, mostrando los más apretados abdominales que Jaejoong hubiera
visto alguna vez, y sólo un indicio de una herida en el costado. —Una vez que
Minho me dio el antídoto, fui capaz de cambiar. Ahora estoy casi mejor. Sin
embargo, si insistes en que besarnos es mejor, no voy a discutir.
Mientras
miraba a toda la carne expuesta, la boca de Jaejoong babeaba con anticipación,
hasta que recordó la conversación con Minwoo. Dando a su cabeza un movimiento
para eliminar la neblina de quiero-sexo persistente allí, Jaejoong dijo: —No,
realmente no debemos hacer esto de nuevo. Tienes que irte.
—No voy
a ir a ninguna parte hasta que me digas por qué estás tan triste —respondió
Yunho, la palma de su mano acariciando la mejilla de Jaejoong otra vez.
Ante ese
gesto de ternura, toda la ira, el dolor y el miedo de los últimos días se
estrellaron contra Jaejoong. Tomó una bocanada de aire temblando mientras
desvió la mirada para evitar la mirada de complicidad de Yunho. El Leopardo no
se opuso, sólo esperó pacientemente, con el pulgar barriendo una lágrima de la
mejilla de Jaejoong. No fue sino hasta después que Jaejoong se dio cuenta que
había empezado a llorar. Genial, justo lo que necesitaba, mostrarse débil. Tal
vez Yunho le hiciera un favor y lo matara, después de todo.
—Me
olvidé de quién soy en realidad y un par de personas tuvieron la amabilidad de
ponerme de nuevo en mi lugar —confesó Jaejoong con voz entrecortada—. Es todo
culpa mía. Debería haber sabido mejor que no hay esperanza de que pueda
cambiar. Un uniforme en realidad no puede ocultar al idiota que está debajo de
él.
—Jaejoong,
te veo mejor que nadie, te respeto y me gustas mucho. —Yunho se inclinó y rozó
sus labios, antes de añadir—: Dime los nombres de los idiotas que te molestaron
y los mataré por ti.
Jaejoong
empezó a reírse hasta que se dio cuenta de que Yunho iba en serio. Mientras una
parte de él se horrorizó, una sensación de calor se agrupó en su estómago al
pensar que a Yunho tenía que importarle por lo menos un poco, si estaba
dispuesto a cometer un homicidio para defender sus sentimientos.
—No es
necesario. —Ahora Jaejoong se levantó por un breve beso—. El hecho de saber que
estás dispuesto a hacer eso, me hace sentir mucho mejor.
Ambos
guardaron silencio por un momento, sus labios sólo a un aliento de distancia.
Yunho siguió acariciando con su dedo pulgar la cara de Jaejoong. Cada pasada
enviaba una nueva ola de escalofríos a la espina dorsal de Jaejoong. Quería
mucho más. Ansiaba sentir el cuerpo fuerte de Yunho cubriéndolo. Precisamente
que el Leopardo lo derribara y lo jodiera con tanta fuerza que Jaejoong
olvidara el pasado por un tiempo.
—¿Por
qué has venido aquí esta noche? —preguntó Jaejoong.
—No lo
sé. —Yunho brevemente arrugó su frente con confusión—. Por alguna razón, no
puedo olvidarme de ti y lo que hicimos.
—Debes
estar loco o algo así porque no hay nada extraordinario en mí. —Tan pronto como
Jaejoong terminó de decir eso, quiso patearse—. Lo siento. No era mi intención
insinuar que eras un loco o cualquier otra cosa.
Yunho se
encogió de hombros, la cara más ilegible que nunca. —Eso está bien, sé lo que
soy.
Y si
esas palabras no hacían que Jaejoong quisiera empezar a llorar otra vez, no
sabía qué lo haría. Estudió a Yunho por unos momentos antes de llegar y
enganchar los dedos en la cinturilla de los pantalones del Leopardo. —Vamos.
¿Qué tal si vamos a mi habitación y descansamos el resto de la noche? ¿Podemos
fingir que yo no soy una puta y tú no eres un loco?
La más
dulce sonrisa se dibujó en el rostro de Yunho, el gesto hizo que el interior de
Jaejoong se convirtiera en gelatina.
—Eso
suena como a una gran idea —Yunho acordó cuando permitió que lo guiara a la
habitación.
3 comentarios:
el uno para el otro, si nadie los acepta ellos pueden formar su propia familia, su propio mundo.....
lo que necesitaban era conocerse y ya esta owwww los dos se complementan que lendoooossss
Hola! Habia guardado este fic hasta este capitulo en mi celular, ya que no tengo tiempo para entrar a la pc y no queria dejar de comentarte. Hasta ahora me encanta. Insisto en que gracias a ti y a otra autora las historias sobre cambia formas que antes las encontraba insipidas me han comenzado a gustar. Como dicen arriba, Yunho y JJ en esta historia pueden formar su propia familia y su propio mundo, los dos se sienten igual de perdidos y sin un lugar al cual pertenecer. Era hora de que se conozcan y no esten solos.
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